Cristián Arcos (43) -periodista deportivo hace más de dos décadas, prolífico autor de libros futboleros, parte del popular espacio Los Tenores de ADN- lo traza como una suerte de escalada que fue de lo íntimo a lo global. “Primero fue el remezón individual y de mi entorno familiar, porque me echaron de Chilevisión en marzo de 2019, por primera vez en mi vida era despedido. Después, en octubre vino el remezón del país con el estallido. Y luego el remezón mundial cuando llegó la pandemia. O sea, fue quedando cada vez una cagada más grande que la otra”, ilustra ahora ante el curso en que fue avanzando su libro más reciente, Enemigo interno, un manifiesto biográfico concebido también bajo ese efecto dominó en que una situación parece golpear con más fuerza a la otra.
La idea nació tras el adiós a su casa televisiva de toda la vida, se la presentó a su editor cuando el país aún se inflamaba un mes después del 18 de octubre -momento en que el texto adquirió un acento más confesional-, y se sumergió en su escritura definitiva en junio de 2020, en plena pandemia, cuando el encierro comenzaba a ser la costumbre y no la excepción.
“Yo este libro lo habría escrito igual, más allá del estallido o de la pandemia. Pero sí creo que la recepción y el sentido de quien lo lee habría sido distinto. Hoy tiene otro sentido para quienes lo leen, estamos todos metidos en una situación transversal y común de agobio, una cosa bien Stephen King, como metidos en un domo. Estamos todos en un momento de revisión de nuestras vidas que le da sentido al libro. Hay una parada de pensar en lo que hicimos bien, lo que hicimos mal, para dónde vamos, y una reflexión externa genera más empatía”, dice.
De hecho, en Enemigo interno merodean esos conceptos que ya se han vuelto recurrentes en el léxico del encierro: la cesantía, la reinvención, la salud mental, la depresión, la incertidumbre, la soledad, las relaciones humanas que cambian, el tiempo para pensar en el pasado imperfecto.
Tras su partida de CHV -”me golpeó mucho, soy de los que piensan que la vida personal y laboral están muy ligadas”- intentó solventar sus apremios manejando en Uber o Cabify. A veces lo reconocían y le recordaban sus días frente a las cámaras; en otras, se topaba con tipos que se ganaban la vida como strippers, o caía en una nebulosa madrugada en La Legua, con balazos incluidos. En esos viajes pasó por el Hogar Universitario Paulina Starr, en Avenida España, lugar habilitado por la Universidad de Chile para que residan alumnos que vienen de regiones, como pasó con él. Ahí vivió los cinco años en que estudió Periodismo, pero algo más: “Son por lejos los peores años de mi vida”, comenta para referirse a un relato que incluye bullying y menosprecio de sus compañeros.
Tras escribir ese capítulo a principios de 2020, cuando el Covid-19 ya progresaba amenazante, paró por un tiempo la faena. “Siempre quise escribir de mi paso por ese hogar, pero me abrumó recordarlo”. Al reactivar la labor, se sumergió en un otro terreno igual de fangoso: su depresión y sus intentos de suicidio.
“Traté de mostrar una cara de la salud mental distinta: siempre aparecen los expertos y me tienen podrido. Además, lo quise hacer lo más lejano de la autocompasión, no una mirada de víctima. La depresión es como una explosión: los que están más cerca son los que más terminan heridos. Hay cosas que no tienen reparación. Los daños colaterales son a veces más severos que los de uno. Yo he logrado pararme, pero a la gente que está al lado de uno a veces le cuesta más”.
Arcos terminó su libro en marzo pasado y dice que uno de los primeros comentarios que recibió fue “tenís pelotas para escribir esto”. Se siente con un par de mochilas menos en su vida tras abrir algunos callejones indeseados. Y en la conclusión, admite que hay muchas situaciones que no repetiría: “Mi manera de enfrentar mi separación matrimonial no fue la mejor; tampoco cultivaría un carácter medio arisco; sin lugar a dudas no habría intentado suicidarme, es de lo que más me arrepiento en la vida. He fallado también en todas mis relaciones de pareja. En este tiempo he pensado en el efecto mariposa: si los tipos del hogar me hubiesen hueveado y yo les hubiera parado el carro, creo que mi vida entera habría sido distinta”.