Casi una semana después de las históricas protestas en Cuba, las comunicaciones en la isla siguen inestables. Las llamadas entran a los celulares de los cubanos casi por suerte, internet funciona con intermitencia y las redes sociales están volviendo a funcionar de manera gradual desde el miércoles. Con sonidos de interferencia de fondo y dos días después del primer contacto con este diario, el periodista independiente cubano Héctor Valdés logra contestar su teléfono desde La Habana. Han sido días de convulsión social y los constantes apagones de las líneas aumentaron la incertidumbre sobre la real situación en Cuba desde el domingo pasado.
“Estamos viviendo en un escenario inédito, histórico. Yo tengo 30 años y nunca había visto algo así. Sentí terror. Vi sangre, oí disparos y gritos, una policía totalmente bruta en un clima de guerra. Llevo dos años ejerciendo el periodismo independiente y ya perdí la cuenta de cuántas veces he sido detenido, multado, me han levantado una advertencia por incitación a delinquir o violar dispositivos de seguridad. Es difícil vivir con la presión de que en cualquier momento pueden tocar tu puerta y acusarte de cualquier delito inventado”, señala a La Tercera Valdés, reportero de ADN Cuba.
Todo comenzó en San Antonio de los Baños, cuando cientos de cubanos encendieron la llama del descontento, sentimiento que parecía haber dormitado en los últimos años en la isla de los Castro y hoy gobernada por el Presidente Miguel Díaz-Canel. Las multitudes en las calles crecían a medida que las transmisiones por Facebook ya se habían propagado por cada rincón de la isla.
A 35 kilómetros del poblado, en pleno corazón de La Habana, Valdés salió de su casa para cubrir las manifestaciones. No alcanzó a finalizar la jornada antes de ser detenido. Pasó la noche en un retén y la mañana del lunes fue trasladado en una patrulla hasta su casa, donde se le ordenó cumplir prisión domiciliaria sin fecha de termino, sin cargos u orden judicial en su contra y con una custodia policial permanente.
Aunque estas son solo algunas de las dificultades para informar desde Cuba, en esta ocasión internet y las redes sociales podrían estar jugando un rol clave.
No hay cifras oficiales de cuántos medios de comunicación independientes funcionan en Cuba, país cuya normativa legal -el Artículo 53 de la Constitución- impide el funcionamiento de flujos de información que no pertenezcan a los órganos oficiales y aprobados por el Partido Comunista de Cuba (PCC). Pero aun bajo riesgo de sanciones y leyes para impedirlo, el primer noticiero online disidente nació en 2007.
Desde ahí, la comunidad periodística opositora ha ido en aumento -entre ellos figuran CubaNet, Ciber Cuba, ADN Cuba, El Toque, 14ymedio, Periodismo de Barrio y Havana Times, los que enfrentan como “competencia” a los órganos oficiales como Granma, Juventud Rebelde y Juventud Comunista-, al igual que la represión y persecución estatal contra ellos. En algunos casos, como el periódico local Páginas Villareñas, sufrió el decomiso de tinta y maquinaria para imprimir sus páginas, lo que los obligó a cerrar el 16 de marzo.
La mayor herramienta de los periodistas independientes para comunicarse con el mundo exterior es internet, y justamente es el primer servicio en ser cortado. Recién en 2018 los cubanos accedieron a internet, inicialmente en las plazas de la capital o en cibercafés, ya que la conexión sigue siendo considerada un lujo para ciertos sectores sociales, en un país que en 2020 sufrió una caída de un 11% en su Producto Interno Bruto (PIB).
Según Amnistía Internacional, solo el 25% de los residentes de la isla usa internet y un 5% de las casas están conectadas por WiFi. De los más de 11 millones de habitantes, 4,4 millones navegaban con internet móvil desde sus celulares en 2020.
“Antes del 11 de julio, periodistas y activistas hemos sufrido cortes específicos de internet, mientras el resto tiene acceso, nosotros no, lo que puede durar por días u horas, pero este último corte fue general, toda Cuba estaba sin señal. Los únicos que tuvieron internet y muy malo fueron las personas con WiFi en la casa, pero el internet móvil solo funciona con un VPN -redes privadas virtuales para burlar bloqueos web- instalado”, relata a este diario Mary Karla Ares, reportera cubana de Amanecer Habanero.
Un informe elaborado en 2020 por Freedom House ubicó a Cuba con 22 de 100 puntos en el ranking de libertad de internet y lo catalogó como un país “no libre”.
El gobierno cubano acusa a Estados Unidos de estar detrás de un “obscena” manipulación de datos en el marco de una “operación comunicacional de alta envergadura” para “desinformar”. La Cancillería de Cuba negó que los apagones de internet fueran una política oficial y aseguró que son parte de las consecuencias del bloqueo económico impuesto por la Casa Blanca.
Dada la falta de información, han circulado una serie de fake news, como imágenes de manifestaciones que corresponden a otros países, la supuesta dimisión de altos cargos cubanos y hasta que EE.UU. entregaría una aplicación para internet gratuito en la isla. Sin embargo, a medida que las conexiones vuelven, las organizaciones de derechos humanos han podido estimar el número de detenidos en cerca de 400, entre ellos periodistas y la reciente liberada youtuber Dina Stars. Además de la única víctima fatal confirmada oficialmente hasta ahora.
“De a poco se van dando a conocer las imágenes o videos que no se habían podido subir a las redes. Lo que temíamos por la poca información recibida está ocurriendo, represión a la gente que no tiene cómo defenderse, pero que salió igual a la calle. En Cuba hay dos formas de trabajar: la prensa oficial y la independiente. Si eliges lo último vives en un riesgo constante. Siempre que pasa algo de importancia que podría difundir me ponen un cerco policial, tenemos poco acceso a la información y no hay transparencia en los datos”, señala a La Tercera María Matienzo, escritora y periodista cubana de CubaNet.
“Periodismo de guerra”
“En La Habana hay ahora un estado de sitio, todas las calles están militarizadas para sembrar el terror y que no sigan las protestas. En Cuba el periodismo independiente prácticamente es de guerra. Hace un mes fui detenido dos o tres veces seguidas, me tenían con internet cortado, recibí una llamada de una fuente y junto a un colega íbamos en camino a hacer unas entrevistas cuando nos interceptó la seguridad del Estado. Estuvimos entre ocho y 10 horas apresados. Paramilitares me han amenazado con lincharme si me acerco a consultorios médicos de la familia donde están vacunando contra el Covid-19”, cuenta a La Tercera el periodista independiente de CubaNet, Vladimir Turró.
Amparados bajo el Decreto Ley 370, los funcionarios cubanos tienen permitido confiscar los equipos de prensa disidente, así como detenerlos y multarlos por discursos “contrarrevolucionarios o una amenaza al orden público”.
Las constantes presiones oficialistas han obligado a los medios de comunicación y sus periodistas a tomar una serie de medidas de seguridad bajo el lema “En Cuba no existe libertad de prensa”. Deben utilizar ciertas aplicaciones “seguras y cifradas” para la comunicación, como WhatsApp, Signal o Telegram. Antes de acudir a un lugar avisan en grupos de colegas, gremios y organizaciones de derechos humanos para ser monitoreados. Además, entregan una breve información a la familia para saber en qué lugares estarán o con quiénes.
“Si mi teléfono suena apagado o no contesto pueden empezar a avisar que estoy desaparecido o arrestado. Todos los periodistas sentimos ese temor. Mis niños cuando ven a a la policía piensan que me van a detener, porque han sufrido muchos allanamientos a mi casa, entran sin orden judicial o permiso y decomisan todo”, explica Turró.
El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) estima que Cuba es uno de los 10 países con más censura a la prensa en el mundo, compartiendo el listado con Corea del Norte, China, Eritrea, Turkmenistán, Irán, Bielorrusia y Vietnam.
Nuevas movilizaciones
La movilización social sacudió al gobierno cubano. Sin precedentes, las protestas solo podían ser comparadas con el “Maleconazo”, como se llamó al encuentro de cientos de cubanos en La Habana en 1994 para reclamar contra la crisis económica. Sin los Castro en el poder después de que Raúl Castro, de 90 años, entregó la sucesión a Díaz-Canel hace tres años y dejó el liderazgo del PCC en abril pasado, el mandatario cubano siguió los lineamientos oficiales, convocó a sus seguidores a salir a las calles para defender la revolución y desplegó a las fuerzas policiales en las calles.
Aunque las protestas del domingo fueron catalogadas de “espontáneas” y “sin líderes”, lo cierto es que en los últimos años se habían dado indicios de la llegada a un “punto de inflexión”, aunque eran limitados a pequeños grupos en la capital. El 27 de noviembre pasado, artistas y periodistas del Movimiento San Isidro (MSI) -creado en 2018- realizaron una protesta en La Habana en contra de “la censura y la represión”, la que fue rápidamente reprimida.
El 30 de abril pasado, un grupo de manifestantes llegó a la esquina de calle Obispo y Aguacate, en La Habana Vieja, siendo detenidos por agentes policiales y civiles que pertenecen a los comités de vigilancia.
“Manejamos información de que siguen algunas movilizaciones en la isla, pero si paran o siguen no importa, porque las protestas ya marcaron un antes y un después para la historia del país”, apunta Mary Karla Ares. En esto coincide Héctor Valdés. “El pueblo perdió el miedo y esto va a continuar, quizás no con tanta masividad, pero será duradero hasta tener un sistema pluripartidista, elecciones democráticas o que salgan del poder”, señala.
Para Vladimir Turró, “las manifestaciones se van a calmar y están disminuyendo lentamente, porque hay mucho temor ante la presencia de los militares”.