Camino a la Casa Blanca: Las claves de una elección histórica e incierta
Mientras el mundo espera ansioso el resultado de las elecciones del 5 de noviembre, considerando el efecto que estas tienen para el resto del planeta, analistas definen dónde hay que fijarse para entender la previa de los comicios, pero también los próximos puntos claves.
Con las elecciones presidenciales de Estados Unidos a la vuelta de la esquina, las cartas de cada candidato, el expresidente Donald Trump y la vicepresidenta en funciones, Kamala Harris, ya están sobre la mesa.
Ahora serán los ciudadanos los que definirán el resultado de una votación que emerge como histórica, y una serie de ejes definirán tanto el resultado en sí como el futuro de la nación norteamericana.
Los grupos demográficos
En una contienda reñida como la actual, tanto Trump como Harris han hecho especiales esfuerzos por alcanzar alguno de los bloques sociales o etarios que podrían, con una ligera ventaja, marcar la diferencia. El voto afroamericano es uno de ellos, y si bien la vicepresidenta demócrata parece llevar la ventaja, según encuestas de las últimas semanas, el líder republicano ha repuntado.
“El voto negro es muy importante. Biden era más débil con los votantes afroamericanos de lo que es típico para un demócrata, y si bien Harris ha recuperado mucho de eso, los afroamericanos todavía parecen escépticos”, dijo a La Tercera Daniel J. Mallinson, politólogo de la Penn State Harrisburg, Universidad de Pennsylvania.
La población latina también entra en la ecuación, la que, en su opinión, “puede resultar aún más importante, porque su voto ha ido evolucionando en los últimos años. A Trump le ha ido cada vez mejor con los votantes latinos en sus dos últimas elecciones y muchos votantes latinos siguen indecisos. Aunque la retórica racista en el reciente mitin del Madison Square Garden, incluyendo el menosprecio a Puerto Rico, está causando conmoción en este grupo”, recordó.
La división femenina/masculina ha estado más marcada que nunca, reveló otro sondeo realizado por The New York Times y Siena College. Si bien a nivel nacional estarían empatados en 48%, el 54% de las consultadas dijo apoyar a Harris y el 42% a Trump. A la inversa, solo el 41% de ellos dijo que votaría por Harris, mientras el 55% nombró al exmandatario.
Un último grupo que podría resultar trascendental es el obrero, conocidos como los blue-collars por el traje de trabajo azul utilizado en las faenas, estos “tienden a favorecer a Trump y a la clase trabajadora blanca, en particular, pues son una parte importante de su base MAGA (Make America Great Again) que él está tratando de convertir. También están bien representados entre los votantes de ‘baja inclinación’ que Trump persigue”. Es decir, podrían ser cruciales para una victoria del expresidente.
En resumen, la carrera está tan reñida, que estados como Pennsylvania, como cualquier grupo social, “podrían ser decisivos”, explicó Mallinson. “Lo que realmente importa es quién acude a votar el día de las elecciones para determinar quién gana”, cerró.
La situación global
En el caso de los jóvenes, la situación se entremezcla con otros factores, como la guerra en Gaza. De todos modos, en los últimos años este sector de la población se ha decantado principalmente por las candidaturas demócratas, especialmente desde la campaña de Barack Obama de 2008. Antes, la situación era pareja, considerando que Al Gore y George W. Bush tuvieron el mismo nivel de respaldo en 2000. Con Biden vs. Trump se repitió la tendencia de Obama: 61% a 36% fueron los votos entre menores de 30 años. Para la actual contienda, los sondeos plantean una posible reducción de la brecha hasta el 55% en favor de la demócrata, consignó The Conversation.
¿Qué tienen que ver los jóvenes con la situación mundial? Pues ha sido ese grupo -particularmente, en algunas universidades- junto con los sectores progresistas estadounidenses donde más ha afectado la posición de Joe Biden frente a la guerra entre Israel y Hamas.
Pero no es solo Gaza lo que está en juego con las elecciones. Gran parte de Europa mira atenta el resultado de los comicios debido a lo que podría significar para la guerra entre Rusia y Ucrania. Analistas han repetido hasta el cansancio que lo que ocurra este 5 de noviembre podría modificar el devenir de ambos eventos bélicos.
Ahora, la duda es: ¿El votante estadounidense pondera este factor a la hora de enfrentarse a la urna? Para Clyde Wilcox, politólogo y profesor de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C., “la política exterior rara vez importa en las elecciones”, pero “hay algunas zonas con importantes poblaciones de emigrantes ucranianos y de otros países vecinos, por ejemplo, polacos, georgianos, etc.”, lo que podría afectar el sufragio en ciertos sectores del país.
Luchando por estados clave
Uno de los elementos más importantes es lo que podría ocurrir en una pequeña lista de estados clave. ¿A qué refiere el concepto? Estos “campos de batalla”, o battlegrounds, son lugares que, por el carácter poco predecible de su elección en las urnas y por la cantidad de votos del Colegio Electoral que entregan si vencen en el sufragio popular del estado, son verdaderos cotos de guerra para las campañas políticas.
Así, lugares que alguna vez fueron indecisos, como Florida entre la década del 90 y 2010, y que hoy se considera republicano, otros lugares han tomado esa etiqueta de péndulo.
Se trata de Arizona, Georgia, Michigan, Pennsylvania, Wisconsin y Nevada, más la novedad de Carolina del Norte. Lograr una combinación de ellos que le permitan a cualquiera de los dos candidatos el llegar a los 270 votos electorales -el número mágico que entrega las llaves de la Casa Blanca- será el punto clave de estas elecciones, y tanto Trump como Harris lo saben. Es más, esa es la razón por la que gran parte de sus esfuerzos de campaña se han enfocado en estos estados y no otros.
En opinión de Mallinson, tanto Pennsylvania como Michigan, dos estados cruciales, “tienen la misma historia. Ambos son estados del cinturón del óxido, donde los votantes demócratas tradicionales que solían estar en sindicatos, o tenían familiares que lo estaban, se han visto atraídos por Donald Trump. También tienen importantes ciudades y áreas suburbanas que han crecido, aunque más lentamente que en otros estados. En lo que respecta a Pennsylvania, estos factores han llevado a que esté más o menos dividida en cuanto al censo electoral”, dijo a este periódico.
¿Una tercera candidatura?
Siguiendo la misma línea argumentativa, la posibilidad de que Jill Stein, la candidata del Partido Verde, destroce la fiesta demócrata, es una opción que ha crecido en las últimas semanas. El temor en la tienda azul se debe a que en 2016, cuando Hillary Clinton compitió, precisamente contra Trump, la candidata verde arrastró un porcentaje mínimo pero muy significativo en estados clave.
El temor de que se repita ha llevado a los demócratas a una intensa campaña en esos lugares, incluso apuntando a que “Stein ayudó a Trump una vez. No dejes que lo haga de nuevo”, como se lee en un afiche propagandístico de Michigan.
Si bien los votos de la tercera candidata no son tan fácilmente endosables a Harris, no deja de ser significativo que, en 2016, la diferencia de votos entre Clinton y Trump en estados que terminó ganando el republicano fue menor que los sufragios cosechados por Stein.
Ligado a lo internacional, “algunos musulmanes y árabes de Michigan podrían emitir un voto de protesta por Jill Stein, lo que podría ayudar a Trump a ganar dicho estado. Sería un error, porque será peor que Harris en los temas que les preocupan”, planteó Wilcox.
En ese sentido, “un voto de protesta contra Harris probablemente sería contraproducente, como lo fue el voto de protesta contra Al Gore” en 2000. En aquella ocasión, recordó el académico, “Ralph Nader, el tercer candidato, obtuvo 97.000 votos. Bush ganó por menos de 600. Es una apuesta justa decir que aquellos que votaron por Nader habrían ido en su mayoría a Gore (...). Bush fue terrible con el medioambiente y Gore ganó el Premio Nobel y un premio de la Academia por su activismo ambiental. Así que el candidato verde realmente perjudicó la causa”.
Gobernabilidad futura
Con las elecciones presidenciales como telón de fondo, no es raro que a más de alguno se le pase que este 5 de noviembre también se votan otros importantes cargos: se renovará un tercio de los escaños del Senado (34 de 100), y más importante, los 435 curules de la Cámara de Representantes.
No se trata de una elección menor, ya que al estar todos los asientos en juego en la Cámara Baja, el control podría o no favorecer a quien se siente en la Oficina Oval.
“Si gana Trump, tener un Congreso republicano lo dejaría sin freno para hacer las cosas con las que amenaza. Si Harris gana y los republicanos controlan el Congreso, es probable que no apoyen ninguna de sus iniciativas, y viceversa”, dijo Wilcox. Esto jugará un papel crucial de cara a la gobernabilidad y la concreción del proyecto que venza el martes próximo.
En este ciclo electoral, es el Partido Republicano el que juega a la defensiva, esperando mantener su mayoría en la Cámara de Representantes. Con 220 curules versus 212 de los demócratas, la segunda mitad de la administración Biden ha tenido que sortear las siempre difíciles negociaciones con su contraparte política en el Congreso.
No es lo único relevante, pues la Cámara Baja es la única que puede poner en marcha proyectos de ley de ingresos y destituir a funcionarios federales.
Candidatura inusual
Por otro lado, está el factor Trump. La candidatura del expresidente es una, a todas luces, atípica en la política norteamericana. No solo fue el primer Presidente en perder la reelección desde George H. Bush en 1992. Es también el único de la era moderna en intentar retornar a la Casa Blanca tras un período fuera. El último en intentarlo fue Herbert Hoover, quien hizo el esfuerzo en 1940, pero perdió. Solo uno de los seis exmandatarios que hicieron campaña nuevamente tuvo éxito: Grover Cleveland, en 1892.
Por lo mismo, su eventual victoria también sería poco tradicional, pues le restaría un período de solo cuatro años, lo que deja poco espacio a un plan a mediano plazo, como suele ocurrir con los mandatarios estadounidenses que compiten y ganan la reelección.
Al mismo tiempo, está la gran incógnita de la continuación de la política inaugurada por Trump al interior del Partido Republicano. Y ahí, la elección del joven senador JD Vance como su carta a la vicepresidencia podría dar luces al respecto.
“Donald Trump hizo ayer algo que nunca antes había hecho. Eligió un sucesor”, escribió The New York Times cuando el expresidente anunció que eligió a Vance para acompañarlo. En su eventual victoria, y al finalizar sus cuatro años de gobierno, quedará patente si la decisión respondió a la necesidad de asegurar los votos de los estados del Medio Oeste que perdió en 2020, o si es una estrategia para continuar el dominio del MAGA al interior del Partido Republicano.
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