Maleza quemada, escombros esparcidos y una gran losa de hormigón donde los niños del barrio juegan críquet y elevan volantines. Eso es lo que queda actualmente del búnker o Waziristan Haveli, como lo conocían los lugareños, en el que Osama bin Laden pasó sus últimos días en Abbottabad, al norte de Pakistán, no muy lejos de la frontera con India. La casona de tres pisos, que fue demolida para evitar “peregrinajes turísticos”, estuvo en el centro de la clandestina operación estadounidense hace 10 años, que tenía como fin la captura del líder de Al Qaeda.
La noche del 2 de mayo de 2011, 79 comandos de los Navy Seals, además de un perro pastor belga (Malinois), partieron desde la vecina ciudad afgana de Jalalabad en dos Black Hawk modificados para no despertar las alarmas de la inteligencia paquistaní. La arriesgada operación, seguida en tiempo real por la CIA y también por el entonces Presidente Barack Obama en la Casa Blanca, concluyó con la muerte del entonces “hombre más buscado”, además de otras cuatro personas, entre estos uno de los hijos de Bin Laden.
“Esta noche puedo informarles que ha concluido un operativo que dio muerte a Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda y el terrorista responsable de la muerte de miles de hombres, mujeres y niños inocentes”, anunció Obama el 1 de mayo, muy cerca de la medianoche. Posteriormente, el gobierno estadounidense señaló que las autoridades paquistaníes no estaban al tanto de esta misión y que el cuerpo de Bin Laden había sido arrojado al mar.
La Operación Jerónimo puso fin a una larga década de búsqueda del cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuyo rastro se perdió ese mismo año en las grutas de Tora Bora, en el este de Afganistán. “Para cuando murió, el tiempo de Bin Laden había terminado. Estaba escondido en una casa buscando refugio en Pakistán. Muy pocos sabían eso. No era tan eficaz como líder, como un organizador, conspirador, planificador. No estaba en la misma situación que cuando tuvo el apoyo del régimen talibán en los años 90 en Afganistán, cuando se sentaba y planificaba ataques como el 11 de septiembre. De modo que su papel se vio muy disminuido. Era mucho menos de lo que la gente pensaba que era”, explica a La Tercera el analista y periodista paquistaní Ahmed Rashid.
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“Hoy nuestra batalla contra los estadounidenses es mucho mayor que nuestra batalla contra los soviéticos. Los estadounidenses han cometido una estupidez sin precedentes.Ellos han atacado el islam y sus máximos símbolos sacrosantos (...). Anticipamos un futuro negro para Estados Unidos”. Con esas palabras, en mayo de 1998 y durante una entrevista con la cadena ABC, Bin Laden lanzó la tercera advertencia contra Washington, dando luces de lo que estaba por venir. Eso ocurrió dos meses después con el bombardeo contra las embajadas de EE.UU. en Kenia y Tanzania.
Osama bin Laden fue el hijo número 17 (de un total de 54) del yemení Mohammed bin Awad bin Laden, un empresario del área de la construcción, muy reputado en la región y que se asentó en Arabia Saudita, donde se ganó la confianza de la familia real.
El fallecido líder de Al Qaeda tuvo una educación religiosa. Así, cuando tenía 23 años, en 1980, viajó a Afganistán para unirse a la lucha contra la invasión soviética en el país. En su libro The Black Banners, el exagente del FBI AliSoufan señala que si bien Osama participó de algunas batallas, gracias a sus contactos sauditas tenía una reputación más bien de financista. Además, trabajó con el carismático líder palestino Abdullah Azzam, que inspiró a muchos yihadistas de esa época.
“Osama bin Laden era, en muchas formas, un producto de la mezcla de dos extremos de los 70 en Arabia Saudita: una versión militante del wahabismo y la riqueza saudita”, escribió Soufan. El exagente señala que fue el gobierno saudita el que motivó y ayudó a los jóvenes a ir a pelear por la “yihad afgana”. Esto ayudó al wahabismo a influenciar a los mujaidines y permitió a Arabia Saudita que se deshiciera de los “jóvenes problemáticos”. Esto de alguna manera fue el caldo de cultivo para el auge de los talibanes en Afganistán.
En un contexto de Guerra Fría, Estados Unidos jugó un rol clave al respaldar a la yihad afgana en su lucha contra la ocupación de la Unión Soviética (1979-1989). Washington usó a Pakistán para entregar dinero y armas a los mujaidines, aunque a comienzos de los 80 hubo un aumento de los ataques con motivaciones religiosas contra los intereses estadounidenses. En 1983, por ejemplo, un ataque suicida de Hezbolá mató a más de 250 estadounidenses en Líbano.
Cuando en abril de 1988 los soviéticos anunciaron su retiro de Afganistán en un plazo de nueve meses, los combatientes victoriosos se preguntaron por su futuro. Entonces, un grupo decidió volver a sus respectivos países para llevar una vida relativamente normal, pero otros se enrolaron para luchar en conflictos tan disímiles como los de Bosnia, Chechenia, Filipinas o Argelia. Al mismo tiempo, un número importante decidió quedarse en Afganistán y se reunieron en Peshawar (Pakistán) para ver los pasos a seguir. Hubo acuerdo en que la red que habían creado para combatir a los soviéticos no debería terminar y que se hacía necesario mantener el impulso tras la victoria. De esta manera, decidieron crear un nuevo grupo: Al Qaeda (La Base), bajo el liderazgo de Osama bin Laden.
“Ellos tenían una ideología muy clara de la yihad global y eran contrarios a Occidente. Alentaron a la gente de muchos países a unirse a ellos y tenían un líder muy carismático, como Bin Laden y sus lugartenientes. Tenían la ventaja de que estaban muy bien entrenados, conocían de explosivos, comunicaciones. Sabían que tenían que ser efectivos como guerrilla”, indicó Rashid.
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Desde su nacimiento a fines de los 80, Al Qaeda realizó una serie de ataques, muchos de estos contra objetivos de Occidente. Sin embargo, cuando ya han pasado casi dos décadas desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el grupo es ahora una organización muy diferente a la que dirigía Bin Laden, aunque existe consenso entre los expertos de que continúa siendo una amenaza. De hecho, el lunes una de sus filiales, llamada Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, reivindicó un ataque en Burkina Faso en el que murieron dos periodistas españoles y un irlandés. “Todavía tienen una estrategia para golpear y hemos visto recientemente que ha habido ataques en África, donde se han enfocado. No es que Al Qaeda esté completamente acabada. Creo que la ideología va a permanecer y seguirán siendo una inspiración para muchos yihadistas”, dijo Rashid.
Algunas estimaciones sugieren que Al Qaeda cuenta con entre 30.000 y 40.000 miembros en todo el mundo. El grupo está activo en varios conflictos, desde el Levante hasta el Sudeste Asiático.
“Al Qaeda es hoy una organización muy distinta a la que obviamente existía en vísperas del 11 de septiembre e incluso a la que Bin Laden dejó atrás. Al Qaeda se ha movido más allá de la región de Afganistán y Pakistán y tiene afiliados en varias regiones diferentes, como es el caso de Medio Oriente: están en Yemen y una facción en el noroeste de Siria. Además, tiene afiliados en Somalia, en África Occidental y en África del Norte. Así que tiene de su lado a todos estos poderosos afiliados, los que representan un gran desafío para la seguridad de todos esos países”, dijo a La Tercera el analista paquistaní Asfandyar Ali Mir, que reside en Estados Unidos.
Al Qaeda está hoy liderada por Ayman al-Zawahiri, un subjefe de larga data de Bin Laden y un ideólogo sin carisma que ha reducido sus apariciones. Este médico egipcio ha cultivado el bajo perfil y no se sabe a ciencia cierta si aún está vivo. De hecho, en noviembre de 2020 se reportó que había fallecido.
“Según los informes, Al Zawahiri estuvo en Afganistán a mediados de 2020. Y desde entonces no hemos tenido noticias de él. Es posible que haya muerto o que esté demasiado enfermo e incapacitado para desempeñar roles y funciones de liderazgo. Él era un anciano. Eso sí, tengo entendido que ningún gobierno importante cree que está muerto. Una de las razones por las que no se revela si está vivo es porque aquello sería devastador para los esfuerzos diplomáticos de los talibanes enAfganistán”, señala Asfandyar Ali Mir.
A juicio de Ahmed Rashid, la situación de Al Qaeda podría cambiar a su favor si hay un colapso en Afganistán después de que Estados Unidos retire a sus tropas en septiembre próximo. “Si se produce una guerra civil, Al Qaeda podría beneficiarse de eso. Así que creo que todos estamos esperando para ver qué sucede. El grupo tiene ahora quizás 600 o 700 personas leales en el país. Muchos de ellos están muy bien formados e integrados en la sociedad afgana. Se han casado con mujeres afganas y tienen hijos de estas mujeres, por lo que están muy arraigados en la sociedad afgana”, dice Rashid, quien a comienzos de 2000 escribió Talibán, el primer libro que puso en perspectiva al régimen integrista de Afganistán.
“Si se produce una guerra civil, Al Qaeda podría beneficiarse de eso. Así que creo que todos estamos esperando para ver qué sucede. El grupo tiene ahora quizás 600 o 700 personas leales en el país. Muchos de ellos están muy bien formados e integrados en la sociedad afgana. Se han casado con mujeres afganas y tienen hijos de estas mujeres, por lo que están muy arraigados en la sociedad afgana”.
Ahmed Rashid, analista paquistaní
Rashid recuerda que una de las condiciones de los estadounidenses para lograr un acuerdo con los talibanes es que éstos rompan definitivamente sus vínculos con Al Qaeda. “El problema es que el grupo ha estado muy cerca de los talibanes, a quienes ayudaron en el entrenamiento y los han educado. A cambio, los talibanes les han dado refugio. Por el momento, no parece probable que los talibanes vayan a dejar ir a Al Qaeda”, añadió.
Asfandyar Ali Mir cree que los talibanes van actuar con cuidado durante este tiempo y seguirán apoyando a Al Qaeda, aunque advierte que es poco probable que tengan la relación que tenían previa al 11 de septiembre. “Los talibanes siguen siendo muy obstinados en negociar la paz con otros afganos y también en cuestiones de derechos humanos. Si Estados Unidos los presiona con más fuerza, es posible que los talibanes se alejen por completo y adopten un enfoque más duro, y en ese escenario se vuelve plausible que puedan acercarse a AlQaeda y a otros yihadistas”, indicó.
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A fines de los 80 y comienzos de los 90, los miembros de Al Qaeda solían viajar a distintos lugares para recibir entrenamiento. Algunos de ellos fueron hasta el Valle de la Becá, en Líbano, donde fueron entrenados por Hezbolá. Si bien estos últimos son chiitas y Al Qaeda es un grupo radical sunita, que considera a los chiitas como herejes, pusieron sus diferencias religiosas de lado con tal de aprender tácticas terroristas.
Los lazos siempre estuvieron y a mediados de los 90, después de que Al Qaeda y Bin Laden se trasladaron a Sudán y a Afganistán, Irán proporcionó a los operativos de la organización apoyo logístico y de viaje. En medio de la campaña antiterrorista de Estados Unidos, iniciada tras el 11 de septiembre, Irán también proporcionó un santuario permisivo para los líderes de Al Qaeda y sus familias dentro de sus fronteras.
Un artículo en el portal Lawfare señala que no hay dudas sobre la relación, ya que Teherán ha proporcionado un soporte vital fundamental a Al Qaeda, especialmente en tiempos de crisis para la organización, aunque siempre ha habido condiciones.
“Ambos son actores profundamente ideológicos, pero tienen un nivel de pragmatismo que saben que se necesita para mantenerse en el escenario global. Ha sido una relación difícil en la que ambas partes han desconfiado de la otra. El liderazgo de AlQaeda ha desconfiado de Irán después del 11 de septiembre, pero se vio una mejoría desde 2015. Hay indicios de que esta relación ha adquirido un nivel de cooperación estratégica. No creo que Irán esté brindando un apoyo óptimo a Al Qaeda, porque respalda de mejor forma a otros grupos armados y facciones en Medio Oriente. Pero el beneficio clave que AlQaeda ha obtenido de su relación con Teherán es que ha podido asegurar gran parte de su liderazgo. El santuario en Irán ha fomentado la longevidad de Al Qaeda en el lado iraní. Al Qaeda no ataca a Irán, ellos no atacan a los chiitas. La presencia de Al Qaeda mantiene el equilibrio en la milicia yihadista salafista”, concluyó Asfandyar Ali Mir.