La modalidad de internado en establecimientos escolares se va haciendo cada vez menos común y durante el último tiempo ha disminuido notablemente la cantidad de recintos que cuentan con este régimen en el que los alumnos viven y estudian en el lugar. Si hace seis años existían 345 internados en Chile, para 2023 se redujeron casi a la mitad, bajando drásticamente a 188. Pero no sólo ha decrecido la cantidad de colegios de este tipo, sino que también han mutado las razones para quedarse en uno.
El Internado Nacional Barros Arana (INBA), quizás uno de los más emblemáticos de todos los recintos de este tipo, nació como una subdivisión del Instituto Nacional principalmente por necesidades geográficas o situación de vulnerabilidad, y llegó a albergar durante décadas a unos mil internos anualmente, mientras que hoy solo 94 de sus 850 alumnos están matriculados en el internado.
Y si antaño las necesidades de residir en uno también se hacían latentes en varias regiones del país, sobre todo en sectores rurales, donde los traslados se transformaban en un problema, con los años distintas situaciones, como por ejemplo más alternativas de desplazamiento, han provocado que los internados hayan comenzado a bajar sus cortinas.
Como se ha dicho, desde 2018 este tipo de establecimientos ha ido disminuyendo. El año más drástico fue 2022, donde 52 internados dejaron de existir: pasaron de 260 a 208 de un año a otro. Según datos brindados a La Tercera por la Unidad Nacional de Subvenciones del Mineduc, las regiones que más tenían internados en 2018 eran La Araucanía, Maule y Biobío. Y hoy, los colegios con internado que siguen funcionando en el país se ubican principalmente en La Araucanía (59), Los Lagos (20), Biobío (19), Coquimbo (17) y Maule (15), centrándose esencialmente en establecimientos municipales (101) y particulares (61). A su vez, tres de las regiones ya nombradas son las que han sufrido las caídas más altas en el último tiempo: Los Lagos, La Araucanía y Maule.
¿Las razones? Según la Secretaría Regional Ministerial de Educación del Maule, región donde en seis años pasaron de tener 35 a 15 internados, una posible explicación podría ser el mejoramiento en la infraestructura vial, por lo que las familias de zonas rurales estarían optando por llevar a sus hijos diariamente a los colegios. Y agregan que los mismos recintos han notado esto, tomando incluso la decisión de “asumir el costo de aumentar el recorrido de transporte escolar en vez de mantener el funcionamiento de los internados”.
Pero también hay quienes optan por un internado por iniciativa propia. Tal es el caso de Nicolás Ortega, del INBA, quien llegó desde un colegio en Santiago Centro al establecimiento porque quería estar en un liceo emblemático, sin saber que contaba con la opción de internado. Y aunque reside en la misma comuna, aun así optó por vivir bajo ese techo, “porque sigue siendo una buena alternativa para centrarte principalmente en estudiar (...); estando aquí te puedes enfocar más en tu desarrollo personal, en tus aspiraciones académicas o incluso en el ámbito deportivo”.
En tal sentido, la rectora del INBA, María Alejandra Benavides, ha podido darse cuenta en primera persona de la diversidad de razones que hoy existen para optar por el internado y entrega otra idea: aunque ya no son tan fuertes las necesidades de residir por los traslados -aunque aún existen-, hay motivaciones que también tienen relación con un potencial desarrollo deportivo de excelencia, así como por preferencia académica y mejores oportunidades que el propio hogar puede ofrecer. “El internado significa una mejora en sus condiciones de vida”, dice.
Eso sí, la subsecretaria de Educación, Alejandra Arratia, reafirma que “la experiencia del internado no es la primera opción desde una perspectiva formativa, dado el impacto de la separación de niños con sus familias”, además de poner sobre la mesa que aunque quedan recintos, también se ha visto disminuida su matrícula, lo que cree podría explicarse por una mejor conexión territorial, expansión de la urbanización y el aumento de la cobertura escolar en media.
La autoridad, de hecho, dice que los internados sólo siguen siendo esenciales en sectores aislados, lo que explicaría la concentración en territorios de la zona sur del país. En la Región Metropolitana, en cambio, hay sólo cuatro internados y dos de ellos son emblemáticos: el Liceo Bicentenario Carmela Silva, de Ñuñoa, también conocido como Internado Nacional Femenino, y el INBA de Santiago, que pasó de 150 inscritos en 2019 a menos de 100 en la actualidad.
Bárbara Velásquez, apoderada de ese liceo, matriculó a su hijo este año en séptimo básico. ¿Sus razones? En la zona de Peñalolén en la que viven “no hay colegios cercanos buenos. Además, el trayecto es demasiado largo e iba a pasar mucho tiempo solo”.
Al ser consultada por cambios en la modalidad de internado del establecimiento -como ha sucedido en otros recintos que se van quedando cada vez con menos matrícula-, la rectora del INBA indica que no han considerado cambios radicales y que, de hecho, actualmente están ejecutando una inversión de casi 700 millones de pesos en mejoramientos de infraestructura para, incluso, poder ser declarado Monumento Histórico. Y para seguir abiertos a quienes aún opten por el Internado Nacional Barros Arana.