Las mil y una historias de Carlos Lehder, el último capo del Cartel de Medellín
Aliado de Pablo Escobar y pieza clave del narcotráfico colombiano, Carlos Lehder acaba de publicar sus memorias, en las que cuenta el modus operandi de los envíos de droga desde Medellín hacia Estados Unidos, en los 80. “El cartel llegó a transportar de contrabando unas 50 toneladas de cocaína al año”, dice a La Tercera. Además ahonda en su nueva vida, tras haber pasado 33 años en una cárcel estadounidense.
Carlos Lehder recuerda el momento exacto en que el Cartel de Medellín vio la luz: “La mayoría no nos conocíamos. Éramos, para ese entonces -finales de 1981-, un grupo de aventureros “emergentes”, para usar una palabra muy común en la época, que estábamos acumulando enormes fortunas en poco tiempo por cuenta del tráfico ilegal de cocaína. De los presentes, muy pocos habían terminado siquiera el bachillerato, pero no hacía falta tener muchos estudios para entender el tamaño de la amenaza que ahora nos acechaba”.
Al igual que a otros “emergentes” narcos colombianos, a Lehder -entonces de 32 años e hijo de un ingeniero alemán- le preocupaba un rumor que se esparcía a gran velocidad por Bogotá y Medellín: el gobierno colombiano había pactado con Washington un acuerdo para extraditar a Estados Unidos a personas que habían cometido delitos de narcotráfico en ese país. “Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, proclamaría después el grupo delictivo, que se hizo llamar “Los Extraditables”.
Ante la inminencia de la entrada en vigor del acuerdo de extradición, Pablo Escobar -máximo jefe narco-, reunió a sus secuaces en una finca con el objetivo de proteger su negocio. En el jardín, Escobar instaló una tarima y su abogado, Guido Parra, fue el primero en tomar el micrófono. El profesional explicó la jurisprudencia existente en Colombia sobre la extradición, pero nadie entendió mucho. Entonces, el capo le quitó el micrófono a su abogado, y con evidente exasperación lanzó: “Tenemos que descubrir qué intenciones tiene el hijueputa gobierno”. Lehder -que había abierto rutas de tráfico de marihuana en Perú y Bolivia, además de pasar un par de años en una cárcel estadounidense- se puso manos a la obra. Ni él ni Escobar podían permitir que el gobierno les arrebatara su negocio, ni tampoco sus vidas.
“Yo era culpable”
La génesis de la organización criminal liderada por Escobar, y decenas de otros detalles sobre el narcotráfico colombiano en los años 80, es contada por Lehder en su libro de memorias que lleva por título Vida y muerte del Cartel de Medellín (Debate), disponible en librerías chilenas. Lehder, cuyos conocimientos como piloto lo ayudaron a escalar hasta lo más alto en ese cartel, fue el primer capo colombiano en ser extraditado a Estados Unidos, en 1987. Según él, fue traicionado por Escobar.
Lehder fue condenado a cadena perpetua por la justicia estadounidense, pero logró reducir su pena gracias a su colaboración en el juicio contra el dictador panameño Manuel Antonio Noriega. Luego de 33 años tras las rejas, fue liberado en 2020 y entonces decidió escribir un libro. Su historia también ha sido ficcionada en series como Narcos; Pablo Escobar, el patrón del mal y Paraíso blanco.
A través de un cuestionario, Lehder -de 74 años-, respondió las preguntas de La Tercera desde Frankfurt.
¿Qué lo motivó a escribir sus memorias? ¿Fue una idea que surgió cuando estuvo en la cárcel?
Mi involucramiento en el tráfico y contrabando internacional de cocaína me llevó preso, al frente de un juez de la corte de Estados Unidos. Fui sentenciado a 135 años de prisión por narcotráfico y a cadena perpetua por dirigir una “empresa criminal continua”. Ciertamente yo era culpable de todos los cargos. Durante mis años de cautiverio, leí cientos de historias referentes a mi persona, unas fidedignas y otras calumniosas especulaciones para demonizarme. Ya como exconvicto rehabilitado y libre, una de las principales razones fue el revelar en mi libro toda la verdad y aconsejar a los ciudadanos que ilusamente intentan involucrarse en organizaciones criminales de narcotráfico, que no lo hagan.
En sus memorias, Lehder va más allá: “Hoy puedo decir con certeza y conocimiento de causa, que me opongo a la legalización de las drogas ilegales, excepto de la marihuana. Quiero ser muy claro en que ninguna droga ilegal, que al consumirse en exceso pueda causar la muerte inmediata de un ser humano, se debe legalizar, incluyendo la cocaína”. Pero, por supuesto, no siempre fue así.
¿Cómo conoció a Pablo Escobar?
Yo conocí a Pablo Escobar a través de mi agencia de venta de automóviles Lehder Auto. Me lo presentó su primo y socio Gustavo Gaviria. El cartel de Medellín se constituyó cuando el Presidente de Colombia negoció secretamente un tratado de extradición con el gobierno de Washington. La meta número uno era oponernos y erradicar ese tratado.
¿Cuántas personas usted calcula llegaron a trabajar de manera directa e indirecta para el Cartel de Medellín?
No tengo estadísticas sólidas que ofrecer, pero en cuanto a exportación de cocaína, el cartel en su máximo apogeo transportaba de contrabando a Estados Unidos unas 50 toneladas de cocaína al año, o sea, 50.000 kilos, y el porcentaje de los narcos que enviaban sus kilos era más o menos de 20 kilos por cada narcotraficante.
Cita con Raúl Castro
En su momento, Lehder no solo aprendió a pilotear, sino que logró tener su propia flota aérea para el contrabando de cocaína. Desde Medellín comenzó a traficar toneladas de cocaína con sus avionetas, en ocasiones desde Bahamas, pero también en rutas directas hasta Miami, con pilotos estadounidenses inclusive. No solo logró evadir a la DEA, sino que tejió una red de contactos en parte importante del Caribe, por cielo, mar y tierra.
“Diseñé un esquema para navegar sincronizadamente, en caravana, con las cargas de coca desde isla Gato hasta las islas Berry (ambas en Bahamas) dos veces a la semana. Algunos de mis lancheros provenían de Coveñas (municipio colombiano) y el golfo de Urabá, en Colombia. Allí trabajaban en los botes de contrabando nocturno de aparatos electrónicos y cigarrillos extranjeros entre el puerto libre de Panamá y Colombia, tarea que se había convertido en un oficio transmitido de generación en generación”, dice Lehder.
Precisamente una de las mayores revelaciones del libro tiene que ver con la posta que Lehder y sus hombres hacían en Centroamérica y el Caribe para llegar con la droga a Estados Unidos, de la cual Cuba no era la excepción. El exnarcotraficante colombiano, el último con vida del alto mando de la organización criminal, cuenta que después de reunirse en varias ocasiones con el coronel Antonio de la Guardia, jefe de la Corporación de Importadores y Exportadores de Cuba (Cimex) -”la agencia de operaciones especiales de la dictadura cubana” en sus propias palabras-, La Habana le dio luz verde. Incluso, según él, lo recibió Raúl Castro, entonces “número dos” del régimen: “Las piernas me temblaron hasta que salí del siniestro edificio y me senté en el Buick junto a De la Guardia”.
En su libro usted narra el tráfico de drogas que el Cartel de Medellín hizo vía Bahamas a Estados Unidos, y también vía Cuba ¿Por cuántos años operó el tráfico hacia la isla?
En el libro cuento la necesidad de obtener localizaciones estratégicas en países entre Colombia y la costa de EE.UU. Así que tanto la nación de Cuba, como también la de Bahamas, sirvieron contratadamente como ‘portaaviones’, para aterrizaje y retranqueo, o traslado a lanchas rápidas hacia el mercado norteamericano. Sin la autorización directa de la dictadura cubana, obvio que tal contratación hubiese sido imposible.
Según Lehder, para evitar ser descubiertos por las autoridades estadounidenses, los envíos de droga vía Cuba se hacían en aviones cargueros cubanos, que primero aterrizaban en Medellín con ganado siboney -que era el resultado de la cruza entre las razas Holstein y Cebu-, para luego ser transportada en lanchas. Estando en la cárcel, en 1989, Lehder se enteró de la “Causa Número 1″, el fusilamiento de “Tony” De la Guardia junto al general Arnaldo Ochoa, acusados de narcotráfico. El régimen cubano, de acuerdo con algunas versiones, no habría tenido otra opción que deshacerse de estos dos altos militares para evitar que Washington acusara a la isla de estar implicada en ilícitos con Pablo Escobar.
Usted también menciona a Nicaragua y Panamá como bases de operaciones...
El dictador panameño, general Noriega fue uno de los principales aliados del cartel de Medellín. Por tal complicada situación el Presidente George Bush ordenó la invasión a Ciudad de Panamá, logrando la captura y traslado de Noriega a la corte federal de Miami. En Nicaragua el cartel sí comenzó operaciones de transporte y exportación de cocaína, dirigidas personalmente por el jefe Pablo Escobar, las cuales terminaron prontamente en un colosal fracaso y escándalo internacional.
A pesar de estar en la mira de Bogotá y Washington, Lehder continuó traficando cocaína, hasta que el ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara, anunció que se debía capturar al líder narco para extraditarlo. “(No tuve) más opción que saltar de finca en finca en los Llanos Orientales para que la DEA y la Policía Nacional de Colombia no me ubicaran (…). Mi arsenal estaba compuesto por armas que sobraron de varias operaciones de Bahamas”.
Lehder, cuenta en sus memorias, fue también responsable de establecer un pacto entre el cartel de Medellín y las FARC, para que la guerrilla permitiese la construcción de pistas con el objetivo que la flota del narcotraficante pudiese transportar coca desde Bolivia.
Todo iba bien hasta que, el 30 de abril de 1984, Lehder se enteró del asesinato de Rodrigo Lara a manos del Cartel de Medellín. “Qué cagada, eso no nos va a ayudar”, pensó. El tiempo le dio la razón: a partir de ese momento comenzó una guerra frontal contra el cartel, que derivó en su posterior división y debacle. “El calendario no miente: casi toda la violencia terrorista ordenada por Escobar y secundada por su ejército de pistoleros ocurrió después de mi extradición, el 4 de febrero de 1987″, escribe en su libro, que narra “la historia nunca antes contada de la más famosa, trascendental y quizás poderosa organización dedicada al tráfico de cocaína que haya existido”.
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