A mediados de la década de 1940, el poeta Pablo Neruda no solo era un senador de la República, sino una celebridad de la cultura: Premio Nacional de Literatura (en 1945), esposo de la artista visual argentina Delia del Carril y un nombre importante de las letras merced a sus obras como Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), Residencia en la tierra (1935) o España en el corazón (1937).
Sin embargo, tras ser desaforado en 1948, el vate debió exiliarse huyendo a la Argentina, desde donde pasó a Europa. En esos días arriba en la Cordillera, terminó de pulir y luego publicar su insigne Canto general (1950). Regresó a Chile en 1952, y en 1955 se instaló a vivir con Matilde Urrutia -ya su pareja oficial y con quien se casaría posteriormente- en “La Chascona”, la casa a los pies del cerro San Cristóbal. Luego, recibió el Premio Nobel de Literatura, en 1971 y falleció el 23 de septiembre de 1973, pocos días después del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende.
Este año, en que precisamente se conmemoraron los 50 años del bombardeo a La Moneda, parte del mundo cultural fijó su atención en la poca presencia del vate en los actos de memoria. Así lo planteó el poeta y crítico literario de Culto, Matías Rivas, en una columna publicada la semana pasada, donde apunta a la cancelación de su figura debido a sus conductas privadas.
“Juzgar a un escritor por episodios de su biografía es un ejercicio de barbarie cultural con precedentes nefastos en la historia, en especial cuando funcionaba la Inquisición. No obstante, se continúa con estas prácticas en nombre del bien, de un futuro sin abusos, lo que implica la censura de protagonistas del pasado en un acto de una justicia póstuma. Neruda fue borrado de la conmemoración de los 50 años del Golpe, pese a que murió pocos días después y era un tipo gravitante en la cultura en plena Unidad Popular. Hacerlo fue un acto de ineptitud, una ofensa en nombre de la justicia moral, que aconteció justo después de que la justicia declarara que su muerte no había sido articulada por una conspiración política”.
Al teléfono con Culto, aquilata bien sus dichos. “Es una curiosidad, casi un lapsus cultural, porque no creo que hayan organizaciones ni que haya nadie detrás de esto. A veces, la sociedad entra a castigar y no se pregunta siquiera la dimensión de lo que se está haciendo, de lo que significa cancelar a alguien. El caso de Neruda es síntoma de lo que nos está pasando como sociedad”.
Con la mención a su figura, Rivas no solo piensa en el acto oficial de la conmemoración por los 50 años del golpe. “No digo que no se haya hecho nada. Estoy diciendo que no se le ha dado la envergadura al aniversario número 50 de su muerte. Algo como los 50 años de la muerte de Gabriela Mistral o Violeta Parra, que se conmemora a nivel nacional. Ahí estuvo el lapsus. Que no se hicieran películas, documentales, ediciones conmemorativas. Eso habla de un síntoma, es una vergüenza”.
Isla Negra y el gobierno
En rigor, actos oficiales hubo. El más importante se llevó a cabo en Isla Negra, en la casa del poeta. Fue el sábado 23 de septiembre, cuando se cumplieron exactos 50 años de la partida del autor de Estravagario. Lo organizó la Fundación Pablo Neruda, entidad que resguarda la obra del vate, y hubo presencia de dos ministros de Estado: Nicolás Cataldo, de educación; y Noela Salas Sharim, ministra (S) de las Culturas y las Artes. Además estuvieron el alcalde de El Quisco, José Jofré Bustos y el embajador de Brasil en Chile, Paulo Pacheco.
Cataldo -también militante del PC como Neruda- señaló en la ocasión: “Para nosotros es muy importante como gobierno comprometernos permanentemente con los derechos humanos, la verdad y la justicia, como principios fundamentales de la democracia. Pablo Neruda no solo fue un poeta, sino que también fue un político, un diplomático, un militante”.
“La universalidad de Neruda no solo nace de su poesía, sino también de su compromiso humanista y político, con muchas causas en el mundo. Singularmente importante fue su intervención solidaria con los refugiados republicanos de la guerra civil española”, sostuvo”.
Por su parte, la subsecretaria Noela Salas aseguró: “Nos ha tocado liderar la construcción de este relato, después de 50 años, sin duda la conmemoración de 50 años de la muerte de Pablo Neruda, es parte de eso, pero también nos toca conversar con lo que van a ser las políticas públicas en torno a la memoria y los Derechos Humanos, que conversa con este relato cultural y ese es nuestro rol como Estado, como gobierno, es estar presentes en este tipo de conmemoraciones, en miras de una política de DD.HH que provea democracia y un futuro mejor”.
Por ello, es que en la Fundación Pablo Neruda no comparten la idea de que hubo desidia en recodar el vate, al menos desde su parte, pero sí tocan una tecla respecto a la conmemoración general de los 50 años del golpe de Estado. “Estuvieron el ministro Cataldo y la ministra subrogante Noela Salas en Isla Negra -señala al teléfono con Culto Fernando Sáez García, director ejecutivo de la Fundación-. Pero evidentemente que los 50 años de la muerte de Neruda no se conmemoraron a la altura de lo todo lo que se hizo con los 50 años del golpe. Como que Neruda quedó fuera de eso”. Y agrega que no hubo ningún sondeo hacia la Fundación por el acto de los 50 años.
En todo caso, Sáez hace una distinción clave, entre los roles de gobierno y del Estado. “Si bien la presencia del ministro Cataldo y la subsecretaria Salas fue un acto de presencia del gobierno, evidentemente no se puede decir que el Estado fue el que hizo eso”. Incluso, agrega un punto: “La Fundación está pasando por un momento difícil, porque después de la pandemia quedamos con muchos problemas de finanzas. Nosotros no hemos recibido ninguna ayuda en ese aspecto. Estamos saliendo adelante con mucho esfuerzo, hay una mejoría de las visitas, pero igual estamos en una situación compleja, como tantas instituciones culturales. La ayuda del Estado y del gobierno ha sido nula, y de los privados también”.
Misma distinción entre los roles del gobierno y el Estado realiza la presidenta del directorio de la Fundación, la académica de la Universidad de Chile, Kemy Oyarzún Vaccaro. “Yo creo que el gobierno no ha hecho una negación, para nada. Sería buscarle la quinta pata al gato. Lo que hizo el gobierno fue que hubieran muchas conmemoraciones de los 50 años, y muchas organizaciones hicieron su parte”. Así, por ejemplo, Oyarzún cita el panel titulado Pablo Neruda: hacia lecturas del siglo XXI realizado en conjunto entre la Fundación y la Universidad de Chile -donde Neruda estudió- y que el pasado 21 de septiembre reunió a Faride Zerán, Miguel Lawner, Darío Oses y la misma Oyarzún.
“Lo que más se ha dicho desde el gobierno es que Neruda encarna la situación de miles de personas desaparecidas, cuyas muertes continúan en la absoluta negación por parte del Estado, no del gobierno -agrega Kemy Oyarzún-. Es muy importante distinguir entre ambos conceptos. Usted comprende que todo lo referente a Víctor Jara fue realizado por la Fundación Víctor Jara. Entonces lo importante del gobierno dentro de los 50 años, es que se ha comprometido a un Plan de búsqueda que a mí me parece tremendamente importante. No me parece culpa del gobierno una desidia de 50 años del Estado chileno, desde la dictadura para acá, sobre todo respecto al asesinato probable del poeta”.
Y Oyarzún se permite un reflexión acerca del olvido de Neruda de la sociedad: “Yo creo que la figura de Neruda -como la de Gabriela Mistral- ha pasado al olvido de manera intencionada desde la dictadura militar. Una por lesbiana y Neruda por comunista, y eso ha costado mucho romperlo. Primero que todo, la gente ya no lee, nosotros fuimos formados por la poesía de Neruda y Mistral -además de Huidobro y De Rokha- entonces el problema no es si el gobierno ha formado parte de esa desidia, sino más bien que desde la dictadura la cultura ha pasado a segundo plano y no hemos logrado reponer el lugar el lugar de la cultura en todas las comunidades, lo mismo que la Educación Cívica. En el fondo, Pablo Neruda reúne todo lo que es la cultura crítica y la cultura cívica”.
Pero Oyarzún señala categórica: “Contra el Estado puedo decir que estoy muy molesta, primero que nada por la desatención de la educación pública. Piensa que la U. de Chile percibe solo 5% de su presupuesto por parte del Estado, yo lo cuento en México o en Francia y no lo pueden creer. Yo creo que la deuda de Neruda es una deuda de país y es una deuda con la poesía, los cantores populares. Neruda puso la poesía al alcance de todas las personas. Creo que es el Estado tiene esa deuda y no el gobierno en particular”.
Neruda cancelado
Un punto que tocaba Matías Rivas, es el del olvido de Neruda debido a la cancelación que se ha hecho de su figura por las conductas de su pasado. Esto, por el caso de abuso a una joven tamil, como su desempeño siendo padre de Malva Marina, a quien abandonó pocos años después de nacida (y a su madre, la holandesa María Antonieta Hagenaar Vogelzang).
En el caso de lo primero, el mismo Pablo Neruda lo contó en sus memorias editadas póstumamente, Confieso que he vivido (1974). Ocurrió cuando el futuro autor de Residencia en la tierra era un veintañero cónsul chileno en Sri Lanka. Lo segundo, ha sido criticado desde hace décadas, incluso, la holandesa Hagar Peeters escribió una novela sobre la tragedia de la niña en su primera novela, Malva, en 2015.
¿Influye el feminismo en este “olvido”? Responde Kemy Oyarzún. “Evidentemente, yo también critico a Neruda, y voy a criticar toda violencia hacia las mujeres o hacia los seres humanos. Desde luego. Pero que solo se hable de eso, creo que es una cancelación verdaderamente vergonzosa, porque podríamos decir lo mismo de Einstein, pero nadie va a negar la importancia de la teoría de la relatividad. Evidentemente hay una deuda con las mujeres, y es una deuda de país”.
“Hay 2.000 años de patriarcado, ¿qué hacemos con todo lo que hicieron los varones que fueron reconocidos, como Einstein?, ¿los vamos a negar?, ¿no los vamos a leer más?, ¿vamos a negar 2.000 años de cultura? ¿qué es lo que se quiere cancelar? Podemos hacer críticas, obviamente, pero negar me parece un enorme dogmatismo, una mezquindad histórica”.
El viejo comunista
“Sí, hubo acto”, responde categórica al teléfono la abogada Julia Urquieta, miembro del PC y coordinadora de la mesa Comité de iniciativa popular por los 50 años del golpe, y desterrando la crítica -planteada en la columna de Rivas- por el “silencio “de su partido respecto a la conmemoración. “El acto se hizo en Isla Negra”, agrega, y cita la presencia del ministro Cataldo. Incluso, en sus redes sociales, la colectividad hizo alusión a la muerte del poeta (como también la de Víctor Jara).
Urquieta destaca la importancia de la figura de Neruda para el PC. “Es una personalidad mundial. No hay país donde no esté traducida su obra porque era un hombre de carácter universal. Su muerte fue recordada en programas de TV y también por el hecho de que la primera manifestación de protesta en contra de la dictadura fue precisamente en su funeral”.
Neruda fue senador por el PC, por la 1.ª Agrupación Provincial, Tarapacá y Antofagasta, entre 1945 y 1950. Posteriormente, fue precandidato presidencial en 1970, pero declinó rápidamente su postulación para apoyar a Salvador Allende. Consultado por cómo empezó el vínculo entre el poeta y el partido, responde a Culto el investigador Abraham Quezada. “El 8 de julio de 1945 Neruda se hace miembro de PC. Antes, el 4 de marzo de ese mismo año, es elegido senador por las provincias del norte en la “Lista de los comunistas”. 12 de abril, Chile declara la guerra a Japón, ya antes lo había hecho Perú. Ese mismo año gana el Premio Nacional de Literatura, es decir, el asumir deberes cívicos no implicó dejar de lado los estéticos. 1945. No solo es importante para la paz mundial, sino también para Neruda en lo privado, pues asume una serie de compromisos cumpliéndolos con gran decisión y entrega. Por otra parte, Rusia emerge ese año como la gran potencia terrestre que había derrotado a Hitler y capaz de llevar adelante una política refractaria a la promoción del imperialismo norteamericano, y a la cual Neruda desde la publicación de los versos a Stalingrado (septiembre de 1942 y febrero de 1943), venía adhiriendo con gran claridad y decisión”.
Complementa Hernán Loyola, otro connotado nerudiano: “En Ceylán (1929-1930) Neruda era todavía un anarquista (ver poema Ritual de mis piernas) pero allí encontró a dos amigos, el ceilanés Lionel Wendt y el inglés Andrew Boyd, comunistas ambos. Ellos mostraron a Neruda la posibilidad de un intelectual marxista diferente a la que conocía en Chile. En Ceylán brotó el embrión del poeta comunista. En París, junio de 1935, durante el Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura, Neruda entró en contacto con los comunistas europeos (Louis Aragon, Henri Barbusse, Jean-Richard Bloch, Paul Nizan y en particular Ilyá Ehrenburg) quienes le hicieron ver la praxis del intelectual marxista, la amplitud de del campo de luchas y actividades de la Internacional Comunista conexa a la Unión Soviética. A partir de ese año 1935, sin oficializar aún su militancia, Neruda decidió instalar su vida y su obra en el área de acción de los comunistas (hasta su muerte). En 1936 la experiencia decisiva: Neruda vio a los comunistas en acción durante la guerra civil española. La actividad práctica y sobre todo la eficaz organización de la defensa de Madrid, asediada por cuatro columnas fascistas muy poderosas, determinó su ruptura final con el anarquismo”.
¿Cómo fue su vínculo con el partido? responde Quezada: “Desde antes de afiliarse la relación muy muy estrecha y cordial. Cuando el diciembre de 1941 es agredido por simpatizantes nazis en México, rápidamente recibe la adhesión del PC. Sin perder el cariño y la confianza de la cúpula del PS, pasará a ser uno de los màs queridos militantes. Aprovechando su experiencia internacional, se va especializar en esta área y como senador será parte de Comisión de RREE de su partido y principal consejero y contacto con el mundo soviético para temas viarios. Desde octubre de 1937 Neruda crea y dirige la Aurora de Chile. Suma su ascendiente intelectual. Por ello rápidamente la llamada “comunidad de inteligencia” (departamento of States, CIA, NS) de Estados Unidos, va a poner atención en su quehacer, con seguimientos y hasta acciones encubiertas en los años 60″.
Loyola agrega: “Para Neruda las crisis del movimiento comunista internacional de la posguerra (en particular las de Budapest 1956 y la de Praga 1968) fueron vividas por Neruda con gran sufrimiento y desconcierto, y en silencio reflexivo, pero a diferencia de muchos intelectuales que rasgaron sus vestiduras (a menudo muy frágiles) y se fueron, Neruda reemergió de esas crisis con renovada y activa adhesión a las batallas del Partido Comunista de Chile, en particular la vinculada a la Unidad Popular y a la campaña triunfante de Salvador Allende, así como a sus mil días de gobierno intransigente. La muerte del poeta siguió en pocos días la de su amigo el Presidente en La Moneda bombardeada. El cortejo funeral del 25/9/1973, en el que participé y en el que muchos gritamos el nombre de Allende a dos metros de las metralletas de lo soldados que bordeaban a los demostrantes, ese cortejo fue la gran batalla póstuma de Neruda y, como aquella otra legendaria del Cid Campeador, la ganó. Por mucho menos de lo que acabábamos de hacer rodeados de fusiles y metralletas (vitorear el nombre de Allende) había ya miles de asesinados, torturados y desaparecidos. Pero el dictador no se atrevió a disparar contra nosotros. El poeta le quebró la mano”.