A medida que los países avanzan en los procesos de vacunación contra el Covid-19 y se acercan cada vez más a la ansiada inmunidad de rebaño, las personas han comenzado a retomar sus vidas, que quedaron en pausa en marzo de 2020 cuando la pandemia empezó a golpear al mundo con su primera ola. El temor al contagio, los confinamientos y las restricciones sanitarias se transforman ahora en reencuentros con familias, el regreso de los niños a clases presenciales en los colegios. Y aspectos cotidianos de la vida que habían estado suspendidos, como pasear al aire libre sin mascarilla o acudir a un restaurante, vuelven a ser parte de la rutina en esta “nueva normalidad”. Así, al menos, es lo que se vive en Israel y Reino Unido, países que han vacunado a una gran parte de su población.
“Para el primer confinamiento había mucho pánico en las personas. Para el segundo y el tercero, el problema más grande era que las familias con niños pequeños no podían conocer a sus abuelos o ayudarlos. Tan pronto como llegaron las vacunas a Israel junto a mi esposa Doreen nos vacunamos. Ha sido emocionante volver a la ‘normalidad’, el poder reunirse de nuevo y ver los reencuentros con la familia, especialmente saber que mientras la gente de nuestro país se sienta en los restaurantes y sale a ver un espectáculo, el resto del mundo todavía está profundamente afectado por el coronavirus y se quedan en casa”, señala a La Tercera Maoz Ahiram, de 32 años, que vive junto a sus dos hijos en el Kibbutz Maabarot.
Israel decretó tres confinamientos por el Covid-19 -en marzo pasado, en septiembre y en enero-, en los que las personas podían salir sin un permiso especial a servicios esenciales, como supermercados y farmacias, que estuvieran ubicados en un rango de distancia que varió desde 100 metros, 300 metros a un kilómetro del domicilio particular, para limitar la movilidad y controlar la pandemia.
El 20 de diciembre, con un promedio de 3.000 contagios nuevos diarios, el país inició la vacunación para la población de riesgo y trabajadores sanitarios, que luego se amplió a todos los mayores de 16 años, tras un acuerdo con la farmacéutica Pfizer. La eficaz campaña de inoculación transformó al país en el más avanzado del mundo en cuanto a tasa de personas que ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra el coronavirus, con un 62,4%, lo que permitió un prematuro proceso de reapertura.
Desde la semana pasada, los israelíes pueden estar sin mascarillas al aire libre y las celebraciones sociales, como matrimonios, pueden tener hasta 500 invitados. Eso sí, todos deben estar vacunados.
Pasaporte verde
Después de más de seis meses en clases online, los tres hijos de Sivan Gobrin, de nueve, seis y tres años, retomaron el colegio y el jardín infantil de forma presencial y con jornada completa.
“Que los niños hayan vuelto a clases les influye en su estado de ánimo, es poder hacer una vida normal. Yo me inscribí en un gimnasio, pero para asistir o sentarme adentro de un restaurante verifican tu pasaporte verde. Después que recibes la segunda dosis de la vacuna te envían un certificado a tu celular con tus datos, las fechas de inoculación y el número de serie del fármaco. Tal como dijo el ministerio de Salud, si no te quieres vacunar vas a pasear solo a la farmacia y al supermercado”, explica en conversación con La Tercera desde Kfar Sava, Israel.
A pesar que ella fue inoculada en febrero con prioridad por trabajar con adultos mayores sobrevivientes del Holocausto, semanas después su esposo recibió la vacuna. La joven madre señala que “todavía estoy con ese miedo. Siento una falsa tranquilidad, como que es demasiado bueno, entonces pienso que los contagios se pueden disparar o puede haber una nueva mutación”.
La esperanza de esta familia está en la promesa del Ejecutivo de Benjamin Netanyahu de iniciar en los próximos meses la inmunización a los menores de entre 12 y 16 años, que para fin de año se extenderá al resto de los niños.
Por el momento, la exigencia del pasaporte verde abrió las puertas a la reapertura de las tiendas, pero deja fuera de algunas actividades y recintos a los más pequeños.
“Era como un milagro poder vivir la vida normal de nuevo. Después de pasar las fiestas de fin de año cada uno en su casa sin ver a nadie, tras un año y medio pude ver y abrazar a mi mamá que vive a cuatro horas en auto de mi casa. Estar sin mascarilla al aire libre, abrir mi negocio, que la gente pueda venir y sentarse a comer ha sido fantástico. El problema es que los niños aún no están vacunados. Fui con mi sobrina a tomar desayuno y nos tuvimos que sentar en las terrazas de los locales”, explica a este medio Paula Peres, mientras -relata- cocina humitas en el local de comida chilena y latina que abrió en Rishon LeZion, al sur de Tel Aviv.
La chilena se radicó en 1989 en Israel y en marzo pasado lanzó su negocio, lo que coincidió con la pandemia. “A nosotros nos bajaron las ventas en un 50%, pero ahora que la gente puede venir es distinto. Mi hija menor está en el Ejército y fue la primera en recibir la vacuna. Con mi hijo Idan, que trabaja conmigo en el local, también estamos vacunados. El único que falta es mi hijo Yaron, que vive en Barcelona. No lo he visto en más de un año”, finaliza Paula.
La experiencia británica
“Nuestra nueva normalidad es un mundo mucho mejor que antes. Siento que en pandemia nuestra comunidad se unió y tenemos un mercado en la ciudad por primera vez en más de 30 años. Mis cercanos han hecho cambios en sus vidas para tener un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida, algunos han renunciado a sus negocios. Por mi parte estoy feliz de no haber perdido mi salón de belleza y vuelvo a trabajar seis días a la semana. Aún con la reapertura no he salido socialmente. El 22 de mayo es el cumpleaños de mi mamá para entonces creo que saldremos”, afirma Janice Grieves, de Brampton, Reino Unido.
Durante el primer encierro, en marzo pasado, Janice cuidaba a su hija y a su “Nana” (abuela). “Mi peluquería tenía cuentas, pero no ingresos. Mi esposo seguía trabajando y el gobierno nos dio una subvención y un plan de apoyo a la renta para trabajadores autónomos. Nunca había tenido ningún tipo de beneficio. Ahora la gente solo puede venir con una cita previa, me gusta la forma cómo retomamos el trabajo excepto la mascarilla, pero recién nos vacunamos con la primera dosis, así que tenemos la esperanza de superar la pandemia sin perder a ningún familiar o amigo”,
Un paso más atrás de Israel, los británicos han iniciado una incipiente “nueva normalidad”. En los últimos días, el país superó el umbral de más del 50% de la población inmunizada con al menos una dosis de la vacuna.
Tras un preocupante peak de casos en enero, que conllevó a un tercer confinamiento, la campaña de vacunación lanzada el 8 de diciembre por el primer ministro Boris Johnson -que convirtió a Reino Unido en el primer país occidental en iniciar el proceso- ya evidencia sus resultados.
A diferencia de Europa, el Ejecutivo británico sigue reabriendo actividades bajo un plan de cuatro etapas, que evalúa las cifras cada cinco semanas. Esa hoja de ruta incluye una apertura paulatina, que se inició a principios de marzo, con el regreso a clases presenciales y la posibilidad de ver a un amigo en espacios abiertos, y terminará en junio. Será el momento de “recuperar nuestra libertad”, dijo Johnson.
“No siento que todo haya vuelto completamente a la ‘normalidad’ ni que la pandemia se está acabando. Eso sí, ha sido agradable ver como algunos lugares han vuelto a abrir, se sentía más tranquilidad y libertad para pasear en parques y el comercio. Con mi pareja aún no nos atrevemos a ir a restaurantes, principalmente porque durante los primeros días han estado llenos y puede ser un poco riesgoso. Aunque si comparo la situación con enero, me siento más segura saliendo a las calles”, indicó la antropóloga y estudiante chilena en Londres, Daniela Tapia.
La estrategia de vacunación de Israel y Reino ha sido aplaudida y a la vez criticada por líderes internacionales debido a que también devela la iniquidad para acceder a los fármacos.
Así, países como Camerún, Libia, Siria, República Democrática del Congo, Qatar, Mozambique, Sudán del Sur y Nigeria a la fecha no han alcanzado los acuerdos necesarios para iniciar la vacunación de su población.
En esa línea y cuando el mundo supera los 3,1 millones de fallecidos por la pandemia, Martyn Pickersgill, profesor de Sociología de la Ciencia y la Medicina en la Universidad de Edimburgo señala a este diario que “a medida que bajan las tasas de infección, algunas personas volverán a vivir más o menos con normalidad. Otros habrán perdido a sus seres queridos y sus medios de vida, y se verán profundamente afectados en los próximos años”.
“Los gobiernos y las instituciones deben reconocer estos efectos desiguales de la pandemia y nunca presumir que todos podemos simplemente retomar desde donde lo dejamos. De lo contrario, habrá descontento y se ampliarán los tipos de desigualdades que expone la pandemia”, concluye Pickersgill.