Marcelo Bergman, director del CELIV, arribó a Chile a fines de abril para participar en el seminario “Alternativas progresistas contra la violencia y el crimen organizado” -que se llevó a cabo a fines de abril por Fundación Chile 21-, en medio de la crisis de seguridad que afecta al país y que llevó a que la percepción de inseguridad en Chile llegara a niveles récord, de acuerdo a la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc) el año pasado. Pero este fenómeno no es sólo nacional: América Latina está atravesando un complejo escenario en esta materia, al ser catalogada por un estudio de Naciones Unidas como la región con mayor tasa de homicidios, superando en casi tres veces el promedio mundial.

En ese contexto, el autor de libros como El negocio del crimen y Drogas, narcotráfico y poder en América Latina, cuenta a La Tercera que una de las estrategias menos exitosas en el combate a la violencia y el crimen ha sido la cárcel, ya que no se detiene con ello el “negocio” del delito. Para el investigador, el foco en el combate al crimen debe estar en reducir la violencia, aunque entendiendo que el crimen en sí no desaparecerá del todo.

En El negocio del crimen usted plantea que pese a que muchos países de la región mejoraron indicadores como la pobreza y el desempleo, el crimen subió. ¿A qué responde esto?

Esa es la gran pregunta y la respuesta que yo tengo es que lo que ha crecido es el negocio del crimen. Se presentaron bastantes oportunidades porque, paradójicamente, al haber mayor consumo, se motorizaron ofertas de productos a ser consumidos y alrededor de la oferta se organiza el crimen organizado. Pero el crimen organizado entendido como diferentes estamentos, diferentes grupos, diferentes bandas que se especializan en algún tipo de delito. Entonces, hay un crecimiento del delito a partir de un crecimiento económico y dado eso se empieza a organizar la actividad criminal.

Marcelo Bergman, experto en seguridad pública: “(El objetivo es) llegar a un equilibrio en donde toleramos ciertos niveles de ilegalidad, pero con escasísima violencia” (MARIO TELLEZ / LA TERCERA)

¿Cuál es el más rentable?

Sin duda el narcotráfico. Es el que más mayor renta produce, pero fundamentalmente cuando las ventas son hacia el exterior. De todas maneras, ese es uno de los negocios. Hay una diversificación de actividades criminales muy importantes: el robo de gasolina, por ejemplo, en países como Ecuador, Colombia, México.

¿Y las armas?

Sí, las armas también y además que las armas son instrumentales para cometer otros tipos de delito.

Usted también menciona un estallido en la violencia y distingue que existe un límite que una vez que se sobrepasa es muy difícil retroceder. ¿Cuál es este nivel y qué países lo han sobrepasado?

Yo pongo arbitrariamente 10 homicidios por cada cien mil habitantes como la línea divisoria. Entre 10 y 15 homicidios por cada cien mil habitantes todavía se está en un vaivén, pero sobre eso es lo que yo llamo “equilibrios de alta criminalidad” o “entornos de alta criminalidad”. Cuando ya estás ahí es muy difícil volver. Hay países que han vuelto. Por ejemplo, Colombia llegó a tener 80 o 90 homicidios por cada cien mil habitantes y bajó a 20, pero ahí se quedó, no pudo seguir bajando. Sao Paulo, de 50 bajó a 10, pero no pudo perforar el 10. Y esos son los casos exitosos. En la mayoría quedan ahí en 20 o 30. Yo pongo el homicidio, pero en realidad estamos hablando de otros delitos, todo tipo de negocios ilegales que ocurren en esos entornos.

¿Qué estrategias en la región han evidenciado tener buenos resultados en reducir la violencia y el crimen?

Lo que parece funcionar es robustecer las áreas de persecución y tomar estrategias de intervenciones directas sobre los nudos críticos del crimen. Esto lo ha hecho muy bien Colombia, que logró una inversión fuerte en la pacificación de ciertas colonias y, al mismo tiempo, desarmar el poder de los dos grandes carteles; pero con eso no resolvió el problema, simplemente lo aminoró. Otra estrategia que pudiera funcionar en América Latina, y que no se ha implementado mucho, es trabajar sobre los líderes de las bandas, advirtiéndoles las consecuencias que pueden pasar si ellos no procuran en reducir la violencia, como “tercerizar” la seguridad. Eso ha funcionado muy bien en muchas ciudades de Estados Unidos y en Europa occidental. De esa manera ellos han reducido toda la historia de los hooligans en Inglaterra o en Boston en un sistema que se llama “pulling levers”, que ha funcionado muy bien para bajar los niveles de crimen.

¿Qué es lo que no ha funcionado?

La cárcel. Cuando metes a una persona en la cárcel, inmediatamente hay otro que toma su lugar y el negocio del criminal no para. No digo que no hay que castigarlo, pero si a un ladrón de autos lo metes en la cárcel, no es que se acaban los robos de auto, viene otro y toma ese el lugar. Lo mismo con el dealer de la esquina o con el traficante más importante, mientras haya una demanda por productos ilícitos suficientemente grande y una organización que esté dispuesta a proveerlo, difícilmente encarcelar a uno o dos o cinco personas te resuelve el problema.

¿Cuál es el desafío para Latinoamérica en esta materia para la próxima década?

El objetivo es reducir los niveles de violencia. Llegar -y te lo digo yo fácil, un político no lo puede decir- a un equilibrio en donde toleramos ciertos niveles de ilegalidad, pero con escasísima violencia. Europa es un espejo. En Europa la droga circula y está creciendo el consumo, sin embargo, son escasísimos los casos de violencia por temas de drogas. Los niveles de soborno y de corrupción existen en Europa, pero son menores; ojalá nosotros pudiéramos llegar a eso. Yo creo que el foco es la violencia y la reconstrucción del tejido social en los sectores marginados. En los próximos 10 años no vamos a desarmar el crimen organizado. No lo están logrando desarmar en el mundo entero, nosotros tampoco lo vamos a desarmar, pero lo que sí podemos hacer es aprender a convivir con cierto nivel de crimen organizado, no exagerado. Ojalá y algún día podamos considerar el tema de las drogas y darle una solución más racional a la que estamos teniendo, porque esta desde luego no nos lleva a ningún lado y está altamente demostrado de que el tema de la droga no se va a eliminar. Así que vamos a tener que aprender a convivir con ella y reducir los daños que ella produce.