12 de abril de 1961. Cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, Unión Soviética. Yuri Gagarin se alista para convertirse en el primer hombre en el espacio. Apenas cuatro días antes de la travesía se le informa que es el elegido y que su compañero, Guerman Titov, será su reserva. No les dan explicaciones. Es una orden. Celebran con vodka en privado y para la foto se realiza una ceremonia formal. Nadie sabe de esto, ni siquiera sus familias. La misión es un secreto de Estado. Están a punto de propinarle el más duro golpe a Estados Unidos, en el marco de la tensa Guerra Fría.

Gagarin, un exobrero metalúrgico de 27 años, devenido en piloto de la Fuerza Aérea soviética, comenzó el día a las 5.30, tomó un desayuno liviano en base a vitaminas y pasó sin problemas un último chequeo médico. Titov fue el primero que se puso el traje de cosmonauta naranjo y el casco transparente presurizado. Gagarin observó todo en calma. Hasta el último minuto, Titov guardó la secreta esperanza de que el destino cambiara a su favor, pero no.

Tiempo después se sabría que el propio Nikita Kruschev de alguna manera intervino en la elección. El jefe supremo soviético pensaba que no solo el carisma del cosmonauta era clave, sino también el hecho de que ambos compartieran el mismo origen campesino. Si Gagarin había llegado hasta ahí, eso justificaría su ascenso en el Politburó, creyó. “Los funcionarios soviéticos quedaron impresionados por sus raíces aparentemente campesinas. Titov era de clase media demasiado alta para los gustos del Politburó. De hecho, los antecedentes familiares de Gagarin eran un poco más de clase alta de lo que dice la propaganda, pero la imagen era todo en esos días, y el hecho de que Gagarin se criara en un entorno agrícola contaba a su favor”, comentó a La Tercera Piers Bizony, coautor de Starman, the truth behind the leyend of Yuri Gagarin.

Cuando Gagarin y el grupo de cosmonautas fueron invitados por primera vez a subir a la nave espacial Vostok, Gagarin fue el único que se quitó las botas antes de entrar en la nave. Este gesto impresionó a Korolev, porque demostró que tenía respeto por el trabajo de los ingenieros que habían construido la nave”.

Piers Bizony, biógrafo de Gagarin

Pero también hubo una “razón práctica”: de los 350 candidatos para ir al espacio solo quedaron seis, y de ese reducido grupo Gagarin corría con ventaja, porque fue el único que tras un ejercicio en una centrifugadora reconoció estar mareado. Sergei Korolev, el jefe del programa espacial soviético, pensó que Yuri Gagarin sería capaz de elaborar un informe apegado a la verdad después de su misión. “Por encima de todo, probablemente fue Korolev quien inclinó la balanza. Cuando Gagarin y el grupo de cosmonautas fueron invitados por primera vez a subir a la nave espacial Vostok, Gagarin fue el único que se quitó las botas antes de entrar en la nave. Este gesto impresionó a Korolev, porque demostró que tenía respeto por el trabajo de los ingenieros que habían construido la nave”, dice Bizony.

El cosmonauta soviético Yuri Gagarin

Era tal la emoción que se vivía en la base de Baikonur, que algunos técnicos a cargo del traje espacial de Gagarin rompieron el protocolo y le pidieron al cosmonauta que firmara varios autógrafos. Según el libro Starman, en su bitácora Gagarin escribió que dio esas firmas de buena gana, pero el coronel Yevyeni Karpov notó por primera vez algo de nerviosismo en el futuro héroe. “¿Es realmente necesario que haga esto?”, preguntó Gagarin respecto de los autógrafos. “Es mejor que te vayas acostumbrando”, respondió el oficial. Otros se despidieron entre lágrimas.

Antes de que Gagarin abordara la diminuta cápsula espacial de apenas dos metros de diámetro instalada en un cohete que lucía imponente en el cosmódromo de Baikonur -símil del centro de operaciones de la Nasa en Cabo Cañaveral- habría ocurrido algo absolutamente imprevisto. Se cuenta que mientras era trasladado en un bus a la plataforma de lanzamiento, se le ocurrió orinar. Gagarin le habría pedido al conductor que detuviera el vehículo. Entonces, se habría bajado para vaciar su vejiga en la rueda derecha trasera del bus. Desde ese día, los astronautas rusos que viajan al espacio repiten el acto de Gagarin, a modo de cábala. Sin embargo, Stephen Walker dice que “eso no es cierto, nunca orinó”. Walker es autor de Beyond: The astonishing story of the first human to leave our planet and journey into space, que acaba de salir a la venta con motivo de los 60 años del hito.

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22 de diciembre de 1960. En la plataforma de lanzamiento del Cosmódromo de Baikonur está instalado el cohete R7, primer misil balístico intercontinental. Washington no sabe que la URSS, su mayor enemigo, está a punto de lanzar una pequeña cápsula con dos perras a bordo, Cometa y Shutka, que oficiales soviéticos recogieron de la calle. Ambas son lanzadas al espacio a una velocidad 10 veces más rápida que la bala de un rifle. La pequeña esfera lleva por nombre Vostok 1 y será el mismo prototipo que cuatro meses después usará Gagarin. El propósito de la misión es que las perras vuelvan con vida y no sufran el mismo destino de Laika, primer ser vivo en orbitar la Tierra en el Sputnik 2, el 3 de noviembre de 1957, pero que murió por el sobrecalentamiento de la nave.

Sin embargo, algo falla en un motor y la nave no logra alcanzar la órbita. Cometa y Shutka logran sobrevivir tres días en la cápsula, no así un par de ratones. La misión fracasa. Aquel viaje era el quinto del plan que tenía como propósito final enviar a un hombre al espacio. Apenas una misión, lanzada en agosto de ese mismo año, había tenido éxito, después de que dos perras (Belka y Strelka), además de 40 ratones, dos ratas, algunas moscas y un conejo, completaran 18 órbitas y volvieran con vida a la Tierra.

Los cosmonautas Titov y Gagarin, junto al entonces líder de la URSS, Nikita Krushev.

Entre 1948 y 1961, la URSS mandó al espacio a 48 perros, 20 de los cuales murieron. Fruto del hermetismo de Moscú en aquella época, no se sabe a ciencia cierta cuántos cosmonautas podrían haber muerto antes de la odisea de Gagarin. En 2001, en el 40 aniversario de la hazaña de Gagarin, el ingeniero soviético Mijail Rudenko reveló que tres astronautas perecieron a fines de los años 50, en los primeros intentos de la URSS por conquistar el espacio. El Kremlin nunca ha reconocido tales decesos.

“Quizás la mayor prueba de Gagarin fue encubrir los detalles del vuelo en las conferencias de prensa. Tuvo que encubrir desgarradores detalles de la reentrada y sugerir que todo salió perfecto”.

Andrew L. Jenks, biógrafo de Yuri Gagarin

Pese a todo, Moscú corría con cierta ventaja frente a Estados Unidos. Mal que mal, el 4 de octubre de 1957 había puesto al primer satélite artificial en órbita -el Sputnik 1- y la misión de Gagarin iba mucho mejor que los preparativos de la Nasa, que pretendía que Alan Shepard fuera el primero en alcanzar el espacio. El astronauta estadounidense fue puesto en órbita, pero 23 días después que su par soviético.

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12 de abril de 1961. Cosmódromo de Baikonur. Una luz al interior de la cápsula no enciende. Un sensor detecta que la escotilla no cerró bien. A un ritmo frenético, un ingeniero retira 32 tornillos, los vuelve a instalar y todo se arregla.

“¡Poekhali!”, dice Gagarin antes de ser lanzado al espacio. En ruso, aquella palabra significa “vamos” y es utilizada antes de andar a caballo, una suerte de “¡Gerónimo!”.

-Yuri Alexeyevich Gagarin, ¿escuchas bien? Necesitamos decirte algo.

-Fuerte y claro.

-Queremos recordarte que cuando estemos a un minuto de comenzar, pasarán seis minutos antes del despegue, para que no te preocupes.

-Te copio. No estoy en absoluto preocupado.

-¿Estás aburrido allá adentro, Yuri?

-Si me pusieran un poco de música estaría mejor

Acto seguido, Korolev, el oficial que entrenó a Gagarin, ordenó que buscaran algo de música para “entretener” al cosmonauta. Cuando las melodías se detuvieron, a las 8.51, ya estaba todo listo para el despegue, que no se hizo con una cuenta regresiva como en la Nasa, según narra el libro Starman. Gagarin estaba listo para pasar a la historia. A las 9.06 el cohete despegó. La URSS sabía que todo podía terminar en desastre, por lo que no hizo ningún anuncio oficial.

Dos minutos después del despegue, a Gagarin se le hizo difícil comunicarse por radio. La fuerza G apretó todos los músculos de su rostro. Siete minutos más tarde ya estaba en órbita. Por primera vez un ser humano observaba la Tierra desde el espacio, desde una cápsula del tamaño de una lavadora que se movía a ocho kilómetros por segundo.

-¿Cómo te sientes, Yuri?

-El vuelo va bien. Las máquinas funcionan con normalidad. La recepción es excelente. Puedo ver las nubes de la Tierra. Es hermoso.

Tiempo después, un amigo de Gagarin, el coronel Valentin Petrov, señaló que el cosmonauta jamás pronunció aquello de “no veo a Dios aquí arriba”, y que estas fueron más bien las palabras que Kruschev pronunció en un discurso.

En esta imagen del 11 de julio de 1961, Yuri Gagarin aparece en un auto descapotado, a su llegada a Londres. FOTO: AP/Archivo

Gagarin logró permanecer durante 108 minutos en el espacio, pero su regreso no fue sencillo. Cuando puso en marcha su vuelta a la Tierra vio cómo su nave se incendiaba y pensó que moriría. Lo que no sabía era que una nube de plasma había envuelto la Vostok 1 debido a que la cápsula no pudo separarse del resto de la nave, lo que provocó que ambas entraran juntas a la atmósfera, hasta que los cables se rompieron. Esto hizo que la cápsula rotara sin control durante varios minutos. Gagarin casi pierde el conocimiento.

A diferencia de las misiones estadounidenses, el cosmonauta soviético no regresó a la Tierra adentro de su cápsula, sino que se eyectó mucho antes. Mientras descendía, forcejeó con una válvula para respirar el aire exterior y un paracaídas de reserva que se abrió por accidente complicó el descenso. Su autocontrol le salvó la vida.

Gagarin aterrizó en cualquier parte, en un descampado cerca del río Volga, en la región de Saratov. Todo eso la URSS lo mantuvo bajo siete llaves. En medio del campo, se encontró con una niña y su madre, que observaron atónitas al cosmonauta y su traje naranja. “Vengo del espacio”, les dijo. Luego se identificó como ciudadano soviético.

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27 de marzo de 1968. Yuri Gagarin lleva casi siete años convertido en una celebridad, en un héroe de la URSS. Después de su odisea espacial recorrió el mundo para exhibir su logro, pero nunca más pudo liderar una misión, ya que Moscú temía que pudiera encontrar un destino trágico. Para el Kremlin, Gagarin exhibía el summum del espíritu soviético: había nacido en una familia de granjeros, su pueblo había sido ocupado por los nazis durante Segunda Guerra, hasta que un buen día decidió unirse a la Fuerza Aérea para luego viajar al espacio.

“Quizás su mayor prueba fue encubrir los detalles del vuelo en las conferencias de prensa. Tuvo que encubrir los desgarradores detalles de la reentrada y sugerir que todo salió perfecto. Tuvo que mentir que aterrizó en su cápsula, cuando en realidad se lanzó en paracaídas desde ella por separado y aterrizó a kilómetros de distancia”, dijo a La Tercera Andrew L. Jenks, autor de The Cosmonaut who couldn’t stop smiling: The life and leyend of Yuri Gagarin.

Tres libros sobre la odisea de Yuri Gagarin. Beyond: The astonishing story of the first human to leave our planet and journey into space, de Stepehn Walker; Starman, the truth behind the leyend of Yuri Gagarin, de Jamie Doran y Piers Bizony, y The Cosmonaut who couldn’t stop smiling: The life and leyend of Yuri Gagarin, de Andrew L. Jenks.

“Gagarin se convirtió en la persona más famosa del planeta, pasando del mundo industrial militar soviético súper secreto, a convertirse en una marca mundial soviética: el cosmonauta sonriente. Gagarin debió lidiar con el consumo excesivo de alcohol, pero también se comprometió entre bastidores a desarrollar los sistemas de gestión y entrenamiento de los cosmonautas. Era el Elvis de la Unión Soviética”, agrega Jenks.

Aunque fue excluido del programa espacial, Gagarin sí pudo continuar su carrera como piloto militar. En eso estaba cuando se subió a un MiG-15 junto a Vladimir Seryogin. Ambos ya habían completado la misión de entrenamiento y se aprestaban a volver a la base, en Novosyolovo, no muy lejos de Moscú. Pero súbitamente se perdió el contacto y tres horas más tarde encontraron a Gagarin muerto junto a Seryogin.

Hasta hoy, Moscú nunca ha aclarado la verdadera causa de la muerte de su héroe, y por eso en su momento surgieron diversas teorías, desde un choque con un globo aerostático y una desestabilización por el acercamiento imprudente de otro caza, a un plan deliberado del KGB para acabar con la vida del cosmonauta. Incluso existe la versión de que Gagarin habría estado borracho cuando abordó el MiG o que en realidad nunca murió, sino que fue internado en un hospital siquiátrico. Tiempo después, Alexei Leonov, cosmonauta que en 1965 se convirtió en el primero en dar un “paseo espacial”, reveló que un Sukhoi Su-15 se acercó demasiado y desestabilizó al caza de Gagarin, violando los procedimientos.

“En nuestro libro trabajamos extensamente con Alexei Leonov, un cosmonauta extremadamente experimentado que se entrenó para misiones lunares, aunque en realidad nunca se completaron. Leonov investigó el accidente y determinó que un caza más poderoso que el de Gagarin creó una corriente de aire desestabilizadora”.

Piers Bizony, coautor de Starman, the truth behind the leyend of Yuri Gagarin.
El Presidente ruso Vladimir Putin lidera una ceremonia con motivo del Día del Cosmonauta, en la región de Saratov, el lunes 12 de abril. FOTO: REUTERS

“En nuestro libro trabajamos extensamente con Alexei Leonov, un cosmonauta extremadamente experimentado que se entrenó para misiones lunares, aunque en realidad nunca se completaron. Leonov investigó el accidente y determinó que un caza más poderoso que el de Gagarin creó una corriente de aire desestabilizadora. Los funcionarios no querían admitir que los controladores terrestres del radar habían permitido que dos aviones se acercaran peligrosamente entre sí con poca visibilidad, por lo que, según Leonov, la causa del accidente no se investigó adecuadamente y el informe oficial culpó a otros factores, en lugar del problema real: dos aviones que se acercaron demasiado”, señala Bizony. Al momento de su muerte, Gagarin acababa de cumplir 34 años.