“Se nota que ustedes son de la generación de la pandemia”. Eso le dijo una matrona a Javiera (24) durante su primer internado en un hospital de Santiago. Fue en ese lugar donde atendió a pacientes en situaciones reales por primera vez, tras haber avanzado la mayor parte su carrera, Obstetricia, practicando solo con maniquíes especiales.
Javiera es parte de una generación de estudiantes que pasaron al menos dos años estudiando de forma remota (entre 2020 y 2022) y que, debido a la particularidad de su carrera, calzó con semestres que le correspondía hacer práctica presencial. Tal como esta joven, muchas otras personas de su edad han comenzado a adentrarse en el mundo profesional, con las dificultades propias de esa transición, a lo que se suma lo que significó el encierro.
“Yo ahora, recién en quinto año, fui a mi primer internado y vi un parto por primera vez. Nunca antes había visto uno en vivo y en directo”, expresa con preocupación Javiera, quien comenzó a estudiar obstetricia en la Universidad San Sebastián en 2019. En consecuencia, su segundo y tercer año de la carrera lo tuvo que sacar adelante con prácticas en salas de simulación, en reemplazo de sus prácticas en hospital, en distintas áreas de la salud.
Esta joven comenta que el modo online la afectó enormemente cuando tuvo que enfrentar su primer internado: “Nunca antes había interactuado con un bebé de verdad, nunca le había puesto una sonda, nada con bebés (...). No es lo mismo practicar en un mono que no se mueve”. Además, explica que para ella, entrar al internado fue un choque complejo, debido a que no vivió las experiencias necesarias a causa de las actividades educativas remotas, como la interacción con pacientes o las observaciones in situ. “Yo entendí realmente lo que es ser matrona recién en quinto año”, señala.
Sobre la falta de prácticas, el decano de la Facultad de Salud de la Universidad San Sebastián, Carlos Pérez, afirma que tuvieron que reforzar los contactos directos con los pacientes, para que cumplieran con las competencias de un profesional de la salud. Además, enfatiza que “es esencial señalar que todos nuestros egresados cumplen con todas las competencias en las profesiones que se van a desempeñar”. En una línea similar se manifiestan otras universidades.
El encierro
Al comienzo de 2020 el país aún experimentaba los vaivenes del estallido social de 2019, que ya había tenido implicancias en la vida universitaria. Eso, hasta que el 15 de marzo el gobierno de Sebastián Piñera suspendió de manera preventiva todas las actividades educativas por dos semanas, tiempo que se fue alargando a medida que empeoraba la crisis sanitaria. La modalidad online duró más de dos años, y recién el primer semestre de 2022 algunas universidades retomaron la presencialidad.
Los alumnos que ingresaron a la educación superior en esos años -o que debían realizar sus prácticas profesionales cuando tuvieron que encerrarse a causa del Covid19- están enfrentando ahora sus primeras experiencias en el mundo laboral, ya sea como practicantes o en trabajos formales, y sea a tiempo completo o part time. Por la naturaleza de algunas mallas curriculares, las prácticas en laboratorios o lugares equipados para el desarrollo de disciplinas específicas, eran cruciales para la formación. Así, muchos jóvenes se vieron obligados a congelar sus carreras o bien a postergar sus prácticas. Otros, sin embargo, se quedaron sin práctica en ese momento.
Según los informes anuales elaborados por la Subsecretaría de Educación Superior, en el periodo de 2016 a 2019, las matrículas de educación superior venían con un incremento anual de 0,7%, pero esto cambió en 2020, año que arrojó una caída inédita de 3,7% respecto al año anterior, la más baja desde 2015. A pesar de estas cifras, la retención universitaria, es decir, la cantidad de estudiantes que se mantienen en la misma institución después de su primer año, presentó una subida histórica: en 2020, la tasa de retención en pregrado llegó a un 75,6%, la más alta de los últimos 15 años, seguido de la segunda más alta en 2021, donde bajó levemente a un 75,4%.
Sobre los títulos obtenidos en pregrado, sufrieron una caída histórica de 21,6% en el primer año de la pandemia, sin embargo, desde 2021 hacia adelante los números se revirtieron. Se aprecia así un aumento importante en la cantidad de profesionales titulados para 2022. En relación a 2020, las titulaciones de carreras profesionales han aumentado hasta febrero de 2023 un 54,5% y las técnico profesionales un 31,9%.
Falta de práctica
“Recién pude trabajar directamente con los niños en quinto año”, dice Alejandra (23). Su caso es similar al de Javiera. Ella está a punto de finalizar Pedagogía en Párvulos en la Universidad de Chile. Al igual que en las carreras de salud, las disciplinas en las facultades de Educación suelen tener prácticas desde el segundo año, momento que coincidió con el comienzo de la crisis sanitaria, ya que ella ingresó en 2019. Sobre ese tiempo, Alejandra comenta que fue una situación compleja, debido a que tuvo que realizar sus prácticas online, realizando experiencias pedagógicas de manera virtual. Luego, en su tercer año, realizó su práctica en un jardín infantil, también de manera remota: “Se conectaban semanalmente por Zoom con la familia junto con los niños de 2 y 3 años. Entonces les hacía una actividad super cortita, mientras las familias les iban ayudando. La universidad me pedía que hiciera experiencias y cápsulas acorde a cómo se trabajaba en el lugar donde uno hacía la práctica”.
Alejandra reconoce que le faltó un paso vital antes de ingresar al mundo laboral: el trato presencial con niños. “Me faltaba mucha experiencia”, dice. La futura educadora de párvulos pudo trabajar directamente con menores recién en el último año de su carrera, momento en que los vacíos ya estaban presentes. “Voy a terminar mi carrera y no voy a haber tenido experiencia con niños más pequeños”, revela. Además de lo académico, también destaca lo mucho que le costó desenvolverse durante su práctica profesional en quinto año: “Me costó bastante, porque más encima es una práctica profesional donde vas todas las semanas. Me pasó mucho que no sabía qué hacer”.
Víctor Rocha, académico de la Facultad de Educación de la Universidad Diego Portales, apunta a que cuando la educación virtual es la única forma de aprender, “se limitan otras formas y el impacto es distinto, con estudiantes que no son capaces de planificar su estudio o de focalizarse en eso. Entonces es difícil poder desarrollarse en otro tipo de habilidad”. Al mismo tiempo, marca una diferencia entre las carreras que tienen ejercicios prácticos, como las áreas de la salud y de educación: “Yo creo que se tuvieron que generar esos mismos espacios prácticos, pero en la virtualidad muchas veces no es el mismo contexto de la realidad”.
¿Cómo puede afectar esto a un estudiante que se debe enfrentar a este tipo de situaciones? Natalia Torres, psicóloga educacional y coordinadora de práctica de Psicología de la Universidad Andrés Bello, dice que las principales repercusiones que tuvo la pandemia fueron en hábitos como la capacidad de organización de tiempos propios. Además, sobre la inserción profesional, comenta que están “todas las repercusiones emocionales, provocando que los estudiantes se frustren rápidamente y se bloqueen”.
Javiera, la estudiante de Obstetricia, cuenta que su experiencia en el internado de quinto año fue uno de los momentos más complejos en su formación, ya que sentía mucha frustración por tener dificultades al momento de tener que aplicar los conocimientos teóricos en espacios profesionales. “Yo llegaba a llorar todos los días a mi casa después de la práctica, lo pasé muy mal”, reconoce.
Monserrat (25) egresó de Medicina en 2023, en la Universidad de Concepción. Su paso por el primer internado también fue complicado en un comienzo, debido a que cuando empezó su práctica, nunca había atendido en un hospital. Sobre ese momento, explica tuvo mucho nerviosismo al enfrentarse a esa situación, llegando a tener un trastorno de adaptación: “Todo eso era nuevo, y si bien no estás solo, debes tener un poco más de autonomía en el internado y saber la teoría. El problema es que no habíamos tenido práctica de esa teoría hasta ese momento”.
“Mi formación está mutilada”
Dentro de una disciplina muy distinta se encuentra Felipe (23). Estudió Administración Gastronómica en el Instituto Nacional de Capacitación Profesional en Chile (INACAP) de Talca. Aunque egresó en 2022, actualmente se está formando en un área más específica de su disciplina, la somelería. La particularidad de este tipo de carrera es que es ligeramente más corta que las carreras tradicionales de cinco años. La suya duró cuatro, por lo que perdió la mitad de su carrera. “Mi formación universitaria está toda mutilada y me acostumbré tanto a eso y creo que lo normalicé. Es lamentable”, dice.
Felipe explica que los vacíos en su educación eran cada vez más notorios, que durante la carrera decidió comenzar a trabajar -opción por la que optaron muchos de sus compañeros- para así poder “compensar la falta de productividad y actividad que tenía en la cocina durante la pandemia”. Su carrera en específico no tiene semestres con ramos totalmente prácticos como otras carreras, sino que aquello se da en la totalidad de la carrera. Las prácticas que realizó fueron meramente administrativas, y la otra fue en cocina, que no se le hizo tan complejo dado el trabajo por el que optó previamente.
Monserrat, la egresada de Medicina, cuenta que a pesar de haber tenido un complejo paso por el internado, con el transcurso del tiempo se ha ido adaptando mejor. Esto, debido a que en Medicina, de manera excepcional, los internados duran un año cada uno. Así, hay tiempo suficiente para la adaptación. No obstante, admite que a su generación se le hizo más difícil que al resto: “Yo creo que faltó un poco de práctica. Por ejemplo, a mis compañeros de generaciones más chicas, que están empezando sus prácticas clínicas, van a tener un mucho mejor rendimiento que nosotros”.
Generación “resiliente”
Además de los efectos negativos que tuvo la pandemia en lo académico, los expertos destacan además la falta de ciertas habilidades blandas entre los alumnos que estuvieron encerrados. Víctor Rocha, de la UDP, comenta que “el impacto más importante tiene que ver con la interacción social. Todo aquel trabajo que involucre relacionarse con grupos de trabajo o trabajo colaborativo o en equipos, yo creo que ahí hay un tema”.
Natalia Torres, la psicóloga, comenta que la crisis sanitaria acentuó algunos problemas que venían de antes. “Después de dos años de pandemia, llegaron super descendidos en algunas competencias. Se ha debido hacer un trabajo para guiarlos en el sentido de que puedan relacionar el contenido teórico con la práctica. Eso se ve en las prácticas: muchos nos comentan que los conocimientos los tienen, lo que pasa es que les cuesta contextualizarlos”.
En su práctica profesional, Alejandra indica que uno de los aspectos que más le costó fue lo que precisamente comenta la psicóloga, es decir, relacionar los contenidos teóricos con los aspectos prácticos. “Uno va aprendiendo mejor cuando vas poniendo en práctica los contenidos teóricos. Al final fue eso lo que nosotros no tuvimos”, plantea. Monserrat, por su parte, piensa que son “una generación bastante resiliente, ya que se nos presentaron muchas dificultades en el camino (...). Haber tenido más prácticas antes nos hubiera dado más confianza. Creo que eso es lo que más me falta”.
Javiera opina que una de las grandes deficiencias que ha apreciado tienen que ver con las inseguridades. “Yo me siento mucho más insegura de lo que debería respecto a cómo actuar y cómo ser”. En esto último coincide Alejandra: “Tengo la carrera lista, pero aún no me siento preparada para ejercer”.