A poco más de tres meses de las elecciones presidenciales de Venezuela, la agenda internacional de Nicolás Maduro, actual mandatario que busca su tercer período a la cabeza del país, parece haberse acelerado de manera exponencial durante esta semana.
No fueron pocos los eventos que lo involucraron en estos ajetreados días: inició su semana expresando su disposición a bajar las tensiones con Chile por lo relativo a la seguridad; apuntó al fallecido expresidente chileno Sebastián Piñera como el responsable del ingreso del Tren de Aragua a nuestro país; Estados Unidos confirmó que volvían las sanciones al petróleo y al gas venezolano al no cumplir con los compromisos alcanzados en Barbados; decidió cerrar su embajada en Ecuador; y Gustavo Petro propuso a Lula da Silva impulsar un plebiscito durante las elecciones programadas para el 28 de julio de este año en Venezuela.
Pese a la condición de cuasi paria en la región, siendo Bolivia, Cuba y Nicaragua sus únicos aliados firmes -con Colombia y Brasil dispuestos a impulsar su integración-, Nicolás Maduro se las ingenió para convertirse en el foco de la atención en Latinoamérica, sin sacar la bota de encima a la oposición.
Ni María Corina Machado ni su primera lugarteniente, Corina Yoris, estarán en la papeleta de julio. Dicho en lenguaje coloquial, pareciera que no le entran balas, es decir, que poco le afectan sanciones, críticas y enfrentamientos verbales con sus opositores locales y regionales.
“Maduro quiere figurar como una persona indetenible, como el líder de un régimen que es capaz de cualquier cosa”, señaló a La Tercera Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas en Amherst College y coautor del libro Un Dragón en el trópico: Venezuela y el legado de Hugo Chávez. En opinión del politólogo, “con Venezuela se ha intentado de todo. Desde ser complacientes hasta ser muy severos. Y cada año, independientemente de lo que se haga, el sistema se vuelva más autocrático”.
En opinión de Boris Muñoz, cronista y columnista venezolano de El País, la cruzada regional de Maduro responde a que “está tratando de limpiar un poco su imagen, pero le resulta muy difícil”. Como ejemplo de ello está el cierre de la embajada en Quito. “Es un absurdo, pero sugiere que Maduro quiere dar a entender que respeta el orden internacional. No se ve la misma disposición en el caso de Chile, con el asesinato brutal de Ronald Ojeda”, añadió a modo de comparación.
Por otro lado, Leonardo Vivas, sociólogo venezolano afiliado a Emerson College, dijo que el empeño por posicionarse como una figura regional se debe a que Maduro “necesita reivindicarse internacionalmente, especialmente a nivel regional, porque sus aliados principales -Rusia, Cuba, China e Irán- tienen graves problemas: las guerras en Ucrania y con Hamas, la hambruna en Cuba y China siempre vela principalmente por sus intereses económicos”. Prueba de esto, añadió el académico, es que países que “eran solidarios con Venezuela, hoy solo lo toleran”.
Presencia regional
La agenda de Nicolás Maduro durante la semana vio cómo, día tras día, se convertía en más acontecida. El lunes, en su programa en la televisión venezolana Con Maduro +, el sucesor de Hugo Chávez lanzó dos frases con repercusión nacional y regional.
Primero, llamó a alivianar la relación entre el país caribeño y Chile en el marco de los tres hechos que se cruzaron durante los últimos días: la investigación por la muerte del exmilitar disidente Ronald Ojeda; la solicitud de extradición de dos venezolanos que supuestamente participaron del asesinato; y la negación del canciller venezolano, Yván Gil, sobre la existencia del Tren de Aragua, banda transnacional originaria del país caribeño.
“La realidad es la realidad, es lo que quisiera hablar directamente, por teléfono, videoconferencia, por alguna vía con el presidente (Gabriel) Boric”, dijo Maduro en su programa semanal. “Conversemos y busquemos las vías para combatir a los grupos criminales”, continuó el mandatario, para luego añadir que “con respeto, con diálogo, con comunicación son muchas cosas que se pueden lograr”.
Pero tras aquella disposición dialogante, lanzó una dura crítica al fallecido expresidente chileno Sebastián Piñera. Según el mandatario y candidato a la reelección por el chavismo, Piñera fue el responsable de la entrada a Chile de células del Tren de Aragua.
Ambas frases tuvieron eco, tanto a nivel nacional como regional. En el primer caso, fue el propio Boric quien respondió durante una entrevista con un medio antofagastino, el martes. “Nosotros tenemos una preocupación general y coherente que hemos llevado adelante en todos los foros internacionales en los que yo he participado respecto al respeto a la democracia y el respeto irrestricto a los derechos humanos en todo lugar del mundo, independiente de cuál sea el color de quien gobierne”, dijo el Presidente chileno.
En lo que respecta a Piñera, la defensa provino del grupo conservador latinoamericano Libertad y Democracia, al que el propio exmandatario pertenecía junto con otros exlíderes de la derecha iberoamericana. “La acusación de que el Presidente Sebastián Piñera tuvo algún papel en la introducción del Tren de Aragua en Chile no solo carece de fundamento, sino que también refleja la continua irresponsabilidad con la que la dictadura venezolana maneja el tema de la seguridad y la criminalidad transnacional”, respondieron desde el conglomerado.
A las polémicas, se sumó el anuncio del cierre de la embajada de Venezuela en Ecuador, en respuesta a la invasión al consulado mexicano en Quito. Pero hubo otra noticia que, si bien Maduro intentó minimizar, podría tener efectos a largo plazo. Estados Unidos anunció el miércoles que retomaba varias de las sanciones a empresas petroleras y de gas venezolano.
El fundamento, señalaron en Washington, es que Nicolás Maduro “no abrió el proceso democrático” prometido en los acuerdos firmados en Barbados. Leonardo Vivas planteó a La Tercera que “EE.UU. no parece estar dispuesta a volver a imponer todas las sanciones porque teme que se produzca una oleada de migrantes que pasen a engrosar a aquellos que hoy entran por la frontera sur con México. Su otra preocupación es electoral, y allí la presión principal proviene de sus críticos republicanos, que lo acusan de seguirle el juego a Maduro”.
Pero el impacto de esta medida fue desestimado por el mandatario venezolano. “No hay ninguna sanción, ninguna amenaza que hoy pueda dañar el esfuerzo por construir un nuevo modelo económico productivo, porque hoy no dependemos de nadie en este mundo”, dijo durante la semana.
Sobre esto, expertos consultados por este medio disienten. Boris Muñoz dijo no creer que “a Maduro no le importen las sanciones de Estados Unidos. Le importan, y muchísimo”. En un inglés destacado como “curioso” por la prensa local, el mandatario dijo: “Biden, if you want, I want”, en un llamado a su par norteamericano a sentarse a hablar sobre las sanciones.
“No sé si se está burlando del continente, pero creo que hay un posicionamiento ambiguo frente a las sanciones, justamente porque necesita dar un mensaje hacia adentro, y otro hacia afuera”, prosiguió Muñoz. Si bien cree que éstas “no tienen un efecto muy profundo en la economía venezolana, ni siquiera en el campo petrolero venezolano”, posterior a la coyuntura electoral, son importantes a modo de “línea de oxígeno”.
Javier Corrales, en cambio, ve que “Maduro está siendo sincero. El gobierno logró sobrevivir el peor batacazo en su historia, que fue la decadencia de la industria petrolera -que empieza más o menos en 2010-, y las sanciones amplias que comienzan en el año 2019. Al principio se tambaleó el gobierno, pero sobrevivió. Logró sacarle partido a la recesión económica y consiguió fuentes alternativas de ingreso para cooptar a los pocos grupos que apoyan al gobierno. Entonces, hay que creerle cuando dicen que el régimen sabe como sobrevivir en situación de sanciones”, señaló.
Por otro lado, la preocupación regional por la elección venezolana fue puesta en la palestra por Colombia y su presidente, Gustavo Petro. El mandatario presentó a su par brasileño, Lula da Silva, una propuesta -también compartida con Maduro- para realizar “un plebiscito en las elecciones que se avecinan”, consignó AFP. La idea de Petro es sellar un “pacto democrático” donde el perdedor de las elecciones tenga “certeza y seguridad sobre su vida y garantías políticas”. Y si bien Lula evadió comprometerse con la iniciativa, transparentó la inquietud sobre lo que ocurrirá el próximo 28 de julio.