El pasado 9 de octubre, Paraguay se estremeció con el asesinato de cuatro personas, en un tiroteo registrado a la salida de una discoteca en Pedro Juan Caballero, la capital del departamento de Amambay, en la frontera con Brasil. Entre las víctimas se encontraba Haylee Carolina Acevedo Yunis, de 21 años, hija del gobernador de Amambay, Ronald Acevedo.

Tres días después, el policía Hugo Ronaldo Costa, de 32 años, fue ejecutado a tiros. Ya son más de un centenar las víctimas de asesinatos en la frontera este año. Sobre todas estas muertes planea la sombra del Primer Comando de la Capital (PCC), el mayor grupo criminal de Sudamérica, que hace años dejó de ser un problema exclusivo de Brasil.

Policías brasileños en una favela.

El diario español El País destaca que la región fronteriza de Pedro Juan Caballero y su ciudad gemela, Ponta Porã, en el estado brasileño de Mato Grosso del Sur, se ha convertido en una de las zonas más codiciadas por el narcotráfico internacional. Es la principal ruta de entrada de la cocaína boliviana y la marihuana a la región del sudeste de Brasil: desde allí la droga se distribuye por el país en avión y camiones y también se exporta a Europa a través de los puertos de Santos, en Sao Paulo, y Paranaguá, en el Estado de Paraná.

Para las autoridades paraguayas, el principal objetivo de los asesinos del grupo que integraba la hija del gobernador de Amambay era Omar Vicente Álvarez Grance, de 32 años. Conocido como Bebeto, tenía vínculos con el narcotráfico. El joven era informante de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay, y se cree que reveló a la agencia sobre una reunión de miembros del PCC que tuvo lugar en un túnel de lavado de autos de su propiedad en marzo de este año, según publicó el portal UOL.

La acción terminó con la detención de 14 miembros de la facción, entre ellos Weslley Neres dos Santos, alias Bebezão, uno de los líderes del PCC en la región, y la incautación de seis fusiles. Santos cumple condena en la Prisión Federal de Porto Velho. El asesinato de Omar podría ser una represalia del grupo criminal.

Además de la masacre y del asesinato del policía, el 8 de octubre mataron a tiros a Farid Charbell Badaoui Afif, de 37 años, concejal de Ponta Porã, mientras andaba en bicicleta por la ciudad. Sus asesinos le dispararon desde una moto y huyeron.

Miembros de la policía militar montan guardia en Belo Horizonte, Brasil. Foto: AP

Pero el PCC no solo parece controlar las calles, su fuerza también se nota en las cárceles de Paraguay. En enero de 2020, al menos 75 reclusos del grupo criminal se fugaron de la prisión de Pedro Juan Caballero por un túnel que habían construido durante semanas. El escape contó, según las autoridades penitenciarias, con la complicidad de varios funcionarios. Se trató de la mayor fuga de la historia de Paraguay, según la ministra de Justicia, Cecilia Pérez. Esto ha hecho que la capital del departamento de Amambay ya sea conocida como la “Sinaloa” de Paraguay.

El PCC nació dentro de las cárceles de Sao Paulo en 1993. “Pero desde comienzo de los años 2000, el grupo ha desbordado las cárceles y actualmente está presente en la dinámica del tráfico de drogas y también en robos a instituciones financieras y a empresas de traslado de valores”, según relató al portal InSight Crime Camila Nunes, académica de la Universidad Federal de ABC en Sao Paulo y experta en el grupo criminal brasileño.

Y su presencia no se limita solo a Brasil y Paraguay. En junio pasado, el medio ecuatoriano Primicias reveló que el flujo de narcóticos registrado en la zona del Putumayo, en la frontera entre Ecuador y Colombia, ha llamado la atención del PCC y el comando Vermelho. Estas dos organizaciones criminales dominan las rutas de tráfico de drogas en Brasil y el Atlántico sur, que los conectan con Europa y Asia.

Miembros del PCC durante un motín en una cárcel de Junqueirópolis, en Brasil, en mayo de 2006.

Informes de Inteligencia colombiana y del Observatorio Ciudadano de la Seguridad Integral del Estado de Ecuador han detectado el avance de los dos comandos por el corredor del Amazonas hacia Venezuela, Colombia y Perú, territorios dominados por mafias mexicanas, para captar la producción de droga y llevarla Brasil.

Tanto Vermelho como el PCC ya tendrían contacto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) o la denominada Segunda Marquetalia, integrada por disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en la frontera con Venezuela.

El lunes, en tanto, el diario O Estado de Sao Paulo alertó sobre la presencia del PCC en Bolivia. En un artículo titulado “Bolivia se convierte en santuario de Narcosur, el cartel de la droga del PCC”, el periódico paulista destaca que dificultad de actuación de la Policía Federal (PF) en el vecino país y la ubicación geográfica central en Sudamérica convirtió a Bolivia en un “santuario del Narcosur”, como denominan los investigadores al cartel que aglutina a representantes del PCC y asociados en el narcotráfico internacional.

Según el periódico, los miembros del PCC invierten en joyas, clínicas médicas, restaurantes, fincas y caminan con seguridad con sus familias en la región de Santa Cruz de la Sierra, centro de poder del grupo y pasaje de la droga que, proveniente de Perú y Colombia, se une a la cocaína propiamente boliviana.