Martín Lasarte pierde peso en la Selección. Su nombra suma cada vez menos adeptos. Errores en los planteamientos, demora en los cambios y su poca personalidad para tocar la titularidad de miembros de la Generación Dorada comienzan a pasarle la cuenta. Su futuro se torna cada vez más incierto. Nadie habla de despido, pero sí se asume que por su forma de ser, en caso de que la Roja caiga frente a Bolivia y no llegue al Mundial, su renuncia será un hecho.
En la cancha, Chile divaga. Las modificaciones son tardías y tampoco dan resultados. La idea no se asimila. En la tribuna oficial del estadio Zorros del Desierto hay molestia. No se entiende que el equipo nacional haya sido incapaz de sacarle provecho a una operación compleja de adaptación a las condiciones geográficas de la ciudad que eligieron, oficialmente, para preparar el asalto a La Paz. Extraoficialmente, en todo caso, el objetivo era incomodar al equipo de Scaloni.
Es cierto que, oficialmente, nadie se atreve siquiera a poner en duda la permanencia del estratega en la banca. Es un hecho, también, que dirigirá en Bolivia. Y seguramente termine el proceso frente a Brasil y Uruguay, considerando que la Roja apostará por cerrar un ciclo que parece ya perdido. Sin embargo, su futuro tras los próximos tres partidos de la Selección no lo tienen contemplado en Juan Pinto Durán. Su contrato, además, finaliza al término de las Eliminatorias. Por ahora, en Quilín admiten que habrá una evaluación al término de estas.
Una opción latente
En octubre, antes del partido frente a Paraguay, que terminó ganando, el estratega enfrentó por primera vez la amenaza de que su gestión se viera interrumpida. Puesto en el escenario de una eventual derrota ante los guaraníes, aclaró que no tenía problemas en renunciar: “Ya he trabajado aquí, ya he dejado contratos de lado, porque entendía que le podía hacer mal a alguien”, decía.
Por lo pronto, en Quilín empiezan a surgir atisbos de inquietud. El entrenador no logra consolidar un salto de calidad en el juego de la Roja, teniendo como parámetro apenas el que mostraba con Reinaldo Rueda. Apenas finalizó el choque en el Zorros del Desierto, el semblante de Pablo Milad, presidente de la ANFP, ahorraba comentarios. El curicano, desencajado, pedía un par de minutos para reflexionar y se escabullía en un ascensor. Más tarde, y con algo de calma recuperada, establecía el próximo objetivo: “Esto nos obliga a ir a buscar los tres puntos a Bolivia, pero tengo fe”.
Con Lasarte, la Roja tampoco ha avanzado en el otro proceso que importa: el recambio La mirada prioritaria del técnico sigue puesta en las figuras que constituyeron una Generación Dorada en dolorosa vía de extinción y la estructura se resiente considerablemente si faltan algunos referentes. Ante el equipo de Scaloni, de antemano sin Arturo Vidal, Machete esperó hasta última hora para incluir a Charles Aránguiz y Erick Pulgar e incluso utilizó a Mauricio Isla, quien había llegado el mismo día del partido, una evidente muestra de carencia de alternativas. Ninguna de las variantes que introdujo arrojó resultados que cambiaran la historia. Ni la del partido ni la suya.