Voto obligado: los codiciados pero esquivos 5 millones de electores que definirán las próximas elecciones
La llegada del voto obligatorio provocó la irrupción de un importante bloque de votantes que hasta 2021 se habían mantenido alejados de la política. Luego de participar en tres elecciones, la última de ellas el plebiscito del 17D, académicos y expertos alertan que la masividad de este grupo, su desarraigo ideológico y su volatilidad a la hora sufragar, provocarán mayor incertidumbre en el mapa electoral y en la manera de hacer campaña.
El pasado 19 de diciembre se cumplió un año desde que la Cámara de Diputados aprobó y despachó a ley la restitución del voto obligatorio en Chile. La reforma, que vino a modificar el anterior cambio de 2012 que había instaurado la inscripción automática y el voto voluntario, llegó a renovar las reglas de juego electoral para los partidos y los candidatos de una manera insospechada.
A ciegas, las fuerzas políticas y los expertos han tratado de hacerse una idea de qué ha cambiado en el electorado chileno en los últimos tres procesos con voto obligatorio que se han llevado a cabo en un año: el plebiscito de salida de septiembre de 2022, la elección de consejeros constitucionales de mayo y el segundo plebiscito de salida del domingo pasado, en el que la opción En contra se impuso por un 55,76% de los votos al A favor, que consiguió un 44,24% de las preferencias.
Por el momento, un sólo dato grafica lo distinto que puede llegar a ser el nuevo elector chileno: entre la segunda vuelta presidencial entre Gabriel Boric y José Antonio Kast realizada en 2021 y el plebiscito de 2022, se pasó de un poco más de 8 millones de votantes a 13 millones de electores que concurrieron a las urnas. Es decir, se sumaron 4,6 millones de nuevos votantes, en su mayoría personas que nunca habían participado de una elección o que pese a estar inscritos, habían dejado de sufragar. Se trata de lo que algunos analistas ya han bautizado como el “votante obligado”, el “votante visagra” o el “votante profundo”.
“Es un grupo fundamental, porque es el más desconocido y al que hay que movilizar. Con el voto voluntario tenías que hablarle a tus tribus. Pero con el voto obligatorio hablarle a tus tribus es absolutamente insuficiente, porque estos grupos no necesariamente tienen una tribu y que por lo que hemos visto, tampoco están buscando las tribus que se ofertan hoy día”, asegura sobre este segmento el director de Criteria Research, Cristián Valdivieso.
¿Quiénes son estos “nuevos votantes”? ¿Qué piensan sobre la política y las elecciones? ¿Cómo votaron en los últimos tres procesos? Estas son parte de las preguntas que siete académicos y expertos han tratado de responder investigando a este nuevo grupo que no se identifica con la izquierda ni con la derecha, que tiene una menor valoración de la democracia y que, según los entendidos, pueden ser tierra fértil para la aparición de un outsider que los convoque con un liderazgo populista.
¿Quiénes son y cómo piensan los nuevos votantes?
El 4 de septiembre de 2022, cuando se sometió a voto el borrador de la fallida Convención Constitucional, una pregunta intrigaba a los partidos políticos y expertos: ¿Cuánta gente iba a votar en la primera elección con inscripción automática y voto obligatorio desde la vuelta a la democracia? La respuesta: 13.028.739 personas acudieron a las urnas, es decir, un 85% de todos los ciudadanos habilitados para sufragar.
Según datos del Servicio Electoral (Servel), tan sólo los “nuevos votantes”, es decir individuos que nunca habían participado de una elección en su vida adulta, conformaban un grupo de 3.1 millones de personas. “Pero también están los que un día votaron y luego dejaron de hacerlo. Si tú sumas eso, son más de 5 millones. En las buenas elecciones nosotros teníamos 7 millones de votos. Ahora tenemos 13 millones. Entonces es un gran número, porque es alrededor del 40% del contingente que hoy vota”, afirma el ex diputado y experto electoral Pepe Auth.
De acuerdo a los análisis del Servel, para el plebiscito de 2022 estos nuevos votantes estaban compuestos por un 52% de hombres y un 48% de mujeres. “Esto es bien interesante, porque lo que sucedía en el pasado, cuando había voto voluntario, es que habitualmente las mujeres han tendido a votar más que los hombres”, señala Ricardo González, Máster en Economía e investigador del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).
Para el investigador, este grupo de votantes tiende a ser más joven que el grupo que ya había sufragado en alguna de las elecciones previas. “Los nuevos andan en promedio en 43,5 años y los que siempre habían votado están en 48,5 años. El grueso de ese grupo de jóvenes está entre 18 y 34 años, con un 38%”, relata González. Además, un 34% de los nuevos electores son de la Región Metropolitana, seguido por un 10% de la región de Valparaíso y un 9,7% de la región del Biobío.
Pero más allá de los datos demográficos, han sido varios los esfuerzos para tratar de medir los pensamientos, gustos y definiciones de quienes componen este bolsón de votos. Una de esas iniciativas, ha sido la desarrollada justamente por Ricardo González en la UAI: “Estos nuevos votantes tienden a pertenecer a grupos socioeconómicos medios bajos y bajos. Es un grupo que está subrepresentado en las encuestas que conocemos habitualmente, especialmente las que no son presenciales”.
Además, el investigador asegura que sus estudios han detectado que “este grupo de votantes tiende a ser menos educado y tiende a desconfiar más de la política y de las instituciones. Esto se relaciona con que tienen una adhesión a la democracia que es mucho más baja que el resto de los grupos”. Junto con ello, los datos de González arrojan que “son un grupo que tiende a consumir muy poca información política, tiende a tener muy bajo interés en los asuntos públicos, bajo la idea de que nada de lo que ellos puedan hacer va a lograr cambiar la situación”, asevera.
Otra aproximación a este segmento de electores ha sido liderada por Jorge Fábrega, doctor en políticas públicas e investigador del Centro de Investigación en Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo (UDD). “Son personas que se podrían llamar más conservadoras, entendiendo eso como una cierta comodidad por el status quo en el sentido de que cuando se les obliga a participar, en su mayoría deciden, miren, no me cambien demasiado las cosas”, explica Fábrega.
Al mismo tiempo, el académico afirma que la característica de no identificarse ni con la izquierda ni con la derecha, y la de incluso autodefinirse como “apolíticos”, hace que su comportamiento electoral sea un tanto impredecible. “Se van a pronunciar por una dirección u otra de manera zigzagueante en función de quien cree que eventualmente podría ofrecerles soluciones a cosas que sí les interesan. Son más bien ‘cosistas’”, concluye Fábrega.
Por estas características, hay consenso entre los expertos de que cualquier intento de capturar políticamente a esta masa electoral fracasará. “Es un grupo completamente inatrapable. Es un elector, visto desde el punto de vista de los partidos, traicionero. Un elector que hoy día le gustaron las farmacias populares y mañana podría votar por Kast, sin asco”, afirma Pepe Auth. “Por eso, el que interpretó una elección como un vuelco a la derecha, como antes se había interpretado un vuelco a la izquierda, está completamente equivocado”, concluye.
¿Cómo han votado en las últimas tres elecciones?
“La teoría del péndulo”. Así han denominado coloquialmente varios expertos y personas del mundo político a lo que parece ser un contradictorio comportamiento de los votantes en las últimas elecciones.
Si en 2020 el “Apruebo” a una nueva Constitución en el plebiscito de entrada ganó holgadamente con un 78% de los votos, luego en el plebiscito de salida de 2022 un 61% rechazó el borrador de la Carta Magna. Tras ello, la derecha, con un aplastante triunfo de Republicanos, se hizo con un 64% de los sufragios en la elección de consejeros constitucionales. Pero meses más tarde, un 54% de electores se inclinó por votar En contra, en línea con la postura del oficialismo.
En ese contexto y dada su magnitud, varios se han preguntado cuánto influyó en las últimas tres elecciones este nuevo bloque de votantes. Para Miguel Ángel Fernández, doctor en ciencia política e investigador del Faro UDD, la clave está en su falta de identificación política. “En el fondo uno dice que hay un tercio que siempre va a apoyar tendencias más progresistas, un tercio que siempre va a apoyar posiciones más conservadoras o más de derecha y la pregunta es lo que queda en el medio”, señala Fernández.
Por lo mismo, buena parte los nuevos votantes que no se definen ni de izquierda ni de derecha “votaron nulo o blanco en la elección para el consejo constitucional, pero no fue así en el plebiscito reciente, donde votaron mayoritariamente por rechazar la propuesta constitucional, al igual como lo hicieron en el plebiscito de septiembre del año pasado”, explica Cristóbal Rovira, profesor del Instituto de Ciencia Política de la UC.
Un análisis preliminar realizado por la empresa de data science Unholster, abordó justamente este “trasvasije” de votos entre los últimos tres comicios. De esta manera, concluyeron que un 23% de quienes votaron por candidatos de derecha para la Convención en mayo de este año, terminaron apoyando al En contra el domingo pasado. De igual manera, de aquellos que apoyaron a candidatos de centroizquierda en la misma elección, sólo un 11% cambió su voto por el A favor.
Con respecto a los 2,7 millones de votos nulos y blancos de mayo, la cifra más alta de la historia y equivalentes a un 21,5% de quienes sufragaron, Unholster concluyó que un 39% de esos electores se orientó hacia el En contra el domingo pasado, mientras que sólo un 8% lo hizo por el A favor. “Pareciera ser que el péndulo del que se ha hablado no es tan péndulo porque hay una explicación detrás. Aquí hay un grupo que puede ser convencido que se mueve de acuerdo a información y vota de acuerdo a sus convicciones que no son tan ideológicamente rígidas”, asegura Cristóbal Hunneus, director de Unholster.
Sobre este grupo, Ricardo González de la UAI asegura que entre sus características está el definir su voto en la semana o incluso el mismo día de la elección. “Eso hace que sea un votante que puede cambiar de opinión con mucha mayor facilidad, pero al mismo tiempo es mucho más difícil de comprender. Yo he hablado de que estos votantes apelan a procesos cognitivos ligeros”, relata el académico.
Pero todavía faltan estudios más detallados y más elecciones para tener un perfil acabado de este nuevo votante chileno, complementa Cristián Valdivieso de Criteria Research. “La votación obligatoria ha sido sólo con un gobierno de izquierda y una oposición de derecha. Entonces, por ahora no sabemos si este grupo se tiende a plegar a valores, ideas o propuestas de derecha o más bien a la oposición. O si es incluso una votación que impugna a todas las elites políticas”, explica.
¿Podrían votar por un candidato populista?
El holgado triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina el 19 de noviembre pasado, e incluso el mandato de Donald Trump en Estados Unidos entre 2017 y 2021, han hecho revivir a muchos la idea de que un outsider, o alguien ajeno al mundo de la política, puede ser una buena solución para enfrentar los problemas más urgentes de las personas.
En ese contexto, para algunos de los expertos, las características particulares del nuevo elector chileno y su eventual “rechazo a cualquier cosa que se le proponga”, podrían convertirlo en “carne o el anzuelo de opciones políticas que pueden aparecer por fuera de los partidos que han gobernado o que han tenido el poder o de la política en general”, describe Cristian Valdivieso.
Por su parte, Jorge Fábrega de la UDD, señala que “ahí hay un riesgo exactamente de un liderazgo populista que logre un mensaje que es antisistema pero que contradictoriamente lo usa para tratar de controlar el sistema”. Y su afirmación, dice, está respaldada por los estudios de Datavoz, de la que es parte. Una encuesta aplicada el año pasado a los nuevos votantes, determinó que entre quienes nunca habían votado sólo un 47,1% de los encuestados dijo que “la democracia es preferible a cualquier forma de gobierno. Mientras que otro 33,9% afirmó que “a la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno autoritario”.
El desafío a futuro, aseguran los expertos, estará en cómo convocar y convencer a los casi 5 millones de electores que se están convirtiendo “en una especie de bisagra que va a estar decidiendo las elecciones”, en palabras de Ricardo González. Mientras que para Cristóbal Rovira de la UC, “los partidos políticos tradicionales tendrán que invertir más tiempo y recursos para lograr expandir sus bases electorales, más allá de los clásicos nichos cautivos de votantes con los cuales históricamente han podido subsistir”.
La prueba de fuego serán las próximas elecciones de alcaldes, concejales, consejeros regionales y gobernadores regionales del domingo 27 de octubre de 2024. Será la primera vez que más de 13 millones de electores se enfrentarán a una “multielección”, como le llaman los entendidos. Y luego, en 2025, será la hora de las presidenciales y parlamentarias.
“Vas a tener que obligatoriamente ir a buscar a esos votantes que están en el fondo, uno podría decir que son votantes profundos. La competencia política va a estar en ese elector que es absolutamente apolítico, que no tiene redes ideológicas en su forma valórica, de pensar ni de ver el mundo”, concluye Miguel Ángel Fernández.
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