Cuando a Rodrigo Ubilla (RN) le informaron, el martes 6 de febrero, de la muerte del expresidente Sebastián Piñera no le dieron espacio para mantener la esperanza de que seguía con vida.

—Estaba en mi casa del sur con mi señora y mis dos nietas mayores. Se veía una tarde tranquila, recién habíamos llegado el domingo, cuando recibí un llamado de Andrea Balladares, tal vez el llamado más fuerte en mi vida. Me dice: “Rodrigo, no tengo tiempo, solamente decirte que el Presidente murió. Te van a llegar informaciones contradictorias, pero el Presidente murió”.

Después de eso, el exsubsecretario del Interior, quien es considerado como uno de los “piñeristas” más duros, dice que le vino la angustia. Por su cabeza pasaron los 30 años desde que conoció al exmandatario. Luego, en medio del shock de la noticia, empezó a buscar pasajes para devolverse a Santiago.

—Mi primera reflexión es que nunca me puse en la hipótesis de que el Presidente estuviera ausente. Con el contacto permanente, con sus planes, sus ideas -más aterrizadas, menos aterrizadas-, siempre lo tenía vigente.

En esta entrevista, el sociólogo aborda una de las tantas inquietudes que tenía Piñera antes de morir: el desafío electoral de la oposición y la necesidad de que actuaran con unidad para recuperar terreno.

¿Por qué nunca se le pasó por la cabeza la ausencia del expresidente? Varios han dicho que con su estilo de vida al “límite”, era algo que podía pasar.

Si uno reflexiona, él siempre tenía una opinión o un trabajo que pedía. Entonces, claro, él tenía una vida de aventura y todo lo demás, y las probabilidades de un accidente son mayores. Pero, desde el punto de vista intelectual, desde los desafíos profesionales o humanos, yo lo tenía vigente en el corto, mediano y largo plazo.

¿Cuándo fue la última vez que habló con él?

Tuve dos conversaciones presenciales. Una muy importante en diciembre, antes de Navidad, y una comida que nos invitó a tres personas, también antes de Navidad. La comida fue con Rodrigo Hinzpeter y Alberto Espina. Estuvimos dos horas riéndonos, hablando de los años 90, de los 2000. Los cuatro tenemos 30 años de historia. No quiero usar la palabra amistad, porque no quiero atribuirme algo del Presidente, pero sí de mucho afecto.

¿Y cuál fue la conversación importante que tuvieron?

En los dos ejes que yo siempre he participado con el Presidente. Es decir, uno, el tema de seguridad. Y ahí pudimos conversar algunas reflexiones del Presidente. Y lo otro es la preocupación que tenía cuando se acercaban procesos electorales. Es una de las áreas que a mí siempre me han motivado y él siempre está demandando información (...). Y me quedé con una tarea pendiente. No se la pude entregar.

¿Cuál?

Él me entregó un montón de criterios respecto a cómo él veía que debía enfrentarse el proceso electoral municipal de gobernadores y alcaldes.Y para eso necesitaba información dura:simular escenarios desde el punto de vista cuantitativo, pero también cualitativo.

Él estaba preocupado por el desempeño electoral del sector, ¿qué alcanzaron a definir?

Ciertos criterios, a la luz de algunos estudios que él tenía (...). Nosotros siempre decimos que el mejor candidato es el que ya tiene una parte importante de su campaña hecha al momento de nombrarlo. Para él (Piñera) también era importante definir aquellas comunas que eran alcanzables y los escenarios que había que lograr revertir. Recordemos que la peor elección municipal desde el 2000 en adelante fue la última:el año 2021. La oposición obtuvo 87 alcaldes, y en los mejores momentos teníamos 144, 145 alcaldes. Entonces, a partir de eso, me decía, bueno, ¿en qué comunas podemos crecer?

Él estaba en la cruzada de que para tener un proceso exitoso tenía que haber unidad desde Demócratas a republicanos.

Él quería una estrategia conjunta para enfrentar a la oferta electoral del oficialismo. Entonces, uno podría establecer, incluso en la flexibilidad que tiene la actual legislación electoral, pactos para concejales entre partidos que estén en la oposición, pero él planteaba como un elemento esencial, que los distintos sectores -republicanos, Amarillos, Demócratas y Chile Vamos- se coordinen principalmente para los alcaldes. Y, en el caso de gobernadores, recordemos que hay segunda vuelta.

¿Y ve plausible una alianza mayor? Hasta hace poco la respuesta fue un portazo.

El desafío lo tienen los presidentes de los partidos, y yo, conociendo a todos ellos, a Demócratas, republicanos, a Chile Vamos, a Amarillos, creo que va a haber un ánimo bastante positivo en relación a esto. La mejor y la más efectiva coordinación es la que se da en las propias estructuras partidistas. El Presidente también lo dejaba así. Es decir, muchas veces el Presidente no compartía decisiones electorales, pero él hacía ver los puntos. Entonces, aquí hay un espacio por delante en el mes de marzo, muy clave, porque en abril hay que cerrar esta discusión para la elección municipal. Hay que inscribir las primarias y todo lo demás a mediados de abril.

¿Por qué cree que se produce este efecto aglutinador en Chile Vamos después de la muerte del expresidente y no antes?

Creo que no es así. Usted sabe que hemos hablado mucho del tema electoral, que es una de las materias que me unía con el Presidente, pero el otro tema es la seguridad. Y yo siempre he visto una sintonía extremadamente fina entre los partidos de Chile Vamos, republicanos inclusive, y las propuestas que el Presidente planteó como gobierno.

Sí, pero ahora hay más voluntad. ¿No teme que esto sea solo para capitalizar el momento y no algo de largo plazo?

No creo, y espero que la unidad del sector no sea solo un efecto (por la muerte del expresidente Piñera).

¿Y quién debería asumir el rol algutinador que tenía el expresidente?

Yo no sé si hay mucha especulación a nivel mediático respecto a quién toma la posta. Lo más sabio, en estos casos, es que el trabajo colectivo debe reemplazar esas carencias, el vacío que dejó el Presidente Piñera. Los llamados a esto son los presidentes y secretarios generales de los seis partidos:los dos del centro, los tres de Chile Vamos y el Partido Republicano. Hay ciertos lineamientos que ya fueron planteados y discutidos en enero, entre otros, por el Presidente y los presidentes de partidos. Ahora hay que completarlas. Creo que hay un espíritu abierto, y no tiene que ver con quién toma la posta.

¿No hay un gran liderazgo que asuma ese rol? Hay quienes plantean a Matthei, por ejemplo.

Existen varios liderazgos, pero este es un trabajo colectivo, sobre todo en una elección de corte local como la que viene. Aquí hay que salir a buscar buenos candidatos en cada una de las ciudades.

Pero no solo a nivel electoral, sino como un liderazgo que aglutine al sector...

Hay muchas opciones, pero en planos distintos. Hay candidaturas presidenciales posibles. Evelyn Matthei está bien evaluada en las encuestas. Pero en lo inmediato, en la construcción de un gran acuerdo electoral, para efectos de recuperar, por cierto, un número relevante de comunas del país, yo diría que las estructura de los partidos son las que deben ser llamadas a tomar un rol protagónico en los próximos 45 días, 60 días. No sólo el número de alcaldías es importante, sino que también el resultado de algunas alcaldías emblemáticas. Esos son factores predictores de las elecciones presidenciales.

¿Cuál es el legado que deja el expresidente?

Lo del legado siempre tiene una perspectiva muy personal. Porque uno valora lo que para uno tiene cierto significado. He reflexionado mucho sobre eso, y siento que hay un eje que es súper transversal en las políticas del Presidente, que es su alta valoración por la vida. Cuando uno ve la huella de él en los hechos que se describen: los mineros, la emergencia, los temas de seguridad y orden público, que son las áreas donde me tocó a mí interactuar con él, siempre estaba, de alguna manera, el valor por el concepto de la vida.