Si bien su ideología política no puede distar más de la de Donald Trump, su cara aparece en los afiches demócratas de Kamala Harris. “Jill Stein ayudó a Trump una vez. No dejes que vuelva a hacerlo”, se lee en un anuncio pegado en Michigan, uno de los estados considerados claves de cara a la próxima elección presidencial del 5 de noviembre.
De pelo blanco y miembro del Partido Verde de Estados Unidos, Stein es la última piedra en el zapato para la candidatura de la actual vicepresidenta norteamericana. Su posición política, a la izquierda de Harris, amenaza con dejar fuera de la Casa Blanca al Partido Demócrata. Pese a que las proyecciones hablan de un 1% de arrastre electoral, podría ser la cantidad necesaria para que en estados claves o battlegrounds, como los llaman los estadounidenses, se cargue el resultado nacional hacia el otro lado de la balanza: el del expresidente republicano Donald Trump.
Así ocurrió en 2016, cuestionan los críticos de la candidatura de Jill Stein. Y también así podría volver a pasar en una semana y media más. “La amenaza de la candidatura de Jill Stein es real y crece día a día”, dijo al medio The Hill Doug Gordon, agente electoral demócrata y cofundador de UpShift Strategies. “Stein fue fundamental para que Trump obtuviera un primer mandato y ella podría ser clave para darle un segundo mandato”.
En lo que a ella respecta, no planea bajarse de la carrera. “Olvídate del mal menor”, plantea. “Lucha por el bien mayor”.
Una verde conocida
El nombre de Jill Stein no es uno ajeno a la política nacional estadounidense. Si bien su mayor cargo de representación popular fue un escaño en un órgano municipal de Massachusetts hace más de una década, ha estado presente en las elecciones presidenciales de 2012, 2016 y en 2024.
Médica graduada de la Universidad de Harvard en 1973, esta mujer de 74 años ha sido la cara visible por más de una década del Partido Verde, el que se posiciona ideológicamente a la izquierda del Partido Demócrata.
Con una posición antibélica y en favor del pueblo palestino en la guerra de Israel y Hamas, la prensa estadounidense ha destacado que la campaña de Stein se ha encargado de atacar incluso de forma más dura a Kamala Harris que a Donald Trump.
Junto a él, en la boleta presidencial aparecerá Butch Ware, profesor de la Universidad de California en Santa Bárbara que ha estudiado la historia africana e islámica. En esa línea, ha sido un duro crítico de los demócratas, calificando a Harris de ser la “cara negra de la supremacía blanca”, y comparando al expresidente Barack Obama con un “negro de casa”, consignó The New York Times.
Y si bien su base de votantes no es particularmente grande, en 2016 Stein generó un efecto en cadena crucial para el devenir de Estados Unidos, y, por qué no, para el resto del mundo: su desempeño en el Rust Belt, o el “cinturón del óxido” en español, aquel bloque industrial de la nación norteamericana en la que se han definido los comicios en los últimos años, provocó indirectamente la victoria de Donald Trump.
Sentada en las antípodas del espectro político tradicional, podría terminar beneficiando al candidato republicano que considera un “peligro” para EE.UU. Este año será parte de las boletas en estados muy relevantes de cara a la contienda entre Harris y Trump, que a todas luces definirán la carrera. Es más, encuestas no otorgan más de un 1% de apoyos para Stein. Sin embargo, los lugares en los que competirá hacen que las alarmas en la campaña demócrata salten de especial manera.
El nombre de Stein aparecerá en estados seguros de los demócratas, como California y Nueva Jersey, en otros republicanos, como Louisiana y Virginia Occidental, pero también en Arizona, Georgia, Pennsylvania, Wisconsin y Michigan. Estos tres últimos son considerados como lugares claves, donde los pocos miles de votos que logre podrían marcar la diferencia entre si gana Donald Trump o Kamala Harris.
El dramatismo no es exagerado. Excluyendo el hecho de que por ahora las encuestas dan ventajas marginales para ambos candidatos, con diferencias de 1% y 2% considerando el margen de error, esa cifra es también la que pronostican para Stein. No es lo único, pues le acompaña el factor histórico. Y no es muy lejano.
Fue en 2016 cuando la candidata del Partido Verde aguó la intención de la entonces carta demócrata, Hillary Clinton, de llegar a la Casa Blanca. Si bien se impuso a Donald Trump en el voto popular -la cantidad total de sufragios emitidos por los ciudadanos estadounidenses-, en la batalla por hacerse con los 270 votos del Colegio Electoral quedó corta. ¿Dónde? Precisamente, en los estados del “cinturón del óxido”.
Mientras en Wisconsin logró la exigua cantidad de 31.072 sufragios, en Michigan se hizo con 51.463. Para poner la cifra en perspectiva, para 2022 la primera ciudad contaba con aproximadamente 4,6 millones de personas habilitadas para votar, según el sitio oficial de la Comisión Electoral de Wisconsin, mientras que la segunda tiene 7,2 millones, detalla el Departamento de Estado.
Y pese a su pequeño porcentaje, fue lo suficientemente grande como para superar la distancia entre Hillary Clinton y Donald Trump. Mientras en Wisconsin el magnate se impuso por 22.748 votos, en Michigan lo hizo por 11.000. Con eso, no solo venció en los dos estados claves, sino que fueron pilares fundamentales para la victoria general de 2016 del Partido Republicano, pues el primero le entregó 10 votos del Colegio Electoral, y el segundo 15.
Un dato interesante al respecto lo entregó un estudio realizado en agosto por el Council on American-Islamic Relations (CAIR), el que reveló que Jill Stein tendría incluso un mayor respaldo que Kamala Harris entre los votantes árabes-musulmanes de Michigan y Wisconsin.
Para William Allen, politólogo y profesor emérito de la Michigan State University, si bien la actual postulación de Stein no debería marcar tanto el resultado de las elecciones, recordó a La Tercera que no es primera vez que un tercer candidato remece unos comicios estadounidenses.
“Recordarás que Ross Perot obtuvo un 20% de los votos en 1992, lo que influyó claramente en el resultado de esa contienda. En este año, la candidatura de tercera parte más importante fue la de Robert Kennedy Jr., pero este se ha retirado y ha apoyado a Donald Trump. Desde entonces, ninguna encuesta ha mostrado una presencia significativa de candidatos de terceros partidos”, planteó.
Otra duda emerge ante la amenaza de Stein para la candidatura demócrata. ¿Son los votos de la tienda verde sufragios robados de la base demócrata? Para Allen, “los votantes de Stein son probablemente demócratas en ausencia de la candidata verde”.
De todos modos, el académico se mostró seguro ante la posibilidad de que la candidata del Partido Verde modifique el resultado. “Sus números son aún menores en estas elecciones que en las dos anteriores. Además, están más presentes en los estados en los que Harris ya tiene probabilidades de obtener buenos resultados, como California, Vermont, Nueva York, etc. En consecuencia, no tendrán ningún peso material en el resultado de las elecciones”.
Lo cierto es que entre los demócratas han reconocido la amenaza que Stein significa para sus intenciones de gobernar por cuatro años más. La propaganda ha sido claro ejemplo de aquello.
En Phoenix, un anuncio muestra una imagen alterada que simula a Stein con la ya clásica gorra roja de Trump en la que se lee “Make America Great Again”. En Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, la audiencia televisiva han podido ver en sus pantallas anuncios del Comité Nacional Demócrata donde advierten que un voto para Stein “es en realidad un voto a Trump”.
Mientras, el candidato republicano se frota las manos. “Me gusta mucho Jill Stein”, dijo, burlón, en un mitin en Filadelfia en junio de este año.
De hecho, el propio equipo de la médica sabe lo que puede lograr. “No estamos en condiciones de ganar la Casa Blanca”, dijo, según The New York Times, Kshama Sawant, exmiembro del Ayuntamiento de Seattle, frente a unas 100 personas dentro de un centro cultural árabe-estadounidense. “Pero tenemos una oportunidad real de ganar algo histórico. Podríamos negarle a Kamala Harris el estado de Michigan”. El plan, creen, es ser escuchados.