Vincent Bevins es un periodista estadounidense, y en 2020 lanzó el libro “El Método Yakarta: La cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo” (Capitán Swing). Luego de años como corresponsal del Los Angeles Times en Brasil, en 2017 comenzó a cubrir la actualidad del Sudeste asiático desde Yakarta. En ese contexto, empezó a escribir sobre la masacre de Indonesia, ocurrida en 1965, y que marcó un antes y después en la Guerra Fría.
¿Cómo resumiría lo que pasó en Indonesia en los años 60, y qué función cumplió Estados Unidos ahí?
Entre 1965 y 1966, el Ejército indonesio llevó a cabo un asesinato masivo e intencional de alrededor de un millón de civiles, con el apoyo activo de Estados Unidos, acabando con el Partido Comunista más grande del mundo fuera del chino y el soviético, y dejando libre el paso para la dictadura de Suharto. Lo otro que se puede agregar es que se trataba, probablemente, del movimiento socialista desarmado más grande del siglo XX.
En cosa de meses, los asesinatos masivos cambiaron la posición geopolítica de Indonesia, actualmente el cuarto país más poblado del mundo: de ser un gobierno inclinado a la izquierda, no comunista pero sí anticolonialista, a ser un país totalmente alineado con las políticas de Washington y la OTAN. Esto no fue solo un enorme y devastador crimen contra la humanidad, sino que también fue visto por los gobiernos de Estados Unidos, su diplomacia y el establishment como una victoria tremenda en la Guerra Fría.
¿En qué consistió el apoyo activo de Estados Unidos a los asesinatos masivos en Indonesia?
Cuando comienzan a llevarse a cabo los asesinatos masivos, Estados Unidos estaba en estrecho contacto con el Ejército indonesio, enviando informes detallados y alentándolos a continuar con la eliminación de la izquierda. De hecho, un archivo desclasificado de la CIA muestra que desde el Ejército indonesio siempre querían saber cuántos cadáveres, cuántos muertos iban a ser suficientes para los norteamericanos, en una relación que mostraba que los militares indonesios esperaban obtener cierta recompensa por parte de Washington. La que consistió, uno, en reconocimiento como el gobierno legítimo de Indonesia, y dos, en ayuda monetaria.
En su libro indica que el golpe de Estado en Indonesia y el cambio de gobierno constituyeron la más importante victoria de EE.UU. en la Guerra Fría. ¿Por qué?
En los tempranos 60 todo el mundo en la diplomacia norteamericana coincidía en que Indonesia era mucho más importante que Vietnam. Si vamos directamente por lo demográfico, Indonesia es un país mucho más grande, en cuanto población y recursos. Pero aún más importante, el Presidente Suharto era uno de los fundadores y exponentes más elocuentes del Movimiento por el Tercer Mundo.
Era más que simplemente otro país en el tablero de la política global: era una cosa bastante simbólica, en el sentido que Allende fue simbólico entre el 70 y el 73. Era más fácil lidiar con países como Vietnam o Corea del Norte, países que eran del todo comunistas y alineados con la Unión Soviética.
Era más peligroso, a los ojos de un político norteamericano, tener un país como Indonesia, que proveía inspiración, más que una amenaza. Y esto fue exactamente lo que aterraba a Nixon cuando hablaba sobre Salvador Allende: que tuviera éxito en un modo en que otros países quisieran emularlo.
En el libro cuenta que, en un inicio, el concepto “Tercer Mundo” tenía que ver más con un movimiento que con una región del planeta, y que era más bien “el tercer acto”, el siguiente paso del mundo, más que referirse a los países pobres. ¿Qué significaba para la gente de Indonesia en ese tiempo pertenecer a un país del Tercer Mundo?
Solemos olvidar que el Tercer Mundo era un movimiento optimista, que era un proyecto más que una categoría, un movimiento más que un lugar. Estaba la esfera de influencia estadounidense, la esfera soviética, y luego tenías el resto de los países del mundo. La idea era que no necesitabas alinearte o ser vasallo del primer o Segundo Mundo, sino que naturalmente -ya que el colonialismo formal había terminado- los nuevos países serían capaces de darle una nueva forma al mundo.
Es importante recordar que después de 1965, y en muchos países en ese tiempo, se perdieron muchos de los defensores más elocuentes del movimiento por el Tercer Mundo, como Suharto. En los 70, la mayoría de estos líderes ya no está en el panorama: Nehru en India, Nasser en Egipto y el mundo árabe, Nkrumah en Ghana, por dar ejemplos.
¿Qué aprendió la CIA a través de su intervención en Indonesia?
Un contraste importante que hacer es el obvio: Vietnam. En Indonesia tenían un país que era por lejos más importante. Está la teoría del dominó, la idea de que si un país en el Sudeste Asiático se volvía comunista, todos caerían. Bueno, pensándolo así, Indonesia era por lejos el dominó más importante.
Lo que se puede concluir es que lo mejor que podía hacer Estados Unidos era trabajar cierta hegemonía entre las élites, y principalmente los militares, y respaldar a esas élites en momentos de crisis, permitiéndoles tomar el poder, antes de que lo hiciese un verdadero movimiento de izquierda. El modo más fácil de deshacerse de una amenaza izquierdista es cuando está desarmada, cuando no es una amenaza de verdad. Eso fue, en el sentido más amplio, lo que parece haber concluido la CIA de su experiencia en Indonesia.
Pero luego viene la pregunta por las desapariciones. Lo que puede haber sido, y hay historiadores que afirman esto, es que las desapariciones como táctica para imponer el terror fueron importadas a América Latina, desde Asia, después de 1965. Hay autores que dicen que la primera vez que se usó la desaparición masiva de personas como una táctica de terror fue ese año, en Indonesia, y la primera vez que esto ocurre en América Latina fue en 1966 en Guatemala y Venezuela. Y que, claro, hubo agentes estadounidenses moviéndose de un lado al otro del Pacífico durante ese tiempo.
Con miras a tener un gobierno de derecha estable en el poder, con un Partido Comunista tan grande y apoyado como el de Indonesia en los 60, era necesario que gran parte de la población mantuviera sus bocas calladas y aceptase el nuevo orden. O al menos, que estuviesen tan asustados como para no oponerse al nuevo orden.
Es muy importante reflexionar en eso. Los gobiernos han matado gente desde el principio de la humanidad, desde que existen las rocas y las espadas. Pero hay una enorme diferencia entre ir a un pueblo y matar a un montón de gente, versus tomar gente, sacarla de ese pueblo, y permitir a la familia de esa persona creer que podría estar viva. Eso cambia totalmente el modo en que se reacciona.
¿Qué le parecieron las recientes declaraciones del consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump, John Bolton, donde admite en CNN el “haber ayudado a planear golpes de Estado”?
Fue un momento extraño, en la medida que su declaración fue a la vez totalmente sorprendente, y una gran transgresión. Por un lado, todos saben que el gobierno de Estados Unidos ha organizado golpes, planeado cambios de régimen y violado rutinariamente la soberanía de otras naciones, como algo normal en los últimos 100 años, especialmente pero no solo en Latinoamérica, y ha sido algo que ya ni siquiera se trata de ocultar. Todo lo que hay que hacer es una breve consulta en Wikipedia, y te haces una idea.
Por otro lado, en Estados Unidos tenemos unas normas discursivas muy poderosas, especialmente en los medios de comunicación, que nos prohiben usar algunas palabras en específico (como golpe de Estado), para describir lo que hacemos, mientras lo estamos haciendo. Por eso puedes ver que Jake Tapper -el conductor del programa en CNN- no sabía cómo responder.
En el programa, se refirieron a Venezuela, pero no a otros países. ¿En qué cosas podría haber estado Bolton, además de los intentos de desestabilización en Sudamérica?
El gobierno de Trump intentó claramente sacar a Maduro del poder, con el medio que fuese necesario. No funcionó, pero los intentos fueron obvios. En 2019, en Bolivia, los militares forzaron la salida de Evo Morales, y Estados Unidos reconoció inmediatamente a Jeanine Áñez, ahora en prisión. Aunque no he visto evidencia de que Washington estuviera envuelto en la planificación de ese golpe hasta el momento -como si hay sobre Irán, Guatemala, Chile, etcétera-, es posible que Bolton estuviera hablando sobre Bolivia. De todos modos, si miras a lo largo de la carrera de Bolton, en los gobiernos de George W. Bush y Reagan, hay una lista interminable de ocasiones en que él debió haber estado envuelto, de un modo u otro, en la violación de la soberanía de otro país, en la búsqueda de los intereses percibidos de EE.UU. Ni siquiera sabría por dónde partir.b