A menos de un año de dejar la Cámara de Diputadas y Diputados, Marcelo Schilling (PS) asumió el desafío de convertirse en candidato al Consejo Constitucional por Valparaíso. Lo hizo junto a Apruebo Dignidad y sin sus socios históricos del PPD.
En consideración de las diferencias entre ambas listas, espera que “no lleguen a extremos las actitudes confrontacionales y provocadoras”.
En el PS dicen que debieron convencerlo a postular. ¿Por qué?
Yo estaba alejándome, retirado del protagonismo. Esto es culpa de la Convención anterior, que fracasó. Hizo que pasaran adelante otros que estábamos en segunda, tercera y cuarta fila. Todo esto es parte de un mismo proceso, que se inaugura en 2019. No ha salido toda la lava del volcán, entonces hay que solucionarlo. No solo la Constitución actual es un problema en sí mismo, por su origen, también se está convirtiendo en un factor de obstaculización del desarrollo económico y de inestabilidad.
¿Se siente cómodo en su lista, Unidad para Chile? Sin sus socios históricos y con Apruebo Dignidad.
Me siento más cómodo con Mario Marcel, Carolina Tohá, con el llamado Socialismo Democrático. Pero a veces la manera de resolver los dilemas electorales significa llegar a acuerdos que no son completamente satisfactorios. Pero creo que el Socialismo Democrático es una cuestión que tiene proyección. Para mí este no es más que otro traspié.
¿La unidad con Apruebo Dignidad es algo electoral o hay consenso sustancial en algo?
No, en todas las candidaturas se constata que no. Yo nunca me he juntado con mi lista. Al único que conozco es a Aldo Valle. ¿Pero a la lista...? Sé que hay una plataforma común, trato de mantenerme leal a ella, ¿pero así que estamos superbién? No es cierto.
Es algo electoral, entonces.
Exactamente. Incluso, casi menos que electoral, porque en lo electoral uno se pone de acuerdo, “anda a buscar aquí”, “arréglate allá”. Aquí, nada de nada.
¿Pasa por los roces que tuvo con el Frente Amplio cuando fue diputado?
La primera vez que el diputado Diego Ibáñez fue candidato, lo invité a un acto conjunto de las fuerzas afines, en una carpa mía en San Felipe. Él se negó a ir. Siempre ha sido parecido. Y está bien. Parece que necesitan distancia de nosotros. Si eso les da vida, bueno, hay que respetarlo.
¿No es distinta la relación ahora que ambos grupos son oficialismo?
Desde la distancia, percibo que no hay ninguna cercanía y hay poca afinidad.
¿No teme que dentro del Consejo las relaciones sean complejas entre las fuerzas oficialistas?
Las relaciones entre fuerzas políticas distintas siempre van a ser complejas. Uno tiene que guiarse por sus propias convicciones. Yo pertenezco a un partido que va a cumplir 90 años de existencia. En esos años, el PS definió que la democracia es un valor absoluto, un valor en sí, que es el objetivo y que no hay atajos para llegar a su ideal de sociedad. Este cambio pasa por las instituciones, por la vía de conseguir siempre la adhesión de mayorías. Aquí no hay atajos. Si las fuerzas que nos acompañan no creen en eso, yo lo lamento, pero no voy a cambiar mi manera de pensar. Sé que el camino llamado atajo, revolucionario o lo que sea, no conduce a un buen resultado.
Imagino que de todas formas lo óptimo es mantener un buen clima entre los partidos oficialistas.
Hay gente que necesita escandalizar para existir. No en mi caso, yo no tengo nada que demostrar. Ahí está mi trayectoria, es pública y notoria. Espero que no lleguen a extremos estas actitudes confrontacionales y provocadoras, porque ¿para qué? Si el día de mañana igual van a tener que volver a conversar.
¿Qué busca instalar el PS en el Consejo?
Rescatamos los elementos constitucionales de una democracia clásica: división de poderes, consagración de los derechos civiles y políticos. Creemos que es posible que así como hay un derecho social garantizado, como es el de propiedad, también haya otros se puedan garantizar, como el de la salud igual para todos, el de educación, ojalá el de vivienda y por ahí paras.
¿En qué se debiese diferenciar este proceso del anterior?
Es importante tener una Constitución flexible, que acepte el principio de la mayoría para el derecho a gobernar y no el de la mayoría calificada y de quórums especiales. Eso es lo que conduce una Constitución pétrea, que es lo que quería Jaime Guzmán y la Convención. Eran prácticamente inmodificables ambas.
¿Cómo proyecta el futuro del Socialismo Democrático? Desde Convergencia Social se deslizó que se podría formar una coalición con el PS.
Esa propuesta requiere pasar un test muy exigente: para los socialistas la democracia es un valor absoluto. Si están de acuerdo, podemos entrar a considerarlo. Ahora, el camino del Socialismo Democrático lo veo lleno de promesas. ¿En Apruebo Dignidad se han preguntado por qué las autoridades más populares son los encargados de la represión, Manuel Monsalve y Carolina Tohá; el encargado de decir que no al gasto social, Mario Marcel? Es la capacidad de gobernar con experiencia y responsabilidad, pero también con valor para cambiar las cosas (...). Y ahí está la promesa realizándose, en este gobierno. Por supuesto que en un gobierno dirigido por el Socialismo Democrático estas cosas se podrían despegar con mucha más energía.