Lucy Oporto y el 18-O: “Hay en Chile un clima de descomposición y hasta de locura”
Para la filósofa chilena, autora de un comentado ensayo sobre lo sucedido el 18 de octubre, donde apunta a lo que califica de lumpenconsumismo y a la idea de que lo sucedido no fue un evento espontáneo, Chile está hoy “más desastroso” que hace tres años. “La escalada de violencia no disminuye y el crimen organizado continúa su avance”, asegura. Y sobre la Convención Constitucional, sostiene que lo que primó allí fue una voluntad colectiva de disolución.
Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir, el ensayo que Lucy Oporto Valencia (Viña del Mar, 1966) escribió poco después del 18 de octubre de 2019, es hoy un texto imprescindible para analizar lo sucedido en Chile hace tres años. Para esta escritora y licenciada en filosofía de la Universidad de Valparaíso, que acaba de publicar un nuevo texto de ensayos titulado He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica, el estallido social o asonada, como ella prefiere llamarla, no fue tanto “una protesta contra las carencias y necesidades” sino, más bien, el resultado de “la enorme frustración derivada, en parte, de la avidez que implica la sociedad de consumo”.
“‘Chile despertó' y ‘Chile cambió’ se han convertido en eslóganes populacheros y oportunistas. Pero Chile no ha despertado, ni ha cambiado. Lo acontecido el 18 de octubre de 2019, con la destrucción concertada y coordinada de varias estaciones del Metro de Santiago fue el punto de arranque de una crisis largamente preparada desde las sombras”, escribió hace tres años. Y el panorama, asegura en esta entrevista vía Zoom desde su casa en Valparaíso, está lejos de mejorar. “Me parece que está más desastroso que hace tres años”, comenta cuando se le consulta como ve a Chile hoy. “Hay un clima de descomposición y hasta de locura”, agrega.
¿Por qué cree que la situación está peor que en 2019?
Yo llevo un registro de ciertas noticias, y la escalada de violencia no disminuye, el crimen organizado continúa su avance, la inmigración ilegal está descontrolada, y se ven otros deterioros, como la ruina de las ciudades. Valparaíso está un poco mejor que en 2019, porque ahora hay más opciones de trabajar, pero el entorno es un desastre, por sólo mencionar un par de cosas.
¿Por lo tanto, sus perspectivas para el futuro no son optimistas?
Así es, aunque pueden ocurrir cosas misteriosas. Mucho se ha discutido sobre el triunfo del Rechazo. Siempre se lo atribuye a manipulaciones varias, de la prensa para empezar, pero creo que ahí sucedió otra cosa, algo más profundo. Tengo la impresión, y esto es sólo una intuición, que es parte de esa misma enorme crisis que yo intentaba describir hace tres años, y puede tener que ver con algo más profundo del inconsciente colectivo chileno. Esto es mucho más complicado. En una entrevista, yo declaraba que quizás algo tenía que ver con guerras mucho más antiguas, del siglo XIX. Las personas se enfrentaron a mucha violencia entonces, y eso queda como herencia psíquica. Es sólo una intuición, una hipótesis. Un historiador podría desarrollar, si le interesara, un enfoque así.
¿Una suerte de violencia acumulada a nivel inconsciente en la sociedad chilena?
Hubo mucha violencia en esa época. Además, generacionalmente nosotros estuvimos enfrentados al Golpe de Estado y a la dictadura. Se ha discutido si incluso eso fue una guerra o no, pero guerras civiles y guerras regulares hubo muchas en ese tiempo. No lo he experimentado nunca, pero debe ser una cosa espeluznante, terrible. Como, por ejemplo, los registros que hizo Francisco de Goya para Los desastres de la guerra, hechos que, al parecer, observó en forma directa, y no como ahora, en que son vistos desde los satélites, donde ya no hay personas. No me refiero a eso, sino a la violencia directa de una guerra propiamente tal. Pero es sólo una intuición.
Usted siempre se refirió a lo sucedido el 18 de octubre de 2019 como una asonada, ¿por qué utilizar ese término?
Me preocupé de buscar la definición de asonada, que es una “reunión tumultuaria y violenta para conseguir un fin, por lo común político”. Ese término no lo usé sólo yo, también lo usó Sergio Muñoz Riveros, lo usó Fontaine, y antes de él lo usaron otros. Lo pensé, porque era imposible que lo sucedido el 18 de octubre fuera un acto espontáneo. La quema del Metro no se puede hacer con un fósforo. Hay personas que entienden de acelerantes, de la trayectoria del fuego, de todo ese tipo de cosas. Personas que saben mucho de eso, por ejemplo, los bomberos. Y no estoy afirmando que hayan sido ellos. A veces los escucho hablar, con ocasión de alguna noticia, y, así como ellos, debe haber otros profesionales que también saben: ¿Dónde se enciende? ¿Con qué se enciende? ¿En qué dirección va el fuego? Todas esas cosas. Por eso lo pensé así. La asonada tenía que ver con que hubo una racionalidad que operó ahí. Ahora, quién fue, no sé.
¿Cuándo habla de lumpenconsumismo, de las organizaciones criminales y del narcotráfico como protagonistas del 18 de octubre a qué se refiere?
Ése es un proceso generalizado de descomposición que para mí es de orden moral, espiritual, social, cultural y que empezó hace mucho tiempo. Para mí, por supuesto, tiene sus gérmenes en la dictadura, pero se desarrolló en forma soterrada durante la posdictadura. El término lumpenfascismo apareció en 2011, en un trabajo que escribí en esa época, pero que también recogía reflexiones de 2005, y era ya una decantación de una observación hecha durante mucho tiempo, por décadas, si no de toda la vida, de comportamientos en mi entorno, en esta ciudad y también en otros lugares, y que tiene que ver con el envilecimiento de la población. Yo concluí, además, que era un espectro que iba desde la gente más poderosa –como en Los perros andan sueltos. Imágenes del posfascismo, ahí es donde aparece–, hasta los últimos seres, los más miserables, porque es un problema de otro orden, un problema interno. Por supuesto que en esto incidieron otros factores, como la negligencia que hubo durante todos estos gobiernos, pero sobre todo los de la Concertación –que fue el sector que gobernó más tiempo–, respecto del sistema de educación pública, que no sirve para nada. No estoy comparando esto con otros países sino con los colegios privados que hay, y es un desastre absoluto. Otro asunto es el apoyo irrestricto y sin críticas a la sociedad de consumo. Ahí hay otro problema. Es cierto, aunque yo no lo vea, que en parte, o en gran parte, se superó la pobreza más dura en este país, pero eso no bastaba. Supongo que podían haberse hecho otras inversiones, mucho mayores, sobre todo en educación y en salud, para empezar. Pero al parecer, hay lecciones derivadas de grandes precariedades que no se aprendieron. En cambio, se fomentó el consumo, y me parece que lo que ocurrió en octubre de 2019 no fue propiamente una protesta contra las carencias y necesidades, sino más bien la enorme frustración derivada en parte de la avidez que implica la sociedad de consumo. No niego que haya esas necesidades, pero los niveles de violencia que vimos no se condicen con éstas. ¿Qué sentido tiene saquear una tienda para llevarse un televisor plasma? Eso no tiene nada que ver con necesidades en materia de salud o educación, pensiones, mejor alimentación.
¿Hay más bien un deseo de obtener de manera fácil y rápida los beneficios de la sociedad de consumo?
Claro, inmediata, instantáneamente. Yo, que ya estoy en la última etapa de mi vida, puedo sostener que, en realidad, hay que tener noción de cuáles son las prioridades. No se puede tener todo. Hay mucha ambición, en distintos niveles, ambiciones de orden político, de figuración, y una competitividad horrorosa. Y lo último, para terminar el punto anterior, el auge del crimen organizado actual es para mí el cumplimiento de todo eso. El crimen organizado en general, empezando por el narcotráfico, que es lo más visible, le ofrece todo a la juventud: dinero, familia, sentido de pertenencia, cierta figuración, placer, todo lo que ofrece la publicidad está ahí. ¿Qué hubo en estos años para enfrentar algo así? Nada, porque para eso se requiere educación y se requieren familias responsables. Ésa también es otra parte de la decadencia, el abandono de la infancia. Se habla mucho del sistema, pero nunca nadie habla de los padres. ¿Para qué tuvieron hijos, por qué? ¿O fue casualidad? ¿Nacieron por generación espontánea? No. Basta, un poco de responsabilidad personal. El crimen organizado sólo ofrece espejismos. Es el imperio de la muerte: ahí no hay nada, no se puede rescatar absolutamente nada.
Usted ve en la crisis una avidez generada por la sociedad de consumo, lo que se quiere parece ser más sociedad de consumo, no menos, pero algunos, especialmente en la izquierda, lo vieron como un cuestionamiento al modelo. ¿Cómo analiza la reacción que hubo en la izquierda y en distintos sectores políticos tras el 18 de octubre?
Eso puede tener varios matices. Hasta donde he podido dilucidar, después de bastante tiempo, hay un cierto sector de la izquierda (parece que no toda), que algunos han llamado “izquierda posmoderna”, donde hay un completo entreguismo a la disolución, a la desintegración, con un carácter identitario aplicado a absolutamente todo. A mí nunca me han convencido las tinieblas posmodernas, ni su neolengua. No les creo. Tengo otra formación. Tuve varios cursos de lógica, entonces descifrar eso es bastante problemático, pero eso es para otra discusión. El punto es que no puedo entender cómo se posicionó eso acá. Al parecer a través de las universidades, y de universidades de otros países, pero en detrimento de otras formaciones, aunque no logro encontrar el fondo. ¿Por qué todo eso obtuvo tanta fuerza? ¿Qué hay detrás? Eso es lo que estaba, en parte, detrás del octubrismo: esa disolución total, esa complacencia en la trituración de todo. Por otro lado, este movimiento, el octubrismo –como se lo llamó después–, coincide, –y no afirmo que sea la causa–, con lo que hablaba antes: la expansión del crimen organizado, el descontrol de la inmigración ilegal, y esta inseguridad total que hay ahora. No es como para alegrarse, no hay nada que celebrar.
Usted votó Rechazo. ¿Cómo vio el proceso de la Convención, cuál es su reflexión sobre lo que se vivió? ¿Era el texto el que no le gustó o fue el proceso?
Ninguna de las dos cosas. El proceso me pareció excesivo, una farra, un total despilfarro de recursos. Además, lleno de vulgaridades que ya se han mencionado: el episodio de Rojas Vade, la Tía Pikachu. Y, por otro lado, respecto del texto, había varios motivos para rechazarlo. Uno era que contenía términos teóricos vinculados a esta neolengua posmoderna que el público en general no tiene por qué conocer. El texto nunca hace explícito que son términos teóricos. Para entender eso, habría que remitirse al estudio de esas teorías, que no todo el mundo puede hacer. Segundo, lo de la plurinacionalidad, que implicaba que iba a haber varios Temucuicui, los cuales no se iban a caracterizar por un orden democrático en su interior, como bien lo señaló en algún momento Sergio Muñoz Riveros, y otros –la profesora Sofía Correa Sutil también se refirió a la plurinacionalidad, desde un punto de vista histórico. Me pareció increíble, además, la propuesta de una serie de derechos que supuestamente iban a favorecer a los reos. Y yo pensaba: van a tener prácticamente los derechos de las personas libres, estando presos. Pero ni siquiera ellos votaron por el texto de la Constitución. Eso realmente me impresionó, no sé qué razones tuvieron, pero me impresionó. Había también una cosa muy extraña: privilegiaban las relaciones con América Latina y el Caribe. ¿Por qué esa restricción?
¿Cree que eso responde a una desconexión, a una mirada muy teórica de la realidad?
Esa pregunta puede tener varias respuestas. Yo podría sostener, por ahora, que se trató de una gran mezquindad organizada. Ese término también está en uno de mis trabajos y se refería a una voluntad colectiva de disolución. Lo tomé de la Filosofía de la música, de Theodor Adorno. No era un término teórico propiamente tal. Él lo usaba un poco a la pasada para referirse a la manera en que la música fue afectada en su tiempo. Yo lo entendía como colectivos organizados en función de sus fines y con una intención destructiva. Eso también tenía que ver con las reflexiones de René Girard sobre la violencia colectiva, que es muy terrible. Al parecer, es un patrón transcultural, transhistórico y que va surgiendo en medio de grandes crisis, cuya fórmula es todos contra uno. Hay un momento en que las crisis se aceleran de tal manera, que los conflictos se polarizan y se focalizan en una sola víctima, no pertinente, que es sacrificada y destruida violentamente, luego de lo cual se instituye de nuevo el orden. Se puede aplicar a muchas cosas. Con todo eso tiene que ver la mezquindad organizada.
Y ¿en este caso quién era la víctima?
El país en su conjunto. Yo veía en la Convención una autorreferencia insoportable: “El mundo, la política, la cultura empiezan con nosotros. Antes de nosotros, no hay nada. Chile no tiene historia, no tiene cultura, sólo lo que nos conviene a nosotros”, lo cual es aterrador.
El título de su último libro, He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza, es una cita de la Divina Comedia, la advertencia de Virgilio a Dante al entrar al noveno círculo del Infierno, que Dante lo reserva a los traidores. ¿Por qué elegir esa cita? ¿Por qué hay que armarse de fortaleza?
Es la sentencia que dirige Virgilio a Dante cuando llegan al último círculo del Infierno, habitado por los traidores, empezando por Lucifer, el ángel caído que traicionó a Dios, su Creador. Habiendo sido un ángel, lo rechazó y, según los antiguos Padres, el pecado contra el Espíritu no tiene perdón, porque quienes lo rechazan obran a conciencia, en pleno uso de su razón, de su libre albedrío. Los traidores y la traición es un asunto que a mí siempre me ha interesado. Me ronda todo el tiempo, a partir del último discurso de Salvador Allende. La última palabra pública de Allende es ésa: “la felonía, la cobardía, la traición”. Yo pienso que él se refería no sólo a lo que ocurrió entonces con él.
Muchos lo han interpretado como una referencia a la actitud del general Pinochet a quien él había nombrado en la comandancia en jefe del Ejército.
Claro, Pinochet desde luego, pero también otras figuras. No sé si pensó en el Partido Socialista que lo abandonó. Pero el punto es que ese último discurso gira en torno a la lealtad y la traición, que es el foco de lo que ocurrió ese día, el 11 de septiembre. Pero además prefiguraba el veneno que se iba a impregnar en este país. Parte de estas observaciones, que decantaron en los conceptos de lumpenfascismo, lumpenconsumismo, narcofascismo, responde claramente a la traición, y sobre la base de la traición no se puede construir nada. Aquí está también la traición derivada de la negligencia y la desidia frente a las instituciones en Chile. No es que yo sea especialmente devota del mundo institucional, que conmigo ha sido muy mezquino, pero más allá de mi situación personal, tengo claro que si se destruye el mundo institucional, se acaba todo. El mundo institucional es el que da una forma a las tradiciones, a la memoria y a la cultura. Instituciones en un sentido muy amplio. Vuelvo a lo mismo: parte de esto es lo que abandonaron los gobiernos de la posdictadura, empezando por la educación.
¿Es una traición entonces a la sociedad a la cual debían servir?
Claro, en ese sentido. Pueden inventar todas las excusas que quieran, y seguramente hubo gente que actuó de muy buena fe, pero el resultado es ése. Tales procesos son parte de la crisis total que tenemos hoy. Pero no creo que sea la única causa, porque para que todo eso opere se requieren disposiciones internas, y aquí hubo, ha habido y seguirá habiendo, una población dispuesta a aceptar todo eso. La única duda que me cabe sobre el Rechazo es si quienes vandalizaron las ciudades en todo el país y, sobre todo, si muchos de quienes los apoyaron, en silencio o abiertamente, habrán votado también por el Rechazo. Si así fue, ¿por qué lo hicieron? ¿Por oportunismo? ¿Porque se cansaron? ¿Por algún nivel de conciencia? Yo esperaría que esas personas hayan pensado internamente a lo que se enfrentaba y seguramente se continuará enfrentando este país si la escalada de la violencia no se detiene, si no hay orden público, si el crimen organizado avanza hasta que sea totalmente incontrolable.
¿Cómo ve lo que viene? ¿Cree que hay alguna luz en el futuro?
Todo es posible, así como se dio ese enorme triunfo del Rechazo, que sigue siendo un misterio para mí. Pero lo veo con pesimismo. El futuro me parece bastante oscuro. Me cuesta imaginarme una nueva convención. Habría que realizar un gran proceso de purificación en este país, para que finalmente la herencia de la dictadura terminara de una vez por todas, pero se requiere de una enorme fuerza moral y espiritual, que no sé si exista en Chile. Tal vez en pocas personas, en grupos pequeños, en cierta juventud. Por mi parte, seguiré observando, tomando nota, escuchando las noticias. Por lo menos, hay libertad de expresión todavía, y ciertamente hay varios medios de distinto tipo, con distintas líneas editoriales. Esa idea de que la prensa manipula las conciencias, personalmente no la creo, porque si bien es cierto que hay publicaciones tendenciosas en los extremos, a las personas también les corresponde hacer un ejercicio de discernimiento frente a las noticias que reciben. No se les puede entregar todo hecho.
Y ¿cómo ha visto al gobierno actual?
Un desastre, simplemente un desastre. Es una continuación de la barbarie por otros medios: desidia, negligencia, incompetencia, veleidad. Boric cambia de parecer cada cierto tiempo. Esa inestabilidad de él es intolerable. Además, se refugia en las mujeres que han ascendido al poder, y yo veo ahí un signo de otra cosa. El arquetipo dominante en Chile es el de la madre terrible. Eso se puede dar de varias maneras y tiene que ver con lo siguiente. Según Jung, la madre terrible es una representación del inconsciente colectivo, y si no es enfrentada de manera consciente, lo que es muy difícil de hacer, finalmente termina absorbiendo todo, y las consecuencias de eso son: disolución, desintegración, muerte. En los mitos en que aparece esta figura, por ejemplo, la imagen de Jonás en el vientre de la ballena, que es una versión de ese mito, el héroe tiene que hacer consciente su necesidad de salir de ese monstruo por sus propios medios, y de esa manera libera a los que habían estado atrapados antes de él. Es una tarea solitaria que exige virtudes heroicas, y yo no las veo muy desarrolladas en este país, ni en hombres ni en mujeres.
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