Con más de 30 años de carrera profesional, Michael Shifter es una voz autorizada en Washington cuando se trata de analizar el quehacer político, económico y social de América Latina. Hasta abril pasado fue presidente de Diálogo Interamericano, uno de los más reconocidos think tanks de la capital estadounidense, cargo que ocupaba desde 2010.
Actual senior fellow en la organización y profesor adjunto de la Universidad de Georgetown, Shifter hace un balance en esta entrevista con La Tercera de la IX Cumbre de las Américas concluida ayer en Los Ángeles, California.
En medio de la amplía polémica y crítica por los tres países vetados al evento y por el boicot de cuatro naciones que decidieron no asistir, ¿cree que Joe Biden puede considerar exitosa esta Cumbre de las Américas, de la cual EE.UU. fue anfitrión? ¿Cuáles fueron los principales objetivos que la Casa Blanca tenía al organizar la cumbre de Los Ángeles?
Lamentablemente la controversia sobre los tres países vetados al evento por EE.UU. y por el boicot de cuatro naciones, sobre todo la decisión del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dominó la cobertura de la cumbre. Me parece que EE.UU. no tenía objetivos muy claros para esta reunión, y eso se notó en la falta de preparación previa. Biden esperaba una cumbre sin polémica, de buenos sentimientos entro amigos y vecinos. Gracias a algunas maniobras de último momento se evitó una humillación. Al final, hubo algunos avances bienvenidos en materias de migración, salud y cooperación económica. Dudo, sin embargo, que sean suficientes para calificar como un “éxito” la cumbre. Vale anotar que en general las Cumbres de las Américas han sido poco productivas. Esta no fue la excepción.
¿Estima correcto la decisión de EE.UU. de excluir de la Cumbre de las Américas a Cuba, Venezuela y Nicaragua?
Hay una base sólida para justificar la exclusión de las tres dictaduras, tanto en el origen del proceso de las cumbres en 1994 como en la Carta Democrática Interamericana de 2001, aunque curiosamente Estados Unidos no invocó este argumento para fundamentar su decisión. Pero también es cierto que Cuba participó en las últimas dos cumbres, con la idea de que tenía más sentido confrontarse y debatir en un foro abierto a todos. Entonces, en la práctica, ya hubo un cambio a partir de 2015 en Panamá. De todas maneras, me parece que fue un error tomar una decisión unilateral. Estados Unidos debía haber anticipado la reacción predecible de muchos gobiernos y debería haber consultado mucho antes, no a último momento.
¿Cree que el Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador desperdició su oportunidad al no asistir a la Cumbre de las Américas?
AMLO sacó provecho político al boicotear la cumbre. Irónicamente, logró aparecer como líder latinoamericano sobre el tema de la inclusión de todos cuando en realidad en sus tres años y medio como presidente de México no había mostrado el más mínimo interés en la región. No le gusta salir del país. Para México, habrá algún costo, ya que de seguro la decisión de AMLO irritó a la administración Biden. Y habrán presiones contra AMLO de sectores más duros en el Congreso de EE.UU. por lo que está entendido como una postura antidemocrática. Sin embargo, la relación bilateral es demasiado importante para dejarla deteriorarse. Hay mucho en juego. Los intereses mutuos son múltiples, y cruciales. Además, AMLO viene a la Casa Blanca el próximo mes para reunirse a solas con Biden.
Como presidente pro tempore de Celac, el Presidente argentino Alberto Fernández apostó a posicionarse como “la voz” de Latinoamérica en la cumbre. ¿Cree que arriesgó mucho al desafiar a EE.UU., el anfitrión de esta cita regional?
No creo que Presidente Fernández haya tomado un riesgo en presentarse como representante de Celac. Dudo que tenga gran importancia. En Washington, la política exterior de Argentina está percibida como contradictoria, hay poca coherencia, y dado su profunda crisis económica y política, su capacidad para lidiar en una región fragmentada y desorganizada es muy limitada.
¿Cómo calificaría el debut de Gabriel Boric en la cumbre?
Me parece que el presidente Boric dejó una muy buena impresión en la cumbre. Su debut fue un éxito. Su presencia en Los Ángeles coincidió con un perfil de él muy favorable publicado en la revista The New Yorker, mientras que Axios lo calificó como la “persona más interesante de la cumbre” (la verdad es que tenía poca competencia). Fue carismático, inteligente y moderado en sus posiciones. Los “liberales” (en el sentido estadounidense) estuvieron felices de encontrar un líder de izquierda que denuncia las violaciones de derechos humanos en Nicaragua, Venezuela y Cuba. Al mismo tiempo presentó su argumento razonable, porque aquellos regímenes autoritarios deberían haber sido invitados a la cumbre.
El Presidente brasileño Jair Bolsonaro puso en duda su asistencia a la cumbre, pero finalmente viajó a EE.UU. ¿Cree que Brasil ha perdido influencia regional durante la gestión de Bolsonaro?
Totalmente, no hay duda. Es difícil pensar en otro líder en las Américas con menos credibilidad que Bolsonaro. Nadie quiere invitarlo a cualquiera reunión, no hay relación con otros presidentes, aun los de derecha. En la “otra cumbre” el body language entre Bolsonaro y Biden transmitió todo. Bolsonaro claramente extraña a Trump. Tengo la impresión que aceptó la invitación a la cumbre al final porque calculó que tener una reunión a solas con el presidente de EE.UU. podría ayudar a su reelección. Pero dudo que tuviera mucho impacto en la política doméstica.
Biden catalogó de “inaceptable” a la migración irregular en su discurso inaugural de la cumbre. ¿Cree que la propuesta de la Casa Blanca de reforzar la cooperación económica en toda América para contener la inmigración es suficiente?
La propuesta de la Casa Blanca es razonable y suena bien, pero soy escéptico de que será muy efectiva en la práctica. Los obstáculos son enormes. La estrategia de las causas fundamentales (root causes) de la migración está más cuestionada ahora y en el mejor escenario tomará años para ver resultados significativos. Como referencia, vale la pena reflexionar cuánto han logrado los marcos multilaterales muy sofisticados en materia de democracia en las Américas, donde ha habido retrocesos preocupantes. Desafortunadamente, la voluntad política es muy débil.
Considerando el desencanto regional y las ausencias que marcaron este evento, ¿cree que la realización de la Cumbre de las Américas se sigue justificando? ¿Tiene alguna utilidad práctica para los países de la región?
Tiene sentido repensar la idea de las cumbres, sacar lecciones y hacer reformas necesarias. Tal vez se puede hacer una serie de reuniones subregionales sobre temas concretos. Habrá otras propuestas alternativas constructivas que merecen consideración. Pero la lección principal de esta cumbre es que en el futuro hay que hacer la preparación adecuada y consultas previas necesarias para asegurar una reunión productiva. Los temas a tratar deberían ser ampliamente discutidos con expertos y diplomáticos con suficiente anticipación. Por último, no debería ser el país anfitrión el que decide la agenda ni la lista de los gobiernos invitados.