Se trata de uno de los principales referentes de las letras cubanas contemporáneas. Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950) saltó a la fama con Trilogía sucia de La Habana -una cruda radiografía del “período especial”, la mayor crisis económica que sufrió la isla tras la debacle soviética-, publicada por Anagrama en 1998. Traducida a más de veinte idiomas, luego de ese libro Gutiérrez ha sido permanentemente comparado con Charles Bukowski y Henry Miller. En su nutrida obra, este autor ha explorado los rincones más oscuros e incómodos de Cuba, donde el desenfreno, el consumo de alcohol y el sexo no tienen límite en un escenario de sobrevivencia.
Fascinado por el universo de los bajos fondos habaneros, Gutiérrez ha recibido elogios por novelas como Animal Tropical, El insaciable hombre araña, El Rey de La Habana -que fue llevada al cine en 2015- y Diálogo con mi sombra, su última obra publicada en 2021. Ahora, el escritor se alista para una nueva entrega que lleva por título Mecánica popular, como la revista estadounidense. En esta entrevista con La Tercera en la capital cubana, Pedro Juan Gutiérrez repasa las luces y sombras de su trayecto como un autor consagrado, además de abordar sus influencias y su cotidianidad en Centro Habana.
¿Cómo fueron sus inicios en la literatura?
Todo escritor, antes de escritor es lector. Yo fui un lector acucioso desde los siete años. De cómics (como) Superman y La pequeña Lulú. Todo vino por azar. Yo me iba de vacaciones al campo a casa de mis abuelos que trabajaban en el tabaco. A mí no me interesa el campo. El sol, el mal olor de los caballos. Eso no me interesa. A mi hermano sí le encantaban los caballos. Entonces yo me iba para el pueblo que estaba cerca y tenía allí una tía que tenía la distribuidora de prensa del municipio de San Luis. Ahí estaban los muñequitos. Así le decíamos a los cómics. Los que no se vendían, se quedaban ahí y yo me ponía a leer para entretenerme, para pasar el día, la mañana, por lo menos. La lectura es un vicio tremendo, todos los días, horas. Y después (cuando) me puse mayor, ya no me gustaban los cómics y empecé a leer libros, porque en Matanzas hay dos bibliotecas muy buenas. Son públicas. Y empecé a leer lo que lee todo el mundo a esa edad, trece, catorce, quince años. Llegó un momento en que empecé a tomar apuntes en mi libreta haciendo comentarios de todo lo que iba leyendo. Hasta que de esa manera llego a Truman Capote y a Desayuno en Tiffany’s. Yo tenía cerca de veinte años y dije: ‘A mí me gustaría ser escritor y escribir como este hombre. Esto no parece literatura.
En Diálogo con mi sombra deja entrever que tuvo una infancia compleja. ¿Cómo recuerda esa época?
Mi padre era negociante de un bar restaurante en Pinar del Río, donde yo nací. El bar quebró en 1954. Yo tenía cuatro años. En Matanzas mi padre tenía una franquicia de los helados Guarina, que eran los helados de mayor calidad que había en Cuba, y en tres o cuatro años niveló económicamente. Él trabajaba muchísimo. La revolución de Fidel Castro triunfó el 59 y en el 60 o 61 nacionalizaron el negocio del helado, porque Guarina era una compañía americana y tenía su fábrica en La Habana. Eso nos hundió de nuevo en la pobreza. A mi padre le pagaron una miseria, entonces tuve que empezar a hacer de todo para ayudar a mi familia. Yo vendía helado. Hacíamos barquillos de papel para venderlo.
En sus novelas muestra el lado oscuro de La Habana, el que no sale en las guías turísticas. ¿Cómo ha sido retratar las miserias humanas?
Quizá por mi propio trabajo como periodista tomé la vocación de estar en contacto con la gente. Trabajé como periodista durante 26 años. Desde el 72-73, hasta 1998. En esos 26 años siempre estuve en la calle. Chocando con la gente y con los trabajadores. No concebía la literatura desde el punto de vista con que la concebían otros escritores, que era una reelaboración a partir de su conocimiento cultural. Yo intentaba mantenerme alejado de los escritores, de los medios intelectuales. Siempre he sido romántico o idealista o soñador. Por eso cuando llego aquí a Centro Habana el año 86, me asombró. Era tan fuerte el barrio, la gente, que yo te diría que casi el 90% a 95% son negros. El caso es que a mí me impactó mucho porque esta gente de este barrio tiene como su propia religión. Un poco su propio lenguaje, su propia gestualidad, su propia filosofía de vida, y yo era un periodista de medios oficiales. Llevaba muchos años, digamos, disfrutando la vida. Acá la gente trata de irse a Miami, y yo viajando a Europa. Como periodista oficial me enviaron a todos lados, a la Unión Soviética, Polonia, a la RDA. Viajando empecé a publicar un libro sobre el espacio cósmico, una investigación, y seguía escribiendo sin que nadie supiera, no me interesaba publicar. La mayoría eran poemas o cuentos y sucedieron cosas muy fuertes en el año 90, 91 y 92 en mi vida. Una crisis personal muy fuerte, mientras se caía el comunismo en Europa, y eso inmediatamente repercutió aquí. El país se hundió totalmente, en todos los sentidos; lo que se llamó “periodo especial” que duró toda la década de los 90. Y entonces empecé a escribir cuentos que después serían La trilogía sucia de La Habana. En medio de esa furia y desencanto, date cuenta que se estaba hundiendo algo que yo había defendido. Toda la vida fui revolucionario, de izquierda. Mi generación dedicó su vida a esto y de pronto todo eso estaba cayéndose a pedazos. Yo soy un poco depresivo, furioso. Sentí una mezcla de rabia contra mí mismo. Furia y odio. Me alcoholicé mucho. Mucho. El sexo se convirtió en una tablita de salvación. El alcohol, el sexo y la escritura me salvaron.
¿Cómo fue la recepción de Trilogía sucia de La Habana en Cuba?
Fue horrible. Estaban acostumbrados a que la literatura fuera Alejo Carpentier, Lezama Lima y Severo Sarduy, y entonces aparece de pronto un libro que es muy golpeante. Creo que aquí hubo una reacción muy fuerte en mi contra. De entrada, me echaron a la calle, sin trabajo, trabajaba en una revista muy conocida y me echaron sin explicaciones. Por suerte no me echaron de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, porque aquí, para poder viajar, hacía falta un apoyo de algún organismo oficial, de lo contrario, no podías, no tenías pasaporte. Ahora es diferente, pero en 1998 cuando regresabas de un viaje debías entregar el pasaporte. Por suerte no me echaron y yo hice como que no pasaba nada, porque tenía claro que no me quería ir de Cuba, no quería ni quiero. A mí no me interesa irme de mi país, ni siquiera a Miami ni meterme en política.
¿Era censura?
Más que censura era ignorancia. Pedro Juan no existe. Trilogía… se publicó en 22 idiomas, el Rey de La Habana en 16, al igual que Animal tropical. Así y todo, aquí yo no existía. Poco a poco se dieron cuenta de que yo no hablaba de política. Me aburre, no me interesa. Soy un simple escritor.
Mencionaba a Truman Capote como influencia, pero se le ha comparado con Bukowski y Henry Miller...
El invento de Bukowski lo hicieron en Anagrama. Es una etiqueta comercial para presentar a un escritor desconocido.
¿No se considera un escritor del realismo sucio?
Sí, el Bukowski cubano. Así la Trilogía… tuvo 11 ediciones sucesivamente, pero si vamos a hablar con seriedad, mis influencias son Truman Capote completo, Chejov, que leí a los 16 años. Me encantaba Guy de Maupassant, Grace Paley, los cuentos de Hemingway, no sus novelas. Otro que leí mucho fue Sherwood Anderson. Los cómics influyeron en mí para hacer el diálogo rápido, la acción constante.
Cuba en este momento atraviesa una delicada situación económica. ¿A qué lo atribuye?
No es sólo el bloqueo. Cuba lamentablemente es un país que no tiene recursos naturales. Es un país agrícola y turístico, entonces los que dirigen tienen que afinar las cosas para que salgan mejor, porque son dos industrias muy operativas. Es un país maravilloso. Tengo una casa en la playa y cada que vez que puedo me voy, nado, hago ejercicio. Pero creo que hay dificultades de funcionamiento, no sólo de política, quizás si hubiera recursos minerales o de otro tipo, aunque tendríamos otros problemas. La situación en este momento es bastante difícil y llevamos dos o tres años así. Veníamos con problemas. Trump tomó medidas contra Cuba terribles, más la pandemia, más los problemas que siguen y así estamos.
¿Qué conoce de la literatura chilena, aparte de Neruda o Mistral?
A mí Nicanor Parra me enseñó mucho. Publicó muchísimos libros. Era como un gran burlón. Muy cínico, en el buen sentido de la palabra. Era un poeta juguetón, loco, hacía poesía visual, hacía de todo, se divertía. Con él aprendí mucho más que con Neruda, que tuvo su gran momento conmigo con sus poemas de amor. Gabriela Mistral nunca me interesó. De Violeta Parra tenía un disco editado por la Casa de Las Américas, con las décimas y sus canciones. Era una preciosidad.
¿Cuál es su método para escribir?
No hay que tener miedo. Cuando escribo estoy conmigo mismo y mis personajes que cobran vida. Cuando me siento bien con los personajes me doy cuenta de que funciona. Hay que poner el 50% del trabajo y el resto lo pone el lector. Escribir es un acto místico. Escribo novelas... acaban contigo y debes tener una metodología para conectar con ese mundo. Me levanto todas las mañanas y escribo hasta las 12 o 13 horas. Me agobia pasar un año escribiendo una novela; con los cuentos no. Los puedo dejar descansando. Con las lecturas conformas tu visión del mundo. No hay otra forma de lograr esa visión de conjunto de la humanidad. La verdadera historia de la humanidad está en la literatura.