Aunque su imagen con su característica boina roja figuraba en Venezuela desde las primeras elecciones que ganó en 1998, tras su muerte el 5 de marzo de 2013 Hugo Chávez se volvió omnipresente: como una suerte de Gran Hermano bolivariano, murales y pósters con sus ojos se multiplicaron por todo el país, incluso en el transporte público y en artículos del merchandising chavista. El logo con su mirada fue utilizado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) para apuntalar la campaña presidencial de Nicolás Maduro en 2013 a través de miles de poleras rojas con la vista de Chávez impresa en negro. “Sus ojos, situados en cualquier lugar, parecen controlar lo que ocurre en el país”, comentó al año siguiente Leonardo Ramírez, fotógrafo venezolano de France Presse que montó una serie que llevaba por título Los ojos que te ven.
“La intención de los ojos era para dar una ilusión de que Chávez no se había ido y estaba presente, observando en cada esquina y rincón del país. Por su popularidad, carisma y su manera de gobernar, Chávez se planteó como un Presidente difícil de sustituir para su partido. Imagino que para lograr una continuidad política, la estrategia de los ojos iba de la mano con el eslogan “Chávez somos todos” y muchos otros símbolos que buscaban usar su figura como campaña política”, rememora ahora el propio Ramírez.
Hoy, sin embargo -a 10 años de la muerte del “Comandante”-, los grafitis con los ojos o el rostro de Chávez son casi algo del pasado: en el último tiempo, el oficialismo ha reemplazado la propaganda chavista por anuncios de alimentos, ropa y maquillaje, en el marco del enfoque más “capitalista” de Maduro para detener el deterioro económico de su país.
Precisamente la última década en Venezuela ha sido crítica: su PIB perdió cerca del 83% entre 2013 y 2021, la hiperinflación llegó hasta 130.060% en 2018 y el bolívar se depreció a tal punto que los billetes fueron usados para realizar manualidades. Producto de la crisis -que se agravó debido a la caída en el precio del petróleo-, más de 7,1 millones de venezolanos figuran actualmente en distintas partes del mundo como refugiados o migrantes, un cuarto de la población total del país.
Aunque el deterioro de la economía y del tejido social -nueve de cada 10 venezolanos vivían en 2021 bajo el umbral de la pobreza, según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello-, golpeó a la gestión de Maduro, hay quienes creen que la debacle viene de mucho antes, sólo que el populismo de Chávez escondió de alguna manera lo que sus adherentes se negaban a ver. “El país se ha deteriorado dramáticamente en estas dos décadas”, plantea Luis Vicente León, economista venezolano y director de Datanálisis.
En palabras de Heinz Dieterich, intelectual alemán y uno de los mentores y consejeros de Chávez, “económicamente el régimen es un desastre. Han convertido a Venezuela en un segundo Haití, con un salario mínimo legal de 20 dólares al mes, cuando la canasta básica validada por la Constitución exigiría 25 veces ese ingreso para poder vivir adecuadamente”. La crítica y desilusión de Dieterich con la Venezuela de Maduro es absoluta, como dice a La Tercera: “Hay un empobrecimiento general de la población; liquidación de la democracia defendida por Chávez; represión de la clase trabajadora y sus legítimas protestas; destrucción de las FF.AA; destrucción de la economía por nepotismo y corrupción bajo la falsa narrativa del embargo gringo”.
“La caída del PIB es la destrucción de valor más importante de América Latina sin guerra ni desastres naturales. El ingreso de la población está en el piso y la infraestructura es vergonzosa. No todo, por supuesto, es atribuible a Chávez y Maduro, pero ellos son protagonistas indudables de la crisis”, estima León.
Laura Castillo, periodista venezolana, recuerda que tras la muerte del exgobernante, “Maduro empezó con una estrategia para parecerse a Hugo Chávez. Pero eso comenzó a cambiar a partir de 2019, una vez que terminó el tema de Juan Guaidó (las masivas protestas de la oposición) y Maduro se consolidó un poco más. Ahora pasa lo contrario: han borrado los murales de Chávez o lugares que iban a homenajearlo ya no se llaman así”. León complementa: “Maduro intentó siempre imitar la voz de Chávez, sus chistes y sus símbolos, pero sin mucho éxito. Su popularidad se vino abajo muy rápido después de ganar las elecciones (en 2013). Ahora está saliendo al ruedo con mensajes diferentes, hasta de superhéroe que resuelve los problemas de la gente (Súper Bigote), con tiras cómicas para contarle historias a la población”.
“Oráculo lejano”
Donde también hay una creciente brecha entre Chávez y Maduro es en el modelo económico. Producto de la crisis, acentuada por la pandemia y las sanciones internacionales, el actual jefe de Estado venezolano abrió recientemente la economía. Incluso, a mediados del año pasado y en un giro titánico, se anunció que Maduro planeaba vender partes de las participaciones del gobierno en empresas estatales a través de la Bolsa de Valores. En varias ocasiones, el mercado de valores de Venezuela fue ridiculizado por Chávez como una “herramienta de los ricos”.
Aunque los analistas venezolanos apuntan a que la apertura económica no es un cambio ideológico, sino pragmático, hay señales de una relación mucho menos hostil con los privados, además de números azules. En enero, Maduro anunció con bombos y platillos que la economía local creció 15% en 2022. Ya en diciembre el Banco Central de Venezuela había informado que el PIB repuntó 17,73% en los primeros tres trimestres de 2022. Esto, luego de más de tres años sin divulgar datos oficiales. “Chávez ahora es como un lejano oráculo para Maduro”, estima Castillo.
“Maduro recibió una Presidencia envenenada. Chávez tenía el apoyo de la izquierda y de quienes no eran tan ideológicos, porque simplemente les cayó bien o recibían beneficios de su proyecto, pero llegó Maduro con la economía decayendo y el tipo no tenía el carisma de Chávez, entonces ha sido muy difícil par él”, apunta a La Tercera Will Grant, autor de ¡Populista!: The Rise of Latin America’s 21st Century Strongman (2021), libro fruto de su trabajo como corresponsal para la BBC en Venezuela, Cuba, Nicaragua, entre otros países.
Chavismo
En la última década los adherentes a la Revolución Bolivariana también se han fracturado. “El chavismo es una mezcla muy heterogénea de cosas que no se pueden definir fácilmente. Si lo vemos como el legado de Chávez, vinculado al empoderamiento (aparente) de la población más pobre y el populismo, podríamos decir que el chavismo está vivo en el discurso, y si hablamos de la popularidad de Chávez como símbolo nacional, también, pues en las últimas encuesta Chávez mantiene 56% de evaluación positiva, a pesar de que Maduro, su representante, solo llega a 22% y se encuentra súper desconectado de la población”, estima León.
Dieterich considera que en realidad el presente del chavismo no es otra cosa que “una vulgar dictadura militar burguesa, a la cual Maduro proporciona la fachada civil y las narrativas propagandísticas y la nomenclatura militar encabezada por el general (Vladimir) Padrino López, los fusiles para la represión”.
Grant concluye: “Siempre se habla de divisiones en el chavismo, de Maduro por un lado y Diosdado Cabello por el otro, tal como en su momento se habló de fidelistas y raulistas en el caso de Cuba. Pero ambas revoluciones han permanecido en el poder. El gran desafío del chavismo es mantenerse menos dividido que la oposición, lo que no es muy difícil”.