Corría diciembre del año pasado y la entonces cabo segundo de Carabineros, Constanza Rojas Tapia, patrullaba las calles de Copiapó. El peligro que cada vez más significaba su trabaja la hacía cuestionarse si seguir o no en la institución.
Tras ocho años en la policía uniformada, la motorista de la Segunda Comisaría de Copiapó vivía en carne propia el aumento de la violencia en contra de los funcionarios policiales. Agresiones, gente que les “tiraba el auto encima” e improperios eran parte del día a día de la carabinera. Eso, sumado a los siempre riesgosos procedimientos que le tocaba asumir.
El 27 de febrero tomó una decisión que venía pensando hace tiempo: solicitar la baja voluntaria de la institución. Esto, pese a estar a meses de ascender a cabo primero y contando con una hoja de vida intachable en su carrera funcionaria.
Vida o muerte
Rojas Tapia es oriunda de Copiapó, pero el 2015 -con 19 años- decidió unirse a las filas de la Escuela de Formación de Carabineros en Santiago. Durante su entrenamiento destacó por su desempeño y calificaciones.
Luego de egresar fue destinada a la 15º Comisaría de Buin, en la Región Metropolitana. Dos años después, logró obtener un traslado a su natal Copiapó, donde vive toda su familia. En ese lugar comenzó a vivir la actual realidad a la que se enfrentan los policías en Chile -tres funcionarios han perdido la vida durante el último mes-, lo que motivó a que Rojas se planteara si quería o no seguir en la institución, inclinándose finalmente por pedir su baja voluntaria.
¿Qué la llevó a eso? La exfuncionaria reconoce tres razones. La primera de ellas es la seguridad de los carabineros, quienes, a su juicio, se sienten desprotegidos. “Hoy no nos sentimos seguros en la calle, por el hecho de que no se cuenta con las herramientas para enfrentar la delincuencia que hoy radica en el país. Los chalecos antibalas, los cascos no van a soportar la fuerza que mantienen los armamentos de los delincuentes”, relata a La Tercera Sábado.
La ex cabo de Carabineros agrega que hoy un funcionario “sale de su casa, pero no tiene la certeza de que va a volver a ver a sus hijos, a su esposa, a sus padres. Uno sale con la incertidumbre y con el miedo de qué te va a pasar, con qué te vas a encontrar, porque la delincuencia evolucionó mucho”.
A eso suma razones económicas para dejar la institución. Según señala, actualmente un carabinero con ocho años de servicio aproximadamente gana $ 800 mil. “Al final, uno va a un procedimiento, pero tú no sabes si al bajarte del vehículo vas a salir con vida, porque hoy ni siquiera llegas al procedimiento y ya estás muerto”, peligro que no se condice con la remuneración. Además de eso, cree que existen deficiencias administrativas en la institución, como la falta de unificación de las familias de los funcionarios.
Corazón verde
Pero una de las razones que más gatilló la salida de la exfuncionaria fue el haber sido madre. Según explica, “necesitaba darle tiempo a mi hijo, estar con él cuando estaba enfermo, ir a sus reuniones en el colegio y darle tiempo de calidad. Uno pasa más en la comisaría que con sus propios hijos. Igual era preocupante saber si voy a volver a la casa, qué va a ser de él si me pasa algo”.
Mientras se desempeñaba como carabinera, Rojas decidió complementar su trabajo e ingresó a estudiar. El 2021 se tituló de ingeniera en administración, algo que le permitiría desempeñarse profesionalmente lejos de la institución.
Pese al peligro y los cuestionamientos a su trabajo, hay algo que la exfuncionaria nunca dejará de valorar, la gratificación de ayudar a las personas cuando lo necesitaban y “recibir la sonrisa de un niño, la cara de alegría de una señora cuando ve pasar una patrulla cuando sentía miedo por la inseguridad”, sostiene.
Luego de dejar la institución asumió como directora de Seguridad Pública en la Municipalidad de Tierra Amarilla, en Atacama
Desde el cargo que hoy ocupa hay algo que igual la acongoja, ver partir a tres de sus excolegas en un mes. “Duele, porque se va un hermano, se va un colega, alguien que tiene familia, y yo pienso que pude haber sido yo. Yo pienso, si están muriendo los carabineros que son las autoridades, qué queda para los ciudadanos”, reflexiona.
Por lo mismo, lejos de las filas de Carabineros hace un llamado al alto mando de la institución y al gobierno “a que pongan énfasis en la seguridad, que centren recursos en mejorar la seguridad tanto para la policía como para la comunidad. Sin carabineros en las calles estamos perdidos como país”.
Pese a que ya no forma parte de la institución, Rojas espera seguir perfeccionándose en seguridad, aportar desde otro lugar teniendo el conocimiento de haber estado “donde las papas queman”, como ella dice. Aunque sí hay algo que tiene muy claro: su corazón siempre estará en Carabineros, “siempre será verde”.