Will Grant, periodista británico y autor del libro ¡Populista!: “La región más que izquierda o derecha ahora será un mosaico”

Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales en un acto en la Plaza de la Revolución en La Habana, Cuba, en abril de 2006. Foto: AFP

En entrevista con La Tercera, el corresponsal de la BBC para México, América Central y Cuba profundiza sobre su libro ¡Populista!: The Rise of Latin America’s 21st Century Strongman, en el que reconstruye el auge de la izquierda latinoamericana de la mano de Hugo Chávez, Lula, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Fidel Castro.


En 512 páginas el periodista británico y corresponsal de la BBC para México, América Central y Cuba, Will Grant, intenta descifrar el pink tide o marea roja/rosa, el proceso político que vivió América Latina y que terminó por instalar gobiernos de izquierda a la cabeza de la región. El libro ¡Populista!: The Rise of Latin America’s 21st Century Strongman publicado el 7 de enero pasado plasma una crónica a través de capítulos divididos cronológicamente sobre el orden de ascenso al poder de seis líderes claves para la influencia de la izquierda socialista latinoamericana.

Iniciando en 1999 con la llegada de Hugo Chávez al Palacio de Miraflores, el libro también aborda los arribos de Luiz Inácio Lula da Silva al Palacio de Planalto en 2003, el de Evo Morales al Palacio Quemado en 2006, el de Rafael Correa al Palacio de Carondelet en 2007, mismo año en que comienza la segunda presidencia de Daniel Ortega en Nicaragua, y finaliza con la muerte de Fidel Castro en 2016. Un desenlace elegido especialmente por el británico después de vivir seis años en la isla.

La portada del libro de Will Grant "¡Populista!: The Rise of Latin America’s 21st Century Strongman".

En una incendiaria portada que enfrenta los rostros de Chávez y el ultraderechista mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, el autor busca explicar que “el populismo no tiene ideología es tan de izquierda como de derecha”. “No estamos diciendo que Bolsonaro y Chávez son lo mismo, pero queríamos mostrar el auge de figuras fuertes que abrieron las puertas a todo tipo de populista caudillista. Hay una pequeña provocación y un toque de humor sobre un concepto que vale la pena hablar”, señala Will Grant en conversación con La Tercera desde México.

¿Cómo nace la idea de escribir sobre populismo latinoamericano?

Durante la llamada marea roja o pink tide, hubo una especie de mal entendimiento de la audiencia y editores de que se trataba de un solo fenómeno monolítico, que lo que pasó en Bolivia con Evo Morales era simplemente una extensión de Hugo Chávez en Venezuela y que Lula fue como absolutamente igual a Chávez. Errores grandes y simplistas que me frustraban como reportero. Para mí era importante aclarar las diferencias y similitudes entre estos actores en el momento de la marea alta, que evidentemente ya se fue. Hemos visto cambios muy notables en la región desde la muerte de Hugo Chávez hasta ver a Lula en la cárcel. También nos dio chance de ver más claro el legado, lo bueno y lo malo. América Latina necesita menos egos, del individuo que está por encima de un pedestal, del hombre fuerte caudillista. Porque en mi libro todos eran hombres, pensé en hablar de Cristina Fernández (2007) y Michelle Bachelet (2006), pero el peronismo es un asunto aparte y en Chile me parecía que ella no es un buen ejemplo de populismo como tal, simplemente era parte del momento de la izquierda en la región.

¿Cuál es el impacto del fenómeno del populismo en América Latina?

Lo estamos viviendo todavía y es más relevante que nunca. Quise mostrar que esto tampoco es algo nuevo, no nació con Chávez y no terminó con Fidel Castro. Además de los seis líderes en los que me enfoco hay un contexto de dónde surgen y las experiencias antes de llegar al poder, que influencian mucho su proyecto, carácter y persona política. Por ejemplo, Lula de una dictadura militar en Brasil y un símbolo de resistencia del sindicato. Entonces, uno tiene que mirar a Bolsonaro para ver que el populismo no es ideológico, es simplemente una cuestión de aferrarse al poder, de cambiar la Constitución si es necesario para mantenerse. Podemos hablar de una versión generosa al decir que Evo quiso seguir en el poder porque pensaba que la oposición podría desarmar todo lo que hizo, pero la otra versión es que se enamoran del poder y es sumamente peligroso, y lo estamos viendo en El Salvador y definitivamente en Brasil y Nicaragua. Es un cuento que parece de nunca acabar.

Daniel Ortega junto a Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Evo Morales en La Habana. Foto: AFP

¿Usted considera que América Latina podría ser una de las mejores cunas para el populismo?

Para entender América Latina hay que saber sobre el concepto de caudillismo y populismo. Al principio del libro digo que el populismo es tan viejo como la política latinoamericana. Hay varios elementos hasta el siglo XIX que muestran que esto no es algo nuevo, es algo que ha sido parte del tejido social de América Latina durante los últimos dos o tres siglos. Es sumamente parte del carácter político de la región o del continente. Puede ser hasta la cuna hasta cierto punto, salvo que actualmente es tan común el populismo en Europa, en los últimos cuatro años y antes con varias figuras en Estados Unidos, y en África que siempre ha sufrido el mal del populismo y caudillismo.

¿Qué característica en común tienen Castro, Chávez, Evo, Correa, Lula y Ortega?

Utilizaron varios elementos parecidos. Pasaron de un líder político hasta una especie de líder espiritual, sus seguidores los subían al panteón de líderes eternos. Muy vinculados a la iconografía y lenguaje de la iglesia. Ellos perpetuaron estos conceptos con el uso de los medios de comunicación, sus eventos y su forma de hablar como evangelizadores. En gran parte usaron el poderoso concepto que eran del pueblo, “yo soy el pueblo, yo soy uno de ustedes, yo soy un trabajador más”. Y al principio era cierto, Lula, Evo y Chávez vinieron de raíces muy pobres y tenían esta conexión con la gente de a pie porque era real. Entonces para llegar al poder hablaron de estas experiencias, lo que no les funcionaba en un período, porque en el caso de Lula era su tercer intento de llegar al poder. En las dos primeras postulaciones, el votante brasileño pensaba que necesitaba a alguien de la elite, blanco, educado y rico. Aparto un poco a Lula del grupo, porque era un buen demócrata, no quiso cambiar la Constitución. Los demás perdieron absolutamente este hilo real con los pueblos, acostumbrados a los beneficios del oficio de Presidente trataron de perpetuarse en el poder, utilizaron referendos para mantener sus proyectos y han hecho origami con algunas Constituciones.

¿Qué hay sobre la postura opuesta a la de catalogarse del pueblo de algunos líderes y abanderarse por “soy tan rico que no voy a robar”?

Es la otra cara de la moneda. El “yo soy tan rico que no tengo que robar” es un lema bien conocido en América Latina, tanto como el “yo soy del pueblo”, igualmente de mal construido y peligroso. Primero me cuesta creer que como individuos son tan limpios, pero definitivamente no pueden hablar por toda la administración que vemos. Es una mentira igual de fuerte porque el problema es que ambos apuntan al individuo.

Raúl Castro conversa con Evo Morales, Hugo Chávez y Rafael Correa en junio de 2009, en Managua, Nicaragua. Foto: AFP

Tras el ascenso de figuras de izquierda vemos el surgimiento de conservadores y ultras, como Bolsonaro. ¿Existe un cansancio de la población con estos líderes populistas?

Vemos cansancio, pero no necesariamente por el populismo en sí, porque creo que van a surgir otros líderes populistas, es demasiado eficaz como herramienta para llegar al poder para no funcionar. Muchos de los líderes de la marea roja eran una reacción al maltrato que habían recibido los pueblos durante muchos años, primero por dictaduras y luego por gobiernos de relevo que eran conservadores, fieles a Washington, que no realizarían juicios por DD.HH. De ahí nace el querer romper con el esquema y no de a poco, sino con un martillazo. Ahora vemos que esto tampoco ha funcionado en muchos lugares y vemos extrema pobreza y corrupción. Tanto la izquierda como la derecha ya no son atractivos para el votante. Solamente tenemos que mirar lo que ocurrió en la primera vuelta presidencial de Perú, que queda entre la extrema izquierda o la extrema derecha de Fujimori. Hay indiferencia del pueblo y no sorprendería que cada vez bajé más la participación electoral.

¿Esta molestia estaría ligada a los estallidos sociales registrados en Ecuador, Chile y Perú?

Sin dudas es uno de los ingredientes que termina por desatar estos detalles sociales en la región. Chile llega a un punto del estallido social tan terrible con el apoyo de los militares y policías en la represión. No me sorprendería nada que algo parecido pueda pasar en Brasil.

Hugo Chávez y Fidel Castro saludan a sus seguidores a su llegada a la localidad de Sandino, en Cuba, en agosto de 2005.

Las llegadas de AMLO y Alberto Fernández vaticinaban un giro a la izquierda en la región, pero vemos que Ecuador y Perú toman distancia. ¿Es probable una nueva marea roja?

No creo que vayamos a verlo repetido de la misma forma, con una expresión tan fuerte en el que el mapa completo era casi todo rojo salvo Colombia y México. Probablemente Vamos a ver líderes de la izquierda volver de gran manera o mucho populismo, pero como las mareas suben y bajan creo que ahora se rompió el concepto de que la región es de izquierda o derecha, ahora será mucho más un mosaico, con diferentes gobiernos. La ideología ya casi salió de América Latina y lo que hay son gobiernos con muchas promesas y pocas respuestas.

Varios exlíderes de izquierda han hecho énfasis en que si la pandemia hubiera ocurrido cuando ellos eran gobierno habrían actuado en conjunto, por ejemplo, en la gestión de las vacunas contra el Covid-19

Es evidente que Lula no habría tomado las mismas decisiones que Bolsonaro, que se caracteriza como anticiencias y antiintelectual. Lula no habría negado la severidad de la crisis. Pero también tenemos, por lo menos teóricamente, alguien de la izquierda en el poder en México, donde el manejo de AMLO también ha sido igual de mal en denegar la ciencia. Es mucho más fácil decir algo cuando sales del poder, pero hubiera sido difícil manejarlo peor en algunos lados. Brasil realmente es una amenaza global en lo que está pasando en términos de variantes y el ejemplo del Presidente que es terrible. El ego del hombre fuerte de América Latina es una maldición y lo ha sido durante mucho tiempo, y ahora no ayuda en la lucha contra el Covid-19 porque su justificación es cuidar la economía. Para qué tener una economía moviéndose si el sistema de salud está colapsado y vas a extender la pandemia. Hay formas de hacer las cosas bien y no lo están haciendo.

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