“Ser profesor no te deja espacio para ser humano y eso es muy violento”. Así resume Natalia Sola, docente de Inglés, su traumática experiencia laboral. Renunció hace dos semanas al colegio en el que trabajaba, un recinto particular subvencionado de la Región de Coquimbo, extenuada por la sobrecarga de trabajo de la pandemia y harta de la gestión de su empleador.
“Tomé la decisión de renunciar por el agobio laboral. Con la pandemia se llegó a una gran carga de trabajo, donde hacíamos clases virtuales, atendíamos a los niños que no se podían conectar, teníamos que recolectar guías… Nos transformamos en profesores particulares de cada escolar, y además teníamos labores administrativas”, detalla.
Tenía 13 cursos distintos, de kínder a 4° medio, y pese a que podía atender a todos los niños, dice que se vio sobrepasada por la mala gestión de la Unidad Técnica Pedagógica (UTP) y el maltrato del director del colegio, a quien define como un “déspota”. Eso afectó su salud: notó cómo se le caía el cabello y tuvo un desorden de vitaminas que la llevaron a escapar.
“Los profesores trabajamos con seres humanos, y tenemos mucha responsabilidad afectiva hacia los alumnos, pero poca hacia nosotros. No es que no quiera estar en la docencia”, aclara. “Pero el sistema te empuja a desertar”.
Su caso no es excepcional. Según un reciente estudio del Instituto de Investigación Avanzada en Educación (IE) y del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, el 20% de los profesores deserta al quinto año del ejercicio docente, impulsados por el agobio y la desmotivación, lo que podría agudizarse con el estrés de la pandemia y las clases híbridas.
Según el estudio, pronto a ser publicado, al primer año laboral se retiran entre el 6% y el 12% de los profesores que ingresan al sistema, tasa que va decayendo con el tiempo. Para la cohorte más antigua analizada, la de 2006, se detectó que luego de una década de trabajo, el 30% de los docentes había desertado de forma permanente.
Las tasas se mantienen para otras cohortes. Sin embargo, hay una heterogeneidad entre quienes desertan: este fenómeno se da más entre los profesores que son hombres, los que trabajan en colegios particulares pagados, los de enseñanza media y las de educación parvularia. El caso extremo es el de la enseñanza media técnico-profesional, donde el 40% de los docentes se retira al quinto año.
Si bien las tasas de deserción son menores a las de otros países -en Estados Unidos e Inglaterra llega al 40% al quinto año-, el estudio advierte que en Chile hay también una alta movilidad de los profesores que sí se quedan en la enseñanza. Por ejemplo, se detectó que solo el 30% de los maestros sigue en el mismo colegio en el que empezó al quinto año de trabajo, lo que también denota la existencia de un problema en los colegios.
“La recompensa es poca”
¿Por qué se van los profesores? Las razones se repiten entre quienes desertaron, incluso antes de la pandemia. Sebastián Peña es docente de Artes Visuales y dejó las aulas en 2012, apenas terminó su práctica, luego de que se suicidaran dos niños del colegio de Puente Alto en el que estaba. Ahí se decepcionó del sistema educativo.
“Sentí que había mucha preocupación por las notas, el Simce, la PSU, la educación tecnocrática, pero no por la vida de los niños. Tengo una diferencia con este paradigma de la educación tan competitiva”, dice.
Tampoco vio posible transformar ese sistema desde adentro.
Hay un choque entre lo que uno espera hacer como profesor y lo que te pide el sistema educativo, la planificación, las notas, todo eso te quita el rol transformador que tienes como docente.
Sebastián Peña, profesor de Artes Visuales
Antonieta Vergara, profesora de Lenguaje, renunció en 2016 luego de una extensa licencia posnatal, por una enfermedad que tuvo su hijo. Cuando se acabó el permiso, supo que no podía volver al colegio, porque era incompatible con su maternidad.
“Volver a clases significaba estar 40 horas en el colegio, lo que implicaba estar fuera de la casa de 7 de la mañana a 6 de la tarde. Esta es una profesión en que trabajas mucho, pero la recompensa es muy poca. Cuando se es joven, sin familia, eso no importa tanto, pero cuando se tiene familia, la retribución de la enseñanza es muy poca”, lamenta. Dice que le encantaba ser profesora, porque había una gratificación emocional en trabajar con alumnos, pero que no pasaba lo mismo en la relación con el equipo directivo. “Tiene que haber una retribución económica acorde a la función, las horas de trabajo y la cantidad de personas que uno atiende. También hay que profesionalizar esta carrera, darles más valoración y capacitar a los profesores”, recomienda.
Andrea Chebair, profesora de Biología y Química, también desertó en 2016, luego de trabajar 10 años con un sueldo que empezó en $ 300 mil y nunca superó los $ 600 mil, por 44 horas de trabajo. Eso la llevó a desertar y estudiar Enfermería.
No era para nada gratificante. Ganaba muy poco y el horario era muy extenso, con 45 alumnos por sala. Tenía fines de semana en que no me levantaba de la cama por tener que revisar pruebas y trabajos. No te gratifican en nada por todo este sacrificio.
Andres Chebair, profesora de Biología y Química
Más compañía y autonomía
La fuga de profesores es un problema que se agrava si se considera la escasez de docentes que hay en las escuelas. Según una proyección de Elige Educar, el año pasado faltaban 13 mil profesores idóneos en las salas de clases y para el 2025 el déficit será de 26 mil. En las asignaturas de Educación Tecnológica, Filosofía y Religión, Historia y Geografía y las Ciencias Naturales de educación media, el escenario es más crítico.
La Carrera Docente, política implementada en 2016, pero que aún no está completamente en régimen, busca resolver algunos de los problemas que aquejan a los maestros, mejorando los sueldos, aumentando las horas no lectivas -el tiempo que el profesor dedica a planificar clases y revisar pruebas- y generando un modelo de mentorías o acompañamiento. Pero el problema del agobio continúa.
Juan Pablo Valenzuela, investigador del CIAE y uno de los autores del estudio, dice que “existe un desafío de retener a los profesores y la variable más relevante para ello es que no se percibe que la carrera profesional tenga buenas condiciones laborales, pese a que es cada vez más prestigiosa y relevante”. También cree que hay cosas que se podrían revisar, por ejemplo, las brechas salariales que todavía persisten y el uso de las horas no lectivas, pues se observa que no hay un uso estratégico de ese tiempo en los colegios.
El Centro de Estudios del Ministerio de Educación dice que cerca de 15 mil profesores dejan las aulas cada año, entre los que desertan, los que son despedidos y los que pasan a cumplir otras funciones en el colegio. Y en Elige Educar calculan que desertan cerca de ocho mil docentes (4% de la dotación, aproximadamente).
Joaquín Walker, director ejecutivo de Elige Educar, participó en una mesa técnica convocada por el Mineduc para mejorar la atracción a las carreras de Pedagogía, donde también se propuso mejorar la retención en los colegios, con mejoras en las condiciones laborales.
“Hay elementos que inciden en la retención, como el clima interno del colegio y la autonomía profesional, es decir, que el profesor tenga la capacidad de crear y planificar sus metodologías de aprendizaje. En Chile, el marco es bastante rígido y los profesores tienen que seguir determinados métodos de enseñanza, aunque con la pandemia se les ha dado algo de autonomía en ese sentido”, explica.
Raimundo Larraín, jefe de la División de Educación General (DEG) del Mineduc, dice que la falta de acompañamiento al docente en su ejercicio es uno de los factores que incidían en la deserción, y que eso está quedando atrás con la Carrera Docente, “que entrega formación permanente y pertinente desde el Estado para el fortalecimiento y actualización de conocimientos, capacidades y competencias”.
Eso se suma al incremento de remuneraciones que rige desde 2017, y el aumento de horas no lectivas, que pasó de una proporción de 75% del tiempo para dar clases y 25% del tiempo para prepararse, a una proporción de 65% y 35%, respectivamente, cambio que involucró una inyección gigantesca de recursos, porque implicó contratar a más profesores.
En medio de la pandemia, Larraín afirma que el Mineduc reorientó sus programas para apoyar a los profesores, entre ellos, el programa Escuelas Arriba, que ya cuenta con más de tres mil colegios inscritos.
Respecto de las mentorías, que son los acompañamientos que reciben los profesores nuevos, explica que “significan un cambio cultural dentro de las escuelas, en donde se deja de percibir la mentoría como supervisión y se transforma en acompañamiento para mejorar la práctica docente. Por otro lado, hay que considerar que este es un programa voluntario”, dice, aunque las postulaciones han ido aumentando.
Así, el año pasado se realizaron 131 mentorías, y otras 136 se iniciarán en las próximas semanas, lo que se suma a la convocatoria que se realizará en abril.