Gabriel Colodro (35)
“Se necesitaron 12 semanas de manifestaciones para llegar a negociar”
¿Cómo se posiciona ante las protestas?
Soy director del área hispanoparlante del partido centrista y opositor, Yesh Atid. Nosotros empezamos a protestar a principios de diciembre. La primera protesta a la que fui fue organizada justamente por el partido, en uno de los puentes de Tel Aviv, y llegamos aproximadamente 100 personas. En ese momento advertíamos lo que venía y mucha gente no nos creyó, dijeron que estábamos exagerando. Hoy ves que 700 mil personas salen a la calle en todo el país. Lamentablemente, no estábamos tan equivocados. El conjunto de legislaciones se está trabajando de forma absolutamente descarrilada en la Knéset (Parlamento unicameral israelí). Es una grave amenaza a lo que nosotros conocemos como democracia occidental, puesto que se eliminaría de facto la independencia de los poderes del Estado. Israel ya es un régimen parlamentario, donde no tienes tres poderes independientes, sino que tienes dos poderes entrelazados y uno independiente, que es el Judicial. El proceso está pausado, pero costó mucho llegar a negociar. Se necesitaron 12 semanas de manifestaciones.
¿Cómo cree que esta crisis ha impactado a la sociedad israelí?
Esto ha afectado a la sociedad completa, porque hay una división del pueblo. El gobierno y los ministros de Netanyahu se han encargado de generar un ambiente hostil donde se trata de traidores, terroristas o anarquistas a la gente que salió a manifestar a la calle. El mismo premier llamó a todos los manifestantes anarquistas. Ciudadanos, soldados del Ejército, pilotos de la Fuerza Aérea. O sea, yo salí a protestar con mi esposa y con mis papás, que son pensionados. Yo soy un ciudadano común que paga impuestos, que manda a sus hijos al colegio. En el fondo, que tiene una vida normal. No soy un anarquista. Es duro sentir eso, porque las manifestaciones tienen una característica común: el símbolo es la bandera. La idea es cuidar la integridad del Estado democrático como tal, en respeto a todos los ciudadanos del Estado, no importa su fe, su color de piel, etc. ¿Tan terrible es el tema? La verdad es que no. ¿Urgente? No es tan urgente. ¿Necesario? Sí. Yo creo que todos los sistemas son corregibles y este necesita muchas modificaciones, pero se necesitaron 12 semanas de manifestaciones para llegar a negociar.
¿Cuál considera que podría ser una forma de salir de la crisis?
Entendemos que no es un proceso que corresponda solamente a un partido político, sino que corresponde a las necesidades de la gente y corresponde a los ideales de la gente. Los soldados, los pilotos que salen a protestar no están ligados a una posición política específica, ni a un partido político específico de izquierda, de centro y de derecha. Es nacionalismo sano, me gustaría decirlo así, es un nacionalismo democrático. Lo que proponemos nosotros como Yesh Atid es avanzar en el proceso de una Constitución que asegure los derechos básicos que no están planteados hoy día las leyes básicas del Estado. Que asegure el respeto irrestricto a las minorías y la democracia israelí en todo sentido. Nosotros nos sentamos a negociar en la casa del Presidente Herzog el martes y lo que se presenta es un plan para avanzar no solamente en las cosas que son necesarias reformar. Hay necesidad de transformar ciertas cosas, pero no de esta forma. No sin asegurar primero las bases democráticas del Estado basándonos en la declaración de independencia de Israel que definen el Estado como uno judío y democrático.
Sivan Gobrin (39)
“Acá no hay nadie que rompa paraderos de micro o que queme el tren”
¿Ha participado en las manifestaciones?
No he ido a las manifestaciones, primero, por el tema logístico, porque tengo tres niños chicos, pero yo decido como periodista escribir e informar desde mi vereda y desde mis redes sociales. Me duele mucho lo que está pasando: la división social, escuchar en el trabajo peleas entre personas que antes se llevaban bien, familia, encontrones. Cuando tú respetas el espacio del otro, está todo bien. Yo apoyo las manifestaciones, porque creo que son legítimas, pero yo no he salido a manifestarme.
¿Lo han afectado a usted y a su círculo?
Son súper organizadas las manifestaciones. Hace 12 semanas que siempre son los sábados en la noche, en puntos que ya están organizados desde antes, son con permiso, la gente sabe qué calles se van a cortar, pero en las últimas semanas la cosa se ha ido calentando. Personalmente, no me ha afectado, porque vivo en una ciudad más chica que se llama Kfar Saba, que está a cerca de 30 kilómetros de Tel Aviv. Las manifestaciones no me pasan por afuera de la casa, pero en mi reciente viaje a Chile, por ejemplo, tuve que pensar cómo llegar al aeropuerto, porque fue justo cuando quisieron cortar la entrada al aeropuerto, porque Netanyahu se iba de viaje, pero cosas logísticas más que nada.
Si bien en Chile parte importante de los manifestantes lo hicieron de manera pacífica, también ocurrieron saqueos y actos de vandalismo. ¿Cómo comparas estos dos momentos de ebullición social?
Cuando estuve en Chile di una charla sobre la reforma y el tema salió rápidamente. Acá no hay nadie que rompa paraderos de micro o que queme el tren. No existe la destrucción de los negocios familiares. No está esa situación de la gente con miedo, o gente cerrando los negocios como en Plaza Italia cuando pasaban las manifestaciones. Tampoco el que baila pasa. No quiero caricaturizar ni criminalizar lo que ocurrió en Chile, pero ¿hay delitos? Sí. Cuando tú rompes un paradero o quemas el metro, sí, pero acá no pasa eso. La gente va, cortan la ruta dos horas, obviamente hay gente que le molesta porque tiene que llegar a su casa después del trabajo. ¿Eso es molesto? Sí, pero sabemos a la hora que va a pasar.
¿Qué factores cree que influyeron en el aplazamiento de la reforma?
Hay muchas cosas que permitieron la presión. Estados Unidos desde hace rato que está diciendo que no aprueban el tema de la reforma, también la Unión Europea, jefes internos, exjefes del Mossad (agencia de inteligencia israelí), excomandantes en jefes del Ejército, es decir, altos mandos, gente inteligente que le está diciendo que esta no es la forma de hacerlo. Puede ser que estén a favor de la reforma, pero no así. Tú no puedes reformar un poder del Estado en dos meses y con mayoría simple. No puedes. Y lo que ponía sobre la mesa el Presidente Herzog, una de sus propuestas para calmar el tema, era dos tercios, que a mí me parece obviamente algo mucho más lógico, y hacer la cosa de a poco. Netanyahu programó en la agenda legislativa de julio las propuestas de leyes sin cambiarles nada. Yo creo que lo hizo para que efectivamente esta cuestión se vote, pero de todas maneras se puede prestar a cambios, a diferencia de lo que cree la oposición.
Daniel Nachari Gelfenstein (25)
“Es muy excepcional que la oposición ocupe la bandera del país, porque generalmente es al revés”
¿Cómo ha sido su relación con las protestas?
Primero que todo, me gustaría aclarar que yo llevo uno de mis 25 años viviendo y trabajando como psicólogo acá, por lo que mis palabras tienen que tomarse en ese contexto. Si bien tuve una vida inmersa en la cultura y educación judía, no es lo mismo que vivir toda tu vida acá. Con eso en mente, después de informarme por los distintos medios y escuchar distintas posturas, me posiciono en contra de la reforma que se propone, pero siempre trato de escuchar posturas y cuando un israelí me dice que está en contra, yo no le contradigo.
¿Le parece que se haya polarizado la sociedad israelí tras las protestas?
Hay mucha polarización, pero se ve en espacios donde se habla de la reforma y en las protestas. Ha habido muchas contraprotestas y son muy polarizadas, pero si algo así hubiera ocurrido en el Chile del estallido, creo que hubiera terminado muy mal. Acá se ve algo de violencia, pero no es la tónica. Y eso me llamó la atención para bien. Se da mucho que anti-reformas le gritan a los pro-reforma “vergüenza, vergüenza”, pero ahí queda.
Vivió las manifestaciones de Chile e Israel. ¿Qué las asemeja y las separa?
Una diferencia es que acá las protestas tienen mucha presencia de adultos mayores. Las manifestaciones no son violentas como en Latinoamérica. Sí, puede haber casos particulares, pero no es común. La gente incluso va con sus hijos a las protestas, con su coche de guagua, que eso no lo podría ver en Chile. En las similitudes está que se cuelan banderas LGBTIQ+, con el tema de la libertad de las minorías, tal como en Chile, pero la gran diferencia es que aquí no se está luchando contra el sistema económico, las pensiones o la educación, sino que es por la democracia en sí misma. Se reclama por algo muy concreto, ligado a la educación cívica de los manifestantes, que requieren manejar bien temas como la división de poderes. El Estado moderno de Israel tiene 75 años, y como todo fue demasiado rápido, se metieron cosas bajo la alfombra, porque tenían que sobrevivir a los enemigos que tenían a su alrededor. Lo que pasó con la reforma es que ahora explotó todo lo aplazado, y hay gente que está gritando por una Constitución. Según lo que he leído de expertos, esta salida constitucional parece ser muy ingenua, pero veo aires de cambio.
¿Se ve violencia como la que se vio en las de Chile?
Me tocó ver al lado de mi edificio una persona con la bandera de Netanyahu (la de su partido, Likud) y otra con la de Israel dándose empujones. Es un caso muy excepcional de que la oposición al gobierno ocupe la bandera del país, porque generalmente es al revés. En noticias vi que alguien manejando se lanzó contra manifestantes también. Pero fuera de eso, durante las 12 semanas no se han visto actos violentos. Un día fui a una protesta, y al otro día pasé por ahí en bicicleta y no estaba sucia, ni siquiera había chaya en el suelo. Se da este concepto de querer reclamar porque quiero cuidar mi país, porque me pertenece. En cambio, en Chile veía una postura de que como no tengo nada que perder, nada me pertenece.
¿Cómo cree que terminará esto?
Hay muchos escépticos que dicen “¿qué vamos a esperar si ya tienen lista la primera lectura? ¿Vamos a cambiar el decorado?”. Creo que van a seguir las protestas, pero que los políticos de ambas partes ya están entendiendo que no pueden jugar con el futuro del país por rencillas entre ellos. A la parte de la extrema derecha en el gobierno le sirvió como una advertencia de sus límites, de que no podemos jugar aquí.