En vísperas de la segunda vuelta presidencial en Brasil, la ciudad de Sao Paulo sorprende con sus contrastes. En plena Avenida Paulista, Lucas vende caramelos de maní a un real, cerca de 180 pesos chilenos. Pero el joven no es comerciante, solo lo hace para reunir los fondos necesarios para entrar a estudiar publicidad el próximo año. “Tengo un sueño, entrar a la facultad”, reza el cartel que exhibe. “La mensualidad es de 390 reales (casi 70 mil pesos chilenos) y esta es la única forma que tengo de juntarlos”, dice con timidez a La Tercera.

Unas cuadras más allá de Lucas, por la misma vereda, las obras de ampliación del prestigioso Museo de Arte de Sao Paulo (MASP) avanzan a toda máquina. La construcción aumentará la superficie del museo en 6.945 metros cuadrados con 14 nuevos pisos, que se conectarán de forma subterránea con el recinto original. “Un museo para el futuro”, señala el cartel que anuncia las obras.

Justo frente al MASP, se ubica el centenario Parque Trianon, inaugurado en 1892. Todo un “oasis” para quienes trabajan o transitan por la turbulenta y frenética Avenida Paulista. Como también para los vagabundos que copan con sus carpas el acceso al parque y que ven interrumpidos sus descansos con el aterrizaje, al inicio de la jornada laboral, de un helicóptero con ejecutivos en un edificio contiguo.

Contrastes que para Amândio, conductor de Uber, no aminoran su admiración por esta ciudad de 12 millones de habitantes, capital del estado de Sao Paulo, el mayor colegio electoral de Brasil, con 34,6 millones de electores. Los mismos que pueden hacer la diferencia en la segunda vuelta presidencial del domingo, que enfrenta al exmandatario y líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, con el actual Presidente brasileño y abanderado del Partido Liberal (PL), Jair Bolsonaro, quien busca su reelección.

Los partidarios del presidente y candidato a la reelección de Brasil, Jair Bolsonaro, y el expresidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, sostienen banderas mientras continúan las campañas electorales en Brasilia, Brasil, el 28 de octubre de 2022. Foto: Reuters

Amândio viene del Nordeste de Brasil, el histórico bastión del PT. Trabajó 17 años en esa zona, afectada por fuertes sequías. El ahora conductor de Uber se tuvo que marchar luego que la empresa en que laboraba dejó de funcionar. Tras su paso por Río de Janeiro, se estableció en Sao Paulo. “Acá es donde está el dinero, hay muchas empresas. Además, es más seguro que Río”, dice.

A la hora de dar un pronóstico de las elecciones, Amândio prefiere hacer alusión primero a las obras que los gobiernos del PT hicieron en el Nordeste, en especial, el Proyecto de Integración del Río São Francisco, cuya “paternidad” fue tema de campaña en los últimos meses.

Según el portal del PT, los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff fueron responsables por la ejecución del 88% de las obras del emprendimiento, que garantizará el acceso al agua a más de 12 millones de personas en 390 municipios de los estados de Pernambuco, Paraíba, Río Grande do Norte y Ceará. Aunque Lula reclama el crédito por la mayor parte de las obras en el Nordeste, el proyecto tuvo secciones completadas por Bolsonaro, asegura la revista Veja. “Ese proyecto ha ayudado a revertir el efecto de sequía en el Nordeste”, destaca Amândio.

Al evaluar la actual situación económica de Brasil, el conductor de Uber no critica mayormente a la gestión de Bolsonaro. “La inflación está controlada, incluso tuvimos deflación. Pero el problema es el crecimiento, necesitamos volver a crecer al 4%”, dice con autoridad. Y sobre el programa de ayuda social dirigido a los segmentos más pobres conocido como “Auxilio Brasil”, que el mandatario reajustó en agosto en medio de críticas por el supuesto objetivo electoral de la medida, Amândio es categórico. “Este reajuste al Auxilio Brasil significa subir los impuestos y eso lo termina pagando la clase media que creció mucho con Lula”, afirma, para luego lanzar: “Creo que Bolsonaro no cumplió las expectativas”.

Un partidario del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva aplaude durante un mitin de campaña en Río de Janeiro, Brasil, el viernes 28 de octubre de 2022. Da Silva se enfrentará al titular Jair Bolsonaro en una segunda vuelta presidencial el 30 de octubre. Foto: AP

El análisis de Amândio no parece tan alejado de la realidad, según los expertos. En especial, sobre la actual situación de la clase media, la misma a la que ingresaron 30 millones de brasileños en los gobiernos de Lula.

“Durante el boom económico de la época de Lula, tuvimos programas de inclusión de renta que fueron relevantes, entonces hubo una caída de la desigualdad y un aumento de ingresos para las clases C, D y E. Y eso realmente hizo que estas clases progresaran en la vida”, explica a La Tercera Gustavo Fernandes, profesor adjunto del Departamento de Gestión Pública de la Fundación Getulio Vargas y doctor en Economía por la Universidad de Sao Paulo.

“¿Y qué acontece hoy con esa clase media?”, se pregunta Fernandes. “Estos grupos han perdido ingresos y están sufriendo mucho por su capacidad para ingresar al mercado. Lo siguiente es lo que vivimos hoy, una recuperación del empleo, eso es cierto, pero empleos que pagan salarios más bajos. Estos son grupos que todavía se las arreglan para encontrar empleo, pero la mayoría de estos trabajos son peores que los que tenían hace 10 años. Entonces estos grupos están en los márgenes y tienen peores condiciones de vida. No existe una perspectiva de mejora sostenible para estos grupos”, es su respuesta.

¿Y cómo se traduce el actual estado económico de la clase media brasileña en su tendencia electoral? Fernandes entrega un revelador análisis. “Hoy la clase media en Brasil se identifica masivamente con Bolsonaro, en parte porque algunas de las políticas públicas realizadas en la distribución de la renta durante la era de Lula y Dilma se hicieron a expensas de la clase media”, explica el economista.

“Si miramos la distribución de la renta en Brasil, los ricos no perdieron ingresos, los pobres ganaron ingresos y quien se acható en esa época fue la clase media tradicional. Entonces a los ricos les fue muy bien durante el gobierno de Lula, a los pobres les fue mejor y la clase media se quedó atrás. En esta perspectiva, el gobierno de Bolsonaro terminó ofreciendo una narrativa de que el empeoramiento de la vida de la clase media, aunque el país ha mejorado en su conjunto, fue el resultado de la corrupción del gobierno de Lula. Lo cual perjudicó por tanto la economía, perjudicó el desarrollo y esa clase media se empobreció. Lo cual no es del todo cierto, en verdad se debió a las dinámicas políticas mencionadas”, detalla Fernandes.

Partidarios evangélicos del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, asisten a un mitin de campaña en Brasilia, Brasil, el 28 de octubre de 2022. Foto: Reuters

Al respecto, el académico destaca: “Entonces hubo una adhesión muy, muy fuerte (de la clase media) a Bolsonaro. Lo cual es curioso, porque los populistas de extrema derecha, en Europa del Este, en Estados Unidos, están asociados con los grupos más vulnerables. En Brasil no sucedió así, tenemos un candidato populista de izquierda que tiene representación entre los más pobres y tenemos un candidato populista de extrema derecha que tiene representación en la clase media y en los grupos más ricos”.

El periodista y consultor británico especializado en América Latina, Richard Lapper, coincide en el análisis. “Las encuestas sugieren que aunque Lula gana generosamente entre los pobres -aquellos que ganan hasta dos salarios mínimos (alrededor de 400 dólares por mes), Bolsonaro lidera entre los que están mejor y eso, sorprendentemente, quizás incluye a la clase C, que cubre a las personas que ganan aproximadamente entre 600 y 1.400 dólares, no mucho en un país donde los precios pueden ser tan altos como en Londres o Nueva York, pero ingresos mejores que el promedio”, comenta a La Tercera el autor del libro Beef, Bible and bullets: Brazil in the age of Bolsonaro (Carne, Biblia y balas: Brasil en la era de Bolsonaro). “Muchas de estas personas, todavía más del 40% de la población, trabajan en el sector de los servicios”, agrega el editor de América Latina del diario Financial Times entre 1998 y 2008.

Los pobres y el Auxilio Brasil

Cuando Bolsonaro aumentó en un 50% los beneficios sociales para personas necesitadas en agosto, mucha gente del valle del Jequitinhonha, una de las regiones más pobres de Brasil, sintió que gracias al llamado Auxilio Brasil nuevamente podría comprar un poco de carne, tener luz todo el día y reparar techos que goteaban, destaca The Associated Press.

Si bien fue una obvia maniobra electoral, según la agencia de noticias, los sectores más postergados se mostraron agradecidos por los 200 reales (38 dólares) extras que recibirían por mes, aunque tal vez no lo suficiente como para votar masivamente por el actual inquilino del Palacio de Planalto.

Y es que a Bolsonaro le cuesta captar el voto de los pobres. “En los últimos cinco años, más de 25 millones de brasileños volvieron a una situación de pobreza extrema. Esos sectores continúan teniendo una memoria social muy positiva de los años de Lula y les gustaría retornar a las condiciones socioeconómicas que tuvieron en aquellos años, por eso ven en él la posibilidad de volver a ese escenario social pasado”, explica a La Tercera Rafael Duarte Villa, cientista político y académico de la Universidad de Sao Paulo.

En Araçuai, una ciudad pobre del valle del Jequitinhonha, un sector del estado de Minas Gerais que ha sido un buen barómetro de las elecciones en el pasado, cuesta encontrar un solo votante que se dio vuelta y decidió votar por Bolsonaro en lugar de Lula.

Y las encuestas lo confirman. Lula amplió su ventaja sobre Bolsonaro entre los más pobres tras el desliz del gobierno sobre el salario mínimo, según una encuesta de Datafolha divulgada el jueves.

La semana pasada, el diario Folha de Sao Paulo reveló el plan del ministro de Economía, Paulo Guedes, para flexibilizar la corrección obligatoria del salario mínimo y de las pensiones. En la práctica, la propuesta permitiría otorgar aumentos por debajo de la inflación, lo que hoy no es posible.

Una semana después, la distancia del petista y actual presidente creció de 20 a 28 puntos porcentuales entre los votantes con un ingreso familiar de hasta dos salarios mínimos. Lula pasó del 57% al 61% de intención de voto en este segmento, mientras que Bolsonaro cayó del 37% al 33% en relación a la encuesta anterior.

En el caso específico de los beneficiarios de Auxilio Brasil, el candidato del PT tiene un 61% de respaldo, mientras que el actual mandatario solo un 34%. Ello, pese a que Bolsonaro reafirmó este jueves, durante un live semanal en sus redes sociales, que mantendrá el valor de Auxilio Brasil en 600 reales el próximo año. Sin embargo, la legislación prevé el pago sólo hasta diciembre.

Con todo, Duarte Villa advierte: “El temor de la campaña de Lula es que ese sector realmente vote y no se abstenga el domingo”.