Qué podría definir a un proceso constituyente como exitoso? Esa pregunta intentó responder la abogada y doctora en Ciencia Política, María Cristina Escudero, en su libro recientemente publicado llamado “Asambleas Constituyentes en América Latina”.
La académica de la Universidad de Chile se enfocó en tres experiencias constituyentes de la región: el proceso de Colombia en 1991, el de Venezuela en 1999 y el de Bolivia en 2009. En esta entrevista, explica parte de su investigación y da luces de cómo el proceso actual en Chile puede encaminarse por la vía correcta.
El objetivo del libro no era fácil: tratar de generar un indicador para medir el éxito de procesos constituyentes desarrollados en democracia. ¿Qué factores analizó para dilucidar eso?
No es fácil, el éxito no es un concepto fácil. La literatura, las distintas nociones, hablan que un factor del éxito sería si la Constitución tiene durabilidad o no, en el fondo si sirve para articular la vida social en un período largo de tiempo. Pero eso es complicado porque hay constituciones que duran mucho tiempo pero no se aplican por varios motivos. Y entonces ahí, viendo cuáles eran las razones que esgrimían la ciudadanía, los movimientos sociales y los actores políticos relevantes sobre por qué había que hacer una asamblea constituyente, ahí vi que en realidad cuando estamos en democracia, siempre tiene que ver con la democracia. Un proceso constituyente exitoso es aquel que mejora la democracia. A pesar de que se hable de que queremos más igualdad, como en el caso de Chile, hay un factor político sobre la democracia que está en juego, que es que la democracia sea capaz de generar más igualdad.
¿En qué sentido?
O sea que la política mejore la representación, es decir, que mejore la dimensión liberal de la democracia. Que haya mejores limitaciones al poder y que sean más responsables los partidos políticos. Entonces ahí se hace esa vinculación entre las razones que se esgrimen y las distintas dimensiones que tiene la democracia. Por eso busqué un indicador que nos mostrara cómo se estaba antes del proceso constituyente para luego compararlo con el que se origina después de que éste concluye.
¿Y cuándo debemos esperar el éxito?
Para aislar el efecto del proceso constituyente hay que acotar el tiempo en la implementación. Y ahí el libro hace una propuesta de que es un tiempo relativamente corto, hasta un proceso electoral más o menos. Y ahí se puede ver muchas cosas porque en ese periodo todos los indicadores varían en los procesos constituyentes analizados.
Uno de los puntos que releva en la investigación es el tema de la participación ciudadana durante el proceso. Cuando ya conocemos cómo será la de la Convención chilena, ¿cómo evalúa esos mecanismos?
La Convención tiene una ventaja, que es muy abierta, muy transparente. Es una ventaja, porque cualquiera que quiera, que se interese, puede verlo. Ahora, la participación está más estructurada que en otros procesos constituyentes. Como yo la veo, tiene más posibilidades de lograr esos objetivos. Primero porque no está dirigida por alguien en particular sino que toda la Convención participa, o sea, ha definido como base los mecanismos. Hay un órgano especial que va a estar encargado de la participación y hay intenciones por lo menos de sistematizar y de hacer que la participación sea oportuna para las decisiones de la Convención. Pero ese es un desafío, efectivamente.
¿Cómo ve ese punto en relación al tema de las expectativas que se le pone a un proceso constituyente?
Es imposible frenar la expectativa de un proceso tan grande, de algo tan importante en una comunidad política, en un país. Es imposible porque por algo se hizo el proceso constituyente. Es decir, hay una crisis profunda que se quiere superar. Y Chile no escapa de eso, está el estallido social como muestra.
El próximo gobierno enfrentará el plebiscito de salida y si se aprueba la nueva Constitución tendrá que implementarla en gran parte. ¿Qué tan relevante es quién gobierne desde marzo del próximo año?
Para quienes ven en la Convención una salida institucional a problemas reales, a problemas que existen y que justifican la existencia de la Convención, sería duro y conflictivo un Ejecutivo que adversara ese camino. Porque el resultado de este camino puede ser el rechazo en el plebiscito de salida porque finalmente el Ejecutivo es el que tiene que armar el plebiscito de salida. Y bueno, uno tiene que plantearse qué pasa si se rechaza. ¿Qué ocurre? Y eso es un análisis mucho más grande, en cuanto que estamos en un momento social que escogió un camino. Pero, ¿qué pasa si ese camino no concluye? El peor escenario es uno donde no concluye el proceso constituyente.
¿Y cómo influye eso con una posible implementación del nuevo texto?
La gracia del proceso constituyente, y de lo que se ve en la investigación, es que una vez que se termina el proceso, uno puede ver qué actores salieron fortalecidos y cuáles debilitados. Pero si uno ve que la diferencia entre los ganadores y los perdedores es mucha, y hay una tensión y hay una polarización, eso para la implementación también puede ser complejo. Y si hay un Ejecutivo que diga “vamos a hacer las reformas sí o sí” pero con una Convención polarizada al final y también con los resultados del plebiscito de salida, esa combinación tampoco es positiva.