En momentos en que Irlanda cumple seis años de la aprobación del matrimonio homosexual mediante un referendo, la activista irlandesa Moninne Griffith es una pieza clave del movimiento. No solo participó activamente de la campaña sino que también ahora sigue trabajando como directora general de BeLonGTo, una organización nacional irlandesa que entrega apoyo a jóvenes lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI+).

También es una de las protagonistas del documental La 34ª: La historia del matrimonio igualitario en Irlanda (que desde el viernes y hasta mañana está siendo transmitido en la plataforma digital del Centro Arte Alameda), que narra, a través de entrevistas y archivos, la campaña que desembocó en el referendo del 22 de mayo de 2015, donde más del 62% de los irlandeses votó a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Irlanda se convirtió así en el primer país del mundo que autoriza por voluntad popular este tipo de uniones.

Gente caminando por la Cámara de Comercio de Dublín durante el confinamiento por Covid-19. Foto: AFP

Griffith, quien el jueves participó de un conversatorio organizado por la Embajada de Irlanda junto con Isabel Amor, directora de Fundación Iguales, se refiere en esta entrevista con La Tercera a la campaña para el referendo sobre el matrimonio gay y los desafíos que aún enfrenta la comunidad LGTBI en su país.

Usted trabajó por años en llevar adelante una campaña para lograr la legalización del matrimonio homosexual. ¿Cómo describiría este proceso considerando lo conservadora que puede ser la sociedad irlandesa, por el factor religioso, al igual que la chilena?

Creo que hay muchas similitudes entre los irlandeses y la experiencia en Chile también, aunque de alguna manera ustedes están a la delantera de nosotros en relación con algunos derechos LGTBI como, por ejemplo, el reconocimiento de género. Pero en cuanto a matrimonio igualitario, logramos esa ley en 2015 después de una larga campaña que duró unos 10 años, previo al referendo de 2015. Había una pareja irlandesa que se casó en Canadá y llevó el caso a los tribunales de Irlanda para intentar ayudar al reconocimiento de su matrimonio canadiense. Y en muchos sentidos, ese fue el nacimiento del movimiento por la igualdad en el matrimonio en Irlanda, porque ciertamente dio visibilidad a las parejas del mismo sexo de una manera que nunca antes había ocurrido en el país. Hay que tener en cuenta que la homosexualidad fue despenalizada en 1993 y las cosas han mejorado porque somos parte de la Unión Europea. Así que había muchas directivas, reglamentos y leyes de la Unión Europea que se habían introducido y obligado a Irlanda a actualizar nuestras leyes en términos de igualdad y discriminación. Y así, las personas LGTBI estuvieron protegidas de la discriminación en el lugar de trabajo. Las cosas estaban empezando a mejorar, pero de una manera muy calmada. Había muy poca visibilidad de las personas LGTBI en lugares públicos, en cargos públicos, en los medios de comunicación. Entonces, cuando vimos a la pareja de mujeres que llevó el caso a los tribunales, de repente aparecieron en los medios de comunicación y en las noticias hablando sobre su caso judicial. Creo que esta fue la primera vez que el público en general en Irlanda realmente comenzó a pensar en las personas gay y lesbianas que querían casarse. Creo que muchos de ellos probablemente ni siquiera habían considerado esto antes. El caso no tuvo éxito y no cambió la ley. Pero creo que hizo comenzar la lucha por la igualdad en el matrimonio. La campaña en sí misma se construyó en torno a una estrategia de comunicación y de humanización del debate, haciéndolo sobre personas y su familia y su comunidad, en su vecindario, sus amigos, y no en un debate teórico junto con una campaña política. Hicimos una estrategia de movilización y hablamos con los sindicatos, con organizaciones de niños, organizaciones de jóvenes, organizaciones de mujeres y muchas organizaciones diferentes que estaban trabajando por los derechos de diferentes grupos de personas para construir solidaridad, generar un impulso y construir un movimiento. Cuando llegó el referendo todos nuestros aliados ya estaban informados. Estaban a bordo.

Un miembro de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) participa en el Belfast Pride Parade 2019 en Irlanda del Norte, el 3 de agosto de 2019. Foto: AFP

¿Qué ocurría con los sectores más conservadores y qué hicieron para conseguir apoyo?

Al principio habían varias personas que no apoyaban el matrimonio homosexual, ellas pueden haber pensado, bueno, el matrimonio es una institución patriarcal. Y entonces tuvimos que construir apoyo y la capacidad entre la comunidad LGTBI para abogar y ver cómo compartir sus historias, ya sea entrando y hablando con su político local o teniendo conversaciones con amigos o con la familia o en el lugar de trabajo. La idea era mover a la comunidad por todo el país. Así que no fue solo en el momento del referendo y no fue solo un grupo de activistas en Dublín quienes pidieron (una ley de matrimonio homosexual). Había personas en todas las ciudades pequeñas y grandes de toda Irlanda que se movilizaron, activaron, sabían cómo llevar a cabo la campaña local, sabían cómo hablar con los medios locales y había que hablar con los residentes locales en los barrios, en las comunidades y los representantes electos locales. Entonces tomó tiempo. Tomó mucho tiempo. Y, ya sabes, cuando comenzamos en 2007, mucha gente pensó que nunca sucedería en nuestra vida. Pero hicimos muchas encuestas e investigaciones y sabíamos que realmente se trataba de educación, concientización y luego de responder a algunos de los miedos y preocupaciones que la gente tenía en torno a las personas LGTBI, el matrimonio y tener hijos y qué significaría eso para la sociedad en grande. Entonces respondimos esas preguntas. Por ejemplo, les pedimos a los jóvenes que habían crecido con padres gays y lesbianas que contaran sobre cómo fue crecer con padres gays y lesbianas. Las personas hablaban de sus miedos y se dieron cuenta de que esos miedos eran infundados.

Miembros de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) y simpatizantes participan en el desfile del Orgullo de Belfast 2019 en Belfast, Irlanda del Norte, el 3 de agosto de 2019. Foto: AFP

¿Ustedes pensaban legalizar el matrimonio homosexual mediante referendo o querían hacerlo con una ley en el Parlamento?

No, al principio esperábamos que fuera a través de los tribunales o de nuestro Parlamento. En el referendo tuvimos una gran victoria, ni siquiera fue una victoria estrecha, fue de un 62%. Y fue lo más afirmativo para mí como lesbiana y también para otras personas LGTBI, el hecho de poder entrar en una tienda o estar en público e incluso si experimentas algo de homofobia, porque no ha desaparecido, sabíamos que no desaparecería de la noche a la mañana. Pero en todo caso puedes sentirte bien, por el hecho de que la mayoría de las personas piensa que merezco la igualdad y piensa que soy un igual. Y eso te da más resiliencia y más sentido de pertenencia y que estás seguro y apoyado. Entonces es una afirmación increíblemente poderosa. Pero creo que no habría sido nuestra primera opción, si era posible hacerlo en el Parlamento y en los tribunales, esa siempre sería nuestra preferencia. Pero el fiscal general de Irlanda le dio un consejo al gobierno y le dijo que no sería posible debido a la posición única de la familia casada en la Constitución irlandesa.

Después de cinco años en que hay una ley de matrimonio homosexual en Irlanda, ¿cuáles son los desafíos que aún enfrentan?

Desafortunadamente hay tantos desafíos. Yo como mujer lesbiana blanca, de clase media y sin discapacidad, la vida es mucho mejor. Puedo decir que lo es y me siento mucho más segura de estar en público y cuando uso los servicios, cuando voy al médico, al hospital o cualquier otra cosa, ya sabes, me siento más segura. Pero para las personas LGTBI más jóvenes y para las personas LGTBI que tal vez sean solicitantes de asilo o que sean miembros de la comunidad romaní que viaja aquí, la vida todavía puede ser muy, muy difícil. Trabajamos con jóvenes LGTBI de 14 a 23 años y la gran mayoría es gente joven y el 73% de ellos no se siente seguro en la escuela.

La icónica Guinness Gate en Dublín en mayo de 2019. Foto: AFP

Eso iba a preguntarle, sobre el acoso, la burla que pueden enfrentar algunos jóvenes LGTBI en el colegio…

Depende de la escuela. Entonces, algunas que son muy duras frente al acoso escolar. No aceptan ni toleran la intimidación de ningún tipo. Y son realmente buenos en eso. Pero muchas escuelas no lo son. Y a veces es porque no se sienten cómodos o confiados. Los profesores no se sienten seguros de cómo abordar esto, o si un joven se les acerca, no saben cómo apoyarlos. Y es por eso que es tan importante que continuemos con nuestro trabajo y capacitemos a los maestros y apoyemos realmente a los estudiantes LGTBI. Así que sí, sigue siendo un problema. Todavía hay enormes niveles de intimidación, aislamiento y exclusión. Y la repercusión de eso es que las personas LGTBI tienen un riesgo mucho mayor de problemas de salud mental, autolesiones, ideación suicida y uso indebido de drogas y alcohol, y también un mayor riesgo de faltar a la escuela y abandonarla antes. Así que todavía queda mucho trabajo por hacer para que la escuela sea un lugar y un hogar más seguros. Por tanto, tomará tiempo hacer algo porque está profundamente arraigado en la cultura y tradición irlandesas y en la forma en que pensamos. Y luego, en el otro lado, está el ascenso de la extrema derecha, a quienes se les han dado plataformas para hablar especialmente sobre personas trans y cuestionar su existencia misma. Es una narrativa realmente muy dañina y peligrosa, y está provocando mucho miedo.

¿Qué deberían hacer los países para proteger los derechos de las personas LGTBI?

El Estado tiene el deber de garantizar que los estudiantes LGTBI estén seguros cuando están en la escuela, en sus comunidades y en sus hogares. Y parte del trabajo en torno a eso es la educación, a reducir los estigmas, los prejuicios, el miedo, que a veces es inconsciente.