A las 12.50 en punto partió el recorrido del tren desde Santiago a Concepción, este viernes 28 de octubre. Con aplausos, las 322 personas a bordo -entre auxiliares y pasajeros- dieron inicio a un viaje que estuvo postergado desde 2020 producto de la pandemia, aunque el viaje anterior a los de ese año se remonta a 2007.

Mientras algunos tomaron el viaje por la experiencia y para aprovechar el feriado de cuatro días, Elizabeth Carvallo (69) se embarcó en uno de los siete vagones disponibles por otro motivo.

“Cuando era pequeña con mi familia viajamos siempre en tren desde Santiago a Pichilemu. Recuerdo las risas y los juegos con mis primos, viendo los animales por la ventana, era una cosa mágica que disfrutaba mucho”, recuerda.

Esa tradición la siguió junto a su marido y sus hijas todos los veranos hacia la ciudad penquista. Hasta que esas travesías cambiaron luego de la muerte de Pedro, su esposo.

“Él falleció hace tres años. Y hace tres años que no viajaba en tren. Ahora voy camino a visitar a mi hija que vive en Concepción, y en vez de ir en bus o auto preferí el tren, porque me recuerda a mi marido y también puedo reencontrarme con mi niñez, sobre todo que ahora el recorrido es de día y uno puede ver los paisajes para reconectarse con la naturaleza” sostiene.

El viaje, que dura ocho horas, recorre más de 569 kilómetros ferroviarios gracias a un sistema de energía eléctrica hasta Chillán, para luego cambiar a una locomotora con combustible diésel que transportará a los pasajes al destino final, en el sur del país.

Un destino que Farina (25) ansiaba por conocer. Desde su llegada a Chile en marzo, como estudiante de intercambio desde Alemania, siempre escuchó por parte de sus compañeros recomendaciones para conocer la zona sur.

“Aproveché estas minivacaciones para concretar lo que tanto me comentaron. Son increíbles los paisajes que uno ve desde la ventana, algo que en la capital no se encuentra”, comenta casi riendo de alegría.

Y sobre por qué eligió un tren en vez de otro medio de transporte, Farina comenta: “No hay como viajar en tren. En mi país usamos mucho los trenes, es un medio de transporte que ayuda al medioambiente y es seguro”, añade.

Los asientos del convoy son amplios, dispuestos en fila para una o dos personas y que, a su vez, se enfrentan entre sí. A diferencia de años anteriores, esta vez cuentan con cojines y enchufes para energía eléctrica.

La atención de los auxiliares es amable, tanto en el trato como a la hora de ofrecer comida liviana, como galletas y sándwiches. La oferta cambia en el coche comedor, que gracias a su grata iluminación es preferido por los viajeros para conversar un café.

Ante la “novedad” del viaje, los pasajeros se pasean por los vagones. Toman imágenes de bosques, ríos, araucarias y fauna silvestre. Pero otros leen su libro preferido o escuchan música con sus modernos audífonos.

“Es como un viaje en el tiempo, pero hacia el futuro”, comentan algunos, al señalar que las puertas se abren sin tocarlas y que los baños dispensan agua y jabón al tacto.

Debido a la gran convocatoria, el presidente de EFE, Eric Martin, comentó que “esperan poder mantener estos servicios en un futuro. Ya lo sabemos, porque lo vamos a hacer a partir de enero y hasta marzo; el tren estará funcionando para salir los días viernes y volver los domingos, para darle a la gente un viaje de conexión turística”.