Treinta años de participación electoral y qué esperan los expertos para el 7M
El plebiscito de salida de septiembre de 2022 convocó al 85,8% del padrón, superando por más de 30 puntos al referéndum de entrada y la segunda vuelta presidencial -la elección con más votantes bajo el sistema de voto voluntario-. Esto se explica, en parte, por el retorno del sufragio obligatorio, pero también por la importancia del hito. Para este domingo, diferentes expertos estiman que la participación será menor, con una convocatoria cercana al 70%.
El plebiscito de salida de 2022 fue histórico no sólo por lo que representó dentro del proceso constituyente y por ser la primera elección con voto obligatorio desde 2012, sino que también porque marcó un hito en términos de datos: fue la votación con mayor participación en la historia del país –más de 13 millones de personas sufragaron en Chile y en el exterior–, con un porcentaje de votantes que superó el 85% por primera vez desde la década de los 90.
Hasta antes del inicio del proceso constitucional –en octubre de 2020–, la evolución de la participación electoral venía en caída, de acuerdo a datos del Servicio Electoral (Servel) procesados por la plataforma “Chile en 30 años: del retorno a la democracia al estallido social en datos”, lanzada por Unholster en alianza con La Tercera.
De acuerdo a las cifras, desde 1989 hasta 2017 hubo una baja sostenida en la convocatoria a elecciones presidenciales y parlamentarias, pasando de un 86,8% a un 46,7% en esos casi 30 años.
“Vemos una caída lenta y sostenida desde 1989, llegando a su punto más bajo en las elecciones de convencionales constituyentes de mayo de 2021 (43,4%)”, dice el director de Data Science de Unholster, Cristóbal Huneeus. “Se ve un lento aumento en las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales, en noviembre de 2021 (47,3%), y después la segunda vuelta que sorprende a todos con el 55,6% con voto voluntario”, agrega.
Entre las muchas razones que explican lo que se vio entre 1989 y 2012 –año en que se aprobó la ley que cambió el sistema de inscripción voluntaria y voto obligatorio a inscripción automática y voto voluntario–, tienen que ver con factores socioeconómicos y de costos a la hora de votar, además de una distancia con las propuestas políticas.
“La gente sostenía que el proceso era costoso y que esa era una barrera por lo cual la participación no subía. La otra interpretación es que había descontento con la política y la gente no quería participar”, comenta Huneeus.
Para la académica de la Universidad Alberto Hurtado e integrante de la Red de Politólogas, Federica Sánchez, las altas cifras que se registraron tras el retorno a la democracia se explican por la masiva inscripción de votantes para el plebiscito del 88 y que se vieron obligados a seguir votando en los años siguientes. Pero agrega que, inmediatamente después de esa elección, la inscripción voluntaria comenzó a bajar y no creció al ritmo de la población en edad de votar.
Esto responde, por una parte, al “diseño institucional de la Constitución del 80 y al sistema electoral, que estuvo pensado un poco para despolitizar, para generar una tendencia a menores niveles de participación. Por otro lado, también tiene que ver con temas generacionales: a medida que nos vamos alejando del plebiscito del 88, las elecciones no tienen el mismo valor. Hay una mística que se va perdiendo y las personas que llegan a la edad de votar desde el retorno a la democracia no se sienten interpeladas por el sistema”.
Eso sí, la académica enfatiza que la forma en que se medía la participación durante los años en que se mantuvo el sufragio obligatorio “no reflejaba la realidad de la participación” y no mostraba la real crisis que comenzó en los años 2000.
En ese sentido, explica que una vez que se implementa el voto voluntario, se “democratiza” el proceso de medición de participación y “no es que hubo un cambio de comportamiento, sino que a partir del 2012 se empezó a medir correctamente la participación, considerando a toda la población en edad de votar”.
Para Huneeus, la implementación del nuevo sistema de votación para contrarrestar la caída en la participación, no ayudó a resolver el problema. De hecho, entre las elecciones menos convocantes en ese periodo estuvieron las primeras vueltas que resultaron en los segundos gobiernos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, con una participación electoral del 49,3% para Bachelet (2013) y de 46,7% para Piñera (2017).
“En la discusión que se generó entre 2009 y 2012, había gente que creía que el hecho de que el voto fuera voluntario iba a aumentar la competencia de los partidos por movilizar a las personas. Eso no sucedió. No había una propuesta para una mayor participación, y la gente que estaba más lejos de la política no se sentía con la obligación de informarse e ir a votar. Eso contribuyó a que la participación no subiera en las siguientes elecciones”, dice Huneeus, pero afirma que medidas como la georreferenciación para acercar los locales de votación han contribuido a revertir la tendencia.
2020 marca un precedente en esta evolución: la convocatoria sube a casi un 50,9%, cinco puntos más que las presidenciales de 2017.
“Lo del 2020 es algo parecido a lo que pasó en el 88: es una elección donde se está votando algo muy significativo y eso interpela a la ciudadanía. Ese casi 51% era mucho en comparación con lo que se veía de participación desde el 2012. La elección inmediatamente después (del 15 y 16 de mayo) vuelve a caer, acercándose al promedio de los últimos 10 años”, dice Sánchez. En el caso de la segunda vuelta presidencial, los niveles de participación responden a “las particularidades propias de la elección: quiénes eran los candidatos y que había poca certeza sobre quién iba a ganar. Cuando se va a jugar algo tan competitivo, los votantes tienen la percepción de que su voto vale más”.
¿Qué pasará el domingo?
La tendencia cambió drásticamente en el plebiscito de salida: en cifras, el porcentaje de participación aumentó desde el 55,6% en la segunda vuelta presidencial de 2021 al 85,8%. Esto se explica, en parte, por el regreso del voto obligatorio, además de la inscripción automática y la mayor cercanía de locales, pero también debido a importancia de la elección en el proceso constituyente.
La pregunta hoy es qué se puede esperar para la elección de consejeros constitucionales de este domingo, que conserva el carácter obligatorio de la votación anterior.
“No creo que lleguemos al nivel del plebiscito de salida”, pronostica Huneeus. Las razones son varias: “creo que hay menos interés. La gente está agotada de este ciclo largo de elecciones y, de alguna manera, también perdieron la fe en el proceso. Además, tanto la campaña informativa del gobierno como de los partidos en la franja no ha entregado información suficiente de la relevancia de este proceso”.
El director de Data Science añade que un indicador al que hay poner atención es el número de consultas de datos electorales en la página del Servel. En la semana el organismo informó que 11,7 millones de personas habían visitado su sitio web. “En la última elección esto fue un buen predictor”, afirma.
Esa vez las consultas llegaron a los 13 millones.
Para Sánchez, la integrante de la Red de Politólogas, va a haber una convocatoria de alrededor de un 70%, pero advierte que es importante enfatizar en el tema de las sanciones, y que éstas sean efectivas.
También alerta que hay una fatiga electoral, desafección y desinformación: “el proceso está muy cerrado y, en consecuencia, le preguntas a la ciudadanía y no tiene idea de cómo ha avanzado. Hay falta de información respecto a todo el proceso, que solo se activó en las últimas dos semanas. Esto tendría que haber empezado en marzo”.
Por su parte, el analista político y director de Tú Influyes, Axel Callís, explica que “lo normal para países con voto obligatorio en América del Sur son alrededor del 70 al 75%, eso serían cerca de 10,5 millones de personas. Cualquier cifra sobre 11 millones es súper buena en términos de voto obligatorio” y agrega que, en esta oportunidad, “hay mínimo un millón de personas que están inscritas, pero que no pueden votar, ya sea porque están fuera de Chile, porque están en la cárcel o distintas razones”.
Callís asegura que otro punto a considerar es que, “en general, muchas personas prefieren votar por independientes y este es un proceso que está ideado, desarrollado e implementado por los partidos. Es la antítesis de lo que gente quiere y el proceso anterior”.
“Yo estimo que esta va a ser la segunda elección más concurrida de la historia de Chile, pero naturalmente no se va a ver el mismo volumen de concurrencia que para el plebiscito de salida, porque entonces no sólo estaba el componente de la obligatoriedad, también hubo un año y medio de campaña intensa, amplia cobertura del trabajo de la Convención y, por lo tanto, no quedó ningún hogar fuera de esa conversación”, dice el exdiputado y analista electoral, Pepe Auth.
Pese a eso, recalca que es una elección bajo voto obligatorio y es parte del “ciclo electoral que estamos completando”. En ese sentido, estima que entre 10 y 11 millones de personas concurrirán a las urnas, entre un 66% y 73%. Además, vaticina que habrá al menos un millón de votos nulos o blancos.
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