Son las 10 en punto de un viernes y la aplicación del reloj marca 30°C en las afueras del Centro de Distribución Postal (CDP) de Correos de Chile, en Las Condes. En las calles de Apoquindo el gentío aún no marca presencia, pero puertas adentro el escenario es completamente distinto.
“¡Cuidado, paquete pasando!”. “Saquen las bicicletas para hacer espacio”. “Nos llegó una carta de Navidad desde Estados Unidos”. Esas son algunas de las frases que parte de los 19 carteros que trabajan en el lugar gritan al aire, mientras cargan sus vehículos para salir a repartir correspondencia en las calles de la capital.
“Hoy estamos un poco atrasados, porque, en general, salimos a las 10 en punto a repartir las cartas. Pero esto es común en vísperas de Navidad, es un mes de locos”, explica Juan Carlos Ríos (61), uno de los carteros más antiguos de Correos.
Con 40 años en el rubro, Ríos comenta que la Navidad es una época especial para él y sus compañeros. Sobre todo, porque los envíos diarios superan los 300 y porque el espíritu y propósito de la empresa cambia durante diciembre: la campaña de apadrinamiento de Navidad que se lanzó hace 30 años en la empresa, en manos de los carteros del lugar, inunda todo.
“Años atrás, en época de Navidad, nosotros recorríamos las casas que nos eran asignadas como carteros. Y cada vez que llegábamos a entregar, se nos acercaban los niños y los papás para pedirnos que le pasáramos las cartas al Viejito Pascuero y así nos dimos cuenta de una necesidad importante en los niños, donde sus familias estaban con problemas económicos y no podían costear un pequeño presente para sus hijos. Así comenzó todo, desde nosotros, queriendo ser un aporte relevante en esa época a lo largo del país”, sostiene Ríos.
Pero la pandemia, como en todo, marcó una línea: Correos logró apadrinar 48 mil cartas (de 60 mil que llegaron) en 2018, pero con el Covid presente las cifras bordearon las 10 mil. La campaña no se canceló, mas sí se limitaron los envíos y el proceso fue 100% digital, producto del confinamiento.
La campaña este año es 100% presencial a lo largo de los 450 puntos de atención desde Arica a Punta Arenas, donde mensualmente los 1.200 carteros recorren cerca de 750 mil kilómetros para entregar cartas y regalos navideños para cumplir los sueños de niños y familias completas. La meta es volver a las 50 mil misivas apadrinadas.
Ayudantes con sentido
Si bien Juan Carlos y sus compañeros son el puente entre los que escriben cartas y Correos, dentro de las oficinas también se esconde un grupo de trabajadores y voluntarios que se dedican a leer y clasificar las cartas. Son otro eslabón para llegar a cumplir los sueños.
Valery Alarcón (33) llegó hace un año como ayudante. Desde fuera, recuerda que siempre llamó su atención la labor de apadrinar cartas para que las familias tengan un poco de alegría en esta época del año.
Y cuando ingresó a la empresa, este año tomó la campaña como una meta personal.
“Nos ponemos el desafío de que cada carta que leemos se tiene que apadrinar. Acá lo principal es que ningún niño o adulto se quede sin su presente. Y estos no son solo juguetes o lo común que uno pensaría, sino que hay personas que piden una cena, ropa usada para vender, mercadería e incluso algo tan simple como un chocolate o fruta”, cuenta.
Valery y un equipo de 30 personas -entre voluntarios, funcionarios y adultos del Servicio Nacional de Adulto Mayor (Senama)- leen y clasifican cada una de las cartas que llegan a la sede de Plaza de Armas, para luego separarlas por temática (alimentos, juguetes, libros, maquillaje o muñecas) y así encontrarles un padrino o madrina que quiera asumir la tarea de regalar.
“Hace poco nos llegó una carta de niños de la Región del Biobío que pedían leña para abrigarse, y una familia que pedía una cama de plaza y media para dormir entre todos. Al leerlas nos emocionamos, porque te das cuenta que hay personas que solo piden algo mínimo para pasar las fiestas”, relata Valery.
Una situación con la que Raúl Roiron (74) empatiza. Como parte del grupo de voluntarios de Senama que desde 2014 se dedica a leer, cada año vuelve para dar su pequeño granito de arena.
“Siento una emoción tremenda al ser parte de esto. Estas cartas les cambian la vida a las personas y uno se siente bien al compartir lo que tiene con los demás. Estas acciones nos permiten tener una Navidad con propósito, donde los niños no pueden acceder a un regalo. Eso nos motiva a ayudar y contribuir”, cierra.