Donald Trump estará de vuelta en la Casa Blanca en enero y los ecos de su victoria electoral resuenan en todo el mundo, pero especialmente en América Latina. Cualquier cambio en la política estadounidense puede generar un sismo al sur del río Grande, aunque la mayoría de los analistas destaquen que la región no es prioridad para Estados Unidos, más centrado en el conflicto en Ucrania, Medio Oriente y Asia.

Algunos creen, eso sí, que la nueva administración republicana podría centrar más los focos en lo que ocurre en su propio continente. Uno de los principales indicios es que Marco Rubio, senador por Florida de origen cubano, cuya postura con respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua es explosiva, estaría siendo considerado como uno de los favoritos para la Secretaría de Estado, según han desvelado importantes medios del país, aunque afronta todavía una dura competencia interna.

Esa selección sería una declaración de intenciones, pero otros piensan también que más focos podrían apuntar a la región por el simple hecho de que Trump es muy sensible al aumento de la influencia china en todo el mundo, y Latinoamérica es una de las regiones donde más se está notando ese embate geoestratégico.

Partidarios de Trump afuera del restaurante Versailles en Miami, Florida. Foto: Michele Eve Sandberg/SIPA USA.

El gigante asiático es ya el principal socio comercial de Chile, y también de Brasil -la segunda mayor economía del continente- y otros Estados como Bolivia y Perú, convertido recientemente en ejemplo de esa expansión china con la multimillonaria construcción del puerto de aguas profundas de Chancay.

La general Laura Richardson, comandante del Comando Sur de EE.UU., ha advertido en varias ocasiones del crecimiento de la influencia china en América Latina, específicamente en el control de los recursos naturales, y en la campaña de Trump se toman en serio ese aspecto.

Existe, eso sí, una paradoja a solucionar: cómo evitar el crecimiento de Beijing en la región jugando, a la vez, al proteccionismo económico que pretende Trump, amenazando con nuevos aranceles al comercio global, y también a América Latina, y siendo poco amigo de los Tratados de Libre Comercio. Washington ya receló recientemente de nuevos acuerdos comerciales con Ecuador y Uruguay, y ambas naciones reaccionaron igual: lanzándose a China, en el caso de Montevideo incluso desafiando al Mercosur.

Todos los ojos apuntan a México: no hay país de la región donde más vaya a sentirse el efecto de las políticas de Trump. El 80% de las exportaciones mexicanas dependen de EE.UU. y a Trump le preocupa mucho el déficit comercial que Washington mantiene con su vecino del sur, que llegó a alcanzar los US$ 22.000 millones en 2023.

México se ha convertido en el principal beneficiario de las operaciones de ‘nearshoring’ promocionadas por la actual administración. Empresas estadounidenses que operaban, sobre todo en Asia, acudieron al llamado y se establecieron en países más cercanos, siendo el vecino el principal destino. Hasta tal punto es clave que México se convirtió en el principal socio comercial de Estados Unidos el año pasado, superando precisamente a China.

Marcelo Ebrard, nuevo secretario de Economía de México, dijo este jueves que las advertencias de Trump en campaña se combaten con “sangre fría e inteligencia” y que no habrá problemas entre los dos países, destacando que ambos aumentaron sus exportaciones al otro país en el último año, aunque el déficit que Trump critica siguió creciendo porque México las aumentó más.

Parte del muro en la frontera entre Estados Unidos y México, en CIudad Juarez. Foto: Reuters

Pero a pesar de los llamados a la calma podría haber tensiones pronto. El Presidente electo estaría sopesando cerrar la frontera con EE.UU. el primer día de su gobierno, según trascendió esta semana, y antes ya amenazó con establecer un arancel del 25% a los productos mexicanos si no detenían el flujo de migrantes a la frontera, algo que, por otro lado, ya está haciendo el gobierno mexicano desde hace meses, devolviendo al sur, a localidades como Villahermosa, a personas que intentaban llegar a EE.UU. Por no hablar de la amenaza de bombardear instalaciones de carteles mexicanos que, obviamente, supondría un grave problema diplomático.

“Todo indica que la relación será más complicada. De todas formas, la política que va a mantener Trump va a ser más bien estratégica, porque a él lo que más le interesa es la renegociación del Tratado de Libre Comercio con Canadá y México, prevista en 2026, y va a asumir una postura de dureza con respecto al nearshoring, con mayor proteccionismo, para llegar con fuerza a esa negociación”, considera Rogelio Núñez, investigador asociado del Real Instituto Elcano.

¿Deportación de ilegales?

El cambio de política migratoria podría dificultar las relaciones con otros gobiernos de la región. Trump ha prometido a sus seguidores “la mayor deportación de la historia” y, aunque sea difícil en términos logísticos, un aumento de los deportados generaría grandes tensiones en naciones donde el empleo es escaso, especialmente en Centroamérica.

El problema sería doble para esos países. No solo tendrían que lidiar con un aumento de población, sino con una mayor escasez de recursos. Las remesas suponen un 23%, un 21% y un 16% del PIB en El Salvador, Honduras y Guatemala, respectivamente, y cualquier modificación de esa entrada de dólares supondrá un problema.

Curiosamente, uno de los países donde más afectarían esas medidas está gobernado por uno de los principales valedores de Trump en la región, Nayib Bukele. El expresidente estadounidense ya ha demostrado que no se casa con nadie. Ya este año, en la Convención Republicana, acusó a El Salvador de estar enviando criminales a EE.UU., y en Brasil el bolsonarismo recuerda cómo canceló la importación de carne proveniente de ese país.

Ubicar y capturar: así fue la última operación de Bukele para atrapar a los pandilleros de un barrio de El Salvador. Foto: REUTERS.

Por supuesto que la derecha dura toma impulso en la región con una nueva presidencia de Trump, pero muchos creen que bien harían líderes como el argentino Javier Milei o aspirantes en distintos países en no dar por sentados apoyos provenientes de Washington simplemente por afinidad ideológica.

Otros analistas incluso se han mostrado escépticos con la posibilidad de que Washington aumente el tono contra Cuba, Nicaragua y, especialmente, Venezuela. Más sanciones contra el chavismo supondrían una nueva ola de migración que la Casa Blanca puede querer evitar y, además, parte del entorno de Trump entendería que se necesita el petróleo venezolano, aunque esas especulaciones podrían caer en saco roto si Rubio se lleva la Secretaría de Estado. Es difícil imaginar al senador de origen cubano moderando su discurso con respecto a Venezuela -mucho menos cuba-, aunque en política todo sea posible.

Washington tiene mucho trabajo por delante si quiere recuperar la influencia perdida con respecto a China, y eso pasa, creen parte de los expertos, por tener una estrategia clara e invertir recursos en la región.