Los desafíos de un nuevo rey no son un problema exclusivo de Carlos III, el nuevo monarca de Reino Unido. Así ocurrió hace 70 años, cuando su madre, la fallecida reina Isabel II, fue coronada. En esa ocasión, la realeza británica debió encontrar el camino en medio de los tumultuosos años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, y su predecesor y padre, Jorge VI, lidió con el período de entreguerras cuando fue ungido como rey en 1937. Sin embargo, cada monarca es hijo del tiempo en el que le tocó ser coronado.
El mundo no viene saliendo de una guerra mundial, como fue el caso de Isabel II, pero las cicatrices y consecuencias de los procesos de colonización -donde Reino Unido y la propia monarca jugó un papel central-, las sensibilidades actuales sobre el rol de las monarquías en el siglo XXI y la compleja relación al interior de la propia familia real marcarán el inicio del primer rey británico coronado en siete décadas.
Desde The Constitution Unit, parte de la Escuela de Políticas Públicas en University College London, dijeron a La Tercera que “en muchos sentidos, el rey Carlos se enfrentará a los mismos retos perennes experimentados por sus predecesores. Al igual que hoy, Europa se enfrentó a incertidumbres económicas durante la coronación de la difunta reina Isabel II en 1953″.
Pero factores como las redes sociales, propias del siglo XXI, “han cambiado nuestra forma de comunicarnos con el mundo. Esto no es menos cierto en el caso de la realeza”, ya que “la relación que mantenemos hoy con la familia real puede ser más personal. Somos más conscientes de cómo su papel se relaciona con la representación de Reino Unido en el mundo”, explicaron.
Dos eventos ocurridos previo a la coronación evidenciaron esa dicotomía entre modernidad y tradición, pero también transparentaron lo difícil de la empresa. El jueves, a horas del evento, Guillermo y Kate, el heredero al trono y su esposa, salieron a las calles de Londres utilizando el sistema metro.
Sin embargo, una costumbre inglesa delató el poco uso del transporte público de la pareja. Kate se subió a la escalera mecánica en el lado izquierdo, vía que los londinenses dejan de forma exclusiva para quienes van apurados. El detalle no pasó desapercibido para los medios locales.
La segunda ocurrió la semana pasada, cuando los organizadores de la coronación enviaron invitaciones a millones de británicos a prestar juramento como un “coro de millones de voces” durante el evento, llamado que se hizo con el fin de democratizar la ceremonia, defendió la acción el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, quien presidirá la celebración.
En 1953, cuando la reina Isabel II fue coronada, la tradición obligaba a que solo los miembros de la aristocracia juraran lealtad, y eran ellos mismos junto al arzobispo quienes la levantaban y posaban en el trono. Setenta años después, el llamado abierto a jurar lealtad fue criticado por algunos. “Un garrafal error de juicio”, dijo a The New York Times Graham Smith, de la agrupación Republic, grupo que aboga por la abolición de la monarquía. “Discordante y hasta impropio”, agregó en redes sociales Anna Whitelock, experta en monarquía de la Universidad de la City de Londres.
La Corona británica es la última representante monárquica que mantiene las coronaciones públicas. España detuvo la ceremonia tras la unificación de Castilla y Aragón, a finales del siglo XV; las de Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos no lo hacen desde la época de Napoleón; Dinamarca vio su última coronación en 1840 y Suecia en 1873 bajo el argumento del costo financiero que significaba; mientras que Noruega lo canceló después de 1905, detallaron desde The Constitution Unit. “Reino Unido y su ceremonia de coronación pueden parecer curiosos valores atípicos tanto para las monarquías constitucionales europeas vecinas como para las repúblicas”, explicaron a este periódico.
Una reciente encuesta de YouGov reveló que el 58% de los consultados dijo que deberían seguir teniendo un rey, mientras que el 26% señaló que el jefe de Estado debía ser elegido. Sin embargo, entre las personas de 18 y 24 años, el apoyo a la figura de un monarca descendió a menos de un tercio.
Unido a la figura del rey, está la de la familia real. La relación entre ésta y el Príncipe Harry junto a su esposa, Meghan Markle, trizada desde hace años, terminó por fracturarse con la publicación de la biografía del primero, titulada Spare (traducido como En la sombra).
Valentine Low, corresponsal real del diario británico The Times dijo a CBS News que la frase del rey en su primer mensaje tras la muerte de Isabel II, cuando afirmó que quería expresar su “amor por Harry y Meghan a medida que continúan construyendo sus vidas en el extranjero”, deslizaba la esperanza de una reconciliación. Mas los hechos no lo prueban.
La segunda semana de abril, el Palacio de Buckingham anunció en un comunicado que el Duque de Sussex estaría presente en la coronación del rey, pero su esposa no. La fecha coincide con el cumpleaños del príncipe Archie, pero las dudas al respecto no desaparecieron.
“Cuando terminó (el funeral), cada uno siguió su camino. Ni siquiera se subieron juntos al mismo auto. Era importante hacerlo, pero creo que la falta de calidez, la falta de acercamiento, era bastante obvia, incluso en ese momento”, explicó Low, lo que hacía “predecible” la ausencia de Meghan, cerró.
El último desafío de Carlos III, pero quizás el más relevante para la política global, es la herencia de los reinados pasados que ahora recae en sus hombros. Un documento firmado por australianos, líderes indígenas y políticos de toda la Commonwealth fue enviado al Palacio de Buckingham esta semana. Su petición es directa: que el monarca se disculpe por los efectos de la colonización británica, que se devuelvan los objetos y restos humanos en posesión de la Corona y que se repare el daño redistribuyendo la riqueza de la familia real británica, detalló The Guardian.
La misiva fue firmada por representantes de 12 países que plantean la realización de “una disculpa formal y que comience un proceso de justicia reparadora”.
Apelando a que en junio de 2022, durante una reunión entre los jefes de gobierno de la Commonwealth y Carlos III, el monarca reconoció que los errores del pasado eran una “conversación cuyo momento ha llegado”, reza la carta, piden que se “inicie inmediatamente la conversación sobre el impacto duradero de la esclavitud”.
Si bien el proceso no es nuevo, en The Constitution Unit afirman que no es posible entregar un pronóstico concluyente sobre este proceso, aunque “para muchos miembros de la Commonwealth, monarquías y repúblicas por igual, sigue existiendo cierto interés en mantener los vínculos con Reino Unido, independientemente de la evolución constitucional interna”, considerando que “aún hay 56 miembros que han mantenido su pertenencia a la más amplia Commonwealth de Naciones”.