“La toma de posesión de Putin el martes para un quinto mandato no sólo marcará sus 25 años de control del poder, sino que también mostrará el cambio de Rusia hacia lo que los comentaristas pro-Kremlin llaman una ‘potencia revolucionaria’, decidida a alterar el orden global y crear sus propias reglas. y exigir que se respete la autocracia totalitaria como una alternativa legítima a la democracia en un mundo dividido por las grandes potencias en esferas de influencia”, escribió este lunes el diario estadounidense The Washington Post, un día antes de que el presidente ruso, Vladimir Putin, jurara por un nuevo período de seis años, que le permitirá mantenerse en el poder al menos hasta 2030 y que lo convertirá en la persona que más tiempo ha liderado el país desde Catalina la Grande, por delante del mandatario soviético Joseph Stalin.
“Bajo Putin, una nueva Rusia militarizada se levanta para desafiar a Estados Unidos y Occidente”, enfatizó el Post. Ello, mientras Putin continúa su ofensiva en Ucrania, al tiempo que su enfoque interno también ha cambiado, con el objetivo de militarizar a los ciudadanos rusos y volver a una concepción más tradicional -propio de la antigua tierra de los zares- que percibe a Occidente como un enemigo.
La transformación radical en Rusia llevada a cabo por el exoficial de inteligencia de la KGB, impulsada por los dos años de guerra intensa que continúa en Ucrania, está marcada por la creación de una sociedad ultraconservadora, la remodelación educativa hacia valores patrióticos y la militarización de la conciencia nacional. El régimen ha reprimido sistemáticamente a la disidencia, glorificando a figuras autoritarias como Stalin y promoviendo un activismo pro-guerra.
“Esta estrategia existe y podemos observarla tanto en los documentos y declaraciones oficiales rusos como en las acciones. Las recientes declaraciones de Putin antes y durante su discurso de toma de posesión sobre el posible uso de armas nucleares sirven como evidencia de tal estrategia. Yo diría que Rusia ya tiene una sociedad regresiva y militarizada desde la invasión a gran escala contra Ucrania”, afirma a La Tercera Olena Podvorna, investigadora principal en el Instituto de Investigación para la Paz de Frankfurt.
“Los avances no son del todo nuevos ni sorprendentes porque son visibles desde hace mucho tiempo. La ideología del régimen de Putin es muy visible desde 2012. Y más aún desde 2014, cuando se produjo la anexión de Crimea y el comienzo de la operación militar en el Donbás. La gran pregunta ahora, también entre mis colegas, otros expertos y académicos rusos que están emigrando a otros países, como Alemania, es si el actual estado ideológico del régimen de Putin es básicamente fascismo”, dice a La Tercera Ewa Dąbrowska, investigadora postdoctoral de la Universidad Libre de Berlín.
Una percepción que no parece ser compartida por la mayoría de los ciudadanos rusos. “La mayoría de las prácticas de Putin han tenido una gran aceptación por parte de la gente común (aunque no de todos), ya que los niveles de vida son bastante bajos, excepto en Moscú y San Petersburgo”, explica Podvorna.
“Aquellos a los que realmente les importa la democracia y los derechos abandonaron el país, fueron silenciados o encarcelados. Así que esas cosas nunca fueron realmente parte del ‘mundo ruso’. Estabilidad política y económica fueron las cosas que Putin prometió cuando llegó al poder: ‘mantente al margen de la política y te dejaremos vivir cuatro vidas privadas’”, explica a La Tercera Katharina Bluhm, académica en sociología con énfasis en Europa del Este en la Freie Universität Berlin.
De acuerdo con una encuesta publicada en febrero pasado por la organización independiente rusa The Levada Center, un 77% de los rusos apoya la guerra a gran escala contra Ucrania, y sólo el 16% de los encuestados dijo que se oponía al conflicto. “Está bastante claro que la mayoría de Rusia quiere una paz lo antes posible, pero sujeto a las condiciones y términos de Putin, lo que significa la capitulación de Ucrania”, señala Bluhm.
“La estrategia de consolidar su nación en la lucha contra Occidente es la única manera de que Vladimir Putin permanezca en el poder y probablemente siga con vida. Es difícil imaginar que pueda ocurrir una transición pacífica del poder en Rusia”, indica Podvorna.
En 2030, se deberían realizar nuevamente las elecciones presidenciales en el país. Sobre la alta posibilidad de que Putin esté buscando un nuevo término para ese entonces, Dąbrowska indica que “espero que haya elecciones, pero serán elecciones amañadas como las de ahora. Muchos expertos en Rusia también dicen que incluso si Putin se fuera, esto no es garantía de que el próximo presidente sea menos radical y más democrático, porque hay muchos representantes de la élite rusa con opiniones de extrema derecha”.
Durante el período que Putin ha estado en el poder, se le ha acusado de numerosos crímenes asociados a su régimen y la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto en su contra en 2023. “Desde entonces, el líder ruso ha evitado visitar cualquier país donde puedan ser detenidos. Si imaginamos una situación en la que Rusia elige un nuevo presidente, y un nuevo presidente cooperaría con Occidente de todos modos para devolver al país a la comunidad internacional, dicha cooperación incluirá el castigo de los responsables de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio. Y supongo que el líder ruso lo sabe. Por lo tanto, no le queda otra opción: sólo permanecer en el poder mientras viva, utilizando cualquier medio”, explica Podvorna.
En diciembre pasado, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) proyectó que para este año Rusia planea aumentar su gasto militar y relacionado con la guerra en un 29% interanual, representando el 7,1% de su PIB en 2024. El aumento, reflejado en el nuevo plan presupuestario federal hasta 2026, demuestra el compromiso del Kremlin de llevar la guerra a una conclusión exitosa, a pesar de los desafíos económicos.
“El régimen es mejor librando la guerra que desarrollando sus regiones en tiempos de paz. Podemos ver que, en realidad, Rusia ha estado luchando económicamente durante la última década y careció de buenas ideas para desarrollar económicamente su enorme territorio. E incluso si se implementaran algunas políticas, no harían una diferencia real, como en el Lejano Oriente o incluso en Crimea, que fue anexada hace 10 años”, dice Dąbrowska.
Para Podvorna, la estrategia de desarrollar la industria militar está estrechamente ligada a obtener una victoria en Ucrania. “Actualmente no hay señales de que Rusia pueda ganar la guerra y a Occidente no le interesa la victoria rusa. Hace casi dos décadas comenzó el proceso de modernización del Ejército ruso (...) La deseable victoria sobre Ucrania fue percibida como un elemento para recuperar el gran estatus de Rusia y su capacidad para reformar el orden internacional. Definitivamente, la victoria sobre Ucrania habría dado a Moscú recursos adicionales, tanto materiales -como el territorio de ese país, pueblo, finanzas- como inmateriales -influencia, respeto, miedo de otros líderes-. No sucedió. Entonces su estrategia fracasó”.