Sangrientos homicidios, tomas de cárceles a manos de reos o balaceras en pleno día. La escena varía en intensidad y frecuencia, pero es una que se ha repetido en distintos países de la región en los últimos años.
En Ecuador, el cenit llegó con la toma de un canal televisivo en Guayaquil. En México, los poderosos carteles de la droga han avanzado hasta funcionar como verdaderos reemplazantes del Estado. Perú ha debido decretar estados de emergencia, como ocurrió ayer en La Libertad, y gran parte de Sudamérica ha tenido que lidiar con bandas como el Tren de Aragua, que se expande por Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil.
El caso de Ecuador, el país más violento de América Latina, estuvo marcado por los 45 asesinatos por cada 100.000 personas durante 2023. El boletín del Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado señaló que el promedio de asesinatos diarios en la primera mitad de 2023 fue de 19,72. Esto representa un crecimiento del 69,13% versus el mismo período, pero de 2022.
El mayor problema es que se trata de un crecimiento sostenido. En 2016 se contabilizaron 5,78 asesinatos por cada 100.000 personas. En 2019 fueron 7,84, y al siguiente, 13,94. Luego, 19,66 en 2021. Durante 2022 se llegó a 25,32, y en 2023 fueron 45 muertes cada 100.000 ecuatorianos.
Según el viceministro de Gobierno, Esteban Torres, desde que se activaron las medidas reactivas la tasa de muertes diarias bajó de 48 a 6, señaló en X.
Mike LaSusa, subdirector de contenido de InSight Crime, dijo a La Tercera que hay “muchos ejemplos claros de cómo las dinámicas criminales afectan los niveles de violencia en toda la región. Ecuador es el más obvio, con bandas que generan altos niveles de violencia al luchar entre sí por controlar las rutas del narcotráfico –y ahora también luchan contra los intentos del gobierno de eliminarlas–. Costa Rica y varios países del Caribe también han experimentado un aumento de la violencia relacionada con las luchas entre bandas de narcotraficantes”.
Pero hace una aclaración al respecto. “Sin embargo, la violencia criminal tiende a concentrarse en unos pocos ‘puntos calientes’ localizados. En otros países la violencia ha disminuido. En El Salvador, por ejemplo, la tasa de asesinatos ha caído en picada después de que el gobierno iniciara una brutal campaña de represión que diezmó a las bandas”, continuó.
Precisamente, el país centroamericano liderado por Nayib Bukele ha sido uno de los que han tenido una baja importante en el número de homicidios. Vale agregar, mediada por una pérdida de derechos constitucionales como lo es el mantenerse por casi dos años en un estado de excepción.
Pese a esto, y con su política antipandillas como el gran caballito de batalla, Bukele se alista para una posible reelección este domingo 4 de febrero.
Brasil también celebró a mediados de 2023 que las muertes violentas alcanzaron su nivel más bajo en 12 años. Según el Ministerio de Justicia, durante el primer año de Lula da Silva en el poder la tasa bajó un 5,7%.
Otros tres países que han destacado por el crecimiento en la violencia han sido Haití, México y Costa Rica. Un informe de la ONU publicado en enero señaló que el primero ha duplicado la tasa de homicidios frente a 2022, al registrar un alza del 119,4% desde dicha fecha. Solo en 2023 se reportaron 4.789 víctimas de homicidio, entre ellas 465 mujeres, 93 niños y 48 niñas.
En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) batió un trágico récord. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) muestran que durante su gobierno ya se cruzaron los 160.000 homicidios, superando la cifra establecida previamente por su predecesor, Enrique Peña Nieto.
Algo similar ocurrió con Costa Rica, nación que ya había pasado por un 2022 negro, pero que en 2023 empeoró, convirtiéndose en el año más violento de su historia. Según datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la nación de 5,1 millones de habitantes tuvo 17,2 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Violencia y bandas criminales
Pero ¿existe una correlación entre las cifras de homicidios y la aparición de bandas criminales que cruzan fronteras en Latinoamérica? Tres expertos consultados por La Tercera coinciden en una idea: especialmente en etapas embrionarias, cuando llegan a instalarse a un lugar, suelen actuar con violencia, pero selectiva. Sin embargo, una vez asentados la dinámica parece cambiar.
Así ha visto que ocurre Mike LaSusa, de InSight Crime, quien plantea que “no sería necesariamente exacto decir que en Centroamérica y Sudamérica se ha producido una tendencia general al aumento de la violencia”.
Las cifras ayudan a entregar cierto contexto. Números de 2017 publicados por la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Delito (UNODC) muestran que la cantidad de muertes por homicidio a nivel mundial fue cerca de 464.000. Del total, casi 173.000 ocurrieron en Latinoamérica, convirtiéndola en la región más peligrosa del mundo al concentrar el 37% de ellos, pese a contar tan solo con el 13% de la población mundial. Mientras la tasa global de homicidios por cada 100.000 personas es de 6,1, en América Latina alcanza a 17,2.
Para 2021 el número mundial disminuyó a 458.000, y la región continuó a la cabeza en la lista de homicidios, concentrando el 15% del total en época de Covid-19. Otro estudio elaborado por la UNODC planteó que América Latina y el Caribe “tuvo la mayor proporción de homicidios relacionados con la delincuencia organizada en todo el mundo en 2021″.
Mirando hacia Chile, entre 2018 y 2022 los homicidios sin autor conocido pasaron de un 23% a un 41%, detalló el informe de 2023 del Centro Nacional para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos. Sin embargo, el Informe Nacional de Víctimas de Homicidios Consumados presentado por el Ministerio del Interior aseguró que en el primer semestre de 2023 se registró una leve disminución del 3% en la tasa de homicidios frente al mismo período, pero de 2022.
Si bien “las pruebas no sugieren que América Central y del Sur se están volviendo más violentas”, continuó LaSusa, “es importante señalar que ambas presentan en general tasas de homicidio más elevadas que otras regiones del mundo”, pero, además, “la región tiene una mayor proporción de homicidios relacionados con el crimen organizado que otras regiones”.
Si se habla de drogas y la relación con la violencia, la situación de Argentina resalta. Pese a contar con muy bajos índices de asesinatos por cada 100.000 personas (4,3 en 2022), llama la atención la violencia en Rosario, ciudad conocida por el problema de las drogas. En 2022 se batió un récord al registrarse 288 crímenes, mientras que en 2023 el número bajó hasta los 259. Sin embargo, detalló La Nación, tres de cada cuatro de ellos fueron perpetrados por sicarios ligados a grupos criminales vinculados a la venta de drogas.
Sebastián Basso, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Argentina (UCA), señaló a este medio que las estadísticas oficiales “dan cuenta de una baja en la tasa de homicidios dolosos y no se aprecia, desde el punto de vista numérico, un gran aumento de delitos cometidos en todo el territorio de la República Argentina”.
Al fijar la mirada en Rosario, “la ciudad de Santa Fe, Córdoba y algunas zonas del cordón urbano que rodea a la ciudad de Buenos Aires presentan indicadores muy similares a los de Rosario”, cree el director académico de los temas de seguridad de la UCA. Sin embargo, “el tema del narcotráfico, especialmente el control del territorio por parte de bandas dedicadas a esto, ha incrementado notoriamente la violencia contra las personas (…). De ahí que el aumento de la violencia debe serle asignado al auge del narcotráfico como principal actividad lucrativa delictiva”, cerró.
Roberto Briceño León, académico de la Universidad Central de Venezuela y director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), aportó con una mirada sobre la distinción entre las organizaciones criminales y las pequeñas bandas, donde estas últimas son “jóvenes que controlan un pequeño territorio en su comuna, en su favela, y que generan mucha letalidad al usar la violencia sin mucho control ni racionalidad”.
El crimen organizado, en cambio, usa la fuerza para establecer “su dominio” o “pactos entre las bandas, o con los funcionarios policiales o militares”. Tras lograrlo, “es posible ver una reducción de la violencia. Sin embargo, cuando el dominio de una de las bandas no está establecido, cuando hay un conflicto fuerte por dominio de mercados y de territorios o cuando hay un enfrentamiento abierto con el Estado y funcionarios policiales, la violencia puede aumentar”, señala.
Similar idea planteó LaSusa, de InSight Crime. “Una fuerte presencia del crimen organizado no siempre conduce a más violencia. Vemos muchos ejemplos en toda la región en los que los grupos delictivos adquieren tanto poder en una zona concreta que ya no necesitan recurrir a la violencia para afirmar su control”, aseguró.
Un estudio de la Pontificia Universidad Católica de Chile, presentado a inicios de enero, posicionó la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico como los principales riesgos políticos que enfrentará América Latina en 2024, con la crisis en Ecuador como ejemplo de aquello.
Es más, Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica y coautor del informe, señaló a EFE que, además de que el crimen organizado es el responsable de alrededor de la mitad de los homicidios en Latinoamérica, ocho de las diez ciudades más peligrosas del mundo están en la región.