A partir del tercer mes de vida dentro de la madre los seres humanos ya comienzan a registrar sonidos, sensaciones, emociones, olores e imágenes; desde este momento se comienza a constituir lo que conocemos como memoria, la cual nos permite grabar y clasificar información que nos ayudará a repetir tareas de manera automática en nuestro diario vivir.
Es importante que tengamos en cuenta que en todo momento estamos rodeados de estímulos, pero únicamente recordaremos aquellos que son relevantes para nosotros. De esta manera, para que las funciones que realizamos se ejecuten de manera perfecta es indispensable nuestra memoria; la necesidad de efectuar una tarea envía rápidamente un mensaje a nuestro cerebro para que éste se active y busque en "casilleros de información" lo que previamente se ha registrado. Esto aplica para prácticamente todo lo que hacemos, desde andar en bicicleta, recordar un hecho histórico o hacer un cálculo matemático, hasta comunicarnos con alguien.
Sin embargo, y a pesar de ser una máquina biológica perfecta, nuestra memoria, que cabe destacar tiene distintos niveles de retención de información como a corto, mediano y largo plazo, procedimental, olfativa y declarativa, está permanentemente también olvidando o reconstruyendo recuerdos. Esto va a depender de cuán seguido nuestras neuronas realicen los viajes en búsqueda de un momento. Es decir, mientras más recordemos un episodio de nuestra vida o una tarea, más se fortalecerá esa ruta. Por el contrario, si cada vez se evoca menos, la vía por la cual viajaban las neuronas se irá desvaneciendo con el tiempo.