Marzo de 2003. Ha transcurrido un año y medio desde los atentados contra las Torres Gemelas y el gobierno de George W. Bush se prepara para invadir Irak, gobernado por Saddam Hussein. Junto a otros 15 países, Chile forma parte del Consejo de Seguridad de la ONU y por eso Estados Unidos necesita su voto para atacar el territorio iraquí, bajo el argumento de que Saddam apoya el terrorismo y esconde armas de destrucción masiva. Bush telefonea al Presidente Ricardo Lagos para pedirle su apoyo. La llamada es cordial, pero tensa.
-¿Ricardo, podemos contar con tu voto? -pregunta Bush.
-¿Estás seguro de que es momento de forzar la votación (en el Consejo de Seguridad de la ONU)? -responde Lagos.
-Es el momento, Ricardo. Hemos mantenido este debate demasiado tiempo. Yo quiero pedirte que me apoyes en ir a la guerra -replica Bush.
-No, no puedo apoyarte en ir a la guerra, si vas a la guerra sin el Consejo de Seguridad yo no te puedo apoyar. Pienso que hay que darle un mes más -dice Lagos.
-Mr. President, le agradezco mucho su franqueza.
-Yo me considero amigo de Estados Unidos y entre los amigos debemos ser francos y por eso he sido muy franco con usted -sostiene Lagos, algo apurado, antes de que se corte la conversación.
-Hasta luego Mr. President.
Este diálogo, reconstruido por primera vez por Bob Woodward en su libro Plan of Attack (2004), aún está en la memoria de Lagos. A 20 años de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el exmandatario aborda en esta entrevista con La Tercera el recuerdo latente de aquel día y la invasión a Afganistán como consecuencia inmediata de los atentados, pero también la guerra en Irak y el rol de Chile en ese conflicto.
“Bush me pidió el voto. Yo le dije que no estaba disponible. Había habido una resolución del Consejo de Seguridad, una solución diplomática muy compleja, en donde cada uno entendió lo que quiso entender. Estados Unidos entendió que se podía ir a la guerra sin segunda resolución. Y otros países entendimos que no se iba automáticamente a la guerra: pequeña diferencia. Jacques Chirac, el Presidente de Francia, me llama y me dice: ‘Yo le puedo asegurar a usted, Presidente, que (en Irak) no hay nada nuclear, no tiene ninguna capacidad, olvídese. Y armas de destrucción masiva, mis servicios no han sido capaces de detectarlas, pero no niegan que puedan existir porque es más difícil detectarlas’”. Bush estaba decidido a atacar Irak, su segundo objetivo tras Afganistán, país que invadió en octubre de 2001, inmediatamente después de los atentados. Para la incursión iraquí, el mandatario estadounidense desplegó 150 mil tropas en Kuwait y estaba apurado por concretar la ofensiva porque para abril-mayo se proyectaba una tormenta de arena en la zona.
¿Cómo analizó usted ese momento, de decirle no a Estados Unidos?
O sea, yo creo que ahí hay dos elementos que son importantes. El primero, entender que Chile es un país pequeño. El rol internacional que jugamos no es muy grande. Pero precisamente porque somos pequeños exigimos reglas en el ámbito internacional. Porque si no hay reglas, nos pasan a llevar los grandes. En consecuencia, esto yo se lo expliqué en reiteradas ocasiones al Presidente Bush: que nosotros necesitamos reglas porque somos un país pequeño. A Bush le costaba entender un poco el tema de las reglas. Por otro lado, estaba claro el despliegue de tropas hacia Kuwait y que en algún momento se iban a usar. Y aquí es donde se produce la tan famosa discusión.
Durante estas conversaciones, Chirac le dice a usted que no hay seguridad de que en Irak existan armas de destrucción masiva…
Sí, en vista de lo cual yo decido llamar a Hans Blix, el veedor internacional sueco nombrado por Naciones Unidas, para ver si existen las armas de destrucción masiva. Entonces yo veo que la guerra es inminente. Empiezo a conversar con Blix, que me dice: ‘No hemos encontrado nada, pero no niego que puedan haber. Necesito más tiempo’. Y es ahí donde se produce entonces una confluencia de situaciones, en las que Bush dice: ‘Tengo tropas y tengo que usar las tropas’. Y cuando ya nos acercamos, yo me doy cuenta la razón, porque empiezan a decir que los tanques no pueden entrar en abril por las tormentas de arena. Y yo hablo con Blix y comenzamos a buscar una segunda resolución con Tony Blair. Para el premier británico era muy importante la segunda resolución, porque esa resolución le permitía tener el apoyo del laborismo, su partido.
¿Estuvieron muy cerca de una resolución para evitar la guerra?
Para una segunda resolución que permitía decir ‘nos damos un mes más’ y en ese mes van a aparecer las armas de destrucción masiva. Y si no hay armas, entonces no hay razón de ir a la guerra; pero si hay un informe que dice hay armas, se va a la guerra como Consejo de Seguridad. Entonces es ahí cuando me llama Bush y me dice ‘necesito tu voto para el Consejo de Seguridad. Tengo ocho votos, me falta el tuyo’. Yo sé que no tenía los ocho votos, porque en ese momento ya se había formado un grupo que el New York Times bautizó como los “uncommitted six” (los seis no comprometidos). Entonces estaban los tres africanos, Pakistán, México y Chile.
¿Cómo se coordinaban entre estos seis países?
Yo con Vicente Fox tenía una relación muy fluida y le dije: ‘Yo entiendo que tú a lo mejor no puedes mantener la posición firme de Chile porque tienes una frontera. En consecuencia, lo único que te pido es que tú me avises 24 horas antes que has cambiado de posición para yo saber cómo me manejo. Ese nivel de franqueza teníamos. Bueno, cuando Bush me llamó, él había hablado antes con Fox y el Presidente mexicano le dijo que todavía no habían tomado una decisión. Y Fox me llamó inmediatamente para decirme eso. Yo le digo que tenía la llamada de Bush para las cinco de la tarde y que después de eso habláramos. Bueno, hablo entonces con Bush y se produce la conversación donde él me pidió el voto. Le expliqué eso de que ‘somos un país pequeño’ y que se necesita un mes más. Y es ahí cuando el tono cambió y no fui Ricardo, sino que Mr. President. Y me dijo: ‘Mr. President, le agradezco mucho su franqueza’.
Un avión solitario en el Atántico
A Lagos, los ataques del 11 de septiembre lo pillaron en una gira por Europa. Ese día, se encontraba en Lisboa, reunido con el primer ministro de Portugal, Antonio Guterres (actual secretario general de la ONU).
¿Qué es lo primero que se le viene a la memoria al recordar cómo fue el 11 de septiembre de 2001?
Era una gira de una semana, prácticamente un día por capital. A las 15:00, en el horario europeo, estábamos terminando el almuerzo y de pronto alguien se acerca al primer ministro y le dice algo al oído. El primer ministro nos dice ‘qué lástima, una avioneta chocó contra un edificio en Nueva York’. Ah, qué lástima, dijimos. A los dos minutos vuelve el mismo señor, le dice algo a Guterres, y le cambia la cara y nos dice: ‘El avión era comercial y chocó contra una de las Torres Gemelas’. Varios de los que estaban en la mesa se pararon, porque vieron que el tema era de otra envergadura. En ese momento mi canciller estaba en Lima, en una reunión con Colin Powell, secretario de Estado norteamericano. A los dos minutos alguien entra y dice: ‘Un segundo avión chocó contra la otra torre’. Terminamos rápidamente el café y me paré para irme. Debía irme al aeropuerto a tomar un vuelo a Inglaterra. Guterres me dice: ‘Nos vemos entonces el viernes en Estocolmo’. ‘No creo’, le dije. ‘Para el viernes falta mucho tiempo y creo que se va a suspender’. Y de hecho fue así.
¿En qué momento ve las imágenes de los ataques?
Cuando llego al aeropuerto. Ahí estaban pasando las imágenes. Antes no vi ninguna imagen porque cuando terminó el almuerzo, nos subimos con mi mujer al auto, donde le dije: ‘Yo voy a seguir la gira porque el terrorismo no nos va a derrotar ni hacer interrumpir lo que hay que hacer’. Hablé de esto también con Soledad Alvear y con José Miguel Insulza en el Ministerio del Interior sobre las medidas a tomar.
¿A Insulza le costó comunicarse con usted en ese momento?
No era fácil. No era lo de hoy día. Fue difícil comunicarse con él y también con Soledad, que estaba en Lima. Pero al final logramos tener un contacto.
¿Alguien intentó persuadirlo para que no tomara un avión a Londres dado que si habían atacado Estados Unidos algo podría ocurrir en Reino Unido al ser su aliado número uno?
Eso era darles la razón a los terroristas. Entonces dije: ‘No, no, no. El programa se hace’. Alguien me preguntó ahí, le dije que no quería darles la razón a los terroristas. Una vez en el avión, el piloto se me acerca y me dice: ‘Tenemos prohibido acercarnos a territorio inglés, por lo tanto, vamos a tener que dar vueltas hasta que nos autoricen el aterrizaje’. Estuvimos una hora dando vueltas.
¿Su esposa lo acompañaba en ese minuto?
No, porque al ser una visita de Estado, esa visita terminaba en Portugal. Ella tenía un vuelo comercial de Lan de Lisboa a Madrid y luego a Santiago. Después me contó que cuando estaban en el Atlántico camino a Chile, se le acercó el piloto y le dijo: ‘Señora Luisa, le debo decir que somos el único vuelo en el Atlántico en estos momentos’. Todos los vuelos que iban de Europa a Estados Unidos o México estaban cortados. Los vuelos a Sudamérica también los suspendieron, por lo cual Luisa se quedó un poquito inquieta al saber que su vuelo era el único en el Atlántico. Yo había hecho una declaración al bajarme del avión en Londres, y en esa declaración, muy meditada, expresé mi apoyo incondicional al drama que había pasado en Estados Unidos. ‘Hoy el mundo cambió, nunca había llegado la guerra física a territorio americano, salvo para la guerra de independencia’, dije.
Y eso fue lo que más me impactó, de pensar en quién es este enemigo, que en ese momento todo el mundo dijo Al Qaeda. Pero qué es Al Qaeda. Por primera vez hay un enemigo que no es un país, porque las guerras son entre países”
Ricardo Lagos, expresidente de Chile
Salvo tras lo ocurrido en Pearl Harbor…
Salvo Pearl Harbor, por supuesto. Pero estoy hablando de territorio continental americano, que fue la frase que usé. Y eso fue lo que más me impactó, de pensar en quién es este enemigo, que en ese momento todo el mundo dijo Al Qaeda. Pero qué es Al Qaeda. Por primera vez hay un enemigo que no es un país, porque las guerras son entre países. Y acá hay una guerra que es con Al Qaeda, que es un grupo islámico religioso, que tendrá sus ideas religiosas, pero no es un país. Ahí hay un elemento nuevo en el sistema internacional que no existía.
Siguiendo la cronología de los hechos, usted estaba en Londres y sostiene una reunión con el primer ministro británico Tony Blair…
Sí, eso fue el miércoles. La visita terminaba con un encuentro con Tony Blair a las 17:00 que se suponía iba a durar media hora. El motivo, es ridículo decirlo así, es que estábamos negociando un tratado de doble tributación, que era indispensable para culminar el acuerdo comercial con Europa. Pero llegamos a la reunión y dos minutos fue lo que duró el tema tributario, prácticamente nos reímos de eso porque ‘mire de lo que estamos hablando’. El me dijo que la relación británico-estadounidense era privilegiada post Segunda Guerra Mundial, hecho que lo obligaba a traducirle a Estados Unidos la visión de Europa, y la de Europa a Estados Unidos. ‘Es mi rol. Ese rol me obliga a tener esa relación con Estados Unidos’, me dijo. Y me lo contó de una manera muy clara, muy diáfana. Era una emergencia inédita, porque nunca nadie supuso que Estados Unidos iba a ser atacado en su territorio. Y entonces este planteamiento que hizo Blair fue muy importante para mí y la relación que establecimos, aunque yo lo conocía de antes. En el fondo me acordé de una declaración cuando se produjo el bloqueo a Berlín en tiempos de Kennedy, en tiempos de la Guerra Fría. Y Kennedy llega a Berlín y dice: ‘Hoy somos todos berlineses’. Eso me quedó en la cabeza y dije ‘hoy somos todos neoyorquinos’. Y en ese sentido, por esa declaración, Bush me llamó para agradecer lo que había dicho.
¿En qué momento lo llama Bush?
A la semana siguiente, cuando yo ya estaba en Chile.
Un efecto “brutal”
Ese día fue una jornada de mucha incertidumbre ¿Le dio algo de temor el miedo a lo desconocido?
Bueno, más que el miedo a lo desconocido, qué es lo que significa el poder de aquellos. Claro, porque después de ver cómo se entrenaron, los cursos que siguieron para manejar aviones, la mayoría los hicieron en Estados Unidos. Entonces es muy impactante el nivel de penetración que lograron, estar un año aprendiendo a manejar un avión y sabiendo que van a morir al estrellarlo contra un edificio. ¿Qué es lo que pasa por la mente de ese ser humano? Impresionante. El segundo choque estaba fríamente calculado y ese efecto fue brutal.
En cuanto a lo que el mundo cambió ¿Qué estaba en juego?
Cambió el mundo. Cambió porque entró un nuevo actor internacional que no estaba en el libreto, porque alguien que es capaz de hacer eso es un actor internacional, porque si es capaz de hacer lo que hizo en Estados Unidos, que se supone que tiene un sistema de seguridad relativamente complejo de romper, bueno, qué le queda al resto del mundo. Entonces es interesante, porque esa fue la primera crisis del siglo XXI. Ahí, nadie discutió dónde discutiríamos: discutiremos en el Consejo de Seguridad. O sea, era un tema de guerra y paz. La paz se discute en el Consejo de Seguridad. Sabemos que hay cinco países que son un poquito más importantes que el resto, tienen derecho a veto y todo lo demás. Y en ese contexto creo entonces que afortunadamente hubo un lugar donde discutirlo.
En los años 90, Samuel P. Huntington formuló la teoría del “choque de civilizaciones”, que planteaba que a partir de ese momento los conflictos entre países ya no serían por motivos económicos o ideológicos, sino que religiosos. ¿Usted comparte esta idea?
Yo creo que hay mucho de eso, porque en ese momento, no nos olvidemos, ya habían transcurrido 10 años desde la caída del Muro de Berlín. La Guerra Fría había terminado con alguien victorioso, porque lo que ocurre dentro de la Unión Soviética se transforma en Rusia y pasa lo que pasa. En consecuencia, claramente hay un claro predominio de Estados Unidos. En el tema de las civilizaciones lo que se está diciendo es que se acabó la Guerra Fría y Estados Unidos es el número uno. Ese fin de semana (posterior a los ataques del 11/S) Bush se va a Camp David, en las afueras de Washington. Va con todo su equipo. Y ahí el análisis que se hace es que Al Qaeda tiene su centro de operaciones en Afganistán. Y que Al Qaeda, lo esencial, está en Afganistán, pero también está, por supuesto, la situación de Irak, y se discute que al final hay que ir a la guerra y castigar a Afganistán e Irak. Y en un texto que salió hace mucho tiempo, pero que es muy exacto, al momento de terminar la reunión Condoleezza Rice le pregunta a Bush: ‘Presidente ¿entonces la decisión es atacar Afganistán e Irak?’. Y él le dice ‘no, por ahora Afganistán e Irak tiene que ser después’. Y efectivamente así fue.
La “reconciliación” con Bush
En 2002-2003 tuvo lugar toda la discusión por Irak en el Consejo de Seguridad de la ONU…
Luego de la llamada con Bush, inmediatamente llamé a Fox. Bueno, no sé si usted sabe qué es lo que pasó. A Fox no lo podíamos ubicar. Me empiezo a impacientar. Yo conocía más o menos las interioridades del sistema mexicano, pido que me den con el ayudante militar. Y me dice: ‘Presidente, guárdeme un secreto, porque el Presidente Fox no puede hablar con usted porque está en el quirófano por un problema en la espalda y por la anestesia no va a despertar no sé en cuántas horas’. Bueno, esa es la razón por la cual después de hablar conmigo, Bush pidió hablar con Fox y tampoco lo pudo ubicar. Cuando Bush no pudo hablar con Fox habrá pensado: ‘Bueno, al menos el Presidente de Chile fue más franco’.
¿Cuánto cambió el mundo realmente después del ataque de 2001?
El cambio fue que había un actor nuevo. El tema del terrorismo como arma, que ninguno de nosotros la consideró, pasó a ser un elemento importante. Pakistán pasó a tener un rol muy importante.
¿Pero cambió el mundo en el sentido de que Estados Unidos perdió realmente poder? Vemos lo que ha pasado en Afganistán 20 años después…
Bueno, esa es otra situación muy distinta. Pero lo que cambió fue que entró ese actor, que es el tema de la religión. La religión nunca en ese momento había surgido con tanta fuerza. Mire usted lo de los talibanes. Hay un elemento religioso que empieza a emerger.
¿Es el 11 septiembre de 2001 el gran hito que hace cambiar al planeta en términos geopolíticos?
El mundo en términos geopolíticos cambia mucho más con la revolución digital, porque ahí tenemos un cambio del mundo industrial al mundo digital. Y si usted lo piensa bien, la Revolución Industrial estableció que tenía que haber gente que tenía plata que pudiese comprar una máquina a vapor y con eso tenían personas que trabajaran en la máquina. Y ahí tenemos los parámetros que tomamos en el mundo industrial. Bueno, cuando ahora usted ve que unos muchachos que venden millones de dólares producto de su imaginación, la revolución digital está aquí para quedarse.
¿Después de la conversación tan famosa con Bush habló nuevamente con él?
Sí claro, volvimos a hablar. Lo que ocurrió fue lo siguiente, que en ese mismo Consejo de Seguridad, en febrero de 2004, se produjo la necesidad de enviar una misión de pacificación a Haití. Y como resultado de eso pidieron tropas para llegar a Haití. Y ahí reconozco que me adelanté en decirlo, porque no le consulté al Senado como debía haberlo hecho y dije: ‘Chile va a poner tropas en Haití inmediatamente’. Esas cosas que uno dice así no más…, pero quería mandar un mensaje a Estados Unidos. Yo quería tropas en 48 horas. Me dijeron que era difícil. Pero al final se pudo y llegaron en 48 horas. Y ahí me dicen que me está llamando el Presidente Bush. Pero le dijimos a Powell, ‘dígale que no se moleste, que tiene cosas más importantes’. Pero insistió y me llamó. Y me dijo que era muy importante lo que habíamos hecho. Me llamó como a la semana de que estaban las tropas en Haití. Me dijo que estaba impactado de que habíamos puesto tropas en 48 horas. Yo después tuve que hacer una visita a Haití y entonces ahí me dijo que si yo podía pasar por Washington, mañana lo invito a almorzar. Y ahí, en ese almuerzo, se cerró todo el capítulo.