El fútbol es una buena muestra de los paradigmas que se instalan en las sociedades, que luego se agotan y finalmente son reemplazados por otros paradigmas. Lo interesante es que estos “nuevos” paradigmas no son más que viejas recetas presentadas como grandes novedades e innovaciones. El detalle es que en este deporte los rendimientos individuales supeditan de manera decisiva el cambio de receta. Al final, como siempre, se impone la calidad de los jugadores por sobre los esquemas. Y sumado a esto, el utilizarlos en las funciones donde mejor rinden.

Esto lo digo sobre el paulatino retorno al denostado 4-4-2 o, en su defecto, 4-1-2-1-2 que vemos en el campeonato chileno. Esta última década, con vuelo desde antes, se impuso como dogma religioso, con el peligro de ser acusado de “ratón” o “defensivo” e, incluso, “antifútbol” a quien no lo proclamara, el ataque con tres hombres. Tres, que en muchas ocasiones se volvía uno solo, ya que los famosos punteros no eran más que carrileros con más funciones defensivas, marcar al lateral, que ganar por su banda y generar ataques ¿O no Gustavo Poyet y Rafael Dudamel?

Hoy vemos cómo Universidad de Chile se soltó con Franco Lobos y Joaquín Larrivey como delanteros netos, pero con la posibilidad de que los volantes se sumen al ataque. Al final, no es cuántos están, sino, cuántos llegan. Lo mismo Colo Colo: el sueño de Gustavo Quinteros era con Marcelo Moreno Martins e Iván Morales en punta, rotando, confundiendo a las marcas, y Marcos Bolados más retrasado, llegando en velocidad y no encajonándose en la punta. Para la Selección, la lógica parece apuntar hacia esa dirección: Ben Brereton y Eduardo Vargas en punta, con Alexis Sánchez enganchado y los tres sin posiciones fijas. A ver si Martín Lasarte puede sacarse el mantra de “Sánchez-Vargas” que, como receta única, hace cuatro años agotó todas sus posibilidades.

Jugar con dos arriba no es ser defensivo, solo que está desprestigiado por el simplismo aritmético de quienes creen, como entrenador de barrio, que sumando gente en el área rival se generan más ocasiones de gol. Pienso en Universidad Católica y el pobre Diego Valencia correteando laterales a cincuenta metros del arco, cuando lo lógico es poner un volante a sus espaldas y meterlo en el área con Fernando Zampedri. Vean cómo cambia el rendimiento de Iván Morales cuando le abren la cancha y lo sacan de entre medio de los defensas centrales. Cuando apareció, en el segundo semestre del 2016, tuvo grandes rendimientos jugando solo con Octavio Rivero en punta en la disputa de la Copa Chile.

En definitiva, no hay sistemas ofensivos o defensivos por su mero planteamiento o por el dibujo, la pizarrita, que tanto placer provoca en algunos analistas. Si tengo un puntero abierto que genera diez desbordes por partido, obvio que lo pongo, pero si tengo dos puntas a los que les tiras un melón y te generan una ocasión de gol, la dupla Za-Sa, los punteros por las bandas se hacen innecesarios.

Incluso, no me extrañaría que paulatinamente se vaya abandonando el salir jugando con el arquero como primer pase. ¿Por qué? Porque ya no sorprende a nadie. Los equipos cada vez están más eficaces en la presión alta y terminan recuperando la pelota muy arriba, en la zona de definición ¿Qué puede pasar? Pelotazo al centrodelantero para que haga de pívot hacia los costados. Exactamente lo que está haciendo la U en este momento.

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