#MeToo: a cinco años del movimiento que despertó la voz contra el abuso sexual
A finales de 2017 los primeros relatos en contra del productor de Hollywood Harvey Weinstein desencadenaron una protesta mundial de las mujeres contra el acoso y el abuso sexual. Gracias a la conectividad y las redes sociales, las demandas llegaron a Chile, desencadenando una de las marchas feministas más grandes del país, además de condenas por abuso sexual y protocolos en universidades con perspectiva de género. Así ha cambiado el país a cinco años de ese “estallido”.
El 15 de octubre de 2017 la actriz Alyssa Milano publicó en Twitter: “Si has sido acosada sexualmente o abusada escribe ‘yo también’ como respuesta a este tuit”.
La frase contaba con una intención clara: responder al impacto que generó el artículo de The New York Times en que la actriz Ashley Judd acusaba al productor de cine Harvey Weinstein de abuso sexual. La réplica fue instantánea y en minutos se viralizó. Hoy ese tuit tiene 17 mil respuestas, 20 mil retuits y 47 mil me gusta.
Sin planificarlo, en ese instante la actriz dio inicio al movimiento “Me Too” (Yo también), una simple pero significativa frase que visibilizó el abuso sexual y la violencia de género sufrida por mujeres a lo largo de los años.
Así, pronto hubo un efecto dominó que produjo que se pusieran sobre la mesa más denuncias, no solo en Estados Unidos, sino que en otros países del resto del mundo. Chile no fue la excepción. La historiadora María José Cumplido explica que esta es una de las ventajas de la globalización: “Por estar en el epicentro de las comunicaciones en Estados Unidos, el #MeToo hizo que esta crítica y demanda contra la violencia patriarcal recorriera el mundo y llegara rápidamente a todos los rincones. Lo que hizo (el #MeToo) fue movilizar a los grupos feministas en cada país de una manera rápida y, además, hizo mucho sentido, porque estés en el lugar que estés la violencia es parte de la cotidianidad de las mujeres”.
La frase que inspiró a Milano es un concepto acuñado en 2006 por la activista estadounidense por los derechos civiles Tarana Burke, quien creó el concepto con el fin de ayudar a víctimas de abuso sexual.
De esta manera, en 2017 el “Me Too” tomó fuerza en una campaña internacional contra el abuso y el acoso sexual, principalmente en países anglosajones y dentro del mundo de la televisión y el espectáculo, en donde la denuncia en contra de Weinstein inspiró a las chilenas y estableció un sitial como hito mediático para la nueva ola feminista que recorrió Chile.
“Por una educación no sexista” y ¡Lo que el pueblo necesita es un Chile feminista!” son algunas de las consignas que el 16 de mayo de 2018 miles de chilenas gritaron al unísono en diversas ciudades del país, para manifestarse en rechazo a la violencia en las universidades, en contra del acoso en las aulas y por una educación sin estereotipos de género.
Las manifestaciones feministas estallaron el 17 de abril de ese año -exactamente seis meses después del “Me Too”-, cuando estudiantes de la Universidad Austral realizaron una toma para exigir justicia frente a casos de acoso y abuso sexual. Diez días después se sumó la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. En menos de un mes, en pleno mayo, ya eran más de 15 casas de estudio y 30 facultades en toma o paro en el país con un objetivo común: que se implementaran protocolos y medidas para garantizar la protección frente a hechos de violencia contra las mujeres.
Para Teresa Valdés, socióloga y coordinadora del Observatorio de Género y Equidad, el “Me Too” permitió a las mujeres reflexionar sobre sus vivencias personales “y les dio una voz. Puso en ellas las posibilidades de decir ‘esto me pasó a mí y esto no es aceptable’. Fue un impacto que permitió que ellas contaran lo que les estaba pasando. Es tanto un proceso personal como colectivo que va generando posibilidades gracias a esta ola, esta marea feminista”.
Como resultado de las denuncias, en las universidades se comenzaron a exigir enfoques de género y también se discutieron protocolos y normas para evitar abusos en las carreras. En ese contexto, Carla Rojas, vicepresidenta de WIM Chile y coordinadora de Inclusión y Género del Observatorio de Gestión de Personas de FEN U. Chile, afirma que “con el movimiento “Me Too” empiezan a transparentarse un montón de situaciones de acoso sexual que antes eran normalizadas (...) Creo que esto impulsó el “Mayo Feminista” en Chile, pues con este primer mensaje las mujeres pierden el temor a denunciar las situaciones de acoso sexual y comienzan a denunciar y a reconocer conductas que antes eran normalizadas”.
Fue así como estas demandas feministas se tomaron los medios de comunicación. En Estados Unidos el movimiento permitió en 2017 las denuncias de abuso sexual contra actores como Kevin Spacey y James Franco. Mientras que en Chile la prensa dio a conocer los casos de los directores Herval Abreu y Nicolás López, junto a las denuncias de abuso sexual cometidas en clubes de fútbol femenino por un kinesiólogo, un exentrenador de la selección femenina y un DT vicecampeón de la Copa Libertadores. Tales testimonios abrieron investigaciones por parte del Ministerio Público, mientras que otras terminaron en abril de 2022 condenado por dos delitos de abuso sexual a Nicolás López.
De acuerdo a las investigaciones realizadas por Rojas, existe un aumento de denuncias de acoso sexual en la Dirección del Trabajo de 350%. “No es que nos acosen más, las mujeres ya no temen denunciar”, concluye.
Pese a que los avances en torno al movimiento que busca condenar la violencia sexual son evidentes, expertas sostienen que es un hito que no tendrá un término. ¿Qué avances falta por efectuar?
Un Chile que cambió
A cuatro años de las marchas feministas más masivas, parte importante de sus demandas se transformaron en ley. El 15 septiembre del año pasado se publicó en el Diario Oficial la Ley N° 21.369, que regula el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en todos los establecimientos de educación superior, tanto universitarios como técnico-profesionales. La normativa tiene el fin de crear espacios seguros, libres de estas conductas. Por esta razón, la ley contempla a todos los miembros de la educación superior: estudiantes, académicos, administrativos y otros funcionarios. De esta manera, condena cualquier tipo de estas faltas, ya sea verbal o física y sean presenciales, virtuales o telemáticas.
El primer artículo de la normativa establece que “el objetivo es promover políticas integrales orientadas a prevenir, investigar, sancionar y erradicar el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género”. Además, ordena que todos los establecimientos de educación tengan un protocolo y una política integral con las medidas para cumplir con estos objetivos.
Ahora, este 15 de septiembre se cumplió el plazo impuesto en la Ley 21.369 para que las instituciones comiencen a contar con políticas integrales que aborden esta temática. Eso sí, desde el año pasado que las 30 universidades en el consejo de rectores ya contaban con los protocolos.
Pese a que el movimiento feminista en Chile lleva décadas, para Camila Mella, doctora en política social de la Universidad de Oxford y docente de la Universidad Autónoma de Chile, “sin el puntapié del movimiento #MeToo, probablemente en Chile no hubiese habido un Mayo Feminista o se hubiese tardado más; no estaríamos hablando de la ley de acoso en las universidades o de la educación con enfoque de género, o incluso cambios a nivel institucional, como es el Ministerio de la Mujer; que se converse de la paridad en otros órganos del Estado o en otros poderes del Estado o incluso en las grandes empresas”.
Además, sostuvo que “el avance de este movimiento ha sido gatillante o inspirador de otros movimientos vinculados a la visibilización de las violencias que sufren las mujeres, pero también de manera importante en el empoderamiento y visibilización política de las mujeres como actrices políticas”.
Asimismo, el colectivo LasTesis, creado por cuatro mujeres, se dio a conocer durante las manifestaciones sociales de 2019 gracias a una canción y coreografía que se volvieron virales.
Su himno-proclama “Y la culpa no era mía (...)”, recorrió el mundo, siendo cantado por miles de mujeres en París, Barcelona, Bogotá, México, Nueva York y otras ciudades.
Frente al resultado que desembocó este movimiento, Yanira Zúñiga, profesora de Derechos Fundamentales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral de Chile, sostiene que “no fue un impacto momentáneo, sino que ha sido estable durante el tiempo. El #MeToo y sus lógicas de denuncias colectivas se han mantenido alimentando algunas discusiones, no solo la del abuso sexual, sino que también en contextos como el estallido social, pues apareció en tipo de performances que se hicieron como LasTesis”.
Los pendientes
La explosión de casos a nivel nacional e internacional generó un reordenamiento tanto en el mundo académico, social y judicial. No obstante, Valdés sostiene que frente a este último “existe una barrera compleja de cómo se incorpora y se asume un caso con perspectiva de género”.
Este concepto se evidenció en Chile con el caso de Antonia Barra y Martín Pradenas, cuando este 2022 el tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Temuco lo encontró culpable de dos delitos de violación y cinco de abuso sexual perpetrados entre 2010 y 2019 en Temuco y Pucón, resolución a la que se llegó luego de enfocar la búsqueda y resolución de tal manera que los sesgos de género no tuviesen una incidencia en los resultados.
“Sabemos que el Poder Judicial está avanzando en este sentido, ya es parte de un debate. Pero explícitamente en el tema de violencia sexual hay nudos, porque muchas veces se presenta un cuestionamiento al decir que si no hay pruebas, no existe. que si no está demostrado, no existe. Por eso nos preocupa que este avance sea sostenible en el tiempo: tener una ley en las universidades y el derecho a una vida sin violencia”, explica Valdés.
Un nudo que, según expertas, debería ser resuelto debido al aumento de denuncias sobre acoso y violencia sexual que se han evidenciado durante los últimos años en Chile
Así lo demostró la primera Encuesta Nacional sobre Acoso Sexual (callejero, laboral, en contexto educativo y ciberacoso) realizada por El Observatorio Contra el Acoso Chile durante el año 2020: arrojó que al menos un 34,1% ha vivido por lo menos una situación de acoso sexual en contexto educativo y, además, hay una brecha importante entre sexos, porque el 41,4% de los afectados son mujeres.
“Si la respuesta institucional estatal fuera una respuesta acorde a la urgencia y proporcionada en la posibilidad de establecer medidas de sanción o de reparación, probablemente no tendríamos la proliferación de denuncias públicas a través de redes sociales que tenemos. El éxito del “MeToo” demuestra el fracaso de las instituciones a nivel estatal o cultural como las universidades para recoger, procesar y dar una respuesta satisfactoria a la prevención y sanción de este tipo de conductas”, recalca Zúñiga.
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