Camila Carrasco (26) abre los ojos cuando lee un letrero, colgado en una demolición de Eliodoro Yáñez, en la comuna de Providencia, que advierte “Obra en contra del acoso callejero”.
Como el 96,2% de las mujeres de entre 18 y 26 años en Chile, según estableció un informe del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), ella también ha sufrido agresiones en la vía pública, por lo que el anuncio no deja de llamar su atención.
“No es por estigmatizar, pero es sabido que los trabajadores de la construcción te gritan cosas. Si voy caminando y veo una obra, prefiero pasar por otro lado antes que exponerme a gritos incómodos”, dice la estudiante de Medicina, quien agrega que “para ellos puede ser divertido si lo hacen en grupo, pero lo que te hacen sentir es fuerte, una mezcla de rabia, miedo, vergüenza y asco”.
Por eso, los carteles antiacoso que exhibe esta obra llaman la atención de muchas. Y detrás de esta iniciativa está la fundación Urbanismo Social, dedicada a generar, a través de proyectos urbanos, una cultura de convivencia basada en el respeto y confianza, y que observó el problema que muchas veces genera la instalación de una empresa constructora en los territorios y entre quienes lo habitan.
“Aprovechando los proyectos como palanca para impulsar ciertos cambios en la cultura de convivencia, generamos una serie de talleres de sensibilización para la prevención del acoso callejero, en alianza con diversas inmobiliarias y constructoras”, explica Pía Aravena, gestora social y parte de la Comisión de Género de la fundación.
La empresa que exhibe el letrero en Eliodoro Yáñez es Flesan, una constructora que desde 2019 ha recibido charlas en sus obras para remarcar en los trabajadores el problema que generan los piropos o comentarios sexuales hacia las mujeres.
“Lo que buscamos es enseñar a cuestionarnos la masculinidad, porque planteamos el acoso callejero como un problema, y enseñamos a buscar relaciones respetuosas para mejorarlo. Ahí invitamos a analizar cómo estamos desenvolviéndonos en los distintos espacios, ver lo que está mal en nosotros y nuestros grupos de amistades y cómo podemos cambiarlo”, profundiza la antropóloga. “Nosotras llevamos todos los materiales, como monitores y folletos”, recalca.
Cada contenido impartido en los talleres es contrastado con experiencias compartidas por los asistentes, para acercar los aprendizajes a la cotidianeidad. Estos se imparten de forma diferenciada a trabajadores y trabajadoras, ya que las experiencias de violencias y acoso son diferentes para mujeres y varones.
Pero esta capacitación no solo se imparte a los obreros, sino también a los equipos ejecutivos de cada compañía. “Son cambios de conducta que deben ser incorporados dentro de toda organización. Cuando las capacitaciones acaban, la obra se declara en contra del acoso callejero y se instala como símbolo un cartel en los muros externos”, cuenta Pía.
El objetivo no es ir a decirles a los trabajadores que las obras son espacios de acosadores, explican desde la fundación, sino más bien modificar conductas que se puedan dar en la calle o en espacios laborales, “por el simple hecho de que debemos respetarnos como personas que habitamos un mismo espacio”.
Y aunque hasta ahora no muchas empresas se han abierto a reforzar en sus trabajadores temáticas de género, las que lo han hecho consiguieron dar un salto en la calidad de sus servicios. De hecho, gracias a la implementación de este taller en el proyecto Núcleo Recoleta de RedMegacentro, donde Flesan recibió sus primeras charlas, la empresa logró ser finalista del Premio de Demolición 2020 de la Asociación Española de Demolición, Descontaminación, Corte y Perforación (Aeded), tras demostrar cómo se generó una vinculación directa, virtuosa y transparente con la comunidad.
La compañía se ha tomado tan en serio este cambio cultural que ha comenzado a implementar modificaciones en su reglamento interno, sancionando este tipo de conductas, ya sea al interior o exterior de la obra, reconociéndose en contra de la violencia de género. “Nuestro reglamento interno regula el vocabulario y este tipo de actitudes”, reconoce Miguel Olivares (30), prevencionista de riesgo de Flesan.
Y los trabajadores también lo agradecen. “Era algo necesario. Entendimos que lo primero es que no debemos hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran. Quizás, muchas veces no olvidamos de que puede ser nuestra hija, esposa, mamá o hermana quien puede sufrir el acoso, pero ahora podemos ponernos en el lugar de la persona que es acosada. Llevo 30 años trabajando en la construcción y creo que con este tipo de acciones vamos a conseguir que nuestro rubro deje esa mala imagen que tiene, porque ahora llegamos a las distintas comunidades y demostramos que somos profesionales”, reflexiona Osvaldo Cisterna (53), uno de los supervisores de la obra de Eliodoro Yáñez.
Fue la Ley 21.153 la que en 2019 vino a profundizar la lucha contra el acoso callejero. En ella, se tipifica como acoso sexual al “que realiza un acto de significación sexual capaz de provocar una situación objetivamente intimidatoria, hostil o humillante a la víctima, en lugares públicos o de libre acceso público, y sin mediar el consentimiento de la persona afectada”. Sus sanciones van desde una multa de tres UTM a quien realice actos de carácter verbal o ejecutados por medio de gestos, a los 60 días de prisión y una multa de 10 UTM por acercamientos o persecuciones, o actos de exhibicionismo obsceno o de contenido sexual explícito. Además, son las propias municipalidades quienes han comenzado a implementar multas y sanciones a las empresas e instituciones que presenten denuncias por este tipo de conductas.
Y es por ello que las constructoras están comenzando a implementar talleres con temáticas de género para sus trabajadores. En Darío Urzúa, a unas cuadras de distancia de la obra de Flesan, la inmobiliaria Imagina también exhibe un letrero en que declaran: “En esta obra no silbamos a las mujeres y estamos en contra del acoso callejero”. Aquí también asumieron la erradicación de este tipo de conductas incluyendo sanciones en su reglamento interno. “Y lo puedes ver, aquí nadie le grita a una mujer. Además, en la obra trabajan varias, entonces sí o sí debemos mantener un ambiente de respeto, considero que ha sido algo bastante positivo, porque en las charlas hemos podido resolver varias dudas también”, declara el maestro carpintero Claudio Elgueta (53).
Para muchos, medidas como esta apuntan directamente a la raíz del problema. Según Carolina Jiménez, presidenta de la OCAC, “ahora es mucho más visible este problema, porque las personas están mucho más atentas a este tipo de violencia de género. El trabajo que se tiene que hacer es desde la educación y la reflexión, no solamente desde la sanción, que fue lo que logramos con la Ley. Por eso, educar a trabajadores, explicarle el problema y sensibilizarlos con su gravedad es algo que va en la dirección correcta”.
Desde la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), en tanto, anuncian la preparación de un protocolo de Buen Vecino, que también abordará el problema. “La CChC promueve entre sus socios lineamientos respecto del buen relacionamiento con la comunidad. A través de ello se pide a las empresas y a los trabajadores de las obras mantener un clima armónico para tener una buena convivencia con los vecinos o con quienes transitan cerca las obras en construcción. Esto se traducirá en lo concreto en un documento o protocolo de Buen Vecino que se está trabajando”, aseguraron a través de su departamento de prensa.
Con estos cambios, la negativa percepción de las construcciones y sus trabajadores podrían estar en retirada. Ello, a la vez que la cultura de la igualdad sigue expandiéndose y poniendo en jaque costumbres que deben desaparecer.