Victoria Belim: “Es conmovedor ver que la gente está dispuesta a sacrificarse por su tierra en Ucrania”
La escritora y traductora ucrania cuenta, en conversación con La Tercera, que fue su vivencia de las protestas contra el Presidente Viktor Yanukovych en 2013 y la posterior anexión rusa de Crimea en 2014 lo que la impulsó a escribir Mi Ucrania, sus memorias familiares. Actualmente se encuentra trabajando junto con un grupo de arquitectos chilenos para ayudar en la reconstrucción de ciudades de su país que han sido devastadas por el conflicto.
La periodista y traductora de literatura persa, Victoria Berezko-Frolova (que escribe bajo el pseudónimo de Victoria Belim), nació en Ucrania en 1978, país en el que vivió hasta los 15 años, cuando poco después del colapso de la Unión Soviética su familia emigró hacia Chicago, en Estados Unidos.
Tras conseguir su título de posgrado en ciencias políticas, siguió su pasión por las fragancias y los perfumes viajando por todo el mundo para encontrar nuevos aromas. Como periodista cubre temas relacionados con arte y cultura. Actualmente vive en Bruselas y desde 2010 escribe para la revista Financial Times HTSI y también ha colaborado con el diario The New York Times, las revistas Elle, Marie Claire y Red.
En noviembre de 2013 siguió muy atentamente las protestas que se sucedían en Kiev, tras la negativa del entonces Presidente Viktor Yanukovych a firmar un acuerdo de asociación con la UniónEuropea. Posteriormente quedó impactada con la anexión rusa de Crimea en marzo de 2014, por lo que decidió regresar a Ucrania para tratar de entender su historia, un viaje que quedó plasmado en el libro Mi Ucrania (Lumen).
“Hubo varias cosas que realmente fueron importantes para mí. Todo comenzó para mí realmente en 2014 con la anexión de Crimea y con las tensiones en el este de Ucrania. Era algo tan difícil de entender, tan impactante”, comenta en esta entrevista con La Tercera.
“Yo buscaba el apoyo de mi familia. Sin embargo, lo que descubrí es que no todos en mi familia pensaban como yo. Y mi tío Vladimir, que es el hermano mayor de mi padre, tenía una perspectiva completamente diferente. Y su perspectiva era que la Unión Soviética era una gran cosa, que debíamos estar agradecidos de la Unión Soviética. Y para mí, eso era un shock. Simplemente no podía entender cómo alguien, en primer lugar, podría apoyar a Rusia en este conflicto y añorar a la Unión Soviética, especialmente en el caso de mi tío Vladimir, que fue encarcelado durante la Unión Soviética y había sufrido a causa del sistema”, añadió.
¿A qué se debe que personas que habiendo sufrido durante la Unión Soviética tengan esa nostalgia por ese período como su tío Vladimir?
Creo que hay varias razones para ello. Una es el efecto de la propaganda rusa, porque alguien como mi tío, vive exclusivamente de las noticias rusas. Ahí es donde obtiene la mayor parte de su información sobre el mundo. Así que eso es una cosa. En segundo lugar, definitivamente existe esta nostalgia y la gente mezcla la nostalgia de su juventud, de los días del pasado, con la nostalgia por la Unión Soviética. También sienten que la vida era mejor en el pasado, ya que era más predecible, más estable. Existe esa tendencia en otros lugares también, eso lo vimos durante el Brexit, por ejemplo, ya que fuimos testigos de una nostalgia por un pasado que realmente no existía. Eso también ha pasado en Estados Unidos. Y así, para mi tío, definitivamente tenía esa tendencia a fusionar la Unión Soviética con todo lo que él pensaba que había sido positivo en el pasado y luego le entrega su apoyo.
¿Cree que con la actual guerra de Rusia en Ucrania ha cambiado esa percepción de nostalgia por el pasado soviético?
Definitivamente creo que ha habido un cambio, porque me parece que la gente mira la situación de una manera un poco más crítica. Definitivamente hay más reconocimiento de los aspectos terribles de la Unión Soviética. Y también hay mucha más información, porque en el pasado la gente también tenía la tendencia a no hablar de las cosas que habían ocurrido. Tengo la sensación de que en su país hay una tendencia similar sobre el régimen pasado, en el que la gente sufrió parte de este dolor, parte de este trauma. La gente a veces prefiere no hablar de ello y simplemente ignorarlo, olvidarlo y seguir adelante. Pero a menos que te reconcilies con el pasado, nunca avanzas realmente. Y en Ucrania, ese fue definitivamente el caso.
En su libro también es posible apreciar un sentimiento de resistencia en los personajes, ¿es posible establecer un cierto paralelo con la guerra, especialmente aquellos que se han quedado en el país?
Sí, definitivamente existe este elemento de identidad ucraniana donde hay este apego a la tierra, apego a lo que tenemos. Y ese apego a la tierra es extremadamente importante. Y creo que se puede ver en mi abuela Valentina, por su devoción absoluta a la tierra. Solo trabajando en esa tierra y a pesar de sus problemas de salud, a pesar de todo, realmente trabaja para asegurarse de que la tierra es apreciada, de que la tierra está protegida. Y, por supuesto, cuando la tierra está en peligro, entonces empiezas a protegerla. Y veo elementos de eso de diferentes maneras. Por ejemplo, cuando hablo con las maestras bordadoras, Nadia o Alla, que se mencionan en el libro al principio de la guerra, que ayudaron a los Ejércitos, a las tropas de defensa locales. Ahora siguen enseñando, siguen bordando, creando, recaudando dinero para su comunidad local. La gente hace lo que puede. Y es realmente conmovedor cuando piensas en ello, en lo mucho que la gente está dispuesta a sacrificarse por su tierra. Y de hecho, desde mi entorno, las personas que estaban en Ucrania en el momento de la invasión no se fueron. Se quedaron en Ucrania. Y tengo un tío, que vivía en Canadá, pero volvió a Ucrania para estar allí.
Usted vivió el colapso de la Unión Soviética siendo una niña y luego se fue a vivir a Estados Unidos, ¿tiene algún recuerdo? ¿Cuál era su sentimiento de identidad ucraniana?
Es una pregunta muy interesante. Tengo muchos diarios de vida desde que era una niña. Y cuando leo los pasajes de la época en que se derrumbó la Unión Soviética y veo en mí una confusión, no diría que fue como un shock para mí. Tal vez yo era demasiado joven para entender todo, pero era sólo una sensación de confusión. De preguntarme qué está pasando. Porque todo lo que de alguna manera era sagrado antes de todas estas fiestas comunistas, observancias comunistas, de repente son obsoletas. Intentaba hallarle sentido y no lo encontraba. Pero mi identidad siempre fue muy fluida porque crecí en una familia que realmente no tenía ningún tipo de identidad nacionalista. Nada específico. Era una familia muy multicultural. Es una familia muy multicultural. Así que crecí con la sensación de que puedes ser lo que quieras ser. Nunca tuve una idea bien definida de quién era. Así que cuando llegué a Estados Unidos, me sentí bastante cómoda, porque en Estados Unidos hay mucha gente que viene de lugares muy diferentes y ahora puedo verlo, por ejemplo, en Bruselas –donde vivo- que es probablemente una de las comunidades internacionales más cosmopolitas de Europa. Sin embargo, la gente está tan centrada en su lugar de origen y en su pequeña burbuja y su pequeña comunidad que no hay un sentido de crisol en Estados Unidos. Al menos no era así cuando llegué en los 90. Y así pude realmente encajar en esa sociedad estadounidense que realmente me abrazó y me aceptó. Y no sentí que tuviera que definirme en términos nacionales. Y creo que mi reconciliación con mi identidad realmente ocurrió más en 2014, cuando tuve mi conflicto con mi tío, cuando yo estaba tratando de entender de que tuviera sentido todo lo que estaba pasando en Ucrania.
Su abuela es quien mantiene la memoria en su familia, aunque siempre guarda silencio, ¿cómo se entiende esa dicotomía?
Así es, mis abuelos, bisabuelos y mi abuela creo que tenían una tendencia muy similar a ignorar el pasado, a decir que el pasado es otro país, como mi bisabuela Aisha. Ella siempre decía que el pasado es otro país. Olvídalo, sigue adelante, céntrate en el presente. Y que el pasado era tan doloroso, era tan desgarrador. Quiero decir, ella vivió esa horrible hambruna de 1930. Ella sólo tenía 18 años cuando sucedió, pero la vio. Era maestra en una pequeña escuela del pueblo. Vio a niños muriendo de hambre en la sala de clases y no pudo hacer nada al respecto. Y eso tuvo consecuencias, ella tenía una actitud muy dura hacia la vida y, al mismo tiempo, era una persona muy conmovedora, con un sentido muy agudo de la belleza, el arte y todas las cosas agradables de la vida. Le encantaban las flores y cultivó un hermoso jardín en el que, incluso hoy en día, la mayoría de las cosas plantadas en este lo fueron por Aisha. Y siempre fue tan conmovedor ver cómo se preocupaba por estas cosas frágiles. A pesar de todo lo que estaba pasando, más tarde en la vida, cuando ella tenía más problemas de salud, todavía dedicaba tiempo a sus aficiones. Pero sobre el pasado, siempre tratan de decir que está bien, es demasiado doloroso. Hablemos de otra cosa.
Por su pasado con la Unión Soviética siempre ha existido una suerte de dualidad rusa en Ucrania. Hay familias que hablaban los dos idiomas, por ejemplo. Mientras que para el Presidente ruso, Vladimir Putin, Ucrania no es un país y no tiene historia. ¿Cree que ahora existe una mayor unión, un mayor sentido de identidad? Muchas personas ya no quieren hablar más ruso, se ha unido frente a una causa común...
Es una muy buena observación. Y es cierto que siempre ha existido esta suerte de dualidad. La gente a menudo cambia del ruso al ucraniano y viceversa, por ejemplo. Y siempre fue algo bastante fluido. Tal vez no fuera el caso de Ucrania occidental, porque las regiones que fueron anexionadas por la Unión Soviética en 1939 y 1945 tienen un sentido muy diferente de su identidad y de su actitud hacia el ucraniano. Pero en la Ucrania central y oriental no había conflicto entre rusos y ucranianos, tal como ocurría en mi familia. Creo que ahora, incluso en mi familia, he visto a algunas personas que se pasaron completamente al idioma ucraniano y decidieron que van a hablar ucraniano, y que no van a hablar más en ruso. Eso ha ocurrido especialmente con la generación más joven. Creo que es un proceso natural, porque hubo mucha propaganda, mucha rusificación en Ucrania, que comenzó en los años 30 durante la era de Stalin, y esa rusificación fue muy profunda. Así que la gente necesitaba que les recordaran lo que los hacía ser ucranianos, lo que les diferenciaba de los rusos. Y más adelante deberá elegir cómo construir su relación con Rusia, cuando un día, como esperamos que ocurra, llegue la paz, porque Rusia siempre será el vecino de Ucrania. Rusia no va a ir a ninguna parte y esa relación tiene que desarrollarse de alguna manera.
¿Cómo ha sido vivir la guerra a kilómetros de distancia?
Es insoportable. En realidad, ya he intentado volver varias veces, pero en esos casos, el momento no ha sido el adecuado. Así que voy a ver si es posible volver esta primavera o verano (boreal), cuando sea más fácil viajar por tierra y ver si puedo hacer algo por el momento. En realidad estoy trabajando con un grupo chileno que se llama Thought Group Chile, que es un grupo de arquitectos con sede en Santiago y tienen la tarea de reconstruir varias ciudades en Ucrania, especialmente las que fueron particularmente dañadas, como Chernihiv, Irpin, Ivanivka, Bucha. Es realmente una organización maravillosa, muy pequeña, realmente impulsada por el entusiasmo de alguien, la devoción y la pasión, que está haciendo un trabajo realmente maravilloso.
¿Cómo fue que se contactó con ellos?
El director de la organización, Cristián Wittig en realidad leyó mi libro y le pareció muy interesante, porque le ayudó a entender mejor Ucrania. Así que se puso en contacto conmigo y empezamos a interactuar. Y yo he estado tratando de organizar una pequeña recaudación de fondos para ellos, para que así la gente pudiera contribuir con algo de dinero.
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