Cuando Lincoln Secco se dio a la tarea de escribir la historia del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil el desafío fue grande, ya que ni siquiera existía una historia oficial recopilada por la propia colectividad de izquierda.
História do PT sigue la trayectoria del partido desde la huelga de Scania en 1978 hasta la victoria de Dilma Rousseff, la primera mujer en ser elegida presidenta de Brasil. La obra muestra cómo el PT pasó de actor social radical a miembro del orden político establecido, que gracias a su crecimiento electoral se convirtió en una máquina de gobierno, atravesando escándalos de corrupción.
En esta entrevista con La Tercera, Secco, profesor del Programa de Historia Económica de la Universidad de Sao Paulo (USP), analiza la importancia actual del PT y las perspectivas de su candidato presidencial y líder, Luiz Inácio Lula da Silva.
Algunos dicen que esta elección será realmente una disputa entre el antibolsonarismo y el antipetismo. ¿Cuánto rechazo genera hoy el PT entre los votantes brasileños?
Con la destrucción del centro político, tanto la izquierda como la extrema derecha tienen mucho rechazo. El del bolsonarismo es mayor que el del PT. En gran medida hay hoy un rechazo al sistema.
¿Considera que el PT ha superado el fantasma de corrupción generado por el escándalo Lava Jato?
La investigadora argentina Dolores Rocca Rivarola mostró que el antipetismo se basaba en el conservadurismo ideológico, pero con la elección de Lula en 2002, el miedo al radicalismo petista se diluyó por razones obvias, ya que el PT hizo un gobierno moderado. El pretexto utilizado para combatir al PT pasó a ser la corrupción. Más recientemente, el antipetismo combinó la crítica a la corrupción y la agenda de los valores morales. Esto sucedió, en mi opinión, porque Lava Jato fue desmoralizada. Hoy sabemos que fue en gran medida una operación política selectiva para sacar al PT del poder. Además, el gobierno de Bolsonaro tiene escándalos de corrupción enormes y eso le impide presentarse como un defensor de la ética en la política.
¿El PT ofrece algo nuevo hoy en relación a los gobiernos previos de Lula y el de Dilma Rousseff?
La verdad no. Fue una campaña basada en la evaluación de dos gobiernos, porque por primera vez en la historia de Brasil se enfrentan un presidente y un expresidente. El PT también evitó detallar su programa para asegurar la más amplia alianza en torno a la defensa de la democracia.
¿Que Lula sea candidato nuevamente habla de la falta de nuevos liderazgos dentro del PT?
Lula nunca permitió el surgimiento de nuevos líderes nacionales. En 2014 todo indica que él quería ser candidato, pero Dilma estaba en el gobierno y seguía siendo candidata a la reelección. La renovación sólo llegará posiblemente en las próximas elecciones por la edad de Lula.
¿El Nordeste sigue siendo el principal bastión del PT o el partido logró ganar más espacio dentro de Brasil?
El PT también tiene fuerza en ciudades grandes y medianas del Sudeste. En términos absolutos, recibe más votos en Sao Paulo que en Bahía, por ejemplo. Pero nunca gobernó el estado de Sao Paulo y suele ganar en Bahía. Sao Paulo es el estado más poblado y con mayor producción económica y científica; tiene mejores servicios y una clase media gigantesca que no cree que el PT tenga nada que ofrecerles. Yo diría que el domingo tendremos dos elecciones decisivas para el futuro del país: la nacional y la paulista. Porque si Bolsonaro pierde, pero su candidato gana en Sao Paulo, tendrá el estado más importante de la federación para emplear a su séquito y oponerse a Lula. Pero si el PT gana en ambas contiendas, Lula no tendrá oposición en Sao Paulo y Fernando Haddad se convertirá en el sucesor natural de Lula en 2026.
¿Cómo evalúa a Lula en esta campaña de 2022? ¿Cuáles son sus fortalezas y debilidades en comparación con contiendas anteriores?
Es una campaña cuya debilidad es la ausencia de un proyecto nacional. No tiene una idea fuerte y ni siquiera apunta al futuro. Pero el terror que representa Bolsonaro y la posibilidad de que lleve a Brasil a una dictadura ha reunido a amplios segmentos sociales que normalmente eran antipetistas. Si el PT gana un quinto mandato, será mucho más la victoria de una enorme reacción de la sociedad civil a la arbitrariedad fascista. Desde organizaciones generalmente desinteresadas en los procesos electorales, como grupos budistas, clubes deportivos de la periferia y sociedades protectoras de animales, hasta centrales sindicales, políticos conservadores, economistas liberales y celebridades se comprometieron espontáneamente a favor de la candidatura petista. Es inédito.
Si Lula derrota a Bolsonaro, tendrá que negociar con otros partidos en el Congreso si quiere avanzar en su agenda de reformas. ¿Cómo ve ese proceso? ¿El PT genera desconfianza en otras fuerzas políticas?
El PT ya gobernó con un Congreso conservador y ahora eligió a un vicepresidente de centroderecha, el exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, para negociar con los parlamentarios. Pero el mayor problema sería lidiar con las expectativas sociales de un nuevo mandato de Lula. El PT fue derrocado no solo por una maniobra del Congreso en 2016, sino porque manejó mal la crisis económica y generó millones de desocupados. Si es elegido, Lula tendrá que convencer al Congreso de que, sin una mejoría del nivel de vida de la gente, el bolsonarismo podría volver con fuerza.