Carlos Serrano (Jaén, España, 1974) es un periodista de larga trayectoria en importantes medios. Sin embargo, nunca había incursionado en la literatura deportiva. Eso, hasta que en plena pandemia comenzó a interiorizarse en un personaje muy particular: Marcelo Bielsa.
“Me llamaba la atención que 10 años después siguiera tan vivo el mito, ¿sabes? O sea, cuando sale un entrenador de la Selección, todo el mundo el primer nombre que dice es el de Bielsa. O cuando ganaron la Copa América, más que Sampaoli y Pizzi, mencionaran a Bielsa”, señala sobre las motivaciones que lo llevaron a retratar al rosarino en una obra de 408 páginas llamada Bielsa, los años chilenos (2007-2011), publicada por Editorial Planeta y a la venta hace un par de semanas.
“A mí me parece irreal esta situación de que no solo no decrece la Bielsamanía, sino que mi sensación es que crece, que cada día va aumentando. Entonces, pensé que podía tener lugar un libro que intentara ir más allá de lo que se había contado y que indagara un poco en el porqué de esta atracción”, sostiene.
El verdulero
Como una suerte de alquimista, el periodista comenzó a sumergirse en estas historias para ir construyendo el perfil del DT en boca de testimonios de sus cercanos en Chile.
“Sentía que me faltaba desarrollar esa gran historia, de cómo había sido ese click entre los chilenos y Bielsa. A medida que fui tirando el hilo, me di cuenta de que su vida social era mucho más rica de lo que parecía. No era el monje que vivía enclaustrado. Entonces me empezó a fascinar, primero, todo lo que se tejió en torno a Pinto Durán, que era increíble: su relación con los vecinos, la feria, la panadería, sus paseos en bicicleta...”, relata.
Así fue como llegó al verdulero preferido del entrenador. Eso sí, antes tuvo que sortear algunos obstáculos no menores. “A mí me gusta mucho el capítulo que abre el libro, porque fue la primera entrevista y porque me parecía que iba a ser el entrevistado más difícil, Mario Riquelme, porque es un personaje esquivo. Tampoco lo conocía tanta gente, no se sabía muy bien dónde estaba, no hablaba con la prensa en general. De hecho, el día en que por fin lo descubrí, casi me saca a patadas. Aunque me citó al día siguiente y luego ya se puso a hablar y no paró”, recuerda.
“Este primer capítulo sienta las bases de lo que se va a leer a continuación, en el sentido de cómo se va creando el círculo de amistad de Bielsa, con sus conceptos, como la lealtad, la traición, la relación con la prensa... Toca muchos apartados que son muy genuinos en él y que ayudan luego a comprender mucho el resto del libro y de las relaciones que forjó”, complementa.
Precisamente el hermetismo de algunos personajes del entorno del extécnico de la Roja fue una barrera compleja para Serrano. “Mucha gente directamente me decía algo así como ‘entre hablar contigo y la amistad con Bielsa, me quedo con Bielsa’. Y yo intentaba explicarles que a fin de cuentas estábamos hablando de fútbol, no de la fórmula de la Coca-Cola ni los planos para llegar a Marte. Pero, bueno, él se mueve con esos códigos y la mayoría de la gente que entra en su círculo tiene que aceptarlo”, confiesa.
Las sorpresas
Marcelo Bielsa siempre ha sido celoso de que se conozcan sus actos, especialmente los que tienen que ver con gestos solidarios o facetas menos exploradas.
“De todo lo que buceé, fue el aspecto más opaco, porque él como que se encargó de borrar todas las pistas. Entonces, yo tenía los grandes titulares de que iba a la cárcel, regalaba ropa de la Selección, balones a poblaciones, también a centros de rehabilitación, a hospitales de niños... Pero realmente se encargaba de borrar todos los pasos”, confiesa el autor.
Sin embargo, también hay episodios mucho más luminosos en ese aspecto.
“Me gustó mucho una historia que es un poco, no sé, llamativa, y fue cuando visitó por sorpresa un club de barrio que hay en el Cerro Los Placeres, el Club Los Placeres en Valparaíso. Y fue todo por el empeño de uno de los dirigentes históricos de ese club, que con ochenta y tantos años le empezó a mandar cartas todas las semanas. Bielsa no respondía, no respondía, y un día, le dice ‘mañana estoy ahí’. Y entonces se le planta ahí toda la operación comando que organizan para que nadie lo vea por Valparaíso y sepa que está allí”, revela el periodista, quien destaca la lucidez de Domingo Martínez, el protagonista de la historia, la que acompañó con fotocopias de las cartas que certifican ese particular acontecimiento.
El mismo Carlos Serrano comenta que para encarar los testimonios se enfocó en tres círculos. El primero compuesto por los personajes más cotidianos, el segundo con profesionales del deporte y otras áreas de la sociedad y un tercero con gente que quizás no lo conoció, pero que vivió una influencia directa o indirecta del estratega por algún episodio.
Del odio al amor con Brunetti
Durante su estadía en Chile, Bielsa se acercó genuinamente al mundo del arte, el teatro y el cine, donde cultivó amistades con críticos y directores, como Sebastián Araya o Paulo Brunetti, actor argentino avecindado en Chile.
Este último tuvo una singular relación con su compatriota, de quien en un principio no tenía una imagen muy favorable. De hecho, como buena parte de los transandinos, no olvidaba el fracaso del Mundial de Corea-Japón 2002.
“Brunetti tenía tachado a Bielsa desde ese Mundial. No le perdonaba la eliminación de Argentina en primera ronda. Era de los que si lo veía en la calle era capaz de pegarle. Un día estaba haciendo una obra y apareció Bielsa. Al final toda esa ira se transformó en adoración, se le terminaron todos los prejuicios que tenía y terminaron siendo grandes amigos. Para mí esa historia es increíble”, cuenta Serrano.
El escritor cuenta que varias veces debió reabrir su investigación cuando creía que estaba ya cerrada. “Hubo una vez que estábamos en una cena con amigos, periodistas. Como a las cuatro de la mañana, ya todos medios pasados de copas, sale el tema del libro y uno de los colegas dice ‘yo conozco al crítico que le pasaba las películas’. Y yo no lo podía creer, porque para mí eso era como un mito, ya que nadie sabía quién era o cómo se llamaba. Así que lo había desechado. Entonces, mi amigo me pasó el número de Miguel Ángel Fredes y a los dos días lo estaba entrevistando”.
La relación con Bachelet
Si bien se radicó definitivamente en el país desde 2009, ya que su esposa es chilena, Carlos Serrano no oculta su impresión por cómo Marcelo Bielsa se relacionó con el poder y especialmente con la expresidenta Michelle Bachelet, con quien cultivó un vínculo muy especial.
“Está esa primera etapa de sintonía tan maravillosa con Bachelet a todos los niveles y luego está esta segunda parte de enfrentamiento que, bueno, que el mismo Tebi (Sebastián) Araya decía que esto era una cosa que él le recordaba más algo así como de Barrabases”, cuenta, aún bastante impresionado.
Esto lo ejemplifica con un hecho puntual: la invitación a la exmandataria al Mundial de Sudáfrica, pocos meses después de terminar su primer gobierno. “Yo creo que aquí la gente lo ha normalizado de una manera que no termina de verlo. O sea, estás llevando a una expresidenta, rival del que ahora es Presidente”, plantea.
En ese sentido también desclasifica cómo fue el recibimiento que tuvo Gabriel Ruiz-Tagle, en ese momento subsecretario del Deporte. “Me contaban que, estando allí, todo el mundo le hacía el vacío, nadie le hablaba y como que vagaba solo”.
Asimismo, concluye que la relación del DT con la política es muy curiosa. “Todo parte con el famoso intento de saludo de Sebastián Piñera y lo que giró después en torno a eso. Y, por otro lado, para mí también significa ese contrapoder, siendo Marcelo Bielsa un entrenador de fútbol... ¿Cómo podía ser que el poder político estuviera mirando lo que hiciera un entrenador de fútbol que casi pudiera poner en problemas al Presidente? Un poco como que se termina yendo de las manos”, reflexiona.
La reacción del rosarino
El escritor cuenta que Bielsa se enteró de la investigación porque muchos de sus cercanos se contactaron con él para pedirle autorización para participar en el libro.
“Lo bueno es que le dijo que sí a todo el mundo. En general, yo sabía que se lo habían preguntado para otros libros u otras instancias, y él les decía ‘usted ya es mayor, sabrá lo que dice, sabrá lo que no. Yo no voy a controlarle’. Así que, por un lado, está esa cosa rara de que la gente llamara para pedir permiso, pero por otro lado tengo que decir que me quito el sombrero porque, hasta donde yo sé, no le prohibió a nadie hablar”, afirma.
Aunque respira tranquilo por la acogida del entrenador, de todos modos reconoce que prefiere no entrevistarse con él.
“Yo quería entrevistarme con él y hasta sabía cuáles eran los mediadores que iba a tener. Pero en una de las últimas entrevistas me comentaron cómo había sido su reacción cuando esta persona con la que yo iba a contactar hizo de intermediario de alguien que quería grabar algo en televisión o en una serie. Fue muy airada. Así que ahí me di cuenta de que no se le había pasado esa molestia con los periodistas. Sinceramente, preferí ahorrarme el mal trago yo y ahorrárselo a él, porque se ve que no le gusta y a mí tampoco me apetecía que me despidieran de mala manera”, confiesa.
También reconoce que trata al rosarino con guante blanco. “Yo sé que habrá cosas que le molestarán porque probablemente en su código de lealtades pensará que algunos amigos se han excedido en lo que han contado. Aunque yo siempre he intentado hacerlo todo desde el respeto, insisto, sin buscar ni trapos sucios ni cosas raras”, manifiesta.
De todas formas, adelanta que va un ejemplar camino a Uruguay: “Si tengo suerte, durante la semana le va a llegar uno”.
La esperanza de que lo lea también radica en la curiosidad. “Quiero creer que le interesará qué pasó con las amistades con las que perdió contacto. Incluso, hay personas como la dueña de la Pastelería Hildegard (Pilar Herrera), que falleció de cáncer después de la entrevista”, lamenta.
Una imagen distinta
Después de tan extensa investigación y múltiples testimonios, Serrano comparte cómo cambió su percepción del ex DT de la Roja. “Yo te diría que descubrí a un Bielsa muchísimo más humano de la imagen que teníamos la mayoría, por lo menos en el recuento que hace toda la gente. Un tipo simpatiquísimo, con chistes continuos y anécdotas hilarantes”, expone.
“A mí de verdad me costaba, porque tenía la imagen que tenemos todos. Esa del hombre cabizbajo delante de los medios y los micrófonos, casi sufriendo, como si estuviera en un pelotón de fusilamiento. Pero era muy distinto y lleno de detalles: te llamaba para los cumpleaños, aunque estuviera en Japón. O te mandaba un regalo si te casabas. En fin, una persona entrañable, empática y preocupada”, sentencia.