Este domingo, en Perú se enfrentan dos candidatos que representan mundos diametralmente opuestos: el profesor y líder magisterial Pedro Castillo y la lideresa de Fuerza Popular y exprimera dama Keiko Sofía Fujimori. Mientras uno viene de los Andes a cambiar la Constitución y rehacer de la A a la Z el modelo económico, su rival se presenta como la defensora del sistema contra la “amenaza comunista” arropada por el empresariado y parte importante de los medios de comunicación limeños. Según las últimas encuestas, el resultado de la segunda vuelta es completamente incierto, ya que cualquiera tiene posibilidades de ganar.
La polarización que han provocado ambas candidaturas se puede resumir en decirle “no al comunismo y evitar convertir a Perú en Venezuela”, según los detractores de Castillo, frente a los opositores de Keiko, que declaran que no se le debe entregar el país a la “mafia de los Fujimori”.
Pero estas diferencias han ido más allá: familias que se han dejado de hablar, amigos que han roto con sus compañeros de primaria o secundaria, jefes que amenazan a gritos a sus trabajadores para que voten por Keiko, letreros por todas las grandes ciudades que señalan que Castillo es “terruco” (miembro de la banda terrorista de corte maoísta Sendero Luminoso), ataques con piedras contra la comitiva de Fujimori y hostigamiento permanente a los seguidores del candidato de Perú Libre en distritos acomodados de Lima, como Miraflores.
¿Por qué es tan alta la polarización y tan duros los enfrentamientos entre ambos candidatos? Giovanna Peñaflor, directora de la encuestadora Imasen, explica que “en la primera vuelta el 70% de los peruanos no votó ni por Castillo ni por Fujimori, y esta elección les molesta porque ninguna de las dos opciones les satisface, sea porque no quieren a los Fujimori o ven muy desordenado al candidato Castillo”.
“Es un país sin partidos políticos, donde todo se mueve en base a emociones y la emoción principal que se ha movido en esta campaña es el miedo y los temores no son racionales: ¿Cómo medimos el miedo?, ¿qué va a pasar si me quedo sin mi casa?, ¿dónde se irán mis ahorros en dólares?, ¿cómo lidiar con la presión entre mis pares?, ¿cómo decido entre democracia y economía?”, dice esta politóloga. “La campaña del miedo de Keiko Sofía Fujimori de asociar a Castillo con el comunismo sí ha funcionado. Por eso ella subió en las encuestas y está peleando voto a voto con el candidato de Perú Libre”, agrega.
La recta final de la contienda electoral coincidió, además, con un hecho que ha provocado profundo impacto en la población. Esta semana un grupo independiente, liderado por el epidemiólogo Mateo Prochazka -que trabajó para el gobierno del Presidente interino Francisco Sagasti-, elevó a más de 180 mil la cifra de peruanos fallecidos a causa de la pandemia de coronavirus, más del triple respecto de la última cifra oficial de decesos (69.342). Esto no hizo más que volver a poner al desnudo las graves falencias del sistema de salud público y privado del país.
“Debemos sacar algo provechoso de esta elección y eso no significa que gane el que yo quiero, sino preguntarnos qué tipo de país queremos ser, qué tipo de desarrollo queremos tener para ser un país que cuide bien a todos y que vaya más allá de tener centros comerciales, Starbucks o Kentucky Fried Chicken”, concluyó Giovanna Peñaflor.
¿Empate técnico?
Las encuestas que se publicaron antes de que entrara en vigor la ley que prohíbe emitirlas en la recta final de la campaña revelaron un empate técnico entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Así, el final sería fotográfico.
En un encuentro de la Asociación de Prensa Extranjera en Perú, con los jefes de las encuestadoras, Manuel Saavedra de CPI señaló que “Castillo cuenta con un voto duro que a pesar de los errores del candidato no ha mermado en absoluto su intención de voto, mientras que a Keiko Fujimori le ha costado más conseguir el voto en base a una campaña en defensa de la economía”.
Sobre el acto realizado en una casona de Arequipa, donde Keiko firmó un documento e hizo un juramento ante el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa -que vive en Madrid- de quedarse solo cinco años en el poder y no indultar al brazo derecho de su padre, Vladimiro Montesinos, la directora de la encuestadora Datum, Urpi Torrado, indicó que dicho evento “no tendrá efecto en el electorado, porque se debió realizar con mayor anticipación a la elección”. “Aún hay un 15% de indecisos que definirán las elecciones. Para ellos, estos días y horas serán claves, porque muchos peruanos deciden el voto en la cola antes de votar”, añadió Torrado.
“Castillo pasó a la segunda vuelta sin haberlo esperado y ha mantenido su voto por razones emocionales; en cambio, del otro lado, ha habido una estrategia efectiva, pero no perfecta, donde Keiko ha pedido perdón, algo que considero tardío. Ella ha mostrado que Castillo representa un salto al vacío. Los aciertos de Castillo los veo en que representa el cambio, el uso del sombrero y que resalte que es un maestro”, expresó Alfredo Torres, de Ipsos.
“La candidata Keiko Fujimori ha tratado de tener una estrategia contra el comunismo que además cuenta con el apoyo de los grandes medios de comunicación y de muchos artistas, futbolistas y cantantes, pero esa campaña puede funcionar en Lima, aunque no fuera de la capital”, precisó Patricia Zárate, del Instituto de Estudios Peruanos.
Retorno a la semilla
Alberto Fujimori llegó al poder en 1990 de modo sorpresivo y desde ese mismo momento los peruanos conocieron a su familia, su entonces esposa, Susana Higushi, y sus cuatro hijos: Hiro Alberto, Keiko Sofía, Sashi Marcela y Kenji Gerardo. Luego de una turbulenta separación, Keiko se convirtió en primera dama a los 18 años y acompañó a su padre en el cargo hasta su tercera reelección en el año 2000. Sin embargo, tras graves casos de corrupción, Alberto Fujimori huyó a Tokio y renunció por fax a la Presidencia, dejando a Keiko sola en el Palacio Pizarro.
De modo sorpresivo, en noviembre de 2005, Alberto Fujimori aterrizó en Santiago en un avión privado, aunque fue detenido y afrontó un proceso de extradición que lo llevó a Lima, donde fue condenado a 25 años de cárcel por corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Keiko es la heredera natural de su padre. Luego de ser congresista decidió postular a la Presidencia, aunque fracasó en sus dos intentos, en 2011 frente a Ollanta Humala y en 2016 frente Pedro Pablo Kuczynski. Por eso, ahora apuesta a que la tercera será la vencida.
En esta ocasión, Keiko decidió un “retorno a la semilla” y se reconcilió con su padre, preso en una cárcel acondicionada para él desde 2009 y con quien estaba distanciada desde hace una década. La reconciliación vino de la mano del anuncio que hizo de indultarlo, como una de las primeras medidas que tomará si asume la Presidencia y también del regreso del publicista Carlos Raffo, quien trabajó con su padre en la cuestionada campaña para su re-reelección en el 2000.
Keiko también se reconcilió con su hermano Kenji, con quien sostuvo una agria pelea pública al rechazar el indulto que le otorgó PPK a Alberto Fujimori Fujimori en diciembre de 2017. La bancada mayoritaria en el Congreso, que lideraba Keiko en ese momento, hizo expulsar a su hermano congresista, y además lo mandó a investigar.
De acuerdo a Urpi Torrado, de Datum, la reconciliación de Keiko y Kenji fue un gran error de la exprimera dama, ya que ha sido desaprobado por los peruanos, que lo han considerado “falso”. “No se puede mantener la campaña solo en el miedo al comunismo. Keiko Fujimori debió pasar a la esperanza, aunque no ha tenido tiempo para conectar emocionalmente con los peruanos”, añadió.
La mochila
En el último quinquenio, Keiko ha sido la jefa de la oposición, sector que nunca aceptó haber perdido frente a PPK. El expresidente se vio obligado a renunciar en marzo de 2018 y fue reemplazado por su vicepresidente, Martín Vizcarra. En aquella ocasión, irónicamente, Vizcarra contó con el apoyo de Keiko.
Posteriormente, Vizcarra apoyó la investigación del caso Lava Jato (el escándalo de sobornos protagonizado por Odebrecht), hecho que rompió la buena relación que sostenía con Keiko, quien ingresó dos veces a la cárcel mientras era investigada por lavado de dinero por haber recibido fondos de Odebrecht y otras empresas peruanas.
Producto de este mismo caso, todos los exmandatarios peruanos han sido investigados: Alejandro Toledo y PPK están con arresto domiciliario, Ollanta Humala estuvo preso y afronta el proceso en libertad, y en abril de 2019 Alan García se suicidó cuando fueron a detenerlo acusado por el caso Lava Jato.
Al igual que PPK, Vizcarra no duró mucho en el poder y fue reemplazado por Manuel Merino, de Acción Popular, aunque solo se mantuvo cinco días en su cargo tras ser destituido luego de masivas protestas tras la muerte de los estudiantes Inti Sotelo y Bryan Camargo, a manos de la policía.
Parte del antivoto contra Keiko se explica precisamente por el papel que desempeñó como jefa de la oposición. “Reconozco que mi partido y yo no estuvimos a la altura de las circunstancias. Los errores cometidos, la injusta prisión que he vivido me han dejado una profunda lección, es por eso que sin ninguna excusa hoy pido perdón, a todos y a cada uno que se haya sentido afectado o defraudados por nosotros, y lo hago con humildad, porque sé muy bien que existen muchas dudas sobre mi candidatura. Les pido reivindicarme con el lenguaje de los hechos”, dijo Keiko durante una ceremonia realizada el lunes en la casona en Arequipa durante un acto conducido por Álvaro Vargas Llosa. “Me he reconciliado con el señor Mario Vargas Llosa después de 30 años de distancia y de muchas diferencias”, añadió.
Voto de identificación
Pedro Castillo, por su parte, cerró su campaña en la Plaza Dos de Mayo, en el centro de Lima, donde uno de los protagonistas de la ceremonia fue un gigantesco lápiz, el símbolo del partido por el que postula este profesor de izquierda y que circuló por toda la plaza. Castillo, de 51 años, padre de tres hijos, nació en el caserío de Puña, de la provincia de Chota, en Cajamarca, departamento donde el conquistador español Francisco Pizarro secuestró y ordenó la muerte del inca Atahualpa en 1535.
“Traigo el saludo de los que no tienen voz, de los que son considerados de segunda, tercera y cuarta categoría. Con este lápiz quiero reescribir la nueva historia del Perú en el año del bicentenario (de la independencia). No le sigamos robando la esperanza al pueblo, palabra de maestro”, refirió Castillo, con su célebre gorrito y blandiendo un lápiz de cartón.
Para el politólogo Rodrigo Barrenechea, la irrupción de la candidatura de Castillo se apoya en dos divisiones de las últimas décadas: en lo que separa Lima y el resto del país. porque hay una identidad étnica y esperanzadora con Castillo, y en el antifujimorismo, esa entidad amorfa que se organiza cada cinco años y que impidió que Keiko gane en las elecciones del 2011 y de 2016. “La gente vota por Castillo, por quien es y por quien no es”, refiere Barrenechea.
“En la historia republicana, Castillo es un maestro rural absolutamente desconectado de los circuitos tradicionales del poder y tiene como única fuente de poder el respaldo que la gente le da por identificación. La gente no vota por Castillo por sus propuestas. Es un voto de identificación que busca verse representado. Eso produce mucho temor, no es miedo a Castillo, sino a lo que representa. En un país poscolonial, el cholo provoca miedo al desborde, a la ruptura del dique social”, explicó Barrenechea.
Mientras el sustento internacional de Keiko es nada menos que Mario Vargas Llosa, el padrino global de Pedro Castillo es el expresidente de Uruguay José “Pepe” Mujica, quien sostuvo una conversación virtual con el líder de Perú Libre, y luego de esta, pidió a los peruanos votar por el profesor rural.
Como todo en Perú en los últimos años, el pronóstico de la elección entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori es de “carácter reservado”.