Las historias de dos chilenos en el frente de batalla en Ucrania
Renzo Cáceres y Bryan Jara partieron desde Santiago para integrarse a la Legión Extranjera del Ejército ucraniano. En conversación con La Tercera en Kiev cuentan cómo es pelear contra un enemigo muchas veces invisible y reconocen que su mayor miedo son los drones. Ambos esperan que pronto llegue el invierno, ya que la nieve y el frío impiden los combates.
Cada vez que Renzo Cáceres (30) escucha el silbido que emiten los drones Shahed, que Rusia lanza a diario contra Ucrania, sabe que tiene apenas unos segundos para refugiarse. “Da miedo, porque esos drones son muy peligrosos, son superinvasivos, tienen visión térmica y nocturna”, cuenta este ciudadano chileno que desde hace varios meses se desenvuelve como soldado de la Legión Extranjera del Ejército ucraniano.
“Tú no ves directamente al enemigo en esta guerra, y eso es lo más grave. Porque cuando te ordenan movilizarte al frente de batalla ya estás corriendo peligro y estás alerta al 100%”, dice. Cáceres explica que para llegar al frente se debe recorrer una distancia aproximada de cinco kilómetros, un terreno plagado de minas antipersonales y antitanques, además de drones. “Y no hay mapas de instalación de minas. Entonces es delicado hacer ese traslado para llegar a la posición. La tecnología ha avanzado mucho y supone un gran riesgo”, añade.
El soldado Cáceres forma parte de los poco más de 10 chilenos que actualmente luchan contra Rusia y que La Tercera entrevistó en Kiev gracias a una invitación de la cancillería ucraniana.
Cuando han pasado más de dos años desde que Moscú iniciara su invasión a gran escala contra Ucrania, el 24 de febrero de 2022, los combates se han concentrado los últimos meses en el este del país, aunque eso no significa que el resto de Ucrania no sea bombardeada de manera regular. De hecho, después del discurso del Presidente Volodimyr Zelensky en Naciones Unidas el miércoles, se registraron una serie de ataques en puntos estratégicos, que incluso llegaron a la capital.
“Los rusos siempre han tenido la estrategia de atacar cerca de la medianoche, cuando estamos con sueño. Después, entre 3:00 y 5:00 vuelven a atacar. Ellos no paran. Apenas suena la alarma nosotros tenemos que estar en pie, con el chaleco listo para salir inmediatamente hacia un sector seguro. A estas alturas lo hacemos de manera mecánica”, cuenta Cáceres, quien se encuentra desplegado en la región del Donbás.
“Hemos tenido alarmas de bombardeos casi todas las noches, y cuando eso ocurre pasamos despiertos hasta el día siguiente; a veces tenemos una jornada superlarga y escuchamos el dron que viene cerca, la artillería rusa atacando. Lo tenemos superinternalizado, pero el miedo ayuda a mantenerte alerta y consciente”, sostiene.
Según el Instituto para el Estudio de la Guerra, un think tank con sede en Washington, durante esta semana las fuerzas rusas han hecho avances marginales al norte de la ciudad de Kharkiv y en otras localidades en la región del Donbás. Asimismo, las batallas han continuado también en la región de Zaporiyia. Mientras que en la región rusa de Kursk -donde el Ejército ucraniano realizó una incursión el 6 de agosto pasado- continúan los combates sin que las partes hayan conseguido mayores avances.
“Voy a ir a Ayudar a Ucrania”
Hasta hace unos meses Cáceres vivía en Santiago. Un día recibió el llamado de un amigo que le dijo que necesitaban personal para ir a combatir a Ucrania. Considerando su experiencia en medicina táctica -que consiste en control de hemorragias, operador de traumas, primeros auxilios avanzados en zonas remotas y evacuación aeromédica para heridos en combate- no lo dudó y al poco tiempo ya se encontraba en territorio ucraniano.
Si bien el soldado chileno no puede entregar más detalles sobre su vida en Santiago o sobre su esposa e hijos para evitar las amenazas rusas y no exponerlos, comenta que tiene una comunicación constante con su familia. “Ellos tienen claro que uno viene a apoyar la causa ucraniana para terminar con el genocidio que se ha extendido durante años. Todos los días nuestras familias nos expresan con cariño o a veces con angustia su preocupación porque estamos acá, porque saben del riesgo que corremos”, dice.
Cáceres cuenta que en Ucrania tuvo que reinventarse: “Es totalmente distinto a las escuelas matrices que conocemos en Chile. Hay muchas formalidades que aquí no se pueden practicar. Esta guerra es un experimento que se ha prolongado durante años y nos ha costado, porque los sistemas de combate son distintos, las prioridades son distintas, los recursos que nosotros disponemos hay que cuidarlos, porque son valiosos. Se reciben donaciones, implementación de equipamiento balístico que hay que cuidar”.
Además de su familia, en estos meses Cáceres se ha aferrado a un compatriota que se encuentra en su misma situación. Se trata de Bryan Jara, de 28 años, y que por estos días se encuentra con permiso para ausentarse del frente por motivos personales.
Jara concuerda en el peligro que suponen las bombas inteligentes lanzadas desde vehículos aéreos no tripulados y esta “guerra invisible”: “Yo les tengo terror a los drones. Este conflicto es peor que la Segunda Guerra Mundial, porque ahora peleamos contra la tecnología. Los drones están a kilómetros de distancia y uno no los alcanza a visualizar. Pero el dron sí te ve y tiene una cámara con un zoom espectacular. Entonces, uno va caminando y el aparato va avanzando con una bomba que puede caer directamente sobre ti. También está el ‘kamikaze’ (desarrollado por Rusia y que se le conoce como Garpiya-A1), que viaja a una velocidad de 120 kilómetros por hora y explota sobre ti”.
Procedente de Santiago, Jara también llegó hace un par de meses a Ucrania. “Mi experiencia en el Ejército fue fundamental para venir, porque me sentía preparado mental y físicamente para poder prestar mi servicio. Cuando veía en las noticias a un niño corriendo por un atentado que hacían aquí, pensaba que los niños deberían ser libres, disfrutar y vivir en un país sin terror. Entonces me dije: ‘Voy a ir a ayudar a Ucrania’”, cuenta.
Al igual que Cáceres, este soldado no entrega mayores detalles de su familia y su vida en Chile debido a las amenazas en redes. Cuenta que otros compañeros han sido amenazados a tal punto que han ofrecido recompensas por su muerte.
Para formar parte de la Legión Extranjera del Ejército ucraniano los chilenos debieron someterse a un proceso riguroso. Incluso, en el proceso de reclutamiento les tomaron fotografías de sus tatuajes.
Cáceres indica que deben cumplir instrucciones diarias y respetar una estricta rutina que les comunican con antelación para organizar un sistema de turnos. “Por ejemplo, tenemos postas de sueño, hacemos labores mecánicas como limpieza de arma, fuego activo, desarrollo de trincheras y fortificación de trincheras. En el caso de que uno esté en el sector de asalto, tenemos que manejar la información geográfica del lugar y obviamente actualizar los datos que nos pueden ser de importancia para no quedar también expuestos”, afirma.
La llegada del invierno
Ni Cáceres ni Jara sabían hablar ucraniano cuando llegaron al país. Sin embargo, aseguran que ya están acostumbrados y entienden algunas palabras. “Nosotros tenemos que conocer a nuestro equipo, a nuestro compañero que está al lado. Solamente con el hecho de mirarlo, él tiene que saber qué es lo que yo necesito. Tenemos camaradas que hablan inglés y otros idiomas, pero básicamente tenemos que entenderlo con nuestros gestos, con nuestra mirada”, dice Jara.
“Tenemos que crear esa conexión entre soldados y camaradas. Saber expresar gestos y movimientos, porque no se puede hablar, no se puede hacer mucho ruido y tenemos que protegernos, tener una comunicación natural. Eso es clave”, añade.
La llegada del invierno en diciembre es algo que les da cierta esperanza. Esto, porque la nieve y el barro impiden el avance de los blindados rusos. “Además no hay tantos drones y eso de alguna forma nos juega a favor. Hay registros de tanques varados en medio del barro. Entonces, el avance en las posiciones se produce a través de las trincheras, pero incluso eso se termina a fines de diciembre porque el frío es insoportable y los pies se congelan. También el fusil se tranca”, cuenta Cáceres.
Por estos días estos dos soldados chilenos aguardan la autorización para que Ucrania pueda utilizar armas occidentales contra Rusia. “Eso sería un relajo para nosotros, un regalo de Navidad”, concluye Jara, que al igual que su camarada sueña con regresar a Chile para comerse un completo italiano.
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