Las hermanas Soong: tres mujeres en lo más alto del poder en China
Una fue primera dama de la China nacionalista, otra la Vicepresidenta de Mao y la mayor, una de las mujeres más acaudaladas de su país. Aunque terminaron enemistadas, todas contribuyeron -con posiciones políticas irreconciliables-, a dar forma a la China moderna. Un libro cuenta esta odisea. “Es como un cuento de hadas”, dice su autora.
No respondían al “canon de belleza” chino: sus caras no eran pequeñas, sus ojos no parecían almendras y sus cejas no se arqueaban, aunque sí tenían un porte elegante, su piel era muy fina y sus rasgos delicados. Pero los atributos de las hermanas Soong no iban precisamente en esta línea, sino que poseían algo diferente y poco común en la China de comienzos del siglo XX: habían sido educadas en Estados Unidos, eran muy cultas, de mentalidad independiente y muy seguras de sí mismas. Cuando en China se habla de ellas se dice que cada una de estas tres hermanas se diferenciaba de la otra: “una amaba el dinero, otra amaba el poder y la otra amaba a su país”. Todo, como si se tratase de un “cuento de hadas”.
En el siglo pasado China sufrió una transformación inédita: en 1912, el imperio cuya génesis data del año 221 AC, se hizo trizas; hubo un intento a partir de ese momento de construir una República, hasta que las fuerzas comunistas de Mao Tse-tung triunfaron en 1949, cambiando al país en lo que hoy se conoce como la China moderna. Nada de esto fue fácil: hubo guerras, invasiones y revoluciones, en las que las hermanas Soong jugaron un papel crucial -no muy conocido en Occidente- al casarse y trabajar codo a codo con los hombres que, junto a ellas, escribieron la historia del “gigante asiático”.
Ching-ling, conocida como la “hermana roja”, se casó con Sun Yatsen, el primer Presidente de la República de China en 1912, fundador del partido nacionalista Kuomintang (KMT) y considerado el padre de la China moderna. Años más tarde, Ching-ling se transformó en nada menos que la vicepresidenta de Mao, cargo que ocupó hasta 1975. May-ling, la hermana menor, contrajo nupcias con Chiang Kai-shek, el líder nacionalista chino que tras la victoria comunista se refugió en Taipei, donde asumió la presidencia de la República de China (Taiwan). Y Ei-ling, la hermana mayor, fue la principal consejera de Chiang Kai-shek y se convirtió en una de las mujeres más acaudaladas del país.
“La relación entre ellas fue emocionalmente intensa y a veces conflictiva. Las tres disfrutaron de impresionantes privilegios y gloria, pero también se enfrentaron a ataques y peligros. Mostraron gran coraje y experimentaron amores apasionados, y a la vez desesperación y angustia”, sostiene Jung Chang, autora de Las Hermanas Soong, tres mujeres extraordinarias en el centro del poder en China, libro que reconstruye toda esta saga y que acaba de ser publicado en Chile (sello Taurus, Penguin Random House).
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La historia de las hermanas Soong no comienza en China, sino que en Estados Unidos. Un buen día Soong Charlie, un joven campesino de la isla de Hainan, en la costa sur china, dejó todo para embarcarse por su propia cuenta a EE.UU. Tenía apenas 12 años. Al poco tiempo de comenzar una nueva vida, le escribió a su padre para contarle que había encontrado a Cristo y que desde ese momento pretendía vivir como un riguroso metodista en Carolina del Norte. Charlie se transformó así en el primer chino cristiano del sur del país.
Gracias a su cercanía con la iglesia metodista, Soong Charlie, de carácter extrovertido, pudo estudiar y al mismo tiempo recorrió distintas ciudades como misionero. Su experiencia en Carolina del Norte y otras latitudes del territorio estadounidenses lo hizo fijarse una meta: quería que su tierra natal se pareciera lo más posible a Estados Unidos. Por eso, a fines de 1885 volvió a China y se asentó en Shanghai, una de las ciudades más prósperas de esa época. Pronto, se hizo rico vendiendo Biblias y tiempo más tarde se casó con una joven del clan cristiano más ilustre de China, con quien tuvo seis hijos (tres mujeres y tres hombres). “Fue en esa época que se propuso otra meta: quería que sus hijas se educaran en Estados Unidos. Así que su hija mayor, Ei-ling, partió a ese país con apenas 14 años y se convirtió en la primera china en educarse en el sur de EE.UU. Luego partieron las otras dos (en 1908), sin ningún familiar que las cuidaran. Charlie puso toda su fe en sus amigos metodistas, pero se criaron solas”, cuenta Jung Chang, en una entrevista vía Zoom desde Londres con La Tercera.
Mientras sus hijas estaban al otro lado del Pacífico, Charlie se adentró en el mundo de los negocios, accedió a la clase alta de Shanghai y estaba en eso cuando su vida se cruzó con la de Sun Yatsen, que se proponía iniciar una revolución republicana para acabar con la dinastía imperial. Charlie admiraba a Sun y comenzó a financiar su revuelta en secreto. Ambos eran apasionados e impulsivos.
En 1909 Ei-ling, la mayor de las hermanas, regresó a Shanghai y la revolución en curso al mando de Sun la inspiró para sumarse a esa causa. Fue en esa época en que ambos se conocieron. El dirigente chino estaba casado, tenía concubinas y amantes, pero se enamoró de Ei-ling. “Pero Ei-ling era religiosa y ciertamente no habría considerado tener una aventura amorosa”, asegura Jung Chang, también autora de Mao: la historia desconocida y Cisnes Salvajes.
Sun fue Presidente por unos meses en 1912, hasta que entró en conflicto con el otro gran dirigente chino de esa época: Yuan Shikai, que gobernó China entre 1912 y 1916. Sun se transformó en un caudillo rebelde y al poco tiempo debió exiliarse en Japón. Lo mismo hizo Soong Charlie y su familia. “Mientras China aspiraba a transformarse en una democracia y entraba en una guerra civil, Ching-ling, la hermana del medio, conoció a Sun. Charlie y su esposa no querían que su hija se relacionara con él porque estaba casado y además le doblaba la edad”, recuerda la autora. De todos modos, ambos contrajeron nupcias en 1915.
“Ching-ling era muy idealista y pronto se dio cuenta que, en realidad, Sun ambicionaba el poder a cualquier costo. Pensaba que incluso estaba dispuesto a sacrificarla a ella. De todos modos, Ching-ling ayudó a su esposo a establecer un gobierno rebelde en Cantón. Cuando llegaron los soviéticos a asesorar a Sun, en 1922, ella se convirtió al leninismo”, dice Jung Chang. Esa conversión tendría una repercusión clave más tarde, cuando las fuerzas comunistas comenzaron a dominar el país.
Entrado los años 20, Sun intentó reformar al partido Kuomintang en un ente bajo la influencia soviética, mientras su brazo derecho, Chiang Kai-shek, ganaba cada vez más poder en el movimiento nacionalista chino. La muerte sorprendió a Sun en 1925 y a partir de ese momento la vida de Ching-ling tomó un curso opuesto al de sus hermanas.
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Tiempo antes, Ei-ling -la mayor de las hermanas Soong-, había conocido al joven H.H Kung, cristiano devoto como ella y con estudios en Estados Unidos. Ambos engancharon de inmediato. Tanto a ella como a Kung, con quien se casó, la figura de Sun les provocaba desconfianza, especialmente por las ofensivas militares que había desarrollado contra el gobierno central. Años más tarde, esa desconfianza se transformaría en una aversión hacia el comunismo.
Tras la muerte de Sun, el Kuomintang estableció un gobierno paralelo al de Beijing en Cantón, en alianza con el incipiente Partido Comunista. Fue en este momento que el general Chiang Kai-shek tomó las riendas del KMT y finalmente derrocó al gobierno en 1928 en Nankín. Ese año se estableció un nuevo régimen nacionalista en esa ciudad, aunque sin el apoyo de los comunistas, con quienes rompió tras masacrarlos el año anterior en Shanghai, dando inicio a una rebelión armada y una guerra civil. En esta misma época, la Unión Soviética se distanció definitivamente de los nacionalistas chinos.
May-ling, la menor, conoció a Chiang Kai-shek dos años antes, en 1926, a través de Ei-ling. La hermana mayor creía que Moscú había tenido una influencia desmedida en China y por eso depositó su entusiasmo en Chiang Kai-shek. “Chiang se dio cuenta del interés que May-ling, la más divertida y despreocupada de las hermanas, mostraba por él y estaba eufórico. Su relación con Jennie, su esposa, se había basado en el sexo más que en el amor profundo y no dudaría en abandonarla”, narra el libro. Ambos se casaron al año siguiente, mientras que Ei-ling asumió como la principal asesora de Chiang Kai-shek, con el visto bueno de May-ling.
“Ambas hermanas se transformaron en anticomunistas acérrimas”, recuerda Jung Chang. A esa altura, la “hermana roja” ya apoyaba con todo a las fuerzas comunistas y su propósito no era otro que transformar a China en una nación leninista.
Mientras Chiang Kai-shek se consolidaba como el hombre fuerte de China, Ching-ling se autoexilió en Moscú y luego en Berlín. De carácter fuerte, pronto se transformó en la disidente más desafiante para el régimen de Chiang Kai-shek, quien hizo todo lo posible para intentar acallarla, pese a que era su cuñada.
“La hermana roja odiaba a Chiang Kai-shek porque, además, mandó a matar al hombre que ella quería en ese momento, así que se transformó en su mayor enemigo”, sostiene Jung Chang. Años después, Ei-ling y May-ling terminarían refugiadas en Taiwan y no volverían a ver nunca más a la “hermana roja”.
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Cuando Japón invadió China en 1937, en lo que se conoce como la segunda guerra sino-japonesa y que se extendió hasta 1945- ese momento se transformó en la única instancia en la que las hermanas Soong se unieron en defensa del país. Así, la “hermana roja” pidió a la sociedad china que apoyara a Chiang Kai-shek, costara lo que costara. Pero aquella reconciliación no duró mucho. A esa altura, la hermana mayor ya ejercía una enorme influencia en su esposo, H.H. Kung, que estaba encumbrado en lo más alto del poder junto a Chiang Kai-shek. Lo mismo ocurría con May-ling y el “generalísimo”.
La guerra con Japón trajo consigo momentos de alta tensión para May-ling, la principal consejera de su esposo, además de su traductora al inglés y secretaria. “Madame Chiang” comenzó a ser llamada “La Señora del dragón” e inició una campaña internacional a favor de Chiang Kai-shek. Incluso fue portada de la revista Time, en marzo de 1943.
Ching-ling, la “hermana roja”, por su parte, escaló en esa misma época hasta lo más alto de las fuerzas comunistas, junto a Mao. Sin embargo, nunca más volvió a escribirles a sus hermanas, que tras el triunfo de las fuerzas comunistas, debieron partir al “exilio” en Taiwan. Ching-ling se mostró impasible con su familia y su nueva posición de privilegio le valió duras críticas y todo tipo de intrigas.
“Nunca más se volvieron a ver”, confirma Jung Chang, que agrega que solo la hermana mayor, que en 1940 se trasladó a Estados Unidos, tuvo descendencia. Eso sí, dos de sus cuatro hijos se los entregó a su hermana menor para que ella los criara.
“La primera en morir fue Ei-ling. Tenía más de 80 años y falleció en Nueva York. Después le llegó la hora a Ching-ling, que murió a los 88 años en Beijing y la última fue la hermana menor, que murió en 2003, es decir, vivió 105 años y en tres siglos”.
Lo último que se supo de la “hermana roja” fue que sus últimos años los pasó conviviendo con el jefe de sus escoltas, a quien le doblaba la edad. De la hermana menor, que hasta su último día vivió en Manhattan junto a su puddle. Y de Ei-ling, que pasó sus últimos años en Beverly Hills y tuvo solo un nieto, único descendiente de las hermanas Soong.
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