Una mayor sensación de inseguridad e inclinación hacia ideas de centro, que se han traducido en la necesidad de cambios, pero a largo plazo, son las principales tendencias que se abren paso entre los jóvenes chilenos. Sin embargo, también ha habido disminuciones significativas: la expresión de opiniones en redes sociales bajó a menos de la mitad respecto a 2022 y cinco de cada 10 solo se atreve a opinar con su círculo cercano. Esas son parte de las conclusiones de la Encuesta sobre participación, jóvenes y consumo de medios de la UDP, en su versión 2023.
El estudio, elaborado en enero por el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (Ciclos) UDP, junto con la empresa Feedback Research, también arrojó que la incertidumbre y la preocupación aún predominan entre las sensaciones de la juventud sobre la situación del país; no obstante, también hay una buena noticia: la esperanza aumentó de manera considerable en el último año.
Los jóvenes -entre los 18 y 29 años- encuestados por Ciclos durante enero en su mayoría consideran que la seguridad y la delincuencia son el mayor problema del país (44%), situación que se evidencia en la alta percepción de inseguridad: un 72% manifestó sentirse inseguro en Chile. Comparado con datos Ciclos de 2011, la sensación de inseguridad aumentó más de 30 puntos en los últimos 12 años.
Sebastián Rivera, investigador de Ciclos-UDP y uno de los encargados de la encuesta, opina que estos datos van a la par con la impresión de la población general. “No es algo particular en los jóvenes, sino que esto es muestra de qué la seguridad se instaló como un tema de máxima preocupación en la opinión de las personas”, dice.
La sensación de inseguridad sectorizada tampoco se queda muy atrás. Un 69% se siente inseguro en el transporte público, 55% en su comuna y un 49% en su barrio. Esto es reflejo de la realidad de los 1.000 jóvenes consultados, pertenecientes a las regiones de Valparaíso, BioBío y Metropolitana.
Pese a que la preocupación por la delincuencia es transversal a todos los grupos socioeconómicos, existen algunas diferencias en la percepción de seguridad. Un 44% de los jóvenes ABC1 se siente seguro en su barrio, esta sensación disminuye a un 22% para la clase media, mientras que del sector más vulnerable, un 30% manifestó sentirse a salvo en el sector donde vive.
Rivera confirma que la diferencia es significativa y dice que el fenómeno de ‘a mayor nivel socioeconómico, menor percepción de inseguridad en el barrio’ podría deberse a que “efectivamente los niveles de delitos sean menores o también que haya mayor seguridad, y eso aumente la percepción en el barrio”, explica.
“Los fenómenos de mayor connotación pública, como los portonazos, los viven los ABC1. Pero todos los fenómenos que vemos, más complejos, de ajusticiamiento, de balas locas, los viven los sectores más vulnerables”, dice Nicolle Etchegaray, investigadora Ciclos-UDP y también realizadora de la encuesta.
Inclinación hacia el centro
Con el estallido social como punto cúlmine de la polarización a nivel país, los años posteriores han encaminado paulatinamente a los jóvenes a posiciones más moderadas. En el espectro político, un 29% decantó por el centro como su preferencia –nueve puntos más que en 2022–, y en lo económico, la preferencia por un punto medio entre el libre mercado y la regulación del estado aumentó el doble, a un 24%.
La investigadora de Ciclos asocia esta tendencia hacia el centro a la emoción que ha primado entre los jóvenes estos últimos años: la incertidumbre. “Vivimos eventos sumamente extremos en el contexto del estallido social y luego por el Covid, y el ser humano tiene poca tolerancia innata, aunque no está tan consciente, a la incertidumbre”, explica.
Etchegaray comenta que la trayectoria pendular es algo que suele ocurrir en los ciclos políticos. Luego de un periodo de inestabilidad, los jóvenes se inclinan por ideas más moderadas para evitar desatar una nueva tormenta. “Es una posición basada en la experiencia de los últimos tres años”, dice. La necesidad de cambios se ha vuelto más latente, pero sin soltar de la mano la moderación. Si en 2022 la mayoría creía que “solo algunas cosas en el país deben cambiar para resolver los problemas económicos y sociales que sean más urgentes” (42%), en 2023 un 49% cree que “la mayoría de las cosas en el país deben cambiar, pero se requiere tiempo para un proceso ordenado y estable”.
La académica indica que la diferencia está en que “hace tres años había una cantidad importante de jóvenes diciendo ‘queremos que cambie todo’”, mientras que hoy “es mayoritario el porcentaje de jóvenes que dice: ‘bueno, queremos cambios relevantes, pero con tiempo, para cuidar la estabilidad del país’”. La intolerancia a la incertidumbre, según explica la investigadora, ha sido el motor que ha generado que los jóvenes chilenos opten por la moderación. Este sentimiento –que alcanzó un 39% en 2022– disminuyó a un 33% en el último año. A esto se suma el sentimiento de preocupación, que aparece en un 19% al pensar en la situación del país.
Por su parte, en cuanto a la esperanza, luego de una baja de más de 10 puntos, que la llevó a tener solo un 9% de las preferencias en 2022, hoy los jóvenes que se sienten esperanzados sobre la actualidad del país alcanzaron un 25% en 2023. “Lamentablemente, la incertidumbre y la preocupación siguen siendo las emociones dominantes. Entre un 33% y un 19%, estamos hablando de que más del 50% de los jóvenes enfrentan la actualidad con emociones que son claramente negativas”, asegura Etchegaray.
La investigadora interpreta que hay otro tema que podría atribuirse al cambio en la sensación de incertidumbre: los procesos constitucionales. “En 2022 recién teníamos un plebiscito constitucional y ahí recién nos dimos cuenta de que teníamos que partir otro. Tenía sentido que aumentara la incertidumbre”, dice.
Menos opinantes
Pese a estar más esperanzados, la tendencia a la moderación también se ha reflejado en una disminución de la participación política. Un ejemplo es que la participación en manifestaciones en la vía pública ha continuado su baja de 10 puntos por año, llegando solo a un 13% en 2023.
Parte importante de los jóvenes también ha tomado distancia de expresar su opinión a través de redes sociales, actividad que llegó a un 24% y que en 2021 alcanzaba el 56%. De las masivas convocatorias en 2019, en 2023 la mayor forma de participación política de los jóvenes se convirtió en “dar like a una funa relacionada con temas sociales o políticos (25%)”.
Rivera opina que, si bien las redes sociales son consideradas como una plataforma que permite ampliar los debates y abrir el diálogo a una gran diversidad de personas, hoy la decisión de una gran cantidad de jóvenes de optar por el silencio se podría asociar a “mayores niveles de hostilidad en las redes sociales”, menciona.
Para la realizadora de la encuesta, “una mirada de la participación política juvenil un poco menos negativa” está en que hoy “hay muchas formas de participación que son más expresivas o que son apoyo, ahora hay protestas online, hay formas de activismo digital que son superpotentes”, asegura. Una importante alza se observa al momento de autocensurar sus opiniones. Un 47% de los jóvenes tiende a expresar sus opiniones únicamente a sus amigos o personas de confianza, cifra que aumentó en 16 puntos respecto a 2022.
No opinar para evitar conflictos es una actitud que parece haber crecido en el último año. Un 34% considera que “es más seguro callarse que hacer pública una opinión que la mayoría de la gente no comparte”, 13% más que el año anterior. La investigadora explica que este comportamiento encuentra una explicación en Elisabeth Noelle-Neumann y su teoría de “la espiral del silencio”. “Cuando las personas empiezan a percibir que las voces más vociferantes son contrarias a las suyas, tienden a no expresarlas”, menciona.
El problema, dice, está en cuando las opiniones más vociferantes son extremistas: “Lo que empieza a pasar con las voces más moderadas o disidentes es que se quedan calladas porque se sienten en minoría”. La investigadora ve este aumento en la autocensura como una mala noticia. A largo plazo “la autocensura es un elemento supercomplejo y negativo para cualquier sociedad. Empieza a perderse la verdadera democracia”, advierte.
Instituciones recobran confianza
Otro fuerte cambio de tendencia que notaron los investigadores estuvo en la confianza en las instituciones. Luego de que 2019 marcara cifras históricas de desconfianza, instituciones como Carabineros de Chile y la Armada han ido progresivamente recobrando la confianza de los jóvenes chilenos. “El 2019-2020 fue como el fondo del pozo, llegamos al punto mínimo de confianza en las instituciones”, expresa Etchegaray.
Carabineros pasó de poseer la confianza de un 56% de los jóvenes, a solo el 10% en 2019. Cuatro años después aumentó a 50%. Por su lado, las Fuerzas Armadas –que en 2009 poseían un 44% de confianza– alcanzaron su punto mínimo de aprobación el año del estallido social (11%). En 2023 la cifra fue incluso mayor que 14 años atrás y alcanzó un 53% de jóvenes que confían en la institución.
“No es que haya algo atribuible a las fuerzas de orden, no es que cambie la percepción de las personas, sino que la gente volvió a ajustar sus expectativas hacia las instituciones a niveles parecidos a los de hace 10 años”, opina Rivera sobre este aumento en la confianza.
“Lo que sorprende aun más es que, por ejemplo, instituciones como las grandes empresas suman un montón de puntos. Pasaron de un 12% hasta un 31%; es decir, aumentó más del doble entre 2021 y 2023″, comenta la académica. La aprobación del gobierno de Gabriel Boric también ha aumentado, aunque aún es moderada: de un 19% en 2022 a un 33% en 2023. Seccionado por grupo socioeconómico, los jóvenes ABC1 son la primera mayoría (48%), mientras que del sector vulnerable es solo un 23% el que aprueba la gestión del Presidente.
Respecto al conocimiento político de los jóvenes chilenos, las preguntas con peor desempeño fueron: “¿Cuántos diputados hay en la Cámara de Diputados?”, con solo 15% de respuestas correctas, y “¿Quién es actualmente ministro o ministra del Interior?”, con un 22% de aciertos y un 59% de jóvenes que no sabe o no responde.