El jueves, a eso de las siete de la tarde, se comenzaron a escuchar en el centro de Viña del Mar las primeras sirenas de los carros de bomberos, que pasado un día entero no se dejarían de oír. Un gran nubarrón plomo atravesaba el cielo de la tarde, calurosa, como ha sido la tónica las últimas semanas en la zona central.
El fuego provenía, inicialmente, de una quebrada aledaña al Campamento Felipe Camiroaga, en el sector de Forestal (parte alta y al sur de la ciudad), y que empujado por el viento se desplazó rápidamente hacia el norte, camino al centro, por el mismo escarpado, consumiendo en pocas horas al menos 130 viviendas.
Alarmas en los celulares indicaban, incesantes, la evacuación del sector de Tranque Sur, donde más tarde dos personas, sin poder escapar, perderían la vida.
El incendio forestal denominado Nueva Esperanza, que empezó exactamente a las 18.38 y se desplazó por la parte alta de Forestal y Nueva Aurora, también arrasó con 113 hectáreas de pastizales, matorrales y arbolado nativo y exótico. El palmar del sector perdió cientos de ejemplares, y el viernes solo quedaban sus troncos en pie. Pero el fuego rodeó el anfiteatro de la Quinta Vergara, donde en un par de meses tendrá lugar el Festival de la Canción. A modo preventivo, el municipio retiró obras de arte del palacio que lleva el mismo nombre. Y bomberos de varias comunas de la zona centro protegían las casas aledañas.
Jenny Carreño, dirigenta de Forestal, relata que “nos dimos cuenta cuando ya estaba desatado el incendio. Salimos de una sede comunitaria donde estábamos haciendo actividades y nos encontramos con el viento y el humo que cubría el cielo, las llamaradas se veían de una loma a otra. Una característica de aquí es que se ve de todos lados todo lo que pasa, todos los cerros son una vitrina, se veía el sol rojo. Además, era una zona súper extensa, no era un incendio focalizado en una población o casa, era una zona grande”.
Más arriba, en Tranque Sur, otra vecina sacaba las cosas de su casa. “Evacuaron a todos. Empezó arriba, en la Camiroaga, porque mi hija vive en la toma, y ahí con el viento agarró todo lo que es la población La Colina. Ahí se quemaron no sé cuántas casas, y de ahí arrastró, arrastró y arrastró hacia abajo, llegó a Tranque Sur, a Nueva Esperanza. En calle Santiago (Tranque Sur) se quemaron las casas, los talleres mecánicos con autos adentro… Son mis primos ellos y perdieron todo. Y de ahí arrasó todo lo que es el sector, el club deportivo, un jardín infantil”, cuenta Verónica.
Gladys Donoso, cuñada de uno de los fallecidos, veía cómo los vecinos intentaban utilizar los grifos para mojar y proteger sus viviendas, sin que lograran obtener una gota. “Las autoridades se deben hacer cargo de los grifos de las poblaciones, no es posible que haya grifos y estén en mal estado. La gente iba con baldes, con tarros, pero no había forma de hacerlos funcionar. Nadie se hace cargo. Eso es súper importante en estas fechas”, denuncia.
De inmediato, la Delegación Presidencial de Valparaíso y la Onemi declararon alerta roja comunal. Y, más tarde, el gobierno de Gabriel Boric decretó estado de excepción y estado de catástrofe para poder movilizar en el menor tiempo posible todos los recursos necesarios para controlar el incendio, que hasta la tarde del viernes seguía controlado, pero activo.
Los helicópteros iban y venían, intentando apagar el fuego antes de que empezara a correr otra vez el viento. Los vecinos de Forestal, aún en shock por el “infierno” de la noche anterior, mojaban con mangueras sus viviendas y jardines. Mientras tanto, los damnificados recogían con palas y carretillas lo que quedó de sus viviendas. Montañas de latas lucían apiladas en las calles, junto a autos incinerados. Y decenas de voluntarios subían a pie a colaborar con los vecinos o a llevar bebidas y alimentos para aligerar la jornada, aún amenazante producto de los focos encendidos.
El municipio dispuso tres centros de acopio de materiales de construcción, alimentos para mascotas, ropa, alimentos no perecibles, agua y artículos de aseo, además de tres albergues. Por la mañana, y tras reunirse con autoridades del gobierno central y regional, la delegada presidencial Sofía González comentó que al menos 130 personas estaban haciendo uso de dichas dependencias. El ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, aseguró que apenas terminara la emergencia iniciarían un catastro del total de damnificados para poder ir en su ayuda. El gobernador regional, Rodrigo Mundaca, también comentó que el gobierno había emitido un tercer decreto, que lo autorizaba a destinar recursos en ayuda social.
El Ministerio Público, en tanto, abrió una investigación para conocer las causas y posibles responsables del megasiniestro. La fiscal regional Claudia Perivancich señaló que este tipo de investigaciones “son, por cierto, complejas para la determinación de la causa que origina el incendio (...) y luego es compleja la investigación que debe realizar la Bidema (de la PDI), determinando la existencia de muestras para analizar y cotejando con la información de Conaf sobre geografía del lugar y el comportamiento del fuego, que aborda viviendas y afecta a las personas”.
Pero los incendios ya se han vuelto recurrentes en la región. Las últimas dos semanas ya se había registrado uno en el Jardín Botánico de Viña. Otros también arrasaron con miles de hectáreas en Colliguay (Quilpué), Quebrada Escobares (Villa Alemana), Limache y Santo Domingo.
Para el geógrafo e investigador Luis Álvarez, los incendios en el Gran Valparaíso “tienen un origen en un remanente como pasivo ambiental, abandono de actividades silvícolas históricas y exóticas, con prácticas inexistentes, un suelo y actividad superflua, donde hay propietarios donde su principal delito es el abandono”.
Álvarez detalla que el “viento predominante en Valparaíso es suroeste. Eso significa que un fuego parte como forestal e irremediablemente se proyectará a la ciudad, un verdadero tsunami de fuego alimentado de la precariedad, abandono y ruina de nuestro entorno urbano”.
Por la tarde, personal de varias instituciones seguían bregando en las calles, moviendo escombros. Los bomberos extinguían pequeñas llamas y mantenían sus sentidos alertas ante cualquier amago de rebrote. Porque al cierre de esta edición, el incendio seguía activo, aún no extinguido como para descansar y comenzar a trabajar en la reconstrucción.